Saturday, April 26, 2008

Keep’it rolling Los 60’s gringos no sólo fueron excesos sicotrópicos, lucha por los derechos civiles y mucho rock & roll. También vieron nacer a la revista Rolling Stone, y con ella, una nueva forma de hacer periodismo: el periodismo gonzo.

Por Daniela Herrera www.zona.cl

Pánico y locura.

Lo que hay que saber del padre del periodismo "gonzo"


Piedras rodantes

Pocas publicaciones pueden jactarse de ser un semillero de talentos. Rolling Stonees una de ellas. Una revista que nació del under, y que en el paso a transformarse en lo que es ahora, acogió a reporteros que inventaron nuevas formas de hacer periodismo.

En un tiempo en que todo parecía ser rockero, Rolling Stone fue el barómetro. En su primera editorial, Jann Wenner, su creador, determinó que R.S no solo se preocuparía de la música, que temas sociales y políticos también cabrían dentro sus páginas: así nacieron artículos sobre los efectos del LSD y la izquierda juvenil o el destape de las fallas de seguridad en plantas nucleares, todo escrito como con un riff de guitarra eléctrica.

A pesar de apadrinar corrientes periodísticas que nacieron dentro de su propia redacción, y que se expandieron hacia el resto del mundo, con el tiempo R.S vio decaer su antes incuestionable influencia musical. Ahora sus entrevistados preferían llegar a MTV y aparecer en la portada de la R.S ya no era tan complicado: durante los 90’s, hasta las Spice Girls lo lograron. La evolución musical de la revista se podría comparar con sus casi tocayos The Rolling Stones;ayer chicos lindos y rebeldes, hoy viejos con onda que son nombrados Sir por la reina de Inglaterra. Lo que sí los ha mantenido por sobre el resto de las revistas musicales, es la calidad de sus reportajes políticos.

Hace una semana salió la Rolling Stone versión criolla, por segunda vez: se supone que ahora sí que sí tendra mucho contenido nacional y no el de la Rolling versión argentina que ocupaban antes.

En esta edición llevan en portada a los Chancho en Piedra, y reportajes sobre embarazo adolescente y calentamiento global. Acá, revisamos a cuatro representantes de ese pasado glorioso que parece estar perdido, versión gringa.



Bang, Bang, Bang.

“Uno de los primeros errores de los artistas es pretender que esto es en serio”, Lester Bangs.

A las pocas semanas de dar su última entrevista,Lester Bangs fue encontrado muerto en su departamento. El último afortunado que estuvo con él fue un tipo de 17 años llamado Jim DeRogatis, un fan del rock, pero por sobre todo, fan de Bangs. Todo partió como el típico ensayo para la clase de periodismo en alguna high school gringa y terminó como un libro llamado Let it Blurt (2000), que cuenta la vida y obra del critico de rock más grande del mundo.

Nacido en California e hijo de una testigo de Jehová, Lester Bangs llegó a Rolling Stone mediante un aviso y comenzó su carrera haciendo una crítica negativa de la banda MC5,precursores del punk en Estados Unidos, y su disco Kick out the Jams (1969). Hasta que a causa de su pluma corrosiva, fue despedido por faltarle el respeto a los músicos. Pero siempre estaban Creem,Penthouse, New Musical Expressy The Village Voicepara recibir sus textos llenos de referencias personales que lo hicieron merecedor del título de un gurú musical. Uno que como vemos en Almost Famous, da consejos útiles para la vida, habla a garabatos, es más honesto que un borracho y se tira frases para el bronce tipo “el estilo es originalidad; la moda, fascismo. Las dos serán eternamente opuestas”

Durante el tiempo en que la Rolling Stone aun era considerada underground, Lester Bangs hizo la mayor parte de su trabajo, y hasta se daba el lujo de inventar entrevistas para bandas que él consideraba muy aburridas y que según él, no tenían nada que decir. Los lectores lo idolatraban, los chicos querían ser como él, las bandas querían ser sus amigos, y las chicas querían una cita.

El culto a Bangs se descifra por un elemento ineludible; él estaba ahí. Según muchos críticos contempóraneos, Bangs era uno de los pocos que te hacía tener ganas de correr a escuchar el disco o la tocata que reseñaba. Veía a las bandas, las escuchaba, las conocía, la sentía. Un bonzo, un gonzo, como sea que se llame. Eso era Bangs. Un tipo que hizo del rock su mayor pasión y escribía desde la tocata misma. Uno que en sus críticas traspasaba el sudor, el ruido y la adrenalina de escuchar rock and roll sintiendo el bajo y la batería retumbar en el pecho.


El cazador oculto

“Nunca nada es lo suficientemente raro para mí”, Hunter S. Thompson.

En las escuelas de periodismo se utilizan variados clichés. Uno de ellos reza que no hay nada peor que el periodista dentro de la noticia. Claramente, Hunter S. Thompsonse reiría de aquello, y con hechos, demostraría que para contar bien una historia a veces es necesario ponerse dentro del relato.

Thompson era una bandera roja de alarma, la úlcera en la sociedad, una advertencia ruidosa. Buscó el sueño americano, y mientras más retorcido este se volvió, mas retorcidos se fueron haciendo sus relatos. “América, una nación de doscientos millones de vendedores de autos usados sin asco a matar a cualquier extranjero que los haga sentir incómodos”, escribió.

El llamado padre del periodismo Gonzo- palabra que viene del italiano gonzagas: absurdo-, forma totalmente subjetiva de escribir una historia, comenzó su carrera en pequeñas publicaciones. De las grandes fue despedido por destruir el auto de su editor e insultar a un auspiciador, después de pasar por el ejército, una revista sobre bowling en Puerto Rico y una adolescencia llena de arrestos y mala conducta. Y eso fue claramente lo que distinguió a Hunter de los periodistas que cubrían historias desde el campo de batalla, eso fue lo que terminó convirtiéndolo en un héroe viviente: debatirse siempre entre ser periodista y personaje.

El escritor Tom Wolfe,quien utilizó mucho del material de Thompson para su libro The Electric Kool-Aid Acid Test (67), resumió sus pocos encuentros como grandes eventos: “uno no almorzaba ni cenaba con Hunter. Con él, uno asistía a un evento a la hora de comer”, dijo después de que Thompson hiciera sonar una estruendosa bocina de barco en medio de un restaurante, para así poder vaciarlo de gente.

Una de sus historias más conocidas, la que lo puso en la palestra, fue publicada en 1966. The Hell’s Angels, a strange and horrible saga, la historia de un grupo de motoristas californianos que fueron contratados por la banda de Mick Jagger como guardaespaldas, y que terminaron matando con tacos de pool a un fan en un festival. Thompson vivió con ellos durante un año hasta que los motoristas consideraron que los estaba usando y le quebraron la nariz por traidor.

En la revista Rolling Stone, donde comenzó a gestarse la historia de “Pánico y Locura en Las Vegas” (que dio vida a la película homónima de 1998, donde Johnny Depp interpretaba a Hunter), Thompson escribió sobre política y deportes. Y siguió entregando sus textos en el límite de tiempo, costumbre que dio vida al periodismo gonzo durante sus primeros años: Hunter faxeaba sus notas en servilletas y hojas sueltas a la redacción, lo que hacía imposible el trabajo de editores, quienes finalmente terminaban publicando sus historias tal como venían. Cero censura, pura adrenalina en palabras. Con Hunter Thompson, no se aplica el “tendrías que haber estado ahí para sentirlo”, se siente apenas se lee.


El fan

Cameron Crowe siempre se define como un fan. En cada entrevista, película o texto, su condición de fan sale a relucir por sobre todo. Tal como en Casi Famosos, su película autobiográfica, donde William, un chico de 15 años, sigue los pasos de Stillwater, una banda ficticia que comienza su carrera. La verdad del asunto no fue tan distinta; la experiencia en que Crowe basó la película fue la propia: cuando con sólo 16 años, siguió a Led Zepellin en 1975 y escribió un artículo de portada para la Rolling Stone. Su historia es la de un chico un poco perno que logró infiltrarse en las grandes ligas de la gente cool, pero solo para mirar y escribir sobre ellos. Jamás para pertenecer.

Eventualmente Crowe se convirtió en editor de R.S. Con el tiempo se volvió hacia el cine y logró lo que unos pocos afortunados logran; mezclar pasiones y obsesiones y que te paguen por eso. Música y cine en un solo lugar. Nadie podría decir que las cintas de Crowe tienen una banda sonora poco pensada. De hecho es lo mejor de su última película, Elizabethtown, y sin la memorable escena de un bus completo cantando Tiny Dancer de Elton John, Casi Famosos perdería gran parte de su espíritu.

Para Crowe, una de las cosas más importantes de la vida es seguir siendo fan igual como se es en la adolescencia. Tal como dice uno de los personajes en Casi Famosos, “pocos saben lo que es realmente amar una pieza de música de tal manera que llega a doler”. Crowe apunta a un sentimiento que él llama felicidad triste o tristeza feliz, que es lo que ocurre cuando nos sentimos plenamente identificados con algo. Una sensación de querer apoderarse de las letras de una canción, de ver tanto una película que se transforma en una parte indivisible de nuestras vidas.


La chica sin flickr

Annie Leibovitznació en 1949 y a los 31 años se hizo mundialmente conocida por fotografiar a John Lennon solo horas antes de que Mark Chapman lo asesinara afuera de su departamento en 1980. Años más tarde haría noticia por dar a luz a los 52 años y ser pareja por años de Susan Sontag, una de las intelectuales más brillantes del mundo.

Pero lo de Leibovitz, quien comenzó su carrera en las primeras ediciones de la revista Rolling Stone, venía de mucho antes. Una mujer que se hizo durante el camino, una de las fotógrafas más respetadas no solo dentro del mundo de la música sino que en el ámbito de la política y la cultura estadounidense.

Conocida por tomar más de 200 fotografías en una sola pose de sus retratados, casi siempre personajes famosísimos, Leibovitz, presentó su book de trabajos a Jann Wenner en 1970 y al poco tiempo se convirtió en editora fotográfica de RS, donde se fue de gira con los Rolling Stones por varios meses. Su talento para sacar características a veces ocultas de sus retratados y descontextualizarlos le valió ser la unica mujer en exponer en el prestigioso National Portrait Gallery of Smithsonian Institute.

Sus retratos se convierten en recuerdos inmediatos: Whoopie Goldberg sumergida en una tina llena de leche, David Byrne con una chaqueta completamente hecha de hojas, Demi Moore demasiado embarazada o Hillary Clinton desde el balcón de la Casa Blanca, luciendo más inteligente que Bill. Todas imágenes que hemos visto en algún lado y se han quedado pegadas en nuestro inconsciente.

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