Monday, January 14, 2008

Los infiltrados
Se agota la paciencia

Juan Pablo Vilches
Artes y Letras, El Mercurio

Los infiltrados
The Departed
2006
Dirección: Martin Scorsese
Guión: Felix Chong, Alan Mak, William Monahan

Elenco: Alec Baldwin, Matt Damon, Leonardo DiCaprio, Jack Nicholson, Martin Sheen, Mark Wahlberg, Ray Winstone


La más reciente película de Martin Scorsese tiene el mérito de subir el nivel después de la deforme Pandillas de Nueva York y la inefable El aviador. Y no hay mucho más. Larga en exceso, profita de una buena idea proveniente de otras latitudes y le da el destino que suelen tener esas películas cuando son procesadas por Hollywood: una versión más burda y más explícita.

Ésta es la tercera colaboración consecutiva de quienes tal vez son dos de los ítaloamericanos más célebres de Estados Unidos: Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio. El hecho de que ya lleven más de cinco años trabajando en conjunto podría indicar que la relación ha funcionado y tal vez lo haga en lo personal, pero no a nivel de resultados. El desempeño de DiCaprio en Pandillas de Nueva York fue apenas correcto, mientras que la interpretación más suelta y creíble en El aviador no pudo levantar a ese monstruo que venía dañado desde el guión. Ahora, en Los infiltrados, DiCaprio es largamente superado por la complejidad de un personaje que lleva una doble vida como policía infiltrado en la mafia irlandesa del sur de Boston, a la que no logra acercarse nunca por mucho que haya usado su mejor mueca de tormento, por mucho que hable en dos acentos para marcar su dualidad y por mucho que le hayan dado varias líneas para expresar su situación. Aunque ése es un pecado de la cinta en su conjunto y DiCaprio es sólo uno de sus muchos problemas.

PALABRAS Y MÁS PALABRAS

Esta cinta está basada en la exitosa película hongkonesa Asuntos infernales, que trata sobre un policía infiltrado en la mafia y un mafioso simultáneamente infiltrado en la policía. La transparente estructura férrea y simétrica –tan propia del cine oriental– es recubierta por Scorsese y por el guionista William Monahan con un despliegue permanente y ubicuo de la palabra hablada. Este recurso es importante en la historia porque parte de la infiltración del policía se debe a su doble acento de irlandés pobre y de estadounidense corriente. También es importante porque los autores creyeron que los personajes necesitaban explicarse a sí mismos, desde el jefe de la mafia (Jack Nicholson) que declama su forma de vivir hasta la psicóloga que se siente “afectada por la vulnerabilidad” del atormentado policía infiltrado (DiCaprio).

Esta misma escena era prácticamente muda en la película hongkonesa, la que exhibe una elegancia y una simpleza que los adaptadores estadounidenses hicieron desaparecer a costa de inflar la trama para que todas las estrellas del reparto tuvieran buenas líneas. Y sin embargo ninguna se luce particularmente. DiCaprio simplemente no da la talla (como sí lo hacía su equivalente Tony Leung con sólo mover una ceja): Matt Damon (el mafioso infiltrado) se repite en su papel de niño genio con identidad dudosa; Alec Baldwin es monumentalmente farreado, y se nota demasiado que el papel de Mark Wahlberg fue construido exclusivamente para hacer comprensible su aparición final.

Martin Sheen (el jefe de los policías) parece un burócrata con cerebro, mas su contraparte (Nicholson) no hace olvidar nunca quién es el que está actuando y que de él se espera que lance aforismos memorables cada cierto tiempo, como si eso hiciera más memorable a la película. Hay que decir en justicia que Nicholson tuvo la mala fortuna de tener al lado al inglés Ray Winstone en el papel de su lugarteniente, quien con dos miradas y tres palabras transmite un abismo de paradojas que produce cariño y terror al mismo tiempo, y que opaca todo lo demás que se ve en pantalla.

MASCULINIDAD HISTÉRICA

La pugna entre los dos infiltrados tenía cierto gentil espíritu deportivo en la cinta original, el que fue transcrito a la sociedad estadounidense con una muy propia dinámica competitiva que no se puede separar de la masculinidad. Alusiones sexuales a las armas, uno de los protagonistas aquejado de impotencia, agresividad en los movimientos y en el lenguaje, son algunos de los elementos con que se arma el campo de batalla cuyo trofeo es la psicóloga aludida anteriormente. Así de básico. Y ni siquiera en ese contexto la “vulnerabilidad” de DiCaprio se ve creíble.

Lo que parecía un retorno a sus buenas viejas cintas tiene más bien el aspecto de una regresión. Los travelling circulares engalanados con buen rock and roll desigualmente aprovechado funcionan en la presentación de la historia, aunque tienden más al efectismo que a utilizar el atractivo del espacio para decir algo de él. En ese mismo sentido, también es sumamente notorio que el director no pudo lograr que el entorno aportara realmente al contenido de la película, como sí lo hacía el Nueva York de Taxi Driver o Mean Streetsy Las Vegas de Casino. El resultado global es una cinta casi unidimensional, que apenas cumple con algunos de los requerimientos de su género (el thriller en este caso) y a la que el molde del original le quedó grande pese a durar 50 minutos más.

Dado que el parámetro artístico de los Oscar no es muy elevado y que la cinta ha sido exitosa, es probable que esta película gane alguno de sus premios importantes, incluido el de mejor director para Scorsese. Ojalá así ocurra, y que de esa manera el director obtenga el respaldo y la libertad artística para que de una vez empiece a hablar en serio.

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