Saturday, April 12, 2008

Promesas del este

Ascanio Cavallo

En la primera secuencia de esta película, dos hombres degüellan a otro en una barbería. En la segunda, una joven llega a una farmacia desangrándose, a punto de perder un hijo. Como introducción, son momentos ásperos, y resumen la yuxtaposición en que se sustenta Promesas del este: una historia de violencia mafiosa y un melodrama acerca de la inocencia maltratada.

Las dos líneas se entrecruzan a lo largo de todo el metraje. El bebé sobreviviente queda en manos de Anna Khitrova (Naomi Watts), una enfermera de ascendencia rusa que vive con su madre y con su tío Stepan (Jerzy Skolimovski) y que, bajo la reverberación de una antigua pérdida, se propone hallar a la familia de la mujer muerta.

La búsqueda la lleva a la casa de Semyon (Armin Mueller-Stahl), padre del violento Kirill (Vincent Cassel), jefe del chofer Nikolai (Viggo Mortensen) y, sobre todo, capo de Vory V Zakone, la despiadada mafia rusa que domina el tráfico de heroína en Londres.

En adelante, el eje de la historia se traslada a la temeraria relación entre la enfermera Anna y el chofer Nikolai: una mujer que no sabe nada del peligro que la rodea, y un hombre que sabe demasiado. El protagonista absoluto es, en cualquier caso, el chofer que administra todas las lealtades posibles, sin creer a ninguna.

El tema de la paternidad inunda cada fragmento de Promesas del este. En sus momentos duros, se asoma al infierno de los hijos abusados. En los blandos, permite que se integre la historia melodramática (y para subrayarlo, todo ocurre entre un 20 de diciembre y el fin de año, es decir, en torno a la Navidad).

Este doble track no es tan raro: mafiosos y melodrama se han asociado desde los orígenes del cine (Los muelles de Nueva York), pasando por sus grandes momentos clásicos (Scarface, Alma negra), hasta las expresiones más modernas (El Padrino, Casino), y, rizando el rizo, no parece raro que haya cierta complementariedad entre el dolor agrio de la violencia y el dolor dulce del sufrimiento interior.

Pero es raro que ello ocurra en un cineasta como David Cronenberg, que alguna vez llegó tan lejos en la investigación del no-dolor, del imperio de la biología sobre la psiquis, de la expresión material de esos impulsos eléctricos que solemos llamar amor, odio o sentimientos. Esa percepción de Cronenberg, una de las más interesantes en la historia del cine, pareció colapsar en una película impersonal, Spider, y transfigurarse en una muchísimo mejor, Una historia violenta. Pero es otro Cronenberg, y cuesta hallar la conexión entre Promesas del este, con sus criaturas racionales y sentimentales, y los personajes anarquizados por sus propios cuerpos en Deseo mortal, Scanners o Crash.

Siempre será más fácil ver la impecablemente filmada Promesas del este que aquellas películas subversivas y devastadoras. Pero algo se ha perdido en el camino.

Eastern promises

Dirección: David Cronenberg.

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