Tuesday, April 29, 2008

Rabia
Mirar de cerca

20 de abril de 2008
Juan Pablo Vilches
Artes y Letras, El Mercurio

Dirección: Oscar Cárdenas
Guión: Oscar Cárdenas

Elenco: Constanza Aguirre, Carola Carrasco, Daniela Salinas, Trinidad Squella


Los vanos intentos de una joven secretaria por conseguir empleo funcionan como un recordatorio muy potente de los dramas que no vemos por su “falta de dramatismo”, y del costo humano del libre mercado. En esta caso, del mercado del trabajo.

La película Rosetta (Jean-Pierre y Luc Dardenne, 1999) ya había ganado el Festival de Cannes cuando fue estrenada en Bélgica, su país de origen. Corre el mito de que su poderosa historia, sobre una joven marginal que quiere dignificar su vida mediante el trabajo, golpeó con tanta fuerza a sus compatriotas que al poco tiempo hubo un cambio en las leyes laborales de ese país. La verdad es que la nueva ley ya estaba siendo tramitada, y que el innegable impacto de la película no hizo más que abrir la oportunidad para que sus impulsores lograran su promulgación con los vientos favorables de la opinión pública soplando a sus espaldas.

Es muy improbable que la película chilena Rabia –que también cuenta la historia de una joven cesante– tenga un impacto tan poderoso. Fue hecha con menos recursos, se exhibe sólo en el Cine Arte Alameda y no ha ganado un Festival tan prestigioso como Cannes. Sin embargo, pese a su escala menor la película es punzante, y mucho. Algunas de sus decisiones parecen ser fruto de la escasez de recursos materiales, y aún así su realizador y guionista Oscar Cárdenas logra transmitir y sugerir algo que se ve poco en el cine chileno. Algo que muchas personas deberían ver.

MUJERES A LA ESPERA

Camila Sepúlveda (Carola Carrasco) tiene 25 años y en el último de ellos no ha trabajado. Esto lo dice en una entrevista de trabajo donde no vemos al entrevistador, y que funciona como interludio e hilo conductor que nos permite conocerla más que a sus competidoras. Aquí ya hay una decisión interesante, se usa una sola entrevista porque se asume que todas son iguales, que vendrán las mismas preguntas y que su efecto acumulado será el tedio depositado en el compuesto rostro de clase media de Camila. Lo interesante ocurre en la espera.

Camila estudió secretariado y en las infinitas entrevistas de trabajo ha tenido que hacer fila –muchas veces de pie– con otras mujeres que aspiran a lo mismo que ella. Los diálogos de la película son sumamente certeros para retratar ese ambiente enrarecido donde la desconfianza inicial a veces da paso a una solidaridad reservada –y muy femenina–, y de ahí a una fugaz relación de confianza donde se cuentan cosas por aburrimiento y soledad. También las muchas esperas son utilizadas como una espléndida galería de tipos humanos que responden de diversa manera (coquetería, hostilidad, arribismo, sumisión) a la situación civilizadamente desesperada en la que las pone nuestro modo de vivir y producir.

Por lo mismo, lo que se ve en cámara no tiene estilización alguna. Los diálogos en los pasillos o en la calle son filmados con movimientos tenues pero perceptibles de la cámara, que transmiten una inquietud igual de contenida que el malestar de la protagonista. En su porfía burocrática de quien quiere entrar a una burocracia, Camila exhibe cierta firmeza impávida semejante a la de Bartleby, si no fuera porque el título de la película nos dice lo que de verdad ocurre en los tiempos aparentemente muertos que vemos en cámara.

TODO SE ACUMULA

La objeción obvia contra esta película es que es demasiado “lenta”, que no pasa nada interesante y que el rostro de su protagonista no es por sí mismo un objeto para ser contemplado. Sin embargo, el director tomó otra decisión arriesgada al hablar de la rabia como un sentimiento que se acumula con el paso del tiempo; y en esta película eso tiene que verse en cámara. La actriz expresa muy bien el tedio de la espera eterna mezclado con la crispación que la hace estar atenta a cada sonido, a cada chirrido de una puerta que se abre para otra pero no para ella. En esta película no hay música, sólo sonidos y desamparo.

La acumulación de la rabia se eterniza y no explota nunca, en parte debido a la compostura de la protagonista, en parte porque no hay a quien culpar. Pese a su modestia, esta cinta captura muy bien el malestar cotidiano y sordo en una sociedad donde algunos acumulan dinero mientras todos los demás acumulan una rabia amorfa contra algo que no tiene una cara ni un centro definido. Por ello, la secuencia de Camila trabajando en una oficina tiene el efecto nocivo de hacer concreto lo que habría funcionado mejor en un plano más abstracto.

Si bien Rosetta es una gran película, no hay que olvidar que fue hecha por dos ciudadanos del primer mundo escandalizados porque algunos de sus compatriotas tienen un nivel de vida propio del tercer mundo. Pese a sus buenas intenciones, la distancia entre los realizadores y su protagonista es insalvable, como también lo es la brecha entre la joven Rosetta y el público de primer mundo al que se quería conmover. En esto Rabia tiene el enorme punto a favor de hablar de personas que están cerca de quienes la hicieron y cerca del público, y el sentimiento que los une a todos no es tanto el escándalo moral como la solidaridad de saber que nadie está libre de ser declarado “prescindible” por el mercado. Con la apuesta de mostrar en cámara cómo la frustración y la rabia transforman lentamente un rostro humano, la cinta logró una mirada de la cesantía desde una inmediatez parecida a la alcanzada por las películas de Pedro Costa. Un gran mérito para una cinta aparentemente modesta.

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