Wednesday, April 09, 2008

Exquisitas "japonaiseries"
Es imposible comparar al Murakami creador de las briosas ficciones Norwegian wood o Kafka en la orilla con la persona que ha producido el estilo delicuescente, insípido, exhibido a lo largo de los 24 relatos de Sauce ciego, mujer dormida.



Camilo Marks

En conjunto, los 24 relatos que componen Sauce ciego, mujer dormida, de Haruki Murakami, dejan algo peor que gusto a poco: excesivo forjamiento, frialdad, cálculo consumado, artificio glacial, cuando no una generalizada indiferenciación, la incapacidad real, aun para personas con muy buena memoria, de recordar las anécdotas insignificantes, los pasajes adocenados, el tono anestésico, evanescente, a punto de caer en la inercia de casi todas esta historias. Es imposible comparar al creador de las briosas ficciones Norwegian wood o Kafka en la orilla con la misma persona que ha producido el estilo delicuescente, insípido, menos sabroso que una galleta de agua exhibido a lo largo de Sauce ciego....

Es una lástima, porque Murakami goza de un prestigio y un arrastre tales en las traducciones europeas, que falta poco para considerarlo un monumento vivo. Y está muy lejos de serlo: posee talento, sus obras pueden ser absorbentes, por momentos memorables, pero no se necesita ser un experto en literatura nipona para percibir que dista muchísimo de llegarle a los talones a Kawabata, Tanizaki, Oé, Oshimoto, entre muchos autores y autoras de su país. A propósito de las extáticas reseñas que ha merecido esta selección, Rodrigo Fresán nos dice: "No hay límites para la imaginación de este japonés tan universal como los Beatles. Algo ocurre en nuestro interior cuando lo desciframos". En la mente de Fresán deben fraguarse fenómenos mayúsculos, aunque como ha sucedido con otros comentarios suyos, éstos tienden a ser hiperbólicos.

Sauce ciego... viene precedido por un prefacio en el que Murakami devela el secreto de su método cuentístico, que puede resumirse en el siguiente -y originalísimo- sistema: las novelas son empresas muy, pero muy diferentes a la narración breve, jamás debe alternarse la escritura de unas con otras -es raro que un conocedor serio de las letras occidentales, como ha probado serlo Murakami, olvide los casos de Balzac, Stendhal, Maupassant, Tolstoi, Dostoievski, James, por nombrar a ciertos genios que cimentaron vastos libros mientras practicaban la redacción de piezas cortas-, que Chejov a veces publicó títulos prescindibles y que él, Murakami, podría también haberlo hecho.

La verdad es que Sauce ciego... demuestra, de modo palmario, que el novelista oriundo de Kioto detenta una habilidad infinita para ser trivial, minúsculo, impalpable, tan delicado y fino, tan exquisito o relamido que, a menos que uno sea un fanático irredento de las japonaiseries, ellas terminan produciendo tanto placer como las mermeladas para diabéticos, las bebidas light, el café con sacarina, las dietas para anoréxicos o... la comida sushi (bueno, esto último es una cuestión de inclinaciones personales).

Un niño sordo de un oído quien, sin aviso previo, pierde toda la audición para después recuperarla, es asistido por su primo mayor, cuyo pasado surge en el hospital; a una camarera que cumple 20 años trabajando en un restaurante del elegante distrito de Roppongi, le es concedido un deseo (obviamente, nunca sabremos cuál); un hombre que visita el zoológico en días de tormenta halla un gato muy obeso enjaulado entre las fieras; una sucesión de muertes y suicidios se presta para que el héroe acuda a la casa de un amigo, el cual le facilitará un traje de luto; una dama treintañera llora cada vez que se encuentra con su amante mientras éste tiene la muy habitual costumbre de hablar solo, en particular cuando está bajo la ducha, son algunas de las fascinantes crónicas de Sauce ciego... Claro, todas ellas van acompañadas del canto de los pájaros que oscurecen la luna, del suave murmullo de la brisa en las hojas de los árboles, del pestañear de mujeres impenetrables, mejor dicho, en extremo enigmáticas, de los colores difuminados que únicamente pueden verse en Hokkaido, en fin, de la dulzura inenarrable, excelsa, inaprensible, salvo en el archipiélago del sol naciente, de manera que los seguidores de Murakami pensarán que se encuentran ante un artista sublime de las palabras. Los demás se aburrirán luego o quizá puedan experimentar un nivel de deleite frente al sutil empalago del escritor.

Haruki Murakami

Nació en 1949 en Kyoto, Japón.

Estudió literatura y drama griego en la Universidad de Waseda (Soudai). En 1986, tras el enorme éxito de su novela Norwegian Wood (Tokio Blues), abandonó Japón para vivir en Europa y América, pero regresó en 1995. También es autor de las novelas La caza del carnero salvaje (1982), Baila Baila Baila (1988), The Elephant Vanishes (1993), Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1995) y Kafka en la orilla, entre otras, así como de varios libros de relatos.

Sauce ciego, mujer dormidaHaruki Murakami

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