Thursday, January 03, 2008

‘Es más excitante ser profesor que rockero’
por Marisol García | 03Jan08 |PANIKO.CL

Créanme que entrevistar rockeros es mucho menos excitante de lo que uno espera. Los músicos chilenos jóvenes no tienen por qué ser diferentes a los representantes de su generación, que según cada vez más estudios especializados no se caracterizan precisamente por su lucidez, amplitud de vocabulario ni entusiasmo vital. Dedicarse a la música en vez de los videojuegos o el ponceo (¿así se dice?) sigue siendo una distracción milagrosa y elogiable, pero no le concede a sus cultores automática claridad mental.

Las excepciones son pocas, y sin duda que César Farah estaba entre ellas. Lo conocí como cantante de Santo Barrio, lo valoré por la entereza con la que asumió su despido de la banda y con él he mantenido desde entonces una amistad mucho más intermitente de lo que me gustaría. Como sea, me interesa que sepan que Farah tiene una primera novela, Trilogía karaoke, que es de lo más sarcástico que he leído en harto tiempo y que en las primeras páginas se despacha un mazo como el siguiente:



“… la tele es una cochinada, los periodistas también son una cochinada, sólo superados por la cochinada que somos los artistas, que, a su vez, sólo se ven superados por la única cochinada peor: el público […], el público que se traga cualquier cosa”.



Sobre todo, me interesa que conozcan sus brillantes apreciaciones sobre literatura. Es probable que ahora, haciendo clases y escribiendo a solas, Farah sea más punk que cuando saltaba sobre un escenario como "... el Tony Manero de esta ciudad". Además, la portada de su libro (un dibujo suyo) me tinca que es una cita a un viejo disco de Blur.


A bordo de Santo Barrio, César Farah fue un rockero convencido. Hoy ofrece clases universitarias de apreciación literaria e historia del teatro: “es mucho más entretenido y excitante ser profesor que ser rockero,” dice. Conversamos sobre su reciente novela, Trilogía karaoke.



A bordo del combo ska Santo Barrio, César Farah fue hace diez años un rockero convencido que le cantó a Tony Manero y a Martín Vargas, y que alcanzó una figuración no pequeña en el entarimado musical. Hoy ofrece clases universitarias de apreciación literaria e historia del teatro, y está convencido de que “es mucho más entretenido y excitante ser profesor que ser rockero”. Su primera novela, Trilogía karaoke, sigue las desventuras de un niño convertido precozmente en rostro televisivo, cuyo drama termina siendo también el de una sociedad encandilada, incapaz de escarbar en lo que le incomoda. En la portada, una chica con cabeza de perro refriega sus curvas con el cuerpo de un hombre-tiburón. Vaya metáfora.



“… la tele es una cochinada, los periodistas también son una cochinada, sólo superados por la cochinada que somos los artistas, que, a su vez, sólo se ven superados por la única cochinada peor: el público […], el público que se traga cualquier cosa”.

No han pasado dos páginas de Trilogía karaoke y César Farah (Santiago, 1974) ya ha lanzado más dardos que probablemente todo el andamiaje de literatura juvenil acumulado en el 2007. El debut literario de este otrora rockero y actual profesor universitario no se contenta con los blancos obvios de farándula, corruptos e ignorantes con poder, sino que desplaza la reflexión hacia la responsabilidad de quienes los mantienen en sus puestos: nosotros.



“No quiero meterme mucho en el tema de si en Chile hay buenos o malos escritores, porque creo que es más interesante observar a los consumidores. Veamos cuáles son los libros más vendidos hoy en Chile: ¿el de Coco Legrand y Pilar Sordo? Si tú eres consumidor de esos libros, por favor no compres mi novela. En serio: no quiero que me leas”.

—¿Por qué?
—Porque probablemente sostienes y crees en cosas que esta novela precisamente desarma. Porque no te interesa lo que a mí más me interesa, que es encontrar en un libro pensamiento, reflexión, ética.

—¿No es la intención de todo escritor?
—Lo dudo. En el libro hay una crítica a la impostura de los artistas, la importancia que puede darse, por ejemplo, un escritor en un país como Chile, donde nadie lee. Mira, todo el mundo llamado “artístico” puede ser muy charcha: los artistas pueden ser hoy muy ignorantes, muy autorreferentes, estar muy mal de la cabeza. Tampoco creo que yo sea mucho mejor que eso, pero al menos tengo una conciencia. La impostura de muchos artistas, su conciencia social y su rebeldía, son… notables [irónico] . Las cosas están muy fuera de lugar cuando se habla de la “subversión de los artistas” o cosas así. Una novela es una novela; no es una metralleta ni es salir a la calle a una marcha con una molotov. El texto tiene un valor social, pero en su lugar. Los artistas no son revoluciarios ni nada por el estilo, menos en Chile, creo yo. Pese a eso, creo que sigue siendo totalmente válido hablar de arte y hacer arte como una toma de posición importante. Construir pensamiento, reflexión, es una huevá seria, que debería importarnos mucho más.

Con varias referencias a personajes del teatro griego clásico y un apéndice de voces que actúa a la manera de un coro dramático, en Trilogía karaoke Farah dice que se propuso “una tarea imposible, que es escribir según los postulados aristotélicos desde ahora, lo cual es simplemente imposible. Ésta es una época que no sólo no es aristotélica, sino que está en la oposición total”.

—En el epígrafe citas una frase de su Poética: “Los antiguos hacían hablar a sus personajes en tono político, y los de ahora, en lenguaje retórico”.
—Claro. Aristóteles ahí está pensando en los antiguos poetas dedicados a escribir tragedias que fuera morales, éticas. El artista no estaba —no se le ocurría estar— desvinculado de una posición política, ética y moral. Y creo que hoy, luego de las vanguardias y, sobre todo, luego de la posmodernidad, eso huele muy mal. “Este huevón es moralista, es edificante: qué huevada tan tonta”. Se desvaloró todo eso, entre otras razones porque quienes estuvieron a cargo de eso se corrompieron, se apegaron demasiado al poder… La moralidad, la ética y la política se las robaron huevones que valían una mierda, ¿cachai?, pero eso no significa que sean suyas. Hay que quitárselas de nuevo. Que Joseph Ratzinger se crea dueño de la moral es problema suyo, pero creo que por eso justamente hay que quitársela y convertir esas ideas en lo que nosotros creemos que son.

—Con tanta mordacidad frente al espectáculo, se hace inevitable pensar que respiras por la herida. ¿Son éstas las impresiones que te dejó tu paso por el rock?
—No, o no totalmente. Hacerte rockero es, a estas alturas, un cliché fatal. Y si me preguntas, honestamente es mucho más entretenido ser profesor que ser rockero. Es un trabajo menos falso, menos mentiroso y más reflexivo; y la teoría es excitante. Y tengo la sensación de que en la docencia hay más amor. El oficio de profesor requiere de un amor ¡enorme! Tienes que tener un amor insólito y heroico por la humanidad para ser profesor, y particularmente ser profesor de colegio en Chile. Esos se merecen una estatua gigantesca, y para mí son más bacanes que cualquiera.

—¿No debería haber más libros como éste en Chile?
—Es que para un literato estos temas son…

—Banales.
—Claro. ¿Cómo vai a estar escribiendo sobre televisión? Uno de mis mayores temores con esta novela era que se entendiera como lo que no es. Que el lector se quedara en el chiste irónico, que no viera más profundamente. Pero luego pensé que esto apuesta a un lector reflexivo que es capaz de darse cuenta de la crítica, de que los títulos no están puestos a propósito de nada.

Fuera del circuito esperable de escritores jóvenes, César Farah ha construido una novela también inesperada. Con más agudeza que onda, el diagnóstico social de Trilogía karaoke es tan punzante y vivo, como acostumbra ser la observación cotidiana de este representante del país sin privilegios.

—Por la familia en la que crecí, por la pobreza que hubo en mi casa, siempre caché que las cosas que me interesaban había que pelearlas y ganarlas. La manera de aprender algo así en Chile es como las huevas (sonríe), pero una vez que lo aprendes te pone en ventaja respecto a gente que cree que todo viene dado. Ser punga y pobre es injusto y como las pelotas, pero funciona. Además, creo que te da la libertad de decir “mi libro puede o no gustarte, pero la hice solito: no me lo regalaron, no me lo publicaron mis amigos, yo no conozco a nadie”. Las cosas buenas y malas que hay en esa novela son mías. No pertenezco a ninguna camarilla, tengo sólo un amigo escritor, y eso creo que te mantiene éticamente intacto. Para mí, eso es súper importante.

Blog Archive