Saturday, April 26, 2008

Rabia


A pesar de las imperfecciones, Óscar Cárdenas le ha propuesto un pequeño remezón al cine chileno.


Ascanio Cavallo

Bajo la mayoría de los estándares técnicos, profesionales e incluso estéticos, Rabia calificaría como un proyecto de titulación aprobado con distinción. Es, desde luego, un trabajo realizado con recursos modestísimos y estrenado de manera marginal, en un par de funciones en una sola sala, en la que, cómo no, suele ralear el público.

Por añadidura, Rabia sufre de los mismos tics que infectan a los estudiantes de cine en estos tiempos. El peor de todos: la cámara manual empleada sin ninguna consideración hacia la paciencia perceptual del espectador, como si fuese más importante dejar constancia del (mal) pulso del camarógrafo que de lo que se está filmando. Esta especie de escritura a mano con mala caligrafía es aún más perturbadora en una película que, como Rabia, apuesta al primer plano cerrado, el plano que aísla a los personajes de su contexto para hundirse en lo que pasa en sus rostros.

Y entonces, ¿por qué hablar de Rabia?

Porque, a pesar de todas sus imperfecciones, hay en esta película un esfuerzo audaz y serio por sumergirse en el mundo de la clase trabajadora urbana y joven, esa ancha capa que no está nunca entre los "asuntos públicos" ni tampoco en las jornadas de combatientes, que no vive en la miseria, pero tampoco disfruta de ninguna holgura.

Es el mundo de Camila Sepúlveda (Carola Carrasco), de 25 años, secretaria, desempleada por más de un año y urgida por encontrar trabajo para sostener a su madre. La película desarrolla seis segmentos en los que Camila espera su turno para ser entrevistada, junto a otras mujeres, a veces en silencio, a veces entablando una leve conversación. La cámara muestra muy poco más que sus rostros; el sonido off nos deja sentir un mundo de pasillos y salas de espera, tan material que llega al borde de la abstracción. Los segmentos son puntuados por una entrevista ?siempre la misma, sugiriendo la monotonía de estos ceremoniales? en la que Camila responde preguntas de rutina.

La mayor parte del tiempo sólo vemos el rostro de Camila. Apoyadas por el propio director, a través del título y el desenlace ?otros dos tics: editorializar los títulos y poner desenlaces artificiosos?, algunas interpretaciones psicologistas han creído ver en la faz de Camila una mezcla de rabia e impotencia silenciosa. Creo lo contrario: en sus mejores momentos, el rostro de Camila es sólo la expresión de una conciencia inane, que asiste sin defensa a la crueldad del mundo. Es un rostro preparado para la derrota, acostumbrado a perder, despojado de herramientas espirituales o intelectuales. En esto, Camila está más cerca de la Mouchette de Bresson que de los personajes de los hermanos Dardenne.

Y por eso mismo, es más dolorosa ella y más desesperante su situación. La rabia no está en ella; está, ojalá, en nosotros. De ahí que el desenlace sea irrisorio. Pero, otra vez: a pesar de las imperfecciones, el debutante Óscar Cárdenas le ha propuesto un pequeño remezón al cine chileno.

Rabia

DIRECCIÓN: Óscar Cárdenas Navarro.

CON: Carola Carrasco, Constanza Aguirre, Camila Aguirre, Daniela Aguirre, Javiera Salinas. DURACIÓN: 74 minutos.

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