Saturday, January 19, 2008

Alejandra

LAS MIL Y UNA NOCHES

Leer a Costamagna es como disfrutar un hermoso cuadro de acuarela, su narrativa juega en medios tonos que nos muestran sólo una fracción de la historia: en ellas, parece decirse más a través de los silencios. Literatura marcada por la noche, el insomnio y el retiro, en su última novela “Dile Que No Estoy” -finalista en el concurso literario “Premio Planeta-Casa América” del año pasado- nos cuenta una historia minimalista sobre un pendejo pianista que odia a su viejo por bueno para el carrete y las minas. De eso hablamos en esta entrevista.

Por Sebastián Labra www.zona.cl




BÚHO LITERARIO

Al interior del Bar Nacional la escritora y periodista Alejandra Costamagna(37) luce en su rostro profundas y marcadas ojeras, regalo del insomnio que la invade desde los quince años.

“Si he escrito algunas cosas en mi vida es porque he tenido la suerte de no poder dormir. Escribir en la noche inspiró por ejemplo mi libro de cuentos Malas Noches (00, Editorial Planeta). Es que en modo nocturno escribo mejor. No hay interrupciones y las ideas se forman de otra manera. Soy definitivamente un búho”.

Ya pasaron 22 años desde que comenzaron sus noches de vigilia, las mismas que la llevaron a escribir convirtiendo a su insomnio, en una condición bastante productiva: seis libros editados más un sinnúmero de columnas y reportajes en diversos medios. El año pasado ambos trabajos llegaron en formato libro.

El periodismo en la compilación de reportajes Dios Es Chileno (07, Editorial Planeta), con su impecable crónica sobre el traga kilómetros chileno Manuel Plaza. Y el segundo, su novela Dile Que No Estoy (07, Editorial Planeta).



Tu mama te leía “Mil y Una Noches” cuando chica antes de dormir. Ahora escribes durante tus noches de insomnio. ¿Crees que existe alguna relación?

“Mmm… podría ser, claro, mi modo nocturno debe estar anclado en esas cosas. Y bueno, si existe esa condición hay que hacer algo con ello, hay que aprovecharlo, no hay que dejar que todas esas imágenes se desperdicien. Cuando una está entre la vigilia y el sueño, las ideas que se le ocurren no son siempre tan geniales. Mejor es escribirlo y verlo después. Me da la sensación que el insomnio da pie a ciertas ideas, es una embriaguez mental”.

¿Cambiarías el insomnio o no podrías escribir de otra forma?

“Creo que sí cambiaría el insomnio. Cuando chica también pintaba, no sé porque me dio por escribir. Además es incómodo ir como al revés del mundo. Que las mañanas sean súper difíciles y estar despierta en la noche, donde por lo general todos descansan. Pero en realidad no estoy tan segura. No sé si podría escribir en la mañana. A lo mejor se puede. A lo mejor no puedo”.



Si Costamagna hubiese seguido su faceta de pintora, probablemente lo habría hecho usando acuarela más que óleo. Su narrativa juega en medios tonos que nos muestran una fracción iluminada de la historia, una fracción suficiente para leer de un tirón sus libros.

Eso pasa con Dile Que No Estoy. Ahí narra la historia de un adolescente pianista que odia a su padre carretero y mujeriego, y que al morir su mamá vuelve a su ciudad natal, Calbuco. Su viejo en vano lo llama y le manda recados desde Santiago. La única respuesta del púber es una indiferencia muy adolescente y noventera.

El título de tu nueva novela me recuerda al “Chino” Ríos, un tipo tan noventero como la ambientación de la historia. Tu novela podría haberse titulado “Dile que no estoy ni ahí” .

“Jajajaja, sí, ese a lo mejor sería un buen título. Sabes, hay un libro de Ramón Ribeyroque se llama La Palabra Del Mudo (92). Creo que si no existiese ese título le hubiera puesto así, porque hay cosas que el protagonista quiere decir y no las dice nunca. En la novela el piano se encarga de eso. Él está como mudo, mejor lo dice el piano que es una especie de pulmón dentro de la historia.

En el fondo el tema del piano es la excusa para buscar un tema que a mí sí me interesaba que era usar como muleta, bastón o pulmón, algo muy silvestre donde depositarte. Donde estar sin estar. Y al protagonista lo que le pasa es no decir ciertas cosas en su momento. O dejar de decir cosas… “Dile Que No Estoy” es un poco como hacerse el tonto”

¿Cual fue la idea que echó a andar esta novela?

“No recuerdo algún momento en que haya nacido la novela, pero hay algo que tenía en la mente cuando empezó. Mi madre me contó que mi abuelo decidió dejar de hablar un día. Dijo ‘no tengo nada más que decir’. Él era oficial de correo en Argentina y viajaba por la provincia. Tenía sus amigos de boliches, era bueno para jugar al póquer, para estar fuera de la casa. Como había empezado a trabajar muy temprano se jubiló a los 55 años. Y de repente tuvo que volver al lugar donde vivía con su mujer y cachó que sus amigos no estaban, sus hijos se habían ido fuera del país”.



A veces el silencio de lo que no se dice narra más que cualquier historia ilustrada. Eso es lo que hace Costamagna, contar sin que pase mucho, pero lo hace de maravillas. Dile Que No Estoy se desenvuelve en una relación padre-hijo y la búsqueda de un camino propio por parte del protagonista, el que está empeñado en definirse en oposición a su viejo pero que comete errores parecidos a los de él.

Me contabas que te interesaste en el tema de la relación padre-hijo después de escribir una columna sobre la maternidad…

“Me da mucha vuelta el tema de la no maternidad y de la paternidad. Que no se puede ser hijo sin padre, pero se puede ser hijo sin hijo como en el libro de Vila-Matas.Y claro, surgió de una columna que escribí sobre la obligación de la maternidad y de esta cosa tan estigmatizada en la sociedad que si no eres mamá no hay una realización. Hice una columna media rabiosa sobre este tema. Y después se fue juntando con esta reflexión sobre qué significa ser padre. Aunque no escribí un libro en contra de la paternidad”



Pero igual es un libro bien ingrato con la paternidad. El hijo no quiere ver a su padre y lo odia.

“No estoy tan segura. Porque la figura del padre sé que a veces es chicha fresca y súper condorito para ciertas cosas, pero sabes, lo entiendo harto. No quiero hacer un tribunal de justicia con él. O sea, es súper difícil hacerse cargo de una paternidad solo, y más de un hijo adolescente. En ese sentido creo que me cambió un poco la perspectiva y después lo entendí bien, considerando esa dificultad”

Sentada en el bar Costamagna revuelve su café y mira por la ventana. Afuera una horda de vendedores de helados recorren las calles, mientras en la radio una voz estéreo informa que hay “33 grados a la sombra”. A ella se le dibuja una sonrisa; entre sus lugares favoritos están aquellos donde hay calor. Quizás por eso busca inspiración en Puerto Escondido, una playa mexicana, o en un pueblito cerca de Buenos Aires conocido como Campana, el referente real de un lugar que se repite en sus novelas: ciudad Retiro.



¿Que representa para ti la ciudad Retiro? ¿Es como tu pequeño y personal Macondo?

“Me gustaría hacer más la comparación con la ciudad Santamaría de Onneti.Macondo es un espacio más festivo, Retiro en cambio es un lugar más realista y fatal. Está atravesado con cosas ineludibles del destino. Condenadas al fracaso. Retiro tiene una maldición como pueblo. En mi libro Ciudadano En Retiro (98, Editorial Planeta) el protagonista se va para salir de los problemas de la capital y llega a esta ciudad buscando tranquilidad, pero lamentablemente se encuentra con todo lo opuesto. Como dicen por ahí, pueblo chico infierno grande”.

¿Y qué vendría a ser en términos concretos?

“Retiro es una especie de universo que tomó una forma propia, es un lugar que implica un viaje entre la ciudad y el campo, como sucede en la última novela donde hay muchos viajes, y donde Lautaro (el protagonista), como provinciano, es un extranjero en la capital. Para mí (Retiro) ya es un lugar cómodo a donde poder recurrir, ya lo he habitado muchas veces. Para mí es como un taller mecánico donde llegan autos chocados y abollados e intentan una reparación. Pero a veces los autos salen peores de como entran. Aparentemente salen bien, pero hay que cambiar el auto. No queda otra”.

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