Saturday, January 19, 2008

“La política ya no es un lugar de los sueños”
por Marcela Rivera 14.01.2008 www.plagio.cl

Tras estrenar “El fin del eclipse”, en el Teatro UC, el dramaturgo y director dejó tiempo para hablar con Plagio de ésta, su última creación.
Conversar con Ramón Griffero resulta una experiencia lúdica y reveladora. Lo primero, porque el creador de piezas tan recordadas como “Cinemma Utoppia”, “Río abajo” y “Tus deseos en fragmentos” termina cada uno de sus puntos de vista con una contagiosa sonrisa y un expresivo “¡ah!”. Lo segundo, por la reflexión siempre certera con la que este hombre de estatura mediana analiza el mundo actual y la contingencia nacional.

El dramaturgo y director que en plena dictadura formó junto a otros actores el Teatro de Fin de Siglo, compañía experimental y de fuerte crítica social que tuvo su génesis al interior del mítico Trolley, hoy da vida a cada una de sus palabras con su mirada. Una mirada que se apasiona aún más cuando llega el momento de “El fin del eclipse”, montaje de su autoría y que lo trae de regreso a la vorágine de la dirección.

En escena 28 personajes viajan por la historia en un recorrido que incluye la Guerra de Arauco, el conflicto en Irak y un vistazo al teatro, pero que también encierra una relación amorosa entre una pareja de hombres encarnada por Sebastián Layseca y Álvaro Viguera.

“Es una obra sobre los sueños en el sentido que se va soñando a sí misma y así de una escena de amor romántica del 1880 podemos llegar a la guerra de Irak”, sintetiza Griffero sentado detrás de un escritorio en su oficina de la Universidad Arcis, donde lidera la Escuela de Teatro.

“Unos marines se hacen explotar en Bagdad por una mujer kamikaze, pero esa explosión es el sueño de un chileno que está tomando sol en Varadero y que está con insolación, ¡jejé!”, continúa.

De trayectoria que traspasa fronteras –de hecho por estos días el autor de “Brunch” visita Francia, país donde se llevan a cabo varias actividades en torno a su dramaturgia-, Griffero tiene su propia justificación para el espacio multidimensional que recrea en las tablas: “Así el teatro va viendo cómo puede hablar de nuestras sensaciones, de nuestro viaje por este planeta, cosas de las que no habla ni la política ni la farándula”.


¿En “El fin del eclipse” hablas sobre el teatro?
Bueno, yo creo que todas las obras finalmente hablan del teatro. Mi obra tiene que ver con el espíritu de la época que uno vive. En dictadura fue toda esa problemática y ahora frente a la frivolización del mercado que existe en el país es necesaria una obra que hable de nuestras emociones y que nos conecte con el universo, el amor y la muerte. Esta obra es un viaje neorromántico que retrata las ficciones que construye el teatro y que son las mismas ficciones que se construyen en la realidad.


¿Por qué su título?

Precisamente por esta relación con una mirada más grande sobre nosotros mismos, de estar en el universo.


¿Cómo llegas a idear una obra de estas características?

Es una obra que puede existir porque llevo 25 años como dramaturgo. Creo que siempre la última obra de un autor nace del oficio del dramaturgo. En este caso nace de la necesidad de sentir un país demasiado preocupado de lo inmediato, lo cotidiano, lo material, que está angustiado por eso y que ha perdido su mirada sobre sus emociones, sobre lo que es más trascendente que el carrete de una modelo o comprarse el último microondas.


En ese sentido, ¿piensas que el país ha perdido un poco el norte?

Yo creo que no el país, porque vemos, por ejemplo, que hay 22 escuelas de teatro y muchas escuelas de artes visuales y arte, o sea hay una generación que sí quiere conectarse con lo espiritual. Sí creo que el mercado y la economía del país se ha centrado más en lo material y lo medios se han preocupado más de la farándula que del patrimonio de los 200 años de arte de este país. La gente sí está preocupa y un ejemplo es que durante el Teatro a Mil acude masivamente a las obras de teatro.


Tienes una opinión bien crítica hacia los medios de comunicación...

A los medios o a la cultura de mercado donde se subraya más la importancia al carrete de una modelo que a la trascendencia de toda nuestra historia artística, que es la que construye el espíritu del país, porque lo otro es desechable. El arte de hoy es la cultura del mañana, si no hay arte hoy no hay cultura mañana y eso es grave.


¿Dirías que los jóvenes están desconectados de esa cultura de mercado?

Sí, porque el país no ha crecido para que exista tanto interés por el cine y las artes visuales por parte de una generación. Eso es porque están buscando a través del arte un lugar desde dónde contar lo que ellos en realidad viven, porque la política ya no es un lugar de los sueños. La política ahora es un lugar concreto que tiene que existir, pero que está preocupado de lo doméstico, pero que no está proponiendo futuros, sino que está viendo cómo resolver los problemas inmediatos. Por lo tanto, el hombre no puede vivir sin sueños, sin deseos y no podemos transformar los sueños del hombre en un deseo material que es lo que hace el consumismo, porque eso genera frustración, delincuencia. Si decimos que el sueño del hombre es tener el mejor auto o la mejor zapatilla el que no lo puede tener ¿qué hace para cumplir ese sueño? ¡Ah! Y después se preguntan por qué hay tanta delincuencia. Hay cosas mucho más trascendentes. Yo creo que un país crece y se vuelve más amistoso cuando hay relaciones culturales, porque la cultura se relaciona a través de la emoción y ésta es una obra de emociones. Aquí el público se va a confrontar con sus vivencias, va a viajar por diferentes etapas de la historia del hombre, que para mí son la misma, porque nuestro pasado también es nuestro presente. Cuando hay una escena de 1880 con telón pintado y de amor romántico de época también se ve el amor de hoy. De eso se trata la obra. Además, hay un trabajo excelente de los actores que van continuamente llevando al público a diferentes planos de la imaginación.


Si la política dejó de ser un lugar de los sueños, ¿desde dónde soñar ahora?

En el proceso histórico la política le entregaba ficción a la realidad, pero hubo un momento en la historia que fue el arte la que le entregó la ficción a la realidad. En el siglo XX la política le entregó ficciones a la realidad para bien o para mal. El fascismo, el estalinismo, el comunismo, sueños o pesadillas, un sueño no solamente es angelical, de repente hay sueños del hombre que se han trasformado en pesadilla como el sueño del fascismo, fue un sueño de los alemanes y terminó siendo una pesadilla. El estalinismo también, pero la política está ahora como los conserjes, preocupados de mantener el edificio. Hubo un momento, como en el renacimiento, en que el arte fue el que creo la democracia y le entregó la idea de democracia al hombre. Yo creo que hoy de nuevo es el arte el que puede entregar y reflejar ideas de futuro.


Ya que estás hablando de los sueños, ¿dirías que en los últimos 10 años ha cambiado lo que sueñan los chilenos?

Yo creo que más bien no hay espacios para que los chilenos cuenten sus sueños. Los chilenos seguimos soñando sólo que ya no hay espacios para eso, ¡jejé! ¡Imagínate! ¿En qué espacio de la televisión chilena puede un dramaturgo, un coreógrafo o un artista visual ir a contar cómo está construyendo el arte el país? ¡En ninguno! Y eso es un fenómeno de Chile. Yo acabo de ir a Brasil a ver “Tus deseos en fragmentos” y estuve una semana y todos los días iba a un programa de televisión diferente a hablar de la obra. Aquí, ¿a qué programa llamo para contarle de mi estreno? Imagínate lo que queda para todos los jóvenes emergentes. Yo tengo un slogan y es que aquí ya no hay libertad de expresión, porque la libertad de expresión en una sociedad de mercado existe si hay difusión y como para mí los medios no están cumpliendo su ideal ético de difundir como se debe la cultura y el arte en este país la libertad de expresión no sirve. ¿Qué sacas con escribir una novela si nadie sabe que ésta existe? ¿Cómo la vas a ir a buscar a una biblioteca o a una librería? Hay una gran necesidad de revertir esa situación. No es que la farándula no pueda existir, pero no que finalmente se trasforme la cultura de mercado en la única cultura del país. Cuando vemos a un país lleno de una gran tradición artística, de un teatro que está en los mejores niveles del mundo, que no tiene la voz y ni el espacio para comunicarse con el país ¡un flyer no sirve!


¿Qué le roba el sueño al chileno de hoy?

Pienso que uno al manifestar un imaginario está reflejando lo que pasa en un lugar. Cuando un joven escribe sobre su familia y su intimidad está escribiendo de lo que le pasa en cierta manera a todo el mundo y si logra reflejar a través de lo que le pasa a su familia lo que le ocurre a todas las familias está haciendo una obra sobre Chile. Eso hace que el teatro chileno pueda hablar del universo, de nuestro planeta desde Santiago y que nuestras visiones escénicas aporten no sólo a Chile, sino también al teatro Occidental.


A propósito de la escena de los chilenos que están en Varadero, ¿en “El fin del eclipse” también te lanzas en picada contra el compatriota que está pendiente del último paquete turístico?

Más que hacer una crítica la obra busca mostrar lo placentero de recuperar esos espacios del espíritu, porque no creo que su misión sea criticar, sino sería como quejarse. Más que eso es entregar una poética, conectar a la gente con lo que todos como ser humanos tenemos que son nuestras sensaciones, nuestras emociones, lo que vivimos íntimamente. El teatro es un lugar para encontrarnos con lo íntimo, no con lo superficial y claro hay pocos espacios en realidad para los chilenos para conectarse con lo íntimo. Estamos contactando todo a través de lo superficial y ahí se pierde la comunicación y lo que somos, esencialmente personas construidas por emociones.


¿Con qué se encontrará el público que asista a las funciones?

Ante todo la gente verá un espectáculo escénico de muchos planos. Entrará en un viaje de emociones donde verá cómo siete excelentes actores se trasforman y juegan. La escenografía está hecha con los elementos clásicos de la ilusión, usando toda la parafernalia del teatro original, los tramoyas y los telones que cambian. Nosotros jugamos con el imaginario escénico, pasamos de 1880 a 1940, 1973, hasta hoy.


¿Es más fácil hacer teatro en dictadura o en democracia?

Yo creo que el arte es siempre un lugar de resistencia diferente, porque nunca está de acuerdo con las visiones. Obviamente uno no estaba de acuerdo con la visión de mundo que tenía la dictadura y uno no podría estar jamás de acuerdo con eso ni con cómo trataron al hombre, pero tampoco uno está de acuerdo con la visión que tiene el mercado, con esta cultura farandulera de mercado. La percepción de uno dice ¡no, el mundo no es eso! Entonces yo creo que son dificultades diferentes, son otros los obstáculos. Aquí a veces hemos confundido lo que es teatro o literatura de mercado, que es la que está hecha para el lucro y que puede existir sin problemas, con lo que es teatro y literatura de la tradición de cinco mil años. Pienso que siempre lo que no está institucionalizado es más difícil, finalmente las dificultades son las mismas. Yo bajo dictadura no podía estrenar en el Teatro Municipal porque estaba a cargo de un señor elegido por Pinochet; hoy día, 23 años más tarde, el Municipal sigue a cargo del mismo señor que eligió Pinochet y yo, una persona con premios internacionales por la contribución al desarrollo del teatro mundial, no puedo estar en el principal escenario de Chile. Por lo tanto, la dificultad en ese sentido sigue siendo igual. El los ochentas yo no podía presentar una de mis obras en el principal escenario de Chile, 25 años después tampoco, ¡jejé! ¿Y por qué estoy diciendo esto? Porque es el teatro que recibe más fondos de los chilenos, si fuera un organismo privado no tendría nada que hablar, pero el Municipal es el que recibe más plata del Consejo de la Cultura y también porque en términos de creación es el que tiene el escenario más grande. ¿Que significa eso? Que es el que tiene la mejor infraestructura artística, por lo tanto para potenciar la creación uno necesita mejores infraestructura artística y si ese espacio todavía sigue bajo un director que le hacía la gala a Pinochet y que bloqueó y censuró a toda un área de la cultura lo sigue censurando hoy en día y a pesar de estar en democracia nuestro principal escenario artístico sigue siendo un espacio de censura a pesar de ser de todos los chilenos.


¿Te sientes frustrado?

Más que frustrado me parece que es algo que la gente de afuera no lo puede creer, es insólito. Además, creo yo que es el funcionario público que lleva más tiempo en el poder, ya no es ni ético, porque estuvo con Pinochet, Aylwin, Lagos, ahora está con Bachelet y va a seguir, ¿seis periodos presidenciales? ¡Por favor! Pero además de eso no ha existido un desarrollo de la ópera y la danza chilena porque no ha creado ninguna ópera nacional. Si tú empiezas a analizar cosas así dices ¡que insólito! Hace 25 años me quedaba claro que no podía acceder al Municipal porque estaba bajo dictadura, pero después de 20 años en democracia el Teatro Municipal sigue bajo una política cultural que fue gestada bajo dictadura. Eso no es sólo un bloqueo para mí, sino para los otros directores, corógrafos y artistas visuales.

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