Saturday, January 05, 2008

Ojo con Baradit, está imprimiendo letras de la puta madre...de la puta madre.


EL TRAIDOR EN EL ÁRBOL

POR JORGE BARADIT

Un poema de Nezahualcoyotl, el tlatoani poeta de los mexicas, escribió: “No venimos a crear confusión, sino a desatar nudos”. Desgraciadamente mi cabeza trabaja sola y tiende a correr desnuda entre bosques de símbolos y a susurrarme entuertos y mentiras divertidas llenas de esos mismos nudos.

Borges aventura que el Mesías fue quien cargara con todos nuestros pecados y muriera con ellos, llevándoselos lejos. Argumenta que todos condenaron y gritaron contra Jesús, pero quien cargó con el pecado más grande de todos, matar al hijo de dios, fue nuestro verdadero salvador: Judas en solitario, el chivo expiatorio más grande de la historia.

Mi fábula es un poco más modesta, un ejercicio de reinterpretación de la reinterpretación. Es un texto absolutamente innecesario nacido como una rama delgada desde el tronco portentoso del razonamiento borgiano original. Una ociosidad que, de todo corazón, invito a no continuar leyendo.

Mi fábula parte con un hombre humilde que ha desatado un movimiento que ya no puede controlar. Con un hombre desbocado que cometió el error de exasperar al poderoso. Un hombre angustiado que en Gethsemaní ruega a gritos no sufrir los dolores espantosos de la muerte que se aproxima.

Imaginemos que el rostro de Jesús no es bien conocido por los sacerdotes (Judas debe identificarlo con un beso al momento de la detención), imaginemos que él sabe que va a ser detenido, torturado y ejecutado. Imaginémoslo atrincherado en el Monte de los Olivos, atemorizado por su destino. Imaginémoslo idear una treta de último minuto pidiéndole a uno de sus discípulos, el más parecido físicamente quizás (quizá su hermano, o su gemelo, para agregar más confusión a la historia), que lo reemplace en el momento de la detención (él es demasiado importante para morir, dice). Imaginemos, entonces, a Jesús entregando a un Judas sereno y orgulloso de sacrificarse por su maestro, mudo para evitar defenderse o delatar el truco. Entero hasta el final, seguro de estar protegido por una fuerza superior, sólo titubeando al ver que los cielos no se abrían para descolgarlo de su sufrimiento. “Dios mío, por qué me has abandonado”.
Trasladémonos hasta el Monte de los Olivos, donde Jesús recibe la noticia de la muerte de Judas. La crisis es inevitable, todo está perdido. Se siente incapaz de seguir hablando de amor y sacrificio después de lo que ha hecho. Se siente vacío por dentro, incapaz de soportar haberse negado al llamado del destino, de haber evitado el trono de la historia en el momento cúlmine y haber asesinado a un hermano. Se siente muerto por dentro, siente que sólo debe llevar eso un poco más adelante y decide colgarse de un madero, como una forma de acercarse un poco al destino que fue incapaz de afrontar. Pero dios es precavido, la impostura se perdió en el bosque de los recuerdos de un puñado de analfabetos iluminados y al cabo de un par de siglos, ya nadie recordaba quién realmente había colgado de cuál madero esa tarde lluviosa en Palestina.

La memoria mezcla y olvida, separa y confunde. En la búsqueda de certezas reconstruimos recuerdos con los retazos que los hechos van dejando atrás. Ninguna historia es cierta, ningun registro es válido. Ante ese horror, me regocijo fabricando una historia que me agrade, que entretenga mi espera mientras aguardo mi turno de ser olvidado, como todo lo demás.

--

Blog Archive