Tuesday, April 22, 2008




Con Owen Wilson, Jason Schwartzman y Adrien Brody. La última de Wes Anderson. La primera que destacamos del año.

CRISTÓBAL BLEY WWW.PANIKO.CL

Viaje a Darjeeling es- como cualquier otra de Anderson- una peli para ver solo. Tomando helado y sin zapatillas, pero solo. Porque cada escena y situación y talla, están dirigidas a ti (a mí) como individuo solitario, no a un centenar ni a una masa de personas en una sala llena. Y entonces en momentos que no son de risa alguien se ríe y tú te cuestionas si ese momento era risible, o lo mismo al revés, y todo se transforma en una medición de reacciones y no en una apropiación de la historia.

Porque la historia es lo suficientemente confusa y simple como para quedar en los clásicos del cine del XXI. Tres hermanos bien hermanos (que no confían entre ellos, nunca están de acuerdo, no cumplen sus promesas, pero que siempre están cuando se necesitan) hacen un intento de viaje espiritual en busca de su madre ausente ya por un rato largo. Son todos hombres de mundo, viajeros y con nula capacidad de asombro, entonces lo entrete es verlos enfrentados a un escenario que no conocen pero que creen manejar a su antojo a través de barbitúricos y estimulantes.

El viaje lo hacen por la India, país que actúa más como un escenario celeste y amarillo que como una intervención directa en la trama. Sólo al final, cuando Peter (Adrien Brody), el hermano más mamón, dice “me encanta el aroma de este país”, uno se da cuenta de que ellos por fin se han dado cuenta que estaban en un lugar nuevo, con gente y baños distintos. Porque antes fue todo artificial y agringuizado, arrastrando el peso de su padre en unas maletas Louis Vuitton y haciendo shopping en las cunetas.

El viaje también es en tren. En un tren hotel con estética andersoniana, y tomas cenitales perfectas y casi fantásticas que recuerdan lo mejor de la Vida Acuática, y en el cual los hermanos se engañan, golpean, declaran su amor y se drogan. Paran en los pueblos e intentan rezarle a esos típicos animales plurípedos y multicolores, sólo que con canciones de The Kinks de fondo, sin entender mucho qué están haciendo ahí pero sin preguntárselo tampoco. Todo pavimentado con esos chistes dramáticos que no sacan carcajadas pero que te identifican hasta la médula.

A la larga, es todos sobre ser hermanos. No hablar por años, no confiar en ellos, ser incapaz de abrazarlos. Pero al final, son los únicos que están. En la India o en la cocina, siempre están cuando tienen que. Y con la mejor música de fondo.

(Recomendación: bájatela/cómprala y disfrútala en tu pieza/living/pecé en la plenitud de tu soledad. Cualquier risa ajena en el momento equivocado puede distorsionar todo el resultado final)

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