Rabia
Mirar de cerca
20 de abril de 2008
Juan Pablo Vilches
Artes y Letras, El Mercurio
Dirección: Oscar Cárdenas
Guión: Oscar Cárdenas
Elenco: Constanza Aguirre, Carola Carrasco, Daniela Salinas, Trinidad Squella
Los vanos intentos de una joven secretaria por conseguir empleo funcionan como un recordatorio muy potente de los dramas que no vemos por su “falta de dramatismo”, y del costo humano del libre mercado. En esta caso, del mercado del trabajo.
La película Rosetta (Jean-Pierre y Luc Dardenne, 1999) ya había ganado el Festival de Cannes cuando fue estrenada en Bélgica, su país de origen. Corre el mito de que su poderosa historia, sobre una joven marginal que quiere dignificar su vida mediante el trabajo, golpeó con tanta fuerza a sus compatriotas que al poco tiempo hubo un cambio en las leyes laborales de ese país. La verdad es que la nueva ley ya estaba siendo tramitada, y que el innegable impacto de la película no hizo más que abrir la oportunidad para que sus impulsores lograran su promulgación con los vientos favorables de la opinión pública soplando a sus espaldas.
Es muy improbable que la película chilena Rabia –que también cuenta la historia de una joven cesante– tenga un impacto tan poderoso. Fue hecha con menos recursos, se exhibe sólo en el Cine Arte Alameda y no ha ganado un Festival tan prestigioso como Cannes. Sin embargo, pese a su escala menor la película es punzante, y mucho. Algunas de sus decisiones parecen ser fruto de la escasez de recursos materiales, y aún así su realizador y guionista Oscar Cárdenas logra transmitir y sugerir algo que se ve poco en el cine chileno. Algo que muchas personas deberían ver.
MUJERES A LA ESPERA
Camila Sepúlveda (Carola Carrasco) tiene 25 años y en el último de ellos no ha trabajado. Esto lo dice en una entrevista de trabajo donde no vemos al entrevistador, y que funciona como interludio e hilo conductor que nos permite conocerla más que a sus competidoras. Aquí ya hay una decisión interesante, se usa una sola entrevista porque se asume que todas son iguales, que vendrán las mismas preguntas y que su efecto acumulado será el tedio depositado en el compuesto rostro de clase media de Camila. Lo interesante ocurre en la espera.
Camila estudió secretariado y en las infinitas entrevistas de trabajo ha tenido que hacer fila –muchas veces de pie– con otras mujeres que aspiran a lo mismo que ella. Los diálogos de la película son sumamente certeros para retratar ese ambiente enrarecido donde la desconfianza inicial a veces da paso a una solidaridad reservada –y muy femenina–, y de ahí a una fugaz relación de confianza donde se cuentan cosas por aburrimiento y soledad. También las muchas esperas son utilizadas como una espléndida galería de tipos humanos que responden de diversa manera (coquetería, hostilidad, arribismo, sumisión) a la situación civilizadamente desesperada en la que las pone nuestro modo de vivir y producir.
Por lo mismo, lo que se ve en cámara no tiene estilización alguna. Los diálogos en los pasillos o en la calle son filmados con movimientos tenues pero perceptibles de la cámara, que transmiten una inquietud igual de contenida que el malestar de la protagonista. En su porfía burocrática de quien quiere entrar a una burocracia, Camila exhibe cierta firmeza impávida semejante a la de Bartleby, si no fuera porque el título de la película nos dice lo que de verdad ocurre en los tiempos aparentemente muertos que vemos en cámara.
TODO SE ACUMULA
La objeción obvia contra esta película es que es demasiado “lenta”, que no pasa nada interesante y que el rostro de su protagonista no es por sí mismo un objeto para ser contemplado. Sin embargo, el director tomó otra decisión arriesgada al hablar de la rabia como un sentimiento que se acumula con el paso del tiempo; y en esta película eso tiene que verse en cámara. La actriz expresa muy bien el tedio de la espera eterna mezclado con la crispación que la hace estar atenta a cada sonido, a cada chirrido de una puerta que se abre para otra pero no para ella. En esta película no hay música, sólo sonidos y desamparo.
La acumulación de la rabia se eterniza y no explota nunca, en parte debido a la compostura de la protagonista, en parte porque no hay a quien culpar. Pese a su modestia, esta cinta captura muy bien el malestar cotidiano y sordo en una sociedad donde algunos acumulan dinero mientras todos los demás acumulan una rabia amorfa contra algo que no tiene una cara ni un centro definido. Por ello, la secuencia de Camila trabajando en una oficina tiene el efecto nocivo de hacer concreto lo que habría funcionado mejor en un plano más abstracto.
Si bien Rosetta es una gran película, no hay que olvidar que fue hecha por dos ciudadanos del primer mundo escandalizados porque algunos de sus compatriotas tienen un nivel de vida propio del tercer mundo. Pese a sus buenas intenciones, la distancia entre los realizadores y su protagonista es insalvable, como también lo es la brecha entre la joven Rosetta y el público de primer mundo al que se quería conmover. En esto Rabia tiene el enorme punto a favor de hablar de personas que están cerca de quienes la hicieron y cerca del público, y el sentimiento que los une a todos no es tanto el escándalo moral como la solidaridad de saber que nadie está libre de ser declarado “prescindible” por el mercado. Con la apuesta de mostrar en cámara cómo la frustración y la rabia transforman lentamente un rostro humano, la cinta logró una mirada de la cesantía desde una inmediatez parecida a la alcanzada por las películas de Pedro Costa. Un gran mérito para una cinta aparentemente modesta.
Tuesday, April 29, 2008
Yo, blog (New kid on the blog)
(Aquí estoy y empiezo lo que en realidad siempre he hecho. Leer y leerme. Escribir y escribirme. Nada más y nada menos. Palabras sin aspavientos sobre literatura, cine, música y un montón de otras hueás. Administrando voces. Sampleando frases de columnistas que no saben que son columnistas. Periodistas que trabajan gratis para mí. Mi diario de vida escrito por personas que no me conocen. Un ladrón de neuronas. Si algún día tengo que pagar derechos...uf)
El otro día nos capacitaron en la pega en esto de los blogs, y yo pensaba para mí: "Cómo se reirían de mí se vieran como uso mi blog. Qué chistoso. Completamente friky".
Un weblog, también conocido como blog o cuaderno bitácora personal, es un ejercicio de egoísmo y egocentrismo. Hay que reconocerlo. Eso me daba un poco de pudor. Pienso que los necesarios y los que la gente debería leer son los periodísticos, los tecnológicos, los educativos, incluso los empresariales o corporativos. Pero también concluí que era un ejercicio de sinceridad para conmigo. Un compañero de pega me dice que los tienen blogs están cagaos de la cabeza. No sé. Yo diría que sin duda tenemos una un leve deficiencia mental, pero no sé si cagaos de la cabeza es la expresión precisa. Me reconozco como un protagonista del decorado y el signo de los tiempos no me es ajeno. Creo que todos estamos locos. Unos los aparentan mejor que otros.
Sí, lo reconozco. Esto lo hago única y fundamentalmente para tirar cosas, para oxigenar mi cerebro, limpiar mi cabeza de tanta huevá que me atosiga. Un cable a tierra. De una forma u otra, lo he hecho siempre. Desde que tengo uso de razón me gusta leer, escuchar música y ver cine y creo que es justamente eso lo que uno hace en esos casos. Ver como otras personas se oxigenan, se limpian y tiran cosas para no enloquecer de una vez y para siempre.
Debo reconocer que esto de los Blogs me entusiasma más que chatear y visitar página webs (en realidad estoy chato de visitar página webs y chatear nunca lo he hecho). Youtube y este maldito blog es lo único que me motiva de Internet. No mentira, me motivan muchas más cosas, pero yo creo que la clave, la verdadera esencia del asunto es que te guste leer, sí, sobre todo leer. Eso es lo sano, lo saludable. No sé tanto escribir.
Pero también debo decir que un diario de vida me suena a una soberana mierda y a una valiente lesera. Se parecen mucho claro, y opositores dirán que son lo mismo. Pero que yo sepa las personas que escriben esas cosas lo cierran hasta con candado. Además que siempre asocio Diarios de vida a la acepción literaria, adulta si se quiere, no a un diario de vida de una mina de 15 años.
El blog personal sirve para piratear, para recomendar, para hablar de cultura pop, para hablar huevadas sin editar y gritárselas a la red.
Ya voy para los dos años con "Un mero ladrón" que antes se llamaba “Copy-pasteo” que antes se llamaba “No sé” y antes “Administrando voces”. Los nombres apelaban justamente a eso, una postura poco clara adonde estaba entrando. De no saber mucho a qué me metía. Ahora estoy claro, creo. Uso este blog como una bitácora de las cosas que me interesan. Un dj de opiniones. Una base de datos pop de mis aficiones. Un compilado de palabras favoritas. Una banda sonora. Un cassete grabado con canciones de la radio.Una guía de lo que le gusta a mi cerebro. Sábanas (han ido disminuyendo) infumables que me fumo con gusto. Publicidad gratis para columnas y páginas. Vínculos gratuitos que no sirven para nada. Para mí si. Una wikipedia personal. Un youtube a mi medida. Egoísmo puro en la aldea global.
A través del blog hice la página web que siempre quise visitar. Con citas, ensayos, columnas, biografías. Todos con su respectivo crédito, claro. Para muchos soy un care raja y un ladrón sin perdón. Tienen toda la razón. Ahora vinculo y subo videos (por lo menos).
En este blog quise que hablara gente mejor que uno. Más inteligente, mucho más lúcida e inspiradora que yo. Gente que de verdad emocione y conmueva con las palabras y con sus puntos de vistas acerca de las cosas. Sobre cierta naturaleza de nuestra vida. Verdades que están ahí, pero que están ocultas.
En cuanto a su presentación, primero empezó como simple página blanca con letras negras. Luego pasó a un elegante gris con letras azules. Pero como está ahora
me gusta más. Letras fluorescentes verdes en un universo oscuro. Si, me gusta esta presentación.
Y eso es básicamente. Cultura pop en la voz de sus protagonistas. Pirateo descarado de mejores impresiones. ¿Por qué mis opiniones deberían importarle a alguien?. Mucho mejor, pensé, era elaborar un espacio virtual donde yo sólo era el invisible editor. Mi propio espacio con columnistas y trabajadores de lujo. Un meta-periódico en la red, una supra-revista virtual.
Así de simple. Y así de complejo también. Entiendo si no me entienden.
El otro día nos capacitaron en la pega en esto de los blogs, y yo pensaba para mí: "Cómo se reirían de mí se vieran como uso mi blog. Qué chistoso. Completamente friky".
Un weblog, también conocido como blog o cuaderno bitácora personal, es un ejercicio de egoísmo y egocentrismo. Hay que reconocerlo. Eso me daba un poco de pudor. Pienso que los necesarios y los que la gente debería leer son los periodísticos, los tecnológicos, los educativos, incluso los empresariales o corporativos. Pero también concluí que era un ejercicio de sinceridad para conmigo. Un compañero de pega me dice que los tienen blogs están cagaos de la cabeza. No sé. Yo diría que sin duda tenemos una un leve deficiencia mental, pero no sé si cagaos de la cabeza es la expresión precisa. Me reconozco como un protagonista del decorado y el signo de los tiempos no me es ajeno. Creo que todos estamos locos. Unos los aparentan mejor que otros.
Sí, lo reconozco. Esto lo hago única y fundamentalmente para tirar cosas, para oxigenar mi cerebro, limpiar mi cabeza de tanta huevá que me atosiga. Un cable a tierra. De una forma u otra, lo he hecho siempre. Desde que tengo uso de razón me gusta leer, escuchar música y ver cine y creo que es justamente eso lo que uno hace en esos casos. Ver como otras personas se oxigenan, se limpian y tiran cosas para no enloquecer de una vez y para siempre.
Debo reconocer que esto de los Blogs me entusiasma más que chatear y visitar página webs (en realidad estoy chato de visitar página webs y chatear nunca lo he hecho). Youtube y este maldito blog es lo único que me motiva de Internet. No mentira, me motivan muchas más cosas, pero yo creo que la clave, la verdadera esencia del asunto es que te guste leer, sí, sobre todo leer. Eso es lo sano, lo saludable. No sé tanto escribir.
Pero también debo decir que un diario de vida me suena a una soberana mierda y a una valiente lesera. Se parecen mucho claro, y opositores dirán que son lo mismo. Pero que yo sepa las personas que escriben esas cosas lo cierran hasta con candado. Además que siempre asocio Diarios de vida a la acepción literaria, adulta si se quiere, no a un diario de vida de una mina de 15 años.
El blog personal sirve para piratear, para recomendar, para hablar de cultura pop, para hablar huevadas sin editar y gritárselas a la red.
Ya voy para los dos años con "Un mero ladrón" que antes se llamaba “Copy-pasteo” que antes se llamaba “No sé” y antes “Administrando voces”. Los nombres apelaban justamente a eso, una postura poco clara adonde estaba entrando. De no saber mucho a qué me metía. Ahora estoy claro, creo. Uso este blog como una bitácora de las cosas que me interesan. Un dj de opiniones. Una base de datos pop de mis aficiones. Un compilado de palabras favoritas. Una banda sonora. Un cassete grabado con canciones de la radio.Una guía de lo que le gusta a mi cerebro. Sábanas (han ido disminuyendo) infumables que me fumo con gusto. Publicidad gratis para columnas y páginas. Vínculos gratuitos que no sirven para nada. Para mí si. Una wikipedia personal. Un youtube a mi medida. Egoísmo puro en la aldea global.
A través del blog hice la página web que siempre quise visitar. Con citas, ensayos, columnas, biografías. Todos con su respectivo crédito, claro. Para muchos soy un care raja y un ladrón sin perdón. Tienen toda la razón. Ahora vinculo y subo videos (por lo menos).
En este blog quise que hablara gente mejor que uno. Más inteligente, mucho más lúcida e inspiradora que yo. Gente que de verdad emocione y conmueva con las palabras y con sus puntos de vistas acerca de las cosas. Sobre cierta naturaleza de nuestra vida. Verdades que están ahí, pero que están ocultas.
En cuanto a su presentación, primero empezó como simple página blanca con letras negras. Luego pasó a un elegante gris con letras azules. Pero como está ahora
me gusta más. Letras fluorescentes verdes en un universo oscuro. Si, me gusta esta presentación.
Y eso es básicamente. Cultura pop en la voz de sus protagonistas. Pirateo descarado de mejores impresiones. ¿Por qué mis opiniones deberían importarle a alguien?. Mucho mejor, pensé, era elaborar un espacio virtual donde yo sólo era el invisible editor. Mi propio espacio con columnistas y trabajadores de lujo. Un meta-periódico en la red, una supra-revista virtual.
Así de simple. Y así de complejo también. Entiendo si no me entienden.
Monday, April 28, 2008
El punk no ha muerto. Pues debería. No lo entiendan mal, pero el punk nos estafó a todos. Si había un futuro. Un futuro caótico y nefasto, pero no por eso menos interesante. El punk siempre fue música hecha para bailar.
Ojo con el grupo “Tío Lucho”.
Ojo con el grupo “Tío Lucho”.
David Gallagher
Viernes 25 de Abril de 2008
Vallejo y Paz
En estos días se ha conmemorado la muerte de dos grandes poetas. La de Octavio Paz, en México en 1998; y la de César Vallejo, en París en 1938. Paz muere a los 84 años con todos los honores que se merece como el escritor más influyente de su país. La muerte de Vallejo, a los 46 años, se da, más desoladamente, en un doble exilio: del Perú, que dejó en 1923, y de Santiago del Chuco, el pueblo serrano en que creció, cobijado y protegido, hasta que la muerte de su madre en 1918 lo lanzara sin cordón umbilical al caos de la vida. Nunca se resignó a esa muerte de su "lavandera del alma. Que mañana entrará/ satisfecha, capulí de obrería, dichosa/ de probar que sí sabe, que sí puede/ ¡como no va a poder!/ azular y planchar todos los caos".
Muy distintos son Vallejo y Paz. Vallejo encarna la insondable melancolía del hombre de la sierra, y si busca traspasar límites, salir de sí mismo, es para constatar que no hay salida, que no hay cómo evitar golpearse la cabeza en las paredes, y quedar más contorsionado e impedido que nunca. "Traspasaré mi propio frente/hasta perder el eco/ y quedar con la frente hacia la espalda", dice, encerrado entre "cuatro paredes albicantes/ que sin remedio dan al mismo número". En cambio Paz es un optimista que busca saltarse cualquier lindero simplemente porque la vida cotidiana le queda chica, y porque se siente con derecho a probar el éxtasis al que lo invita "la otra orilla". No hay espacio que lo confine. "Todo es puerta/ todo es puente/ ahora marchamos en la otra orilla", proclama, triunfante. Si para Vallejo, que iba a ser cura, la cópula es fuente de angustia y de culpa, "el toroso Vaveo/ de egoísmo y de aquel ludir mortal/ de sábana", para Paz es un acto liberador. Es un viaje al "otro lado". El mismo cuerpo de la mujer es "Un arca/ de agua que al tocar la otra orilla/se vuelve aire". Y lo es en cualquier parte. "Hoy es cualquier día/ en un cuarto cualquiera/ festín de dos cuerpos a solas/ fiesta de ignorancia saber de presencia.../ esculpimos un Dios instantáneo/tallamos el vértigo".
La de Paz es una poesía voluntarista que se propone nada menos que tallar vértigos. Reconocer que éstos son efímeros es lo más cerca que llega al pesimismo. En cambio Vallejo lo lleva en los huesos. Pero es un pesimismo muy particular, lleno de humor y de ironía: el del bufón que siempre se tropieza en la misma cáscara de plátano, y que se da volteretas en el aire para sacarse la piedra en el zapato. "Sé que hay una persona/ que me busca en su mano, día y noche,/ encontrándome, a cada minuto, en su calzado".
Si Paz se postula como un creador que ha de transformar la inerte piedra en agua y sol, Vallejo es el oyente pasivo que deja que hable el lenguaje que tiene apostado en las trastiendas de su mente, para que exprese no lo que debería ser, no lo que quisiera, sino lo que hay, lo que es, por complejo, particular y hermético que sea. Es con ese afán que Vallejo rompe con las estilizadas bellezas del modernismo para dejar que de sus entrañas salgan "versos antisépticos sin dueño". El resultado es siempre personal, diferente, aun en un poema político sobre la guerra civil española, donde en vez de incurrir en lugares comunes heroicos, les dice a los niños que si cae España "¡cómo va el corderillo a continuar/atado por la pata al gran tintero!/ ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto/ hasta la letra en que nació la pena!" Estos inigualables versos no son reducibles a resúmenes o explicaciones. Decirlo no es desmerecer los versos de Paz, que logran trazarnos un camino entre vertiginosos despeñaderos, para que como águilas o ángeles, flotemos por el abismo, sin miedo a caernos.
Viernes 25 de Abril de 2008
Vallejo y Paz
En estos días se ha conmemorado la muerte de dos grandes poetas. La de Octavio Paz, en México en 1998; y la de César Vallejo, en París en 1938. Paz muere a los 84 años con todos los honores que se merece como el escritor más influyente de su país. La muerte de Vallejo, a los 46 años, se da, más desoladamente, en un doble exilio: del Perú, que dejó en 1923, y de Santiago del Chuco, el pueblo serrano en que creció, cobijado y protegido, hasta que la muerte de su madre en 1918 lo lanzara sin cordón umbilical al caos de la vida. Nunca se resignó a esa muerte de su "lavandera del alma. Que mañana entrará/ satisfecha, capulí de obrería, dichosa/ de probar que sí sabe, que sí puede/ ¡como no va a poder!/ azular y planchar todos los caos".
Muy distintos son Vallejo y Paz. Vallejo encarna la insondable melancolía del hombre de la sierra, y si busca traspasar límites, salir de sí mismo, es para constatar que no hay salida, que no hay cómo evitar golpearse la cabeza en las paredes, y quedar más contorsionado e impedido que nunca. "Traspasaré mi propio frente/hasta perder el eco/ y quedar con la frente hacia la espalda", dice, encerrado entre "cuatro paredes albicantes/ que sin remedio dan al mismo número". En cambio Paz es un optimista que busca saltarse cualquier lindero simplemente porque la vida cotidiana le queda chica, y porque se siente con derecho a probar el éxtasis al que lo invita "la otra orilla". No hay espacio que lo confine. "Todo es puerta/ todo es puente/ ahora marchamos en la otra orilla", proclama, triunfante. Si para Vallejo, que iba a ser cura, la cópula es fuente de angustia y de culpa, "el toroso Vaveo/ de egoísmo y de aquel ludir mortal/ de sábana", para Paz es un acto liberador. Es un viaje al "otro lado". El mismo cuerpo de la mujer es "Un arca/ de agua que al tocar la otra orilla/se vuelve aire". Y lo es en cualquier parte. "Hoy es cualquier día/ en un cuarto cualquiera/ festín de dos cuerpos a solas/ fiesta de ignorancia saber de presencia.../ esculpimos un Dios instantáneo/tallamos el vértigo".
La de Paz es una poesía voluntarista que se propone nada menos que tallar vértigos. Reconocer que éstos son efímeros es lo más cerca que llega al pesimismo. En cambio Vallejo lo lleva en los huesos. Pero es un pesimismo muy particular, lleno de humor y de ironía: el del bufón que siempre se tropieza en la misma cáscara de plátano, y que se da volteretas en el aire para sacarse la piedra en el zapato. "Sé que hay una persona/ que me busca en su mano, día y noche,/ encontrándome, a cada minuto, en su calzado".
Si Paz se postula como un creador que ha de transformar la inerte piedra en agua y sol, Vallejo es el oyente pasivo que deja que hable el lenguaje que tiene apostado en las trastiendas de su mente, para que exprese no lo que debería ser, no lo que quisiera, sino lo que hay, lo que es, por complejo, particular y hermético que sea. Es con ese afán que Vallejo rompe con las estilizadas bellezas del modernismo para dejar que de sus entrañas salgan "versos antisépticos sin dueño". El resultado es siempre personal, diferente, aun en un poema político sobre la guerra civil española, donde en vez de incurrir en lugares comunes heroicos, les dice a los niños que si cae España "¡cómo va el corderillo a continuar/atado por la pata al gran tintero!/ ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto/ hasta la letra en que nació la pena!" Estos inigualables versos no son reducibles a resúmenes o explicaciones. Decirlo no es desmerecer los versos de Paz, que logran trazarnos un camino entre vertiginosos despeñaderos, para que como águilas o ángeles, flotemos por el abismo, sin miedo a caernos.
Juan Carlos Eichholz blogs de El Mercurio
Lunes 28 de Abril de 2008
¿Qué queda?
Todo empezó con Ricardo Lagos. Y no me refiero sólo a EFE, Transantiago o los tribunales de familia, sino, muy especialmente, a casos como el Hospital de Curepto o a estilos como el de Yasna Provoste. Me refiero a eso de la política efectista, a eso de gobernar a través de la maquinaria comunicacional, a eso de poner más énfasis en las apariencias que en la realidad, a eso, en fin, de privilegiar la propia imagen por sobre el beneficio para el país.
La surrealista inauguración del Hospital de Curepto -digna de un libro de García Márquez- es una señal de alarma, que muestra cuán lejos y hasta qué niveles del aparato público ha llegado esta forma torcida de hacer política. Porque no se trata simplemente del director del servicio de salud o del intendente, ni aun de la avanzada presidencial, sino de una cultura que se ha ido instalando en la política.
Lo de Yasna Provoste es lo mismo. Llegó al cargo por sus habilidades comunicacionales, muy útiles para aplacar el conflicto estudiantil, y lo dejó mostrando cuán inefectivas son éstas para atacar los problemas de fondo, y hasta qué punto se puede abusar de ellas para intentar proyectar una imagen personal. Pero, nuevamente, no se trata de Yasna, sino de la cultura política -y hasta ciudadana- que permite su existencia. Es el mundo al revés: a quien hace la pega -como Eduardo Bitran, por ejemplo-, provocando el ruido que esto naturalmente conlleva ("Si los perros ladran, es señal de que cabalgamos, Sancho") se lo saca, y a quien no hace la pega se lo mantiene hasta las últimas consecuencias.
Y después de todo, ¿qué queda? La verdad es que poco, porque las luces y los aplausos iniciales ceden frente al descubrimiento de esa realidad que distaba de lo que se pretendía mostrar. En el corto plazo, todo bien: la gente contenta y la popularidad en alza. Pero luego, muchas expectativas frustradas y desilusión. Es el juego del gatopardo, es como que hacemos que hacemos, pero sólo por encima, como un maquillaje que se va desvaneciendo, dejando la verdad al descubierto.
Desgraciadamente, no sólo la política padece de este creciente mal. También se ha enquistado en muchos otros lados, y todos corremos el riesgo de caer presa de él. Es cosa de observar(nos) con más atención: cuando nos movemos por el resultado inmediatista, cuando buscamos nuestra propia gloria, cuando nos saltamos a las personas, cuando aparentamos, cuando nos negamos a colaborar por defender nuestras pequeñas cuotas de poder. Es como vivir en un mundo de mentira, donde todo se esfuma, porque, finalmente, el efectismo se impone a la efectividad. Y actuando así, poco queda.
Lunes 28 de Abril de 2008
¿Qué queda?
Todo empezó con Ricardo Lagos. Y no me refiero sólo a EFE, Transantiago o los tribunales de familia, sino, muy especialmente, a casos como el Hospital de Curepto o a estilos como el de Yasna Provoste. Me refiero a eso de la política efectista, a eso de gobernar a través de la maquinaria comunicacional, a eso de poner más énfasis en las apariencias que en la realidad, a eso, en fin, de privilegiar la propia imagen por sobre el beneficio para el país.
La surrealista inauguración del Hospital de Curepto -digna de un libro de García Márquez- es una señal de alarma, que muestra cuán lejos y hasta qué niveles del aparato público ha llegado esta forma torcida de hacer política. Porque no se trata simplemente del director del servicio de salud o del intendente, ni aun de la avanzada presidencial, sino de una cultura que se ha ido instalando en la política.
Lo de Yasna Provoste es lo mismo. Llegó al cargo por sus habilidades comunicacionales, muy útiles para aplacar el conflicto estudiantil, y lo dejó mostrando cuán inefectivas son éstas para atacar los problemas de fondo, y hasta qué punto se puede abusar de ellas para intentar proyectar una imagen personal. Pero, nuevamente, no se trata de Yasna, sino de la cultura política -y hasta ciudadana- que permite su existencia. Es el mundo al revés: a quien hace la pega -como Eduardo Bitran, por ejemplo-, provocando el ruido que esto naturalmente conlleva ("Si los perros ladran, es señal de que cabalgamos, Sancho") se lo saca, y a quien no hace la pega se lo mantiene hasta las últimas consecuencias.
Y después de todo, ¿qué queda? La verdad es que poco, porque las luces y los aplausos iniciales ceden frente al descubrimiento de esa realidad que distaba de lo que se pretendía mostrar. En el corto plazo, todo bien: la gente contenta y la popularidad en alza. Pero luego, muchas expectativas frustradas y desilusión. Es el juego del gatopardo, es como que hacemos que hacemos, pero sólo por encima, como un maquillaje que se va desvaneciendo, dejando la verdad al descubierto.
Desgraciadamente, no sólo la política padece de este creciente mal. También se ha enquistado en muchos otros lados, y todos corremos el riesgo de caer presa de él. Es cosa de observar(nos) con más atención: cuando nos movemos por el resultado inmediatista, cuando buscamos nuestra propia gloria, cuando nos saltamos a las personas, cuando aparentamos, cuando nos negamos a colaborar por defender nuestras pequeñas cuotas de poder. Es como vivir en un mundo de mentira, donde todo se esfuma, porque, finalmente, el efectismo se impone a la efectividad. Y actuando así, poco queda.
El“maletín literario”, el mismo que dejó afuera un montón de “neo clásicos” que habríamos amado leer durante la adolescencia. Por eso armamos una lista arbitraria —como todas—, con nuestro top ten literario al cual todo quinceañero debería echar una hojeada. Acá, breves reseñas de novelas imprescindibles para años mozos y espinilludos. Ninguna está en el maletín, pero todas están disponibles en diversas bibliotecas públicas.
Por Antonio Díaz Oliva www.zona.cl
“EL BUDA DE LOS SUBURBIOS” de Hanif Kureishi
Karim Amir —un Holden Caulfield en versión indio-inglés—, se pasea por los barrios londinenses en una época donde el rock glam comenzaba a arrodillarse frente al salvajismo del punk. Mientras su padre, un gurú new age que se pavonea con su filosofía de Buda, se va de la casa con otra mujer y forma una nueva familia.
Entre temas como la identidad por partida doble (hijo de inmigrantes y adolescente), El Buda de los suburbios (1990) escarba ni más ni menos que en el viejo tema de "matar al padre". Ideal para leer durante esa edad en que, al igual que como le sucede al protagonista, la autoridad paternal se derrumba y no queda otra que hacerse valer por uno mismo, vagar por ahí con los amigos, flirtear con una que otra chica y enfrentar el dilema de encontrar una ocupación en la vida, para jugársela por esa opción a pesar de los reparos familiares.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“LA CONJURA DE LOS NECIOS” de John Kennedy Toole
Si Ignatius Reilly —el personaje principal de la novela— viviera aquí y ahora, de seguro se pondría todas las tardes frente a la pantalla para ver Yingo o Bang. Esa sería su excusa para estudiar la decadencia de la sociedad actual, y así poder escribir esa gran obra que lo catapulte como el gran intelectual que cree ser.
La conjura de los necios (1981) es una obra de culto por su impresionante calidad y porque entre otras cosas le costó la vida a su autor, quien se suicidó luego que ninguna editorial le aceptó el manuscrito.
La novela trata sobre la lucha por los ideales, pese a que tu familia o cercanos te digan lo contrario, un conflicto clásico de la adolescencia. Casi cuatrocientas páginas de humor al borde de lo absurdo, en donde lo obstinado que uno pueda estar por una causa es lo más importante. Aunque, al final, puede que uno no salga tan bien parado.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“LOS DETECTIVES SALVAJES” de Roberto Bolaño
Poco se puede decir de Bolaño a estas alturas, sin que se tomen posiciones guerrilleras. Así que mejor atenerse a la obra y dejar la figura descansar por un tiempo. Aunque Los detectives salvajes (1998) sea una novela que inevitablemente ayude a mitificarlo.
Porque Bolaño sólo la pudo haber escrito cuando ya había dejado la adolescencia hace rato, tenía una familia a la cual alimentar y los tiempos en que enviaba cuentos a concursos para sobrevivir se iban esfumando.
Los Detectives… es una novela “adolescente” en manos de un escritor adulto. En ella Bolaño toma prestados elementos de los beatniks, la literatura detectivesca, y adorna todo con la imagen de un México que se desborda por la sobrepoblación, el esmog y las poblaciones marginales. Un neo-clásico que tiene el final más wtf? del último tiempo.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“EL GRAN GASTBY” de Francis Scott Fitzgerald
El Gran Gatsby es la primera novela que capta a la juventud del siglo XX. Trata sobre el joven y allegado Nick Carraway, quien termina haciéndose amigo de Jay Gatsby, un magnate que tira la casa por la ventana casi todos los días en una lujosa vecindad neoyorquina. Debido a problemas con faldas, todo se va enmarañando y tanto Gatsby como Carraway terminan con líos amorosos.
El Gran Gatsby (1925) es un fiel retrato de la frenética época del jazz: el lapso entre guerras (los años 20) en que París era el alma de la fiesta mundial, el glamour y materialismo estaban por todas partes, y el jazz de grandes orquestas hacia bailar a todos. Un clásico para los que buscan iniciarse en las letras.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO” de Jerome David Salinger
Nunca tendremos un mejor amigo que Holden Caulfield. Alguien que te cuente, así como si nada, que es virgen porque simplemente le da la gana, que acaba de ser expulsado del internado y que su máxima aspiración en la vida es atajar a los niños que juegan en los campos de centeno para que no se caigan por un precipicio.
El Guardián entre el centeno (1951) no sólo sirve como trampolín para sumergirse en la dinastía Glass y el resto del mundo salingeriano, también es una lectura obligatoria de la adolescencia con tintes de rebeldía y nihilismo. Un libro que crece aunque Salinger se recluya en una granja, y sigua evadiendo las adaptaciones cinematográficas. Que por favor alguien nos explique, por qué fue sacado de la selección final del tan bullado maletín literario.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“LOS JARDÍNES DE KENSINGTON” de Rodrigo Fresán
Ningún libro refleja mejor el síndrome Peter Pan porque, justamente, este trata sobre eso: Los jardines de Kensington (2003) es la historia y vida de J. M. Barrie, el tipo que se inspiró en cinco hermanitos que veía jugar en el parque para inventar al niño que se niega a crecer y que pelea contra el capitán Garfio.
Contada por Peter Hook, una suerte de autor de culto de un personaje infantil al más puro estilo de Harry Potter, Los Jardines… es la graduación en las letras latinoamericanas de Rodrigo Fresán, autor de otros clásicos como Historia Argentina (1991) y Mantra (2001).
Una novela en donde se oyen de fondo a The Kinks, a gente como Brian Jones y donde los primerizos Pink Floyd se pasean en ácido en los años del Swinging London, va armando un telón de fondo barroco y sicodélico. Pura memorabilia pop de los 60 y 70 envuelta en una prosa adictiva.
Disponible en Biblioteca de Santiago
“MATADERO CINCO” de Kurt Vonnegut
La historia mundial nunca es tan entretenida hasta que te la cuentan con extraterrestres, escritores de ciencia ficción en decadencia, viajes atemporales y mucho humor negro. Y vaya que Kurt Vonnegut —quien murió hace un año— lo hace bien.
En Matadero cinco (1969), su emblemática y aplaudida novela, cuenta su estadía de joven en Dresde (Alemania) como prisionero de guerra, y el consecuente bombardeo por parte de aviones norteamericanos a esa ciudad. Toda una masacre bélica que Vonnegut, en vez de narrarla de una manera seria y políticamente correcta, prefiere describirla con frases telegráficas, chistes cortos y muletillas de dos palabras que se convirtieron en un sello personal.
Disponible en Biblioteca de Santiago
“RAYUELA” de Julio Cortázar
A Rayuela (1963) hay que saber exprimirla para entretenerse; no perderse entre los cientos de links filosóficos, referencias a calles parisienses y trucos literarios varios que Cortázar maneja a través de las páginas. Pese a toda esa parafernalia intelectual, que igual te puede llevar a leer Kierkegaarddependiendo de cuanto te engrupas, la gracia de Rayuela es su efecto implacable.
Hasta los tipos más duros se terminan enamorando de la Maga, aunque suene a cliché. De sus movimientos y frases torpes pero dulces. Todos se quedan con la idea de armar su propio Club de la Serpiente con algunos amigos, dejar que el tiempo vuele y que las conversaciones se vayan poniendo más y más densas como consecuencia de una que otra sustancia ingerida. O terminan escuchando jazz, mientras ven llover sobre el Mapocho como si fuera el Sena.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“LA SENDA DEL PERDEDOR” de Charles Bukowski
Ok, Bukowski puede ser un arma de doble filo. Algunos se engrupen más de lo necesario y terminan en bares de mala muerte sólo para emular su estilo de vida, pese a que con el tiempo ese efecto —como otros síntomas púberes— termina cediendo.
Pero para cualquier adolescente lector, Bukowski es ineludible, un autor que escribe con la autoridad que da el fracaso. Y por eso La Senda del perdedor (1982) es el paradigma de los losers, no sólo de esos que terminan bailando solos en las fiestas, sino que de aquellos que ni siquiera son invitados. Una novela en donde se cuenta la infancia y adolescencia del mítico Henry Chinaski (el alter ego de Bukowski que ronda toda su obra) y que se lee de forma tan cálida como un diálogo de tú a tú con un amigo.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“TOKYO BLUES” de Haruki Murakami
Tokyo Blues (1987) es la mejor bienvenida al universo Murakami: una llave pop que te permite abrir la puerta hacia las obras mayores del mismo autor como Kafka en la orilla (2002) o Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo (1995).
La historia gira en torno a Toru Watanabe, mechón universitario que se instala en el Tokyo de fines de los sesenta. Luego del suicidio de un amigo, comienza a encontrarse con varios personajes y situaciones de toques surrealistas, incluyendo un centro psiquiátrico escondido en las montañas donde la línea entre doctores y pacientes es confusa.
Tokyo Blues es quizás, la mejor novela sobre el fin de la época escolar y los cambios que trae la vida universitaria, en especial para los que se trasladan de regiones a Santiago o viceversa.
Por Antonio Díaz Oliva www.zona.cl
“EL BUDA DE LOS SUBURBIOS” de Hanif Kureishi
Karim Amir —un Holden Caulfield en versión indio-inglés—, se pasea por los barrios londinenses en una época donde el rock glam comenzaba a arrodillarse frente al salvajismo del punk. Mientras su padre, un gurú new age que se pavonea con su filosofía de Buda, se va de la casa con otra mujer y forma una nueva familia.
Entre temas como la identidad por partida doble (hijo de inmigrantes y adolescente), El Buda de los suburbios (1990) escarba ni más ni menos que en el viejo tema de "matar al padre". Ideal para leer durante esa edad en que, al igual que como le sucede al protagonista, la autoridad paternal se derrumba y no queda otra que hacerse valer por uno mismo, vagar por ahí con los amigos, flirtear con una que otra chica y enfrentar el dilema de encontrar una ocupación en la vida, para jugársela por esa opción a pesar de los reparos familiares.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“LA CONJURA DE LOS NECIOS” de John Kennedy Toole
Si Ignatius Reilly —el personaje principal de la novela— viviera aquí y ahora, de seguro se pondría todas las tardes frente a la pantalla para ver Yingo o Bang. Esa sería su excusa para estudiar la decadencia de la sociedad actual, y así poder escribir esa gran obra que lo catapulte como el gran intelectual que cree ser.
La conjura de los necios (1981) es una obra de culto por su impresionante calidad y porque entre otras cosas le costó la vida a su autor, quien se suicidó luego que ninguna editorial le aceptó el manuscrito.
La novela trata sobre la lucha por los ideales, pese a que tu familia o cercanos te digan lo contrario, un conflicto clásico de la adolescencia. Casi cuatrocientas páginas de humor al borde de lo absurdo, en donde lo obstinado que uno pueda estar por una causa es lo más importante. Aunque, al final, puede que uno no salga tan bien parado.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“LOS DETECTIVES SALVAJES” de Roberto Bolaño
Poco se puede decir de Bolaño a estas alturas, sin que se tomen posiciones guerrilleras. Así que mejor atenerse a la obra y dejar la figura descansar por un tiempo. Aunque Los detectives salvajes (1998) sea una novela que inevitablemente ayude a mitificarlo.
Porque Bolaño sólo la pudo haber escrito cuando ya había dejado la adolescencia hace rato, tenía una familia a la cual alimentar y los tiempos en que enviaba cuentos a concursos para sobrevivir se iban esfumando.
Los Detectives… es una novela “adolescente” en manos de un escritor adulto. En ella Bolaño toma prestados elementos de los beatniks, la literatura detectivesca, y adorna todo con la imagen de un México que se desborda por la sobrepoblación, el esmog y las poblaciones marginales. Un neo-clásico que tiene el final más wtf? del último tiempo.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“EL GRAN GASTBY” de Francis Scott Fitzgerald
El Gran Gatsby es la primera novela que capta a la juventud del siglo XX. Trata sobre el joven y allegado Nick Carraway, quien termina haciéndose amigo de Jay Gatsby, un magnate que tira la casa por la ventana casi todos los días en una lujosa vecindad neoyorquina. Debido a problemas con faldas, todo se va enmarañando y tanto Gatsby como Carraway terminan con líos amorosos.
El Gran Gatsby (1925) es un fiel retrato de la frenética época del jazz: el lapso entre guerras (los años 20) en que París era el alma de la fiesta mundial, el glamour y materialismo estaban por todas partes, y el jazz de grandes orquestas hacia bailar a todos. Un clásico para los que buscan iniciarse en las letras.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO” de Jerome David Salinger
Nunca tendremos un mejor amigo que Holden Caulfield. Alguien que te cuente, así como si nada, que es virgen porque simplemente le da la gana, que acaba de ser expulsado del internado y que su máxima aspiración en la vida es atajar a los niños que juegan en los campos de centeno para que no se caigan por un precipicio.
El Guardián entre el centeno (1951) no sólo sirve como trampolín para sumergirse en la dinastía Glass y el resto del mundo salingeriano, también es una lectura obligatoria de la adolescencia con tintes de rebeldía y nihilismo. Un libro que crece aunque Salinger se recluya en una granja, y sigua evadiendo las adaptaciones cinematográficas. Que por favor alguien nos explique, por qué fue sacado de la selección final del tan bullado maletín literario.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“LOS JARDÍNES DE KENSINGTON” de Rodrigo Fresán
Ningún libro refleja mejor el síndrome Peter Pan porque, justamente, este trata sobre eso: Los jardines de Kensington (2003) es la historia y vida de J. M. Barrie, el tipo que se inspiró en cinco hermanitos que veía jugar en el parque para inventar al niño que se niega a crecer y que pelea contra el capitán Garfio.
Contada por Peter Hook, una suerte de autor de culto de un personaje infantil al más puro estilo de Harry Potter, Los Jardines… es la graduación en las letras latinoamericanas de Rodrigo Fresán, autor de otros clásicos como Historia Argentina (1991) y Mantra (2001).
Una novela en donde se oyen de fondo a The Kinks, a gente como Brian Jones y donde los primerizos Pink Floyd se pasean en ácido en los años del Swinging London, va armando un telón de fondo barroco y sicodélico. Pura memorabilia pop de los 60 y 70 envuelta en una prosa adictiva.
Disponible en Biblioteca de Santiago
“MATADERO CINCO” de Kurt Vonnegut
La historia mundial nunca es tan entretenida hasta que te la cuentan con extraterrestres, escritores de ciencia ficción en decadencia, viajes atemporales y mucho humor negro. Y vaya que Kurt Vonnegut —quien murió hace un año— lo hace bien.
En Matadero cinco (1969), su emblemática y aplaudida novela, cuenta su estadía de joven en Dresde (Alemania) como prisionero de guerra, y el consecuente bombardeo por parte de aviones norteamericanos a esa ciudad. Toda una masacre bélica que Vonnegut, en vez de narrarla de una manera seria y políticamente correcta, prefiere describirla con frases telegráficas, chistes cortos y muletillas de dos palabras que se convirtieron en un sello personal.
Disponible en Biblioteca de Santiago
“RAYUELA” de Julio Cortázar
A Rayuela (1963) hay que saber exprimirla para entretenerse; no perderse entre los cientos de links filosóficos, referencias a calles parisienses y trucos literarios varios que Cortázar maneja a través de las páginas. Pese a toda esa parafernalia intelectual, que igual te puede llevar a leer Kierkegaarddependiendo de cuanto te engrupas, la gracia de Rayuela es su efecto implacable.
Hasta los tipos más duros se terminan enamorando de la Maga, aunque suene a cliché. De sus movimientos y frases torpes pero dulces. Todos se quedan con la idea de armar su propio Club de la Serpiente con algunos amigos, dejar que el tiempo vuele y que las conversaciones se vayan poniendo más y más densas como consecuencia de una que otra sustancia ingerida. O terminan escuchando jazz, mientras ven llover sobre el Mapocho como si fuera el Sena.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“LA SENDA DEL PERDEDOR” de Charles Bukowski
Ok, Bukowski puede ser un arma de doble filo. Algunos se engrupen más de lo necesario y terminan en bares de mala muerte sólo para emular su estilo de vida, pese a que con el tiempo ese efecto —como otros síntomas púberes— termina cediendo.
Pero para cualquier adolescente lector, Bukowski es ineludible, un autor que escribe con la autoridad que da el fracaso. Y por eso La Senda del perdedor (1982) es el paradigma de los losers, no sólo de esos que terminan bailando solos en las fiestas, sino que de aquellos que ni siquiera son invitados. Una novela en donde se cuenta la infancia y adolescencia del mítico Henry Chinaski (el alter ego de Bukowski que ronda toda su obra) y que se lee de forma tan cálida como un diálogo de tú a tú con un amigo.
Disponible en Biblioteca de Santiago y Bibliometro
“TOKYO BLUES” de Haruki Murakami
Tokyo Blues (1987) es la mejor bienvenida al universo Murakami: una llave pop que te permite abrir la puerta hacia las obras mayores del mismo autor como Kafka en la orilla (2002) o Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo (1995).
La historia gira en torno a Toru Watanabe, mechón universitario que se instala en el Tokyo de fines de los sesenta. Luego del suicidio de un amigo, comienza a encontrarse con varios personajes y situaciones de toques surrealistas, incluyendo un centro psiquiátrico escondido en las montañas donde la línea entre doctores y pacientes es confusa.
Tokyo Blues es quizás, la mejor novela sobre el fin de la época escolar y los cambios que trae la vida universitaria, en especial para los que se trasladan de regiones a Santiago o viceversa.
Hunter S. Thompson
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Caricatura de Hunter S. ThompsonHunter Stockton Thompson (18 de julio de 1937 - 20 de febrero de 2005) fue un periodista y escritor estadounidense, creador e ícono del periodismo gonzo, un modelo de periodismo que plantea eliminar la división entre sujeto y objeto, ficción y no-ficción, y objetividad y subjetividad.
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Caricatura de Hunter S. ThompsonHunter Stockton Thompson (18 de julio de 1937 - 20 de febrero de 2005) fue un periodista y escritor estadounidense, creador e ícono del periodismo gonzo, un modelo de periodismo que plantea eliminar la división entre sujeto y objeto, ficción y no-ficción, y objetividad y subjetividad.
Me gustabas cuando eras loser
SE VIENE LA PELÍCULA DE UNA SERIE EN LA QUE ME GUSTA SÓLO ELLA.
Creo que es una buena idea comenzar un blog alabando una chica.
Mi relación con una serie llamada “Sex and the city”, se remite a un solo nombre: Carrie Bradshaw. Está columnista del primer mundo, (tan alejada de mí), tan perdida y loser (como yo), pero que aparenta todo lo contrario, es sin duda uno de los personajes femeninos más notables de las series de televisión. Debe ser la única mujer flaca, rubia y chica que alguna vez me llamó la atención. De alguna forma el mundo en que se mueve es asqueroso, superficial, exitista, pura máscara y capitalismo pop, pero precisamente siempre me gustaba cuando se alejaba de esa seguridad, de las certezas y se concentraba en los detalles y era vulnerable. Sí, eso es cierto. La autosuficiencia emocional es tema para otro texto. Para ser más preciso, esta cronista platinada y sin complejos me gustaba cuando era loser y escribía sola en su computador y se hacía preguntas y más preguntas. Para cualquier mortal una mujer demasiado preguntona puede ser insufrible, pero ella sólo se preguntaba a sí misma, constantemente, pero piola.
La serie nunca me calentó mucho y a sus amigas siempre las consideré insoportables, pero ella salvaba. Y quizás no existen tantas razones de peso para destacarla, tal vez porque era la protagonista, no sé. Pero si las otras hubieran tenido más protagonismo, no me hubieran parecido tan interesantes sus formas de ser y personalidades, por así decirlo. Pero si en cambio Carrie hubiera sido secundaria, también me hubiera interesado.Cuando se emparejaba con alguien me empelotaba y para que decir del imbécil de Big. (Maldito imbécil).
En cuanto a su afición a los zapatos... eeeemm..mejor no hablar de ciertas cosas.Algunos me pueden llamar idiota, pero creo que existen algunos de talles que definen a esta mina. Ejemplos: Es zurda, como yo, y ya corre con ventaja. Me acuerdo de esa vez cuando se tira un peo en la cama de big. Notable. Me gustó aquella vez cuando le dice a big: ”Que dios te bendiga”, de una forma exquisita al despedirse de él, luego de verlo salir con su madre de una iglesia. O cuando la pilla su periodo por las calles de Manhattan y se ve tan bella y hace como si viera el atardecer y sigue caminando.(Puede ser poco higiénico si se quiere, pero hay que tener en cuenta que Carrie es una supuesta heroína de TV) O cuando tiene que salir a fumar sola y se sienta en la vereda. La forma en que tira el humo cuando fuma.
Cuando le dice a Charlotte: ¡A quién le importan las malditas reglas! y Charlotte le responde: A mí.
Cuando se encuentran con Big en el lobby de ese hotel y en el ascensor tiene una recaída y dice: "En mi mente estaba enfadada, pero mi corazón, mi corazón". Cuando se sacó la chucha en la pasarela de modelos y luego siguió caminando sonriente.
Cuando la policía la pilló fumando marihuana en la calle. Cuando uno de sus novios entra a ducharse con ella y Carrie dice: ”Perdón, ¿Te conozco?”. Cuando reflexionaba de forma lúcida sobre ciertos temas. La forma en que se vestía algunas veces y caminaba sola por las calles de Nueva York antes del 11 de septiembre del 2001.Si, en los detalles, ahí era grande esta chica de voz chillona. (La voz subtitulada al español eso sí, es grandiosa). Me hubiera gustado leer una de sus columnas, pero pensándolo bien. ¿Hubiera sido necesario? Creo que no.
SE VIENE LA PELÍCULA DE UNA SERIE EN LA QUE ME GUSTA SÓLO ELLA.
Creo que es una buena idea comenzar un blog alabando una chica.
Mi relación con una serie llamada “Sex and the city”, se remite a un solo nombre: Carrie Bradshaw. Está columnista del primer mundo, (tan alejada de mí), tan perdida y loser (como yo), pero que aparenta todo lo contrario, es sin duda uno de los personajes femeninos más notables de las series de televisión. Debe ser la única mujer flaca, rubia y chica que alguna vez me llamó la atención. De alguna forma el mundo en que se mueve es asqueroso, superficial, exitista, pura máscara y capitalismo pop, pero precisamente siempre me gustaba cuando se alejaba de esa seguridad, de las certezas y se concentraba en los detalles y era vulnerable. Sí, eso es cierto. La autosuficiencia emocional es tema para otro texto. Para ser más preciso, esta cronista platinada y sin complejos me gustaba cuando era loser y escribía sola en su computador y se hacía preguntas y más preguntas. Para cualquier mortal una mujer demasiado preguntona puede ser insufrible, pero ella sólo se preguntaba a sí misma, constantemente, pero piola.
La serie nunca me calentó mucho y a sus amigas siempre las consideré insoportables, pero ella salvaba. Y quizás no existen tantas razones de peso para destacarla, tal vez porque era la protagonista, no sé. Pero si las otras hubieran tenido más protagonismo, no me hubieran parecido tan interesantes sus formas de ser y personalidades, por así decirlo. Pero si en cambio Carrie hubiera sido secundaria, también me hubiera interesado.Cuando se emparejaba con alguien me empelotaba y para que decir del imbécil de Big. (Maldito imbécil).
En cuanto a su afición a los zapatos... eeeemm..mejor no hablar de ciertas cosas.Algunos me pueden llamar idiota, pero creo que existen algunos de talles que definen a esta mina. Ejemplos: Es zurda, como yo, y ya corre con ventaja. Me acuerdo de esa vez cuando se tira un peo en la cama de big. Notable. Me gustó aquella vez cuando le dice a big: ”Que dios te bendiga”, de una forma exquisita al despedirse de él, luego de verlo salir con su madre de una iglesia. O cuando la pilla su periodo por las calles de Manhattan y se ve tan bella y hace como si viera el atardecer y sigue caminando.(Puede ser poco higiénico si se quiere, pero hay que tener en cuenta que Carrie es una supuesta heroína de TV) O cuando tiene que salir a fumar sola y se sienta en la vereda. La forma en que tira el humo cuando fuma.
Cuando le dice a Charlotte: ¡A quién le importan las malditas reglas! y Charlotte le responde: A mí.
Cuando se encuentran con Big en el lobby de ese hotel y en el ascensor tiene una recaída y dice: "En mi mente estaba enfadada, pero mi corazón, mi corazón". Cuando se sacó la chucha en la pasarela de modelos y luego siguió caminando sonriente.
Cuando la policía la pilló fumando marihuana en la calle. Cuando uno de sus novios entra a ducharse con ella y Carrie dice: ”Perdón, ¿Te conozco?”. Cuando reflexionaba de forma lúcida sobre ciertos temas. La forma en que se vestía algunas veces y caminaba sola por las calles de Nueva York antes del 11 de septiembre del 2001.Si, en los detalles, ahí era grande esta chica de voz chillona. (La voz subtitulada al español eso sí, es grandiosa). Me hubiera gustado leer una de sus columnas, pero pensándolo bien. ¿Hubiera sido necesario? Creo que no.
DVD POR RODRIGO FRESÁN
Southland Tales, de Richard Kelly
Y ya que estamos en este tipo de dilema… Pregunta: ¿Se puede recomendar una mala película? Respuesta: Yo creo que sí, se puede si esa película se llama Southland Tales y ha sido brutalmente lapidada a lo largo y ancho del planeta cada vez que ha sido proyectada. Y recapitulemos: Southland Tales es la segunda película dirigida por Richard Kelly, quien se hizo famoso con su debut de 2001, Donnie Darko: film de culto que se las arreglaba para combinar armoniosamente a la MTV de los '80, la epifanía suburbana de John Cheever, el solipsismo adolescente de J. D. Salinger y la compulsión bizarra de David Lynch. También hizo de Jake Gyllenhaal un raro y existencialista héroe juvenil. Después, Kelly presentó un innecesario e inferior director's cut de Donny Darko y demoró lo suyo para presentar estos pretenciosos, absurdos, narcisistas, crípticos, Southland Tales, en donde nada se entiende demasiado (Kelly ha supervisado una prequel en forma de novela gráfica que, se supone, le da un poco más de sentido a todo el asunto) salvo que estamos en una futurista, pero contemporánea Los Ángeles en los días previos al Apocalipsis o Armagedón o lo que prefieran. Muchos personajes que entran y salen y recuerdan por un lado a una de esas crípticas letras de R.E.M. y por otro a esas películas fallidas (pero fascinantes) de Robert Altman de mediados de los '70.
Southland Tales, de Richard Kelly
Y ya que estamos en este tipo de dilema… Pregunta: ¿Se puede recomendar una mala película? Respuesta: Yo creo que sí, se puede si esa película se llama Southland Tales y ha sido brutalmente lapidada a lo largo y ancho del planeta cada vez que ha sido proyectada. Y recapitulemos: Southland Tales es la segunda película dirigida por Richard Kelly, quien se hizo famoso con su debut de 2001, Donnie Darko: film de culto que se las arreglaba para combinar armoniosamente a la MTV de los '80, la epifanía suburbana de John Cheever, el solipsismo adolescente de J. D. Salinger y la compulsión bizarra de David Lynch. También hizo de Jake Gyllenhaal un raro y existencialista héroe juvenil. Después, Kelly presentó un innecesario e inferior director's cut de Donny Darko y demoró lo suyo para presentar estos pretenciosos, absurdos, narcisistas, crípticos, Southland Tales, en donde nada se entiende demasiado (Kelly ha supervisado una prequel en forma de novela gráfica que, se supone, le da un poco más de sentido a todo el asunto) salvo que estamos en una futurista, pero contemporánea Los Ángeles en los días previos al Apocalipsis o Armagedón o lo que prefieran. Muchos personajes que entran y salen y recuerdan por un lado a una de esas crípticas letras de R.E.M. y por otro a esas películas fallidas (pero fascinantes) de Robert Altman de mediados de los '70.
DVD ALAN PAULS
Esther Kahn, de Arnaud Desplechin
Esther Kahn -bella digresión inglesa de un cineasta francés hasta la médula- nos reconcilia con un placer casi perdido: el placer de descubrir un personaje. El cine suele creer que para satisfacer esa vieja exigencia del mundo novelesco -una de las pocas que sobreviven casi intactas desde Homero- basta con un puñado de tics expeditivos: machacar un mismo nombre propio a lo largo de cien páginas de guión; endilgarle una serie de "acciones" espectaculares (descubrir, luchar, perseguir, fornicar, usar celulares); castear a un actor o actriz famosos para interpretarlo. Esther Kahn prueba que un personaje es otra cosa. Por lo pronto, un enigma, un agujero negro, algo encriptado que nos obliga a hacernos preguntas, a esperar, a ser pacientes. ¿Qué pasa con Esther? ¿Es sólo una estúpida más de fines del siglo XIX, una chica lenta cuyas taras atormentan a la familia de costureros judíos en la que ha nacido? ¿Por qué no habla, por qué no dice lo que piensa, qué es lo que espera, con qué sueña? ¿Es linda o fea, inteligente o boba, decidida o lánguida? La respuesta de Desplechin no figura en los manuales de guión de Syd Feld y es ésta: Esther es una resistencia. Una fuerza que se define por el no, como el Bartleby de Melville o más acá, más cerca de nuestra contemporaneidad neurótica, como la Delphine de El rayo verde de Rohmer. De la infancia de Esther entre telas, tijeras y cintas de medir en la casa familiar del East End londinense a su triunfo en los escenarios teatrales haciendo de Hedda Gabler, Desplechin no narra sólo una trayectoria exterior sino, sobre todo, un proceso íntimo, misterioso, al que el cine -arte eminentemente fenomenológico- rara vez accede: el despliegue de una conciencia de sí, esa batalla subjetiva silenciosa, completamente ilegible para los otros y para el mundo, en la que Esther Kahn se emparenta con las heroínas de las hermanas Brontë y la gran tradición radical-romántica de mediados del siglo XIX.
Esther Kahn, de Arnaud Desplechin
Esther Kahn -bella digresión inglesa de un cineasta francés hasta la médula- nos reconcilia con un placer casi perdido: el placer de descubrir un personaje. El cine suele creer que para satisfacer esa vieja exigencia del mundo novelesco -una de las pocas que sobreviven casi intactas desde Homero- basta con un puñado de tics expeditivos: machacar un mismo nombre propio a lo largo de cien páginas de guión; endilgarle una serie de "acciones" espectaculares (descubrir, luchar, perseguir, fornicar, usar celulares); castear a un actor o actriz famosos para interpretarlo. Esther Kahn prueba que un personaje es otra cosa. Por lo pronto, un enigma, un agujero negro, algo encriptado que nos obliga a hacernos preguntas, a esperar, a ser pacientes. ¿Qué pasa con Esther? ¿Es sólo una estúpida más de fines del siglo XIX, una chica lenta cuyas taras atormentan a la familia de costureros judíos en la que ha nacido? ¿Por qué no habla, por qué no dice lo que piensa, qué es lo que espera, con qué sueña? ¿Es linda o fea, inteligente o boba, decidida o lánguida? La respuesta de Desplechin no figura en los manuales de guión de Syd Feld y es ésta: Esther es una resistencia. Una fuerza que se define por el no, como el Bartleby de Melville o más acá, más cerca de nuestra contemporaneidad neurótica, como la Delphine de El rayo verde de Rohmer. De la infancia de Esther entre telas, tijeras y cintas de medir en la casa familiar del East End londinense a su triunfo en los escenarios teatrales haciendo de Hedda Gabler, Desplechin no narra sólo una trayectoria exterior sino, sobre todo, un proceso íntimo, misterioso, al que el cine -arte eminentemente fenomenológico- rara vez accede: el despliegue de una conciencia de sí, esa batalla subjetiva silenciosa, completamente ilegible para los otros y para el mundo, en la que Esther Kahn se emparenta con las heroínas de las hermanas Brontë y la gran tradición radical-romántica de mediados del siglo XIX.
Sunday, April 27, 2008
sábado 26 de abril de 2008
Pepa de oro
FRANCISCO MOUAT
"No creo que para escribir sea necesario ir a buscar aventuras", escribió Julio Ramón Ribeyro en sus Prosas apátridas. "La vida, nuestra vida", dice, "es la única, la más grande aventura".
Sintonizo con Ribeyro y me dejo seducir por sus palabras. Anoche recordé y narré en una mesa de amigos un episodio que conservo en la memoria como pepa de oro: la vez en que estaba próximo a editar mi primer libro, y decidí pedirle a Julio Martínez que escribiera el prólogo.
Lo había citado tantas veces en mis textos, lo había escuchado en la radio y lo veía con frecuencia en sus comentarios deportivos en televisión, pero nunca había cruzado una palabra con él. Más de una vez me tocó acompañarlo subiendo las largas escalinatas del estadio Nacional que desembocan en las casetas de transmisión, y no me atreví a hablarle.
Julio Martínez era una institución del periodismo, y yo un mozalbete que hacía sus primeras armas en el género de la crónica y quería su bendición. Averigüé cómo contactarlo, y el teléfono de la casa de Jota Eme era un secreto de Estado. Lo mejor, me dijeron, era ir a hacerle guardia a la radio Minería, a donde iba todos los días a la hora de almuerzo a hacer su programa deportivo. Fui: nervioso, expectante, con los originales fotocopiados del libro bajo el brazo, esperé a que asomara por el hall de la radio sin saber demasiado bien qué decirle.
A la hora señalada asomó Julito, y lo abordé. Me miró con cara de sorpresa, pero se detuvo a escucharme.
–Don Julio, buenas tardes, soy periodista, tengo escrito un libro de crónicas de fútbol, y para mí sería un honor que usted me escribiera el prólogo ?le dije, extendiéndole la carpeta con las fotocopias.
Julio Martínez recibió la carpeta y rápidamente me contestó:
-Mire, muchacho, yo no sé si su libro me va a gustar o no. Vuelva en exactamente dos semanas más, y si el libro me parece, aquí estará su prólogo. En caso de que no me guste, le dejo aquí en recepción su carpeta. ¿Está bien?
Por supuesto que estaba bien. Esos fueron días de mucha ansiedad. Saber que Julio Martínez estaba leyendo mis crónicas, y que al mismo tiempo las estaba juzgando, me ponía derechamente nervioso. Al cabo de dos semanas, fui nuevamente a hacerle guardia en la radio, y Julio Martínez apareció por el hall con un sobre de color café en sus manos. Supe de inmediato que dentro de ese sobre estaba su prólogo.
-Me gustó su libro, muchacho. Así que le escribí unas líneas, que espero le parezcan bien –disparó al aire, cordial.
Le di la mano, no sé qué palabras usé para darle las gracias, y bajé rápidamente a la calle para leer cuanto antes su texto escrito con máquina de escribir sobre papel roneo. Era septiembre de 1989.
Hasta hoy guardo esas dos hojas de papel, más la copia de una fotografía que nos tomaron en la estación Mapocho cuando presentamos el libro un mes más tarde junto a mi amigo Nibaldo Mosciatti y el propio Julio Martínez, que por supuesto se robó la película y los aplausos ese mediodía en que recordó los años de la vieja democracia en Chile, cuando la estación Mapocho era local de votación o cuando el andén se desplomaba por la cantidad de gente que venía a recibir al actor mexicano Jorge Negrete.
Julio Ramón Ribeyro escribe que el arte sólo se alimenta de aquello que sigue vibrando en nuestra memoria. Puede ser "el empapelado de un muro que vimos en nuestra infancia, un árbol al atardecer, el vuelo de un pájaro o aquel rostro que nos sorprendió en el tranvía". Ahora que Julio Martínez está muerto, quedan ciertos recuerdos suyos fijos en mi memoria. La espera en el hall de una radio, un sobre color café, palabras suyas que me empujaron, me dieron aliento, me hicieron soñar nuevos libros, viejas y nuevas historias para contar.
Pepa de oro
FRANCISCO MOUAT
"No creo que para escribir sea necesario ir a buscar aventuras", escribió Julio Ramón Ribeyro en sus Prosas apátridas. "La vida, nuestra vida", dice, "es la única, la más grande aventura".
Sintonizo con Ribeyro y me dejo seducir por sus palabras. Anoche recordé y narré en una mesa de amigos un episodio que conservo en la memoria como pepa de oro: la vez en que estaba próximo a editar mi primer libro, y decidí pedirle a Julio Martínez que escribiera el prólogo.
Lo había citado tantas veces en mis textos, lo había escuchado en la radio y lo veía con frecuencia en sus comentarios deportivos en televisión, pero nunca había cruzado una palabra con él. Más de una vez me tocó acompañarlo subiendo las largas escalinatas del estadio Nacional que desembocan en las casetas de transmisión, y no me atreví a hablarle.
Julio Martínez era una institución del periodismo, y yo un mozalbete que hacía sus primeras armas en el género de la crónica y quería su bendición. Averigüé cómo contactarlo, y el teléfono de la casa de Jota Eme era un secreto de Estado. Lo mejor, me dijeron, era ir a hacerle guardia a la radio Minería, a donde iba todos los días a la hora de almuerzo a hacer su programa deportivo. Fui: nervioso, expectante, con los originales fotocopiados del libro bajo el brazo, esperé a que asomara por el hall de la radio sin saber demasiado bien qué decirle.
A la hora señalada asomó Julito, y lo abordé. Me miró con cara de sorpresa, pero se detuvo a escucharme.
–Don Julio, buenas tardes, soy periodista, tengo escrito un libro de crónicas de fútbol, y para mí sería un honor que usted me escribiera el prólogo ?le dije, extendiéndole la carpeta con las fotocopias.
Julio Martínez recibió la carpeta y rápidamente me contestó:
-Mire, muchacho, yo no sé si su libro me va a gustar o no. Vuelva en exactamente dos semanas más, y si el libro me parece, aquí estará su prólogo. En caso de que no me guste, le dejo aquí en recepción su carpeta. ¿Está bien?
Por supuesto que estaba bien. Esos fueron días de mucha ansiedad. Saber que Julio Martínez estaba leyendo mis crónicas, y que al mismo tiempo las estaba juzgando, me ponía derechamente nervioso. Al cabo de dos semanas, fui nuevamente a hacerle guardia en la radio, y Julio Martínez apareció por el hall con un sobre de color café en sus manos. Supe de inmediato que dentro de ese sobre estaba su prólogo.
-Me gustó su libro, muchacho. Así que le escribí unas líneas, que espero le parezcan bien –disparó al aire, cordial.
Le di la mano, no sé qué palabras usé para darle las gracias, y bajé rápidamente a la calle para leer cuanto antes su texto escrito con máquina de escribir sobre papel roneo. Era septiembre de 1989.
Hasta hoy guardo esas dos hojas de papel, más la copia de una fotografía que nos tomaron en la estación Mapocho cuando presentamos el libro un mes más tarde junto a mi amigo Nibaldo Mosciatti y el propio Julio Martínez, que por supuesto se robó la película y los aplausos ese mediodía en que recordó los años de la vieja democracia en Chile, cuando la estación Mapocho era local de votación o cuando el andén se desplomaba por la cantidad de gente que venía a recibir al actor mexicano Jorge Negrete.
Julio Ramón Ribeyro escribe que el arte sólo se alimenta de aquello que sigue vibrando en nuestra memoria. Puede ser "el empapelado de un muro que vimos en nuestra infancia, un árbol al atardecer, el vuelo de un pájaro o aquel rostro que nos sorprendió en el tranvía". Ahora que Julio Martínez está muerto, quedan ciertos recuerdos suyos fijos en mi memoria. La espera en el hall de una radio, un sobre color café, palabras suyas que me empujaron, me dieron aliento, me hicieron soñar nuevos libros, viejas y nuevas historias para contar.
Teoría del todo
De Wikipedia, la enciclopedia libre
La teoría del todo (o ToE por sus siglas en inglés) es una teoría hipotética de la Física teórica que explica y conecta en una sola todos los fenómenos físicos conocidos. Inicialmente, el término fue usado con una connotación irónica para referir a varias teorías sobregeneralizadas. Después el término se popularizó en la Física Cuántica al describir una teoría que podría unificar o explicar a través de un modelo simple de teorías de todas las interacciones fundamentales de la naturaleza.
Hubo numerosas teorías del todo propuestas por físicos teóricos en el siglo pasado, pero hasta ahora ninguna ha sido capaz de "aprobar" una prueba experimental, han tenido tremendas dificultades para que sus teorías tengan resultados experimentales estables. El primer problema en producir una teoría del todo es que las teorías aceptadas, como la mecánica cuántica y la relatividad general, son radicalmente diferentes a las descripciones del universo: las formas sencillas de combinarlas conducen rápidamente a la "renormalización" del problema, en donde la teoría no nos da resultados finitos para datos cuantitativos experimentales. Finalmente, un número de físicos no espera que la teoría del todo sea descubierta.
Otros términos, no del todo sinónimos, empleados para referirse al mismo concepto son teoría unificada, gran teoría unificada , teoría de campos unificada y teoría del campo unificado.
Teoría de cuerdas
De Wikipedia, la enciclopedia libre
¿Como son las interacciones en el mundo sub-atómico?: lineas espacio-tiempo como las partículas subatómicas en el Modelo estándar (izq.) o Cuerda cerrada sin extremos y en forma de círculo como afírma la teoría de cuerdas (der.)La Teoría de cuerdas es un modelo fundamental de la física que básicamente afirma que todos los bloques de materia son en realidad expresiones de un objeto básico unidimensional extendido llamado "cuerda" o "filamento".
De acuerdo con esta propuesta, un electrón no es un "punto" sin estructura interna y de dimensión cero, sino una cuerda minúscula que vibra en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones. Un punto no puede hacer nada más que moverse en un espacio tridimensional. De acuerdo con esta teoría a nivel "microscópico" se percibiría que el electrón no es en realidad un punto, sino una cuerda en forma de lazo. Una cuerda puede hacer algo además de moverse, puede oscilar de diferentes maneras. Si oscila de cierta manera, entonces, macroscópicamente veríamos un electrón; pero si oscila de otra manera, entonces veríamos un fotón, o un quark, o cualquier otra partícula del modelo estándar. Esta teoría, ampliada con otras como la de las supercuerdas o las Teoría M pretenden alejarse de la concepción del punto-partícula.
Actualmente, la teoría de cuerdas es la candidata más prometedora para tener una teoría unificada o Teoría del todo, es decir, una teoría capaz de describir todos los fenómenos ocurridos en la naturaleza debido a las cuatro fuerzas fundamentales: la fuerza gravitacional, la fuerza electromagnética y las fuerzas de interacción fuerte y débil.
De Wikipedia, la enciclopedia libre
La teoría del todo (o ToE por sus siglas en inglés) es una teoría hipotética de la Física teórica que explica y conecta en una sola todos los fenómenos físicos conocidos. Inicialmente, el término fue usado con una connotación irónica para referir a varias teorías sobregeneralizadas. Después el término se popularizó en la Física Cuántica al describir una teoría que podría unificar o explicar a través de un modelo simple de teorías de todas las interacciones fundamentales de la naturaleza.
Hubo numerosas teorías del todo propuestas por físicos teóricos en el siglo pasado, pero hasta ahora ninguna ha sido capaz de "aprobar" una prueba experimental, han tenido tremendas dificultades para que sus teorías tengan resultados experimentales estables. El primer problema en producir una teoría del todo es que las teorías aceptadas, como la mecánica cuántica y la relatividad general, son radicalmente diferentes a las descripciones del universo: las formas sencillas de combinarlas conducen rápidamente a la "renormalización" del problema, en donde la teoría no nos da resultados finitos para datos cuantitativos experimentales. Finalmente, un número de físicos no espera que la teoría del todo sea descubierta.
Otros términos, no del todo sinónimos, empleados para referirse al mismo concepto son teoría unificada, gran teoría unificada , teoría de campos unificada y teoría del campo unificado.
Teoría de cuerdas
De Wikipedia, la enciclopedia libre
¿Como son las interacciones en el mundo sub-atómico?: lineas espacio-tiempo como las partículas subatómicas en el Modelo estándar (izq.) o Cuerda cerrada sin extremos y en forma de círculo como afírma la teoría de cuerdas (der.)La Teoría de cuerdas es un modelo fundamental de la física que básicamente afirma que todos los bloques de materia son en realidad expresiones de un objeto básico unidimensional extendido llamado "cuerda" o "filamento".
De acuerdo con esta propuesta, un electrón no es un "punto" sin estructura interna y de dimensión cero, sino una cuerda minúscula que vibra en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones. Un punto no puede hacer nada más que moverse en un espacio tridimensional. De acuerdo con esta teoría a nivel "microscópico" se percibiría que el electrón no es en realidad un punto, sino una cuerda en forma de lazo. Una cuerda puede hacer algo además de moverse, puede oscilar de diferentes maneras. Si oscila de cierta manera, entonces, macroscópicamente veríamos un electrón; pero si oscila de otra manera, entonces veríamos un fotón, o un quark, o cualquier otra partícula del modelo estándar. Esta teoría, ampliada con otras como la de las supercuerdas o las Teoría M pretenden alejarse de la concepción del punto-partícula.
Actualmente, la teoría de cuerdas es la candidata más prometedora para tener una teoría unificada o Teoría del todo, es decir, una teoría capaz de describir todos los fenómenos ocurridos en la naturaleza debido a las cuatro fuerzas fundamentales: la fuerza gravitacional, la fuerza electromagnética y las fuerzas de interacción fuerte y débil.
Por Sebastián Montecino / La Nación.CL
Cable a tierra
La sanguinaria justicia de Dexter Morgan
El "jovencito de la película" no es de los típicos. No se considera a sí mismo como un ser humano, carece de cualquier emoción, aunque se da el trabajo de disimularlas y es un carnicero impulsivo cuyo único goce es torturar y asesinar al prójimo. Manipulador, carismático y adorable, considerado por la mayoría como un hombre normal... en fin, un sociópata de libro, mezcla afortunada de Horatio Caine, Batman y Hannibal Lecter: estoy hablando de Dexter Morgan, el asesino de masas protagonista de "Dexter", la serie que le da una patada en el culo a la moda del policial seudo forense que estalló tras el justificado éxito de "CSI".
Interpretado magistralmente por Michael C. Hall (el chico gay de Six feet under), Dexter es un especialista en sangre de la policía de Miami que posee un particular método de elegir a sus víctimas: asesinos y criminales que han escapado de la justicia por la ineptitud de la policía o la habilidad de algún abogado inescrupuloso. Un macabro justiciero que no siente particular placer por la justicia que imparte. Y si en su ritual homicida utiliza las fotos de las víctimas de su víctima, sólo es por el placer de verles la cara de horror a sus ejecutados a la hora de responder por sus acciones.
Su interés por el ser humano es equivalente al que siente un biólogo frente a un bacilo de microscopio. Ese es quizás uno de los grandes aciertos que hacen del personaje y de la serie un goce. Porque sus esfuerzos por parecer "normal", lo llevan a un constante cuestionamiento de la naturaleza humana más básica.
Incapaz de sentir amor, odio o pasión, sus disimulos provocan ese fenómeno mental escaso para la tele que solemos llamar racionamiento crítico. La voz en off que acompaña muchas de sus acciones está plagada de asertivas reflexiones y es capaz de espetar las más sutiles revelaciones sobre la naturaleza del amor, mientras descuartiza a una pareja de "coyotes" que se dedicaban a secuestrar y asesinar balseros cubanos.
El protagonista es incapaz de esconder su sonrisa frente a la escena del crimen más macabro (y aquí un aplauso doble para el talento de C. Hall), su absoluta comprensión de la mente homicida lo convierten en un extraordinario policía, en un juez implacable y en un meticuloso criminal.
"Dexter" nos lleva desde la truculencia al humor negro, desde el estómago revuelto a la carcajada, con frecuencia más generosa que los discursos de George Bush. Entre el impacto de los cuerpos mutilados, exhibidos con el mismo descaro que la escalofriante exposición Bodies, la acertada fotografía que se pasea desde los exuberantes paisajes de Miami, a los más macabros escenarios de terror y la extravagante y oscura doble vida del protagonista, terminamos golpeados por una serie tan adictiva y venenosa como la nicotina.
Cable a tierra
La sanguinaria justicia de Dexter Morgan
El "jovencito de la película" no es de los típicos. No se considera a sí mismo como un ser humano, carece de cualquier emoción, aunque se da el trabajo de disimularlas y es un carnicero impulsivo cuyo único goce es torturar y asesinar al prójimo. Manipulador, carismático y adorable, considerado por la mayoría como un hombre normal... en fin, un sociópata de libro, mezcla afortunada de Horatio Caine, Batman y Hannibal Lecter: estoy hablando de Dexter Morgan, el asesino de masas protagonista de "Dexter", la serie que le da una patada en el culo a la moda del policial seudo forense que estalló tras el justificado éxito de "CSI".
Interpretado magistralmente por Michael C. Hall (el chico gay de Six feet under), Dexter es un especialista en sangre de la policía de Miami que posee un particular método de elegir a sus víctimas: asesinos y criminales que han escapado de la justicia por la ineptitud de la policía o la habilidad de algún abogado inescrupuloso. Un macabro justiciero que no siente particular placer por la justicia que imparte. Y si en su ritual homicida utiliza las fotos de las víctimas de su víctima, sólo es por el placer de verles la cara de horror a sus ejecutados a la hora de responder por sus acciones.
Su interés por el ser humano es equivalente al que siente un biólogo frente a un bacilo de microscopio. Ese es quizás uno de los grandes aciertos que hacen del personaje y de la serie un goce. Porque sus esfuerzos por parecer "normal", lo llevan a un constante cuestionamiento de la naturaleza humana más básica.
Incapaz de sentir amor, odio o pasión, sus disimulos provocan ese fenómeno mental escaso para la tele que solemos llamar racionamiento crítico. La voz en off que acompaña muchas de sus acciones está plagada de asertivas reflexiones y es capaz de espetar las más sutiles revelaciones sobre la naturaleza del amor, mientras descuartiza a una pareja de "coyotes" que se dedicaban a secuestrar y asesinar balseros cubanos.
El protagonista es incapaz de esconder su sonrisa frente a la escena del crimen más macabro (y aquí un aplauso doble para el talento de C. Hall), su absoluta comprensión de la mente homicida lo convierten en un extraordinario policía, en un juez implacable y en un meticuloso criminal.
"Dexter" nos lleva desde la truculencia al humor negro, desde el estómago revuelto a la carcajada, con frecuencia más generosa que los discursos de George Bush. Entre el impacto de los cuerpos mutilados, exhibidos con el mismo descaro que la escalofriante exposición Bodies, la acertada fotografía que se pasea desde los exuberantes paisajes de Miami, a los más macabros escenarios de terror y la extravagante y oscura doble vida del protagonista, terminamos golpeados por una serie tan adictiva y venenosa como la nicotina.
BLOGUERO ESPAÑOL QUE SABE DE LO QUE HABLA
EL OSCURO PASAJERO DE JEFF LINDSAY
Hace unos meses os hablaba de una de las series de TV que mayor fascinación me habían causado en los últimos años. "Dexter", estrenada en 2006 y actualmente en emisión a traves de Fox España narra las andanzas de un asesino en serie muy poco convencional, esta serie de enorme éxito en Estados Unidos esta basada en un magnífico libro (el primero de una trilogía) que hoy quiero presentaros. "Darkly Dreaming Dexter" (editada en España bajo el titulo "El Oscuro Pasajero") es una novela escrita en 2004 por el autor americano Jeff Lindsay. El libro es un interesante "thriller" policíaco con pinceladas de terror centrado en la figura de Dexter Morgan, un forense que trabaja para el departamento de policia de Miami y que tras su perfecto disfraz de hombre tímido, amable y trabajador se esconde una bestia incapaz de controlar su desmesurada sed de sangre. A raíz de unos misteriosos asesinatos, Dexter sentirá una enfermiza atracción por los aterradores crímenes del denominado "asesino del camión de hielo". La novela, escrita con pericia y originalidad, nos sumerge en la mente de un asesino en serie particular, Dexter Morgan es un auténtico lobo con piel de cordero que al anochecer le aulla a la luna conducido por el siniestro oscuro pasajero que mora en su interior. El oscuro pasajero, un monstruo inhumano homicida con un código y unas reglas que lo diferencian del resto de alimañas y despojos que buscan, como él mismo, arrebatar las vidas de aquellos incautos que se crucen en sus caminos. Harry, el padre de Dexter, pronto se dio cuenta de que algo no iba bien con su hijo y así, desde muy pequeño, educó ese oscuro pasajero para que únicamente administrase justicia sobre aquellas personas que lo merecieran. De esta manera, Dexter sólo ejecuta a aquellos que se ajustan al código de Harry, Dexter mata sólo a quien se lo merece. El libro de Jeff Lindsay retrata la vida diaria de una persona incapaz de sentir emociones, que con años de entrenamiento es capaz de construir una perfecta versión de un ser humano encantandor, capaz de relacionarse con ese mundo que para su yo interno es tan falso y frágil como figuras en la arena. Los monólogos internos del personaje, descritos con audacia y un sentido del humor tremendamente retorcido acaparan los mejores momentos de la obra. La novela entretiene y mucho, con la aparición del misterioso asesino del camión de hielo, el libro sigue los pasos del clásico "thriller" policíaco, logrando crear una tensión y expectación en el lector por conocer más de tan singular personaje gracias a esa interconexión tan personal que parece guardar con nuestro protagonista. La empatía del lector con Dexter es total y que logremos sentir simpatía por un asesino en serie es el mayor logro de Jeff Lindsay. Quizás como notas negativas se podrían señalar un final un tanto precipitado y una falta de profundidad en algunos personajes como Deb, la hermana de Dexter o Rita, su novia (defectos subsanados en la serie de TV). En cualquier caso, "El Oscuro Pasajero" es un estupendo y entretenido libro para todos los amantes a los "thrillers" policíacos con asesinos en serie tipo "Seven" o a otras obras literarias como "American Psycho" de Bret Easton Ellis.
EL OSCURO PASAJERO DE JEFF LINDSAY
Hace unos meses os hablaba de una de las series de TV que mayor fascinación me habían causado en los últimos años. "Dexter", estrenada en 2006 y actualmente en emisión a traves de Fox España narra las andanzas de un asesino en serie muy poco convencional, esta serie de enorme éxito en Estados Unidos esta basada en un magnífico libro (el primero de una trilogía) que hoy quiero presentaros. "Darkly Dreaming Dexter" (editada en España bajo el titulo "El Oscuro Pasajero") es una novela escrita en 2004 por el autor americano Jeff Lindsay. El libro es un interesante "thriller" policíaco con pinceladas de terror centrado en la figura de Dexter Morgan, un forense que trabaja para el departamento de policia de Miami y que tras su perfecto disfraz de hombre tímido, amable y trabajador se esconde una bestia incapaz de controlar su desmesurada sed de sangre. A raíz de unos misteriosos asesinatos, Dexter sentirá una enfermiza atracción por los aterradores crímenes del denominado "asesino del camión de hielo". La novela, escrita con pericia y originalidad, nos sumerge en la mente de un asesino en serie particular, Dexter Morgan es un auténtico lobo con piel de cordero que al anochecer le aulla a la luna conducido por el siniestro oscuro pasajero que mora en su interior. El oscuro pasajero, un monstruo inhumano homicida con un código y unas reglas que lo diferencian del resto de alimañas y despojos que buscan, como él mismo, arrebatar las vidas de aquellos incautos que se crucen en sus caminos. Harry, el padre de Dexter, pronto se dio cuenta de que algo no iba bien con su hijo y así, desde muy pequeño, educó ese oscuro pasajero para que únicamente administrase justicia sobre aquellas personas que lo merecieran. De esta manera, Dexter sólo ejecuta a aquellos que se ajustan al código de Harry, Dexter mata sólo a quien se lo merece. El libro de Jeff Lindsay retrata la vida diaria de una persona incapaz de sentir emociones, que con años de entrenamiento es capaz de construir una perfecta versión de un ser humano encantandor, capaz de relacionarse con ese mundo que para su yo interno es tan falso y frágil como figuras en la arena. Los monólogos internos del personaje, descritos con audacia y un sentido del humor tremendamente retorcido acaparan los mejores momentos de la obra. La novela entretiene y mucho, con la aparición del misterioso asesino del camión de hielo, el libro sigue los pasos del clásico "thriller" policíaco, logrando crear una tensión y expectación en el lector por conocer más de tan singular personaje gracias a esa interconexión tan personal que parece guardar con nuestro protagonista. La empatía del lector con Dexter es total y que logremos sentir simpatía por un asesino en serie es el mayor logro de Jeff Lindsay. Quizás como notas negativas se podrían señalar un final un tanto precipitado y una falta de profundidad en algunos personajes como Deb, la hermana de Dexter o Rita, su novia (defectos subsanados en la serie de TV). En cualquier caso, "El Oscuro Pasajero" es un estupendo y entretenido libro para todos los amantes a los "thrillers" policíacos con asesinos en serie tipo "Seven" o a otras obras literarias como "American Psycho" de Bret Easton Ellis.
Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio.
Federico García Lorca (1898-1936) Poeta y dramaturgo español.
Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje.
Octavio Paz (1914-1998) Poeta y ensayista mexicano.
Al contacto del amor todo el mundo se vuelve poeta.
Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego.
La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos de televisión.
Joaquín Sabina (1949-?) Cantautor y poeta español.
Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro.
Octavio Paz (1914-1998) Poeta y ensayista mexicano.
Digamos que existen dos tipos de mentes poéticas: una apta para inventar fábulas y otra dispuesta a creerlas.
Galileo Galilei (1564-1642) Físico y astrónomo italiano.
No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira: podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía.
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) Poeta español.
La poesía es el sentimiento que le sobra al corazón y te sale por la mano.
Carmen Conde (1907-1996) Escritora española.
Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos.
Hermann Hesse (1877-1962) Escritor suizo, de origen alemán.
El año que es abundante de poesía, suele serlo de hambre.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) Escritor español.
Hay que saber que no existe país sobre la tierra donde el amor no haya convertido a los amantes en poetas.
Voltaire (1694-1778) Filósofo y escritor francés.
En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.
Robert Penn Warren (1905-1989) Novelista, poeta y crítico literario estadounidens
La poesía no tiene tiempo, el que la lee la rescata, la hace presente y luego la regresa a su eternidad.
Doménico Cieri Estrada (1954-?) Escritor mexicano.
Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos.
Novalis (1772-1801) Friedrich von Hardenberg. Poeta y filósofo alemán.
La poesía se escribe cuando ella quiere.
José Hierro (1922-2002) Poeta español.
Los poetas son hombres que han conservado sus ojos de niño.
León Daudet (1867-1942) Periodista y novelista francés.
Ante la poesía, tanto da temblar como comprender.
Baldomero Fernández Moreno (1886-1950) Médico, poeta y escritor argentino.
En mi propia casa como en la ajena, he creído sentir que la poesía, al penetrar en la palabra, la descompone, la abre como un capullo a todos los matices de significación.
José Gorostiza (1901-1973) Poeta mexicano.
El ritmo es lo que hace a la poesía persuasiva y no informativa.
José Hierro (1922-2002) Poeta español.
El hombre sordo a la voz de la poesía es un bárbaro.
Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.
El vino siembra poesía en los corazones.
Dante Alighieri (1265-1321) Escritor y filósofo italiano.
La poesía es más profunda y filosófica que la historia.
Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.
La primera tarea del poeta es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar.
Gastón Bachelard (1884-1962) Filósofo francés.
Un poema comienza en deleite y termina en sabiduría.
Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.
Escribir en verso libre es como jugar al tenis con la red abajo.
Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.
La poesía tal vez se realza cantando cosas humildes.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) Escritor español.
Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué.
Jean Cocteau (1889-1963) Escritor, pintor, coreógrafo.
Grande o pequeño, todo hombre es poeta si sabe ver el ideal, más allá de sus actos.
Henrik Johan Ibsen (1828-1906) Dramaturgo noruego.
Muchos van hacia la verdad por los caminos de la poesía. Yo llego a la poesía, por los caminos de la verdad.
Joseph Joubert (1754-1824) Ensayista y moralista francés.
La historia no sólo se verifica en la poesía, sino que, gracias a ella, se condensa, adquiere un sentido, crea las imágenes y los símbolos en que los americanos se reconocen.
Federico Mayor Zaragoza Director General de la UNESCO.
El poeta llena el santuario interior de nuestro espíritu con pensamientos nuevos, maravillosos y placenteros.
Novalis (1772-1801) Friedrich von Hardenberg. Poeta y filósofo alemán.
El poeta ve lo poético aun en las cosas mas cotidianas.
Olga Orozco (1920-1999) Poetisa argentina.
La poesía debe ser un poco seca para que arda bien, y de este modo iluminarnos y calentarnos.
Octavio Paz (1914-1998) Poeta y ensayista mexicano.
La poesía es un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) Escritor español.
El poeta no es un filósofo, sino un clarividente.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) Escritor español.
El dinero es una clase de poesía.
Wallace Stevens (1879-1955) Poeta estadounidense.
La poesía es un recuerdo de los mejores y más felices momentos de los mejores y más felices ingenios.
Percy Bysshe Shelley (1792-1822) Poeta británico.
La poesía es el eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos.
Rabindranath Tagore (1861-1941) Filósofo y escritor indio.
La poesía es la ambición de discurrir, que aspira a verse cargada de más sentidos y ungida de más música, que el lenguaje ordinario.
Paul Ambroise Valéry (1871-1945) Escritor francés.
Los dioses facilitan el primer verso; los demás, los hace el poeta.
Paul Ambroise Valéry (1871-1945) Escritor francés.
Federico García Lorca (1898-1936) Poeta y dramaturgo español.
Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje.
Octavio Paz (1914-1998) Poeta y ensayista mexicano.
Al contacto del amor todo el mundo se vuelve poeta.
Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego.
La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos de televisión.
Joaquín Sabina (1949-?) Cantautor y poeta español.
Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro.
Octavio Paz (1914-1998) Poeta y ensayista mexicano.
Digamos que existen dos tipos de mentes poéticas: una apta para inventar fábulas y otra dispuesta a creerlas.
Galileo Galilei (1564-1642) Físico y astrónomo italiano.
No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira: podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía.
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) Poeta español.
La poesía es el sentimiento que le sobra al corazón y te sale por la mano.
Carmen Conde (1907-1996) Escritora española.
Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos.
Hermann Hesse (1877-1962) Escritor suizo, de origen alemán.
El año que es abundante de poesía, suele serlo de hambre.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) Escritor español.
Hay que saber que no existe país sobre la tierra donde el amor no haya convertido a los amantes en poetas.
Voltaire (1694-1778) Filósofo y escritor francés.
En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.
Robert Penn Warren (1905-1989) Novelista, poeta y crítico literario estadounidens
La poesía no tiene tiempo, el que la lee la rescata, la hace presente y luego la regresa a su eternidad.
Doménico Cieri Estrada (1954-?) Escritor mexicano.
Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos.
Novalis (1772-1801) Friedrich von Hardenberg. Poeta y filósofo alemán.
La poesía se escribe cuando ella quiere.
José Hierro (1922-2002) Poeta español.
Los poetas son hombres que han conservado sus ojos de niño.
León Daudet (1867-1942) Periodista y novelista francés.
Ante la poesía, tanto da temblar como comprender.
Baldomero Fernández Moreno (1886-1950) Médico, poeta y escritor argentino.
En mi propia casa como en la ajena, he creído sentir que la poesía, al penetrar en la palabra, la descompone, la abre como un capullo a todos los matices de significación.
José Gorostiza (1901-1973) Poeta mexicano.
El ritmo es lo que hace a la poesía persuasiva y no informativa.
José Hierro (1922-2002) Poeta español.
El hombre sordo a la voz de la poesía es un bárbaro.
Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.
El vino siembra poesía en los corazones.
Dante Alighieri (1265-1321) Escritor y filósofo italiano.
La poesía es más profunda y filosófica que la historia.
Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.
La primera tarea del poeta es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar.
Gastón Bachelard (1884-1962) Filósofo francés.
Un poema comienza en deleite y termina en sabiduría.
Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.
Escribir en verso libre es como jugar al tenis con la red abajo.
Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.
La poesía tal vez se realza cantando cosas humildes.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) Escritor español.
Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué.
Jean Cocteau (1889-1963) Escritor, pintor, coreógrafo.
Grande o pequeño, todo hombre es poeta si sabe ver el ideal, más allá de sus actos.
Henrik Johan Ibsen (1828-1906) Dramaturgo noruego.
Muchos van hacia la verdad por los caminos de la poesía. Yo llego a la poesía, por los caminos de la verdad.
Joseph Joubert (1754-1824) Ensayista y moralista francés.
La historia no sólo se verifica en la poesía, sino que, gracias a ella, se condensa, adquiere un sentido, crea las imágenes y los símbolos en que los americanos se reconocen.
Federico Mayor Zaragoza Director General de la UNESCO.
El poeta llena el santuario interior de nuestro espíritu con pensamientos nuevos, maravillosos y placenteros.
Novalis (1772-1801) Friedrich von Hardenberg. Poeta y filósofo alemán.
El poeta ve lo poético aun en las cosas mas cotidianas.
Olga Orozco (1920-1999) Poetisa argentina.
La poesía debe ser un poco seca para que arda bien, y de este modo iluminarnos y calentarnos.
Octavio Paz (1914-1998) Poeta y ensayista mexicano.
La poesía es un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) Escritor español.
El poeta no es un filósofo, sino un clarividente.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) Escritor español.
El dinero es una clase de poesía.
Wallace Stevens (1879-1955) Poeta estadounidense.
La poesía es un recuerdo de los mejores y más felices momentos de los mejores y más felices ingenios.
Percy Bysshe Shelley (1792-1822) Poeta británico.
La poesía es el eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos.
Rabindranath Tagore (1861-1941) Filósofo y escritor indio.
La poesía es la ambición de discurrir, que aspira a verse cargada de más sentidos y ungida de más música, que el lenguaje ordinario.
Paul Ambroise Valéry (1871-1945) Escritor francés.
Los dioses facilitan el primer verso; los demás, los hace el poeta.
Paul Ambroise Valéry (1871-1945) Escritor francés.
EL COMELIBROS
Antígonas
Por Álvaro Bisama
Leo sobre un grupo de voluntarios judíos que se dedican en Israel a recoger los fragmentos de los cuerpos de víctimas que han muerto en atentados suicidas. Ellos cogen los miembros dispersos de los fallecidos y componen, lentamente, un cadáver que pueda ser entregado a los deudos y depositado en una sepultura digna, acorde con la ley.
Hay algo conmovedor en aquel trabajo. Pero también perturbador. En un universo cultural que ha consagrado a los forenses como los detectives del momento -gracias a todas aquellas variaciones de C.S.I o al Dexter Morgan de Jeff Lindsay-, podemos percibir algo literario en la labor de la Z.A.K.A (abreviatura de Zihuy Korbanot Ason, que traducido quiere decir: "Identificación de víctimas de desastre").
Hay una novela ahí. Un libro inquietante sobre gestos mínimos que se disparan para sobrevivir el horror; sobre los modos del luto que se deshilachan o se traman desde las señales de la violencia. No en vano, aquella novela posible tendría algo de tragedia y citaría a la Antígona de Sófocles del mismo modo en que lo hacía Silvio Caoizzi en "Fernando ha vuelto", donde una familia enterraba por fin a su detenido desaparecido, luego de confrontar perplejos en las osamentas depositadas en una mesa del Instituto Médico Legal los modos de su ausencia.
Aquel libro -ese relato sobre los fragmentos del cuerpo- no podría ser otra cosa que un libro político porque, en palabras recientes de Martin Amis, ese es el lugar que ocupa, que debe ocupar la novela como género estos días. Dice Amis: "Creo que la novela ha sido siempre política, de alguna manera todas las novelas son políticas (...). Supongo que lo ocurrido el 11-S tiene mucho que ver, desde entonces todo el mundo parece más interesado en política, en terrorismo, estos son los temas que la gente tiene presentes, y los novelistas, de alguna manera, debemos enfrentarnos a esa realidad".
Puede que Amis tenga razón. En estos días confusos habría que radicalizar la escritura de novelas que indaguen en los fragmentos dispersos, pero también en algo más; en la certeza de que es la ficción el lugar perfecto para hacer esa clase de autopsia. Como libro posible, la historia de la Z.A.K.A. no podría ser otra cosa que una colección de relatos interconectados donde el puzzle de la memoria se desparrama en un montón de señales mudas. Su silencio provendría tal vez del hecho de tener los oídos rotos, producto del estallido de las bombas. Esos cuerpos reconstruidos serían los signos de una escritura comunitaria, de una metáfora del país, de las direcciones perdidas desde donde se desplegaría el mapa de la ciudad al modo de un enigma.
Por supuesto, me intriga si aquello puede suponer una tradición literaria que va cambiando, creciendo incesantemente. Hace un par de años se revelaron, en un escándalo, los errores en la identificación de las osamentas de los desaparecidos. El Fernando de Caoizzi era uno de ellos. El documental, finito, se convertía en una pregunta abierta. Una pregunta que encontraría respuesta en los libros escritos sobre Hans Pozo; en Criminal, de Jaime Pinos; en La parte de los crímenes, de Bolaño; en las utopías de la deformidad de Donoso; en la soledad asesina de Violeta Parra; en el empampado de Francisco Mouat.
De este modo, leo sobre la Z.A.K.A. y creo que leo sobre Chile, sobre un país hecho de retazos que esperan una Antígona que venga a unir los pedazos de los cuerpos y escribir, por medio del hilo y de la caligrafía del trauma, algo parecido a la memoria.
Antígonas
Por Álvaro Bisama
Leo sobre un grupo de voluntarios judíos que se dedican en Israel a recoger los fragmentos de los cuerpos de víctimas que han muerto en atentados suicidas. Ellos cogen los miembros dispersos de los fallecidos y componen, lentamente, un cadáver que pueda ser entregado a los deudos y depositado en una sepultura digna, acorde con la ley.
Hay algo conmovedor en aquel trabajo. Pero también perturbador. En un universo cultural que ha consagrado a los forenses como los detectives del momento -gracias a todas aquellas variaciones de C.S.I o al Dexter Morgan de Jeff Lindsay-, podemos percibir algo literario en la labor de la Z.A.K.A (abreviatura de Zihuy Korbanot Ason, que traducido quiere decir: "Identificación de víctimas de desastre").
Hay una novela ahí. Un libro inquietante sobre gestos mínimos que se disparan para sobrevivir el horror; sobre los modos del luto que se deshilachan o se traman desde las señales de la violencia. No en vano, aquella novela posible tendría algo de tragedia y citaría a la Antígona de Sófocles del mismo modo en que lo hacía Silvio Caoizzi en "Fernando ha vuelto", donde una familia enterraba por fin a su detenido desaparecido, luego de confrontar perplejos en las osamentas depositadas en una mesa del Instituto Médico Legal los modos de su ausencia.
Aquel libro -ese relato sobre los fragmentos del cuerpo- no podría ser otra cosa que un libro político porque, en palabras recientes de Martin Amis, ese es el lugar que ocupa, que debe ocupar la novela como género estos días. Dice Amis: "Creo que la novela ha sido siempre política, de alguna manera todas las novelas son políticas (...). Supongo que lo ocurrido el 11-S tiene mucho que ver, desde entonces todo el mundo parece más interesado en política, en terrorismo, estos son los temas que la gente tiene presentes, y los novelistas, de alguna manera, debemos enfrentarnos a esa realidad".
Puede que Amis tenga razón. En estos días confusos habría que radicalizar la escritura de novelas que indaguen en los fragmentos dispersos, pero también en algo más; en la certeza de que es la ficción el lugar perfecto para hacer esa clase de autopsia. Como libro posible, la historia de la Z.A.K.A. no podría ser otra cosa que una colección de relatos interconectados donde el puzzle de la memoria se desparrama en un montón de señales mudas. Su silencio provendría tal vez del hecho de tener los oídos rotos, producto del estallido de las bombas. Esos cuerpos reconstruidos serían los signos de una escritura comunitaria, de una metáfora del país, de las direcciones perdidas desde donde se desplegaría el mapa de la ciudad al modo de un enigma.
Por supuesto, me intriga si aquello puede suponer una tradición literaria que va cambiando, creciendo incesantemente. Hace un par de años se revelaron, en un escándalo, los errores en la identificación de las osamentas de los desaparecidos. El Fernando de Caoizzi era uno de ellos. El documental, finito, se convertía en una pregunta abierta. Una pregunta que encontraría respuesta en los libros escritos sobre Hans Pozo; en Criminal, de Jaime Pinos; en La parte de los crímenes, de Bolaño; en las utopías de la deformidad de Donoso; en la soledad asesina de Violeta Parra; en el empampado de Francisco Mouat.
De este modo, leo sobre la Z.A.K.A. y creo que leo sobre Chile, sobre un país hecho de retazos que esperan una Antígona que venga a unir los pedazos de los cuerpos y escribir, por medio del hilo y de la caligrafía del trauma, algo parecido a la memoria.
Entrevista a Richard Ford en BABELIA suplemento cultural del diario EL PAÍS DE ESPAÑA
Profunda América
POR PABLO GUIMÓN 26/04/2008
Una buena novela permite al lector experimentar "lo impredecible", asegura Richard Ford. El escritor, considerado uno de los grandes narradores estadounidenses, concluye su trilogía americana con Acción de Gracias, un libro sobre el misterio de la vida cotidiana.
Un escritor norteamericano publica su segunda novela. Y aquello no acaba de arrancar. Corre el año 1981. El escritor coge un empleo de periodista deportivo para una revista. Y descubre que es feliz. Su mujer, con la que decidió casarse el mismo día de 1968 en que decidió convertirse en escritor, le anima a salir de su atasco creativo: "¿Por qué no escribes sobre un hombre feliz?", le propone. Y así es como nace Frank Bascombe, un personaje que ha acompañado a su autor, Richard Ford, durante 3 libros, 1.700 páginas y 27 años.
"Nunca he hecho una sola cosa importante en la que ser rápido funcione. Obtengo lo mejor de mí mismo siendo paciente"
"Un día mi mujer me dijo: '¿Por qué no escribes sobre alguien que es feliz?' Y yo me pregunté: ¿cómo demonios se hace eso?"
"No leí prácticamente nada hasta los 18 años. Soy disléxico. Pero no tiene nada que ver con mi capacidad lógica"
"Era demócrata. Ya no lo soy. Aunque voté por Obama. El Partido Demócrata está resquebrajado"
Richard Ford (Jackson, Misisipi, 1944), autor de seis novelas y tres libros de relatos, ha concluido con Acción de Gracias (que Anagrama acaba de publicar en España) la trilogía que comenzó con El periodista deportivo (1986) y siguió con El día de la independencia (1995). En tres entregas, una cada diez años, tres episodios de unos pocos días de duración cada uno, Ford ha contado la vida adulta de Frank Bascombe, un varón americano bastante feliz. Un tipo corriente cuya vida se ha convertido en una de las obras de la narrativa norteamericana más importantes de este cambio de siglo.
Ahora, Frank Bascombe, el prometedor escritor metido a periodista deportivo y luego a agente inmobiliario, tiene 55 años, una preciosa casa acristalada en la costa de Nueva Jersey, una pequeña inmobiliaria, dos ex mujeres, un cáncer de próstata detectado hace unos meses y dos hijos vivos de su primer matrimonio (tuvo otro que está muerto desde la primera página de El periodista deportivo). Quedan dos días para el Día de Acción de Gracias del año 2000, en el que Frank invita a comer a sus dos hijos.
La cita es en un hotel de Dublín, ciudad en la que el escritor pasa unas semanas dando clases. Richard Ford tiene un aspecto fantástico a sus 64 años. Un musculoso metro noventa, con generosa cabellera gris y ojos de un raro azul celeste. Viste pantalón de pinzas azul marino, buenos zapatos de andar, polo de un rojo intenso bajo un jersey de pico lila y cazadora Barbour. Se sienta en un sofá y juega con un bolígrafo entre los dedos mientras charla con un preciso y agradable acento americano.
PREGUNTA. Dos de los más extendidos lugares comunes sobre usted son que Frank Bascombe es su propia prolongación y que es usted un escritor lento.
RESPUESTA. Ya, pero no es verdad. Probablemente haya similitudes entre Frank y yo, pero no son tantas si piensa en todos los detalles de su vida. Es un hombre norteamericano de mi edad, vale...
P. También nació en Misisipi, es hijo único, se quedó huérfano de padre en la adolescencia, quiso ser escritor, trabajó de periodista deportivo
...
R. Pero yo no tengo dos ex mujeres, ni hijos, no soy agente inmobiliario, no he ido a la universidad de Michigan... Las buenas novelas no son autobiográficas. Si escribes una novela autobiográfica estará confinada, limitada por lo que tú eres. Le diré mi concepción de lo que es una buena novela: una buena novela es la que utiliza la imaginación para provocar en el lector que experimente lo impredecible. Y eso sucede cuando el escritor imagina cosas que están muy lejos de su propia vida cándida.
P. ¿Y en cuanto a lo de que es un escritor lento?
R. Soy lento. Nunca he hecho una sola cosa importante en mi vida en la que ser rápido funcione. Obtengo lo mejor de mí mismo siendo paciente. Poniendo las palabras en tinta una detrás de la otra. Ésa es la mejor forma que conozco de hacer las cosas. Si pudiera escribir más rápido y ser tan bueno como cuando voy despacio, lo haría.
P. Frank Bascombe nació hace ahora 27 años. ¿Cómo lo recuerda?
R. Publiqué mi segunda novela, y tuvo buenas críticas. Pero nadie la compró. Entonces cogí un trabajo de periodista deportivo. Y pensé que, si podía conservar aquel empleo, lo haría para siempre. Era divertido, era fácil, estaba bien pagado, viajabas por todo el mundo... era perfecto. Pero perdí ese trabajo y me senté a pensar qué querría escribir si hiciera una nueva novela. Tenía claro que debía hacer algo realmente distinto de lo que había estado haciendo, porque lo que había estado haciendo no acababa de funcionar. Un día Kristina, mi mujer, me dijo: "¿Por qué no escribes sobre alguien que es feliz?". Y me pregunté: ¿cómo demonios se hace eso? Yo tenía una concepción muy romántica de los personajes de las novelas. Eran siempre tipos conducidos por la angustia, sometidos a terribles torturas psíquicas, preocupaciones... Así que decidí cambiar mi visión del mundo. Lo primero que voy a hacer, pensé, es darle al personaje un trabajo que le guste. Y le di un trabajo de periodista deportivo. Luego pensé: una persona feliz es probablemente alguien que ha sido infeliz en el pasado y que intenta ser feliz. Y ésa es la manera en que llegué a Frank. Ésa es toda mi concepción de Frank Bascombe. Alguien que intenta hacerse un hombre mejor, un hombre más feliz.
P. ¿Pensó que Frank Bascombe terminaría en esa primera novela?
R. Claro. Tenía 37 años. Ya había tenido suficientes problemas para que alguien leyera mis primeros dos libros.
P. Pero en 1991 Frank empezó a aparecer otra vez en sus notas.
R. Buscaba entre mis cuadernos un libro que escribir. Y me di cuenta de que muchas de las notas que había tomado me sonaban a Frank Bascombe. Me resistí a hacerlo, pero esas frases se acumulaban tanto que pensé: esto es un regalo. Proviene de un trabajo que ya he hecho, pero hay más que hacer aquí. ¿Por qué resistirme?
P. Y decidió que Frank cambiaría su trabajo por el de agente inmobiliario. ¿Tiene que ver con el hecho de que usted ha vivido en unas doce casas en su vida?
R. Alguna más, tal vez.
P. ¿Qué ha aprendido, en todo ese trasiego, de los agentes inmobiliarios?
R. Aprendí los detalles técnicos del asunto, la jerga, el vocabulario. He tratado con muchos agentes inmobiliarios en mi vida. Pero quería que a Frank le gustara lo que hacía. Así que pensé que encontrarle alojamiento a las personas era una de las cosas más generosas que puedes hacer por ellas.
P. La casa también puede ser una medida del estatus, del grado de autorrealización en la vida.
R. Y no sólo es estatus. Es una medida de lo exitosa que es tu vida en muchos aspectos. Tu vida espiritual, lo lejos que has llegado desde el punto de partida, lo seguro que te sientes de tu vida. La casa contiene tus momentos buenos y malos. Son los lugares en los que existe la vida. Así que me di cuenta de que había dado con algo mucho más rico de lo que creía. El trabajo en sí mismo, vender casas, floreció en toda una manera de hablar de la salud espiritual de un país.
P. Usted ha dicho en alguna ocasión, y en Acción de Gracias
lo pone en boca de un antiguo profesor de literatura de Frank, que el ser humano adaptándose a un paisaje es la materia de la literatura.
R. Sí. Hay ciertos temas que crean en ti un tipo de conmoción. Y eso es el punto de partida de la literatura. Es lo que fue el negocio inmobiliario para mí.
P. La carrera profesional de Frank termina justo antes de la crisis inmobiliaria. Quizá no habría sido tan feliz trabajando en estos días.
R. Tiene razón, la verdad es que no había pensado en ello. La crisis inmobiliaria es algo que está sucediendo tan rápido que no podría atraparlo en un libro ahora. Las novelas son objetos conservadores. Ser un novelista es ser un conservador en cierto modo. Las novelas consisten en mirar hacia atrás. En ese sentido son conservadoras. Quieren conservar el pasado.
P. ¿Le gusta Los Soprano?
R. Sí, me encanta.
P. Al igual que en su trilogía, la acción transcurre en Nueva Jersey. Llama la atención que dos de las obras más relevantes de ficción americana de la frontera del siglo XX al XXI tengan lugar en Nueva Jersey. ¿Qué simboliza ese Estado en su imaginario colectivo?
R. Nueva Jersey tiene un potente misterio. La sabiduría popular te dice que la costa de Jersey es un lugar cutre, hortera, suburbial. Pero la experiencia de ir allí es diferente. Hay algo encantador sobre ese lugar. De entrada, está en el límite del continente. Y está muy densamente construido, de arriba abajo. Es como si algo esencialmente americano hubiera llegado al borde del continente y se hubiera instalado allí. Es un lugar esencialmente americano.
P. En Acción de
Gracias
Frank tiene 55 años y pasa, en su particular catalogación de las fases de la vida adulta, del Periodo Permanente al Siguiente Nivel. ¿En qué periodo está usted?
R. Espero que en el Siguiente Nivel. Espero que en el Nivel de la Aceptación [se ríe]. Y después no sé lo que hay. Yo, al igual que Frank, he tenido un pequeño coqueteo con la muerte este año.
P. ¿De veras?
R. Tuve una enorme operación quirúrgica en el cuello.
P. ¿Un accidente?
R. No, pensaron que tenía linfoma. Pero no lo tenía. Y tuvieron que abrirme para averiguarlo [se pasa el pulgar de lado a lado del cuello]. Me hizo prestar atención. Me hizo preguntarme: ¿me está gustando la vida lo suficiente? Porque puede que se vaya. Es lo que Frank aprende en la vida también: el hecho de que la vida es valiosa.
P. La muerte está bastante presente en
Acción de Gracias.
No sólo en la enfermedad de Frank o en el frecuente recuerdo de su hijo muerto, también hay un accidente, un entierro, una bomba, maridos muertos, disparos, un asesinato...
R. Y está el espectro del 11 de septiembre que sucederá 11 meses después. No es un símbolo de nada, es lo que hay. Es sólo el hecho de que América es una sociedad muy violenta. Cuando empecé a escribir sobre la Nueva Jersey del año 2000, cada vez que imaginaba una escena y pensaba cuál sería el sonido ambiente, siempre había un coche de policía. Es parte de la vida americana, estamos entumecidos por nuestra violencia, y por la violencia que estamos infligiendo a otros países. Así que no era yo intentando señalar algo. Era sólo el paisaje. Era yo intentando que el paisaje de Acción de Gracias pareciera lo que es.
P. Escribió la novela después del 11-S, pero decidió situar la acción 10 meses antes. ¿Demasiado pronto para afrontarlo?
R. Sí, lo era. Sólo este invierno he sido capaz de escribir de cosas que tienen que ver con el 11-S. Pretendo escribir un libro de relatos políticos. Pero cuando empecé Acción de Gracias, que debió de ser en 2002, estaba demasiado fresco el tema. Esos grandes sucesos necesitan asentarse, alejarse de la escena pública, para que una pieza de arte sobre ellos pueda resultar útil. Así que decidí situarlo antes del 11-S, pero de alguna manera su sombra está presente en el libro. Y esto es algo que captan los europeos, los americanos no. Los americanos son los seres menos políticos del mundo.
P. De alguna manera, los europeos nos acercamos a la sociedad americana, tratamos de entenderla, a través de la ficción americana que consumimos. ¿Es consciente de eso? ¿Tiene en cuenta esa, digamos, responsabilidad?
R. Sí. Soy consciente de ello porque es la forma en que yo aprendí sobre la sociedad europea. Leyendo a escritores europeos. De modo que soy consciente de esa responsabilidad. Pero también lo soy de que nadie en América va a leer mis libros en esos términos. La política, para la mayoría de los americanos, no existe en el arte imaginativo. Para los europeos, sí. Siempre han buscado en la literatura de ficción reflexiones sobre la sociedad.
P. Usted, como Frank, es demócrata.
R. Lo era. Ya no lo soy. Aunque voté por Obama. Pero no voy a ser más un demócrata. El Partido Demócrata ni siquiera es un partido, está resquebrajado.
P. ¿Se abstendrá en noviembre?
R. No, no, no. Votaré. Votaré a quien quiera que nominen los demócratas. Pero no quiero que me consideren uno de su partido. Porque si hubiera un tercer candidato que pensara que es bueno, incluso si hubiera un candidato republicano que yo creyera que es realmente bueno, algo altamente improbable, le votaría. Pero no volveré a ser un demócrata nunca jamás en la vida. Son un puñado de mentirosos, un puñado de narcisistas, están desorganizados, derrochan el dinero, son irresponsables y poco de fiar. No. Se acabó.
P. ¿Y aun así votará?
R. Votaré porque soy un ciudadano. Un ciudadano patriota.
P. Dicen que siempre va a todas partes con un cuaderno.
R. ¿Quiere que se lo enseñe? [saca un pequeño cuaderno del bolsillo de su abrigo].
P. Acumula apuntes en sus cuadernos que luego constituyen la materia prima de sus historias. ¿Qué tipo de cosas apunta estos días?
R. Pues estoy escribiendo cuentos que tienen lugar en... Odio decir esto porque en realidad no es exacto.
P. ¿Se refiere a la Nueva Orleans de después del Katrina, donde transcurre un relato suyo,
Leaving for Kenosha,
que se publicó en el
The New Yorker
en marzo?
R. Sí. Y luego he escrito otro que transcurre también en Nueva Orleans. Me interesan los efectos del desastre en las vidas de los seres humanos. Cómo los grandes desastres, como el huracán Katrina o el 11-S, finalmente se las arreglan para atravesar las vidas de los individuos, en maneras que no son las evidentes. No estoy hablando de estrés postraumático. Hablo de las pequeñas o diminutas cosas a las que sólo el arte puede llegar. Eso es lo que hace la ficción, intelectualmente. Es lo que hizo Chéjov, es lo que hace Saramago. Te enseñan las consecuencias inesperadas de las cosas. Y eso es lo que intento hacer yo.
P. Las notas de sus cuadernos, ¿cuándo se convierten en una novela y cuándo en un cuento?
R. Lo decido desde el primer momento. Supongo que está relacionado con cuánta paciencia o cuánta energía tengo. Y cuánto deseo atarme a algo.
P. En su introducción al segundo tomo de su antología del cuento americano (The new Granta book of American short story,
Granta Books, 2007) dice que el carácter fundamental de los cuentos es la audacia. ¿En qué sentido lo dice?
R. Hablo de la audacia de decir al lector: "Deja lo que estás haciendo y participa de lo que yo he hecho. Aunque no sea más que un relato breve, deja lo que estás haciendo y lee esto porque encontrarás algo que será valioso para ti el resto de tu vida". Eso es la audacia.
P. Tomó la decisión de convertirse en escritor un día de enero de 1968, el mismo día en que decidió casarse con su mujer.
R. Exactamente. Yo estudiaba Derecho en Saint Louis y Kristina estaba en Nueva York. Fue una decisión en la que intervinieron la suerte y el amor. Me robaron del coche todos mis libros de Derecho unos días antes de los exámenes. Estaba hundido. Ni se me había pasado por la cabeza abandonar la carrera de Derecho. Había trabajado duro para estar ahí. Pero me robaron todos los libros. Y entonces me pregunté si de verdad quería hacer lo que estaba haciendo. Es como si el destino me brindara una segunda oportunidad para decidir. ¿Qué otra cosa podría estar haciendo?, me pregunté. Y pensé: podría casarme con Kristina, mudarme a Nueva York, pasarlo bien e intentar ser un escritor. Fue un puñado de estrellas que se alinearon, algunas oscuras y otras brillantes. Y elegí la dirección de la estrella brillante, que era Kristina. Cuando decidimos casarnos fue como si la pista estuviera despejada para nosotros. Era algo irresistible, un momento liberador.
P. Usted es hijo único. ¿Leía mucho de niño?
R. No. No leí prácticamente nada hasta los 18 años. Soy disléxico. Así que no era un gran lector. La dislexia es una condición que causa que la transferencia de la página al cerebro y del cerebro a la página se vea, en cierta forma, interrumpida o ralentizada. Y yo tengo eso. Del cerebro a la página todavía cometo errores ortográficos, invierto letras y ese tipo de cosas, pero no tiene nada que ver con mi capacidad de razonar ni de desarrollar lógicas. Incluso creo que me ayuda a la hora de escribir. Me hace ser más cuidadoso. Pero la dislexia me afecta en que me hace ser un lector lento. Leo mucho. Leo todo el tiempo, pero soy lento. Y sé que voy a llegar al final de mi vida sin haber leído los libros que debía haber leído.
P. ¿Cómo fue su niñez en Misisipi?
R. Fue maravillosa.
P. Pero su padre murió cuando usted tenía 16 años.
R. Así es. Murió en mis brazos.
P. ¿De verdad?
R. Sí. Tuvo un ataque al corazón en su cama. Le oí jadear violentamente, buscando aire. Era de noche y me despertó. Fui corriendo a su habitación.
P. ¿Su madre no estaba allí?
R. Estaba. Pero no dormían en la misma habitación. Mi padre era un tío grande, corpulento, veinte kilos más pesado que yo. Ella fue a la habitación de mi padre, y estaba aterrorizada. Entré en la habitación y ella estaba gritando el nombre de mi padre, gritando su nombre, gritando su nombre. Y él no respondía. Sólo jadeaba, buscando aire desesperadamente. Así que me subí a su cama, apoyado en mis manos y mis rodillas. Me abalancé sobre él, puse mis labios en los suyos y traté de respirar en su boca. No sé por qué hice eso, me pareció lo adecuado. Pero él expiró mientras estaba en mis brazos. Hasta entonces, la mía había sido una niñez maravillosa. Me querían, yo les quería, nadie abandonó a nadie, nadie se emborrachaba, nadie abusaba de nadie.
P. Y cuando murió su padre usted se fue vivir con sus abuelos. El primero de su escalada de cambios de domicilio.
R. Así es. Cuando mi padre murió, mi madre cogió un empleo. Y necesitaba alguien que cuidara de mí porque me estaba convirtiendo en un chaval problemático.
P. ¿En qué sentido?
R. Robaba coches, me peleaba, hacía carreras. Robábamos coches para hacer carreras con ellos. La policía ya me había pillado alguna vez antes de morir mi padre. Ya había estado ante el juez infantil, y me habían encerrado.
P. ¿Estuvo en la cárcel?
R. Bueno, durante el tiempo que tardó mi madre en venir a buscarme. Mi madre se dio cuenta de que yo no iba a ser capaz de controlarme solo. Así que me mandó a Little Rock con sus padres, mis abuelos. Lo cual fue genial, porque eran muy permisivos. Tenían un hotel, un gran hotel como éste en el que estamos. Yo era un adolescente viviendo en un hotel. Piense en lo que es eso.
P. ¿Siguió metiéndose en líos?
R. No. Me empecé a concentrar en otras cosas [se ríe]. Las chicas empezaron a convertirse en algo mucho más interesante para mí que robar coches y hacer carreras. Había muchas chicas en el hotel. Hice muchas travesuras.
P. ¿Cuánto tiempo pasó allí?
R. Desde los 16. Y cuando fui a la universidad, en 1962, mi madre también se había ido a vivir con sus padres y ese hotel se convirtió en el único hogar de mi familia durante otros cinco años.
P. ¿El haber tenido un hotel como hogar puede tener que ver con el hecho de que ahora reparta su vida entre tantas casas? Tiene residencias en Maine, en Nueva York, en Nueva Orleans y en Montana.
R. En Montana ya no. Pero en el resto, sí. Aunque paso la mayor parte del tiempo en la costa de Maine. La casa en Nueva York es una locura. Es demasiado cara, me está haciendo pobre. Antes de que termine el año quiero venderla.
P. ¿En qué lugar en el que no haya vivido fantasea con vivir?
R. Lo pondré así: en lo que se ha convertido mi fantasía es en que, si los republicanos ganan las elecciones, nos vamos.
P. ¿En serio?
R. Ya lo creo.
P. No parece descartable que ganen.
R. Da miedo, porque los demócratas se están desmembrando. Veremos lo que pasa. Quedan siete mes. Entonces sabremos cuál es el destino de la nación.
P. ¿Le da mucho miedo que McCain sea presidente?
R. Me da más que miedo. Sería un desastre. No sólo para América. Sería un desastre para América en relación con el resto del mundo, ésa es la parte que me aterra más. Nuestra relación con aquellos países con los que tenemos todos los motivos para llevarnos bien. Y nuestra relación con el mundo musulmán. Hemos quemado nuestros puentes allí, y eso me aterra. No personalmente, no temo por mi vida. Me aterra de un modo espiritual. Las cosas que creo que mi país representa o debería representar en el espíritu humano, las está abandonando. Mi país se ha convertido en un país seudodemocrático e imperialista. Hacemos cinco enemigos por cada amigo.
P. ¿Cómo es un día normal en su vida?
R. Es una pregunta interesante, porque no pienso en mí mismo como alguien que tiene días normales. Cuando escribo un libro me aseguro de tener el trabajo hecho en primer lugar. Todo lo demás es secundario. Me siento a trabajar a las ocho de la mañana y trabajo hasta el mediodía. Y me vuelvo a sentar de dos a cinco. Eso es todo. Nunca trabajo de noche. Nunca trabajo si he bebido una copa. Esto dura unas seis semanas, y después se me acaba la gasolina y lo dejo durante un tiempo. Así que realmente no tengo una vida normal. Alterno periodos de intensidad con periodos de, digamos, sorpresa. Pero me gusta trabajar. Me encanta levantarme por la mañana, sentarme en mi escritorio y trabajar. Es la cosa más placentera del mundo. Nunca pensé que llegaría a decir esto, pero a medida que me hago mayor, ahora tengo 64 años, hay un montón de cosas que antes me distraían que ya no me distraen.
P. ¿Tiene hobbies?
R. No. Aunque practico deportes, siempre lo he hecho. Juego al squash y levanto pesas en el gimnasio. Pero no tengo hobbies. Tengo una moto, y la conduzco. Pero no es realmente un hobby, es algo que poseo y hago. Me gusta ir a cazar aves en otoño. Supongo que debería incluir eso.
P. ¿En un autor como usted pesan más sus lectores en Estados Unidos o en Europa?
R. Para ser sincero, mis lectores europeos son más importantes para mí. Siento que es un privilegio ser leído por europeos y por suramericanos, porque creo que son mejores lectores en general. Entienden el valor del arte en un escenario cultural complejo. Yo soy un americano, así que supongo que escribo para un lector americano. Pero, partiendo de lo que siento, creo que cumplo más mi objetivo con el público europeo. -
Profunda América
POR PABLO GUIMÓN 26/04/2008
Una buena novela permite al lector experimentar "lo impredecible", asegura Richard Ford. El escritor, considerado uno de los grandes narradores estadounidenses, concluye su trilogía americana con Acción de Gracias, un libro sobre el misterio de la vida cotidiana.
Un escritor norteamericano publica su segunda novela. Y aquello no acaba de arrancar. Corre el año 1981. El escritor coge un empleo de periodista deportivo para una revista. Y descubre que es feliz. Su mujer, con la que decidió casarse el mismo día de 1968 en que decidió convertirse en escritor, le anima a salir de su atasco creativo: "¿Por qué no escribes sobre un hombre feliz?", le propone. Y así es como nace Frank Bascombe, un personaje que ha acompañado a su autor, Richard Ford, durante 3 libros, 1.700 páginas y 27 años.
"Nunca he hecho una sola cosa importante en la que ser rápido funcione. Obtengo lo mejor de mí mismo siendo paciente"
"Un día mi mujer me dijo: '¿Por qué no escribes sobre alguien que es feliz?' Y yo me pregunté: ¿cómo demonios se hace eso?"
"No leí prácticamente nada hasta los 18 años. Soy disléxico. Pero no tiene nada que ver con mi capacidad lógica"
"Era demócrata. Ya no lo soy. Aunque voté por Obama. El Partido Demócrata está resquebrajado"
Richard Ford (Jackson, Misisipi, 1944), autor de seis novelas y tres libros de relatos, ha concluido con Acción de Gracias (que Anagrama acaba de publicar en España) la trilogía que comenzó con El periodista deportivo (1986) y siguió con El día de la independencia (1995). En tres entregas, una cada diez años, tres episodios de unos pocos días de duración cada uno, Ford ha contado la vida adulta de Frank Bascombe, un varón americano bastante feliz. Un tipo corriente cuya vida se ha convertido en una de las obras de la narrativa norteamericana más importantes de este cambio de siglo.
Ahora, Frank Bascombe, el prometedor escritor metido a periodista deportivo y luego a agente inmobiliario, tiene 55 años, una preciosa casa acristalada en la costa de Nueva Jersey, una pequeña inmobiliaria, dos ex mujeres, un cáncer de próstata detectado hace unos meses y dos hijos vivos de su primer matrimonio (tuvo otro que está muerto desde la primera página de El periodista deportivo). Quedan dos días para el Día de Acción de Gracias del año 2000, en el que Frank invita a comer a sus dos hijos.
La cita es en un hotel de Dublín, ciudad en la que el escritor pasa unas semanas dando clases. Richard Ford tiene un aspecto fantástico a sus 64 años. Un musculoso metro noventa, con generosa cabellera gris y ojos de un raro azul celeste. Viste pantalón de pinzas azul marino, buenos zapatos de andar, polo de un rojo intenso bajo un jersey de pico lila y cazadora Barbour. Se sienta en un sofá y juega con un bolígrafo entre los dedos mientras charla con un preciso y agradable acento americano.
PREGUNTA. Dos de los más extendidos lugares comunes sobre usted son que Frank Bascombe es su propia prolongación y que es usted un escritor lento.
RESPUESTA. Ya, pero no es verdad. Probablemente haya similitudes entre Frank y yo, pero no son tantas si piensa en todos los detalles de su vida. Es un hombre norteamericano de mi edad, vale...
P. También nació en Misisipi, es hijo único, se quedó huérfano de padre en la adolescencia, quiso ser escritor, trabajó de periodista deportivo
...
R. Pero yo no tengo dos ex mujeres, ni hijos, no soy agente inmobiliario, no he ido a la universidad de Michigan... Las buenas novelas no son autobiográficas. Si escribes una novela autobiográfica estará confinada, limitada por lo que tú eres. Le diré mi concepción de lo que es una buena novela: una buena novela es la que utiliza la imaginación para provocar en el lector que experimente lo impredecible. Y eso sucede cuando el escritor imagina cosas que están muy lejos de su propia vida cándida.
P. ¿Y en cuanto a lo de que es un escritor lento?
R. Soy lento. Nunca he hecho una sola cosa importante en mi vida en la que ser rápido funcione. Obtengo lo mejor de mí mismo siendo paciente. Poniendo las palabras en tinta una detrás de la otra. Ésa es la mejor forma que conozco de hacer las cosas. Si pudiera escribir más rápido y ser tan bueno como cuando voy despacio, lo haría.
P. Frank Bascombe nació hace ahora 27 años. ¿Cómo lo recuerda?
R. Publiqué mi segunda novela, y tuvo buenas críticas. Pero nadie la compró. Entonces cogí un trabajo de periodista deportivo. Y pensé que, si podía conservar aquel empleo, lo haría para siempre. Era divertido, era fácil, estaba bien pagado, viajabas por todo el mundo... era perfecto. Pero perdí ese trabajo y me senté a pensar qué querría escribir si hiciera una nueva novela. Tenía claro que debía hacer algo realmente distinto de lo que había estado haciendo, porque lo que había estado haciendo no acababa de funcionar. Un día Kristina, mi mujer, me dijo: "¿Por qué no escribes sobre alguien que es feliz?". Y me pregunté: ¿cómo demonios se hace eso? Yo tenía una concepción muy romántica de los personajes de las novelas. Eran siempre tipos conducidos por la angustia, sometidos a terribles torturas psíquicas, preocupaciones... Así que decidí cambiar mi visión del mundo. Lo primero que voy a hacer, pensé, es darle al personaje un trabajo que le guste. Y le di un trabajo de periodista deportivo. Luego pensé: una persona feliz es probablemente alguien que ha sido infeliz en el pasado y que intenta ser feliz. Y ésa es la manera en que llegué a Frank. Ésa es toda mi concepción de Frank Bascombe. Alguien que intenta hacerse un hombre mejor, un hombre más feliz.
P. ¿Pensó que Frank Bascombe terminaría en esa primera novela?
R. Claro. Tenía 37 años. Ya había tenido suficientes problemas para que alguien leyera mis primeros dos libros.
P. Pero en 1991 Frank empezó a aparecer otra vez en sus notas.
R. Buscaba entre mis cuadernos un libro que escribir. Y me di cuenta de que muchas de las notas que había tomado me sonaban a Frank Bascombe. Me resistí a hacerlo, pero esas frases se acumulaban tanto que pensé: esto es un regalo. Proviene de un trabajo que ya he hecho, pero hay más que hacer aquí. ¿Por qué resistirme?
P. Y decidió que Frank cambiaría su trabajo por el de agente inmobiliario. ¿Tiene que ver con el hecho de que usted ha vivido en unas doce casas en su vida?
R. Alguna más, tal vez.
P. ¿Qué ha aprendido, en todo ese trasiego, de los agentes inmobiliarios?
R. Aprendí los detalles técnicos del asunto, la jerga, el vocabulario. He tratado con muchos agentes inmobiliarios en mi vida. Pero quería que a Frank le gustara lo que hacía. Así que pensé que encontrarle alojamiento a las personas era una de las cosas más generosas que puedes hacer por ellas.
P. La casa también puede ser una medida del estatus, del grado de autorrealización en la vida.
R. Y no sólo es estatus. Es una medida de lo exitosa que es tu vida en muchos aspectos. Tu vida espiritual, lo lejos que has llegado desde el punto de partida, lo seguro que te sientes de tu vida. La casa contiene tus momentos buenos y malos. Son los lugares en los que existe la vida. Así que me di cuenta de que había dado con algo mucho más rico de lo que creía. El trabajo en sí mismo, vender casas, floreció en toda una manera de hablar de la salud espiritual de un país.
P. Usted ha dicho en alguna ocasión, y en Acción de Gracias
lo pone en boca de un antiguo profesor de literatura de Frank, que el ser humano adaptándose a un paisaje es la materia de la literatura.
R. Sí. Hay ciertos temas que crean en ti un tipo de conmoción. Y eso es el punto de partida de la literatura. Es lo que fue el negocio inmobiliario para mí.
P. La carrera profesional de Frank termina justo antes de la crisis inmobiliaria. Quizá no habría sido tan feliz trabajando en estos días.
R. Tiene razón, la verdad es que no había pensado en ello. La crisis inmobiliaria es algo que está sucediendo tan rápido que no podría atraparlo en un libro ahora. Las novelas son objetos conservadores. Ser un novelista es ser un conservador en cierto modo. Las novelas consisten en mirar hacia atrás. En ese sentido son conservadoras. Quieren conservar el pasado.
P. ¿Le gusta Los Soprano?
R. Sí, me encanta.
P. Al igual que en su trilogía, la acción transcurre en Nueva Jersey. Llama la atención que dos de las obras más relevantes de ficción americana de la frontera del siglo XX al XXI tengan lugar en Nueva Jersey. ¿Qué simboliza ese Estado en su imaginario colectivo?
R. Nueva Jersey tiene un potente misterio. La sabiduría popular te dice que la costa de Jersey es un lugar cutre, hortera, suburbial. Pero la experiencia de ir allí es diferente. Hay algo encantador sobre ese lugar. De entrada, está en el límite del continente. Y está muy densamente construido, de arriba abajo. Es como si algo esencialmente americano hubiera llegado al borde del continente y se hubiera instalado allí. Es un lugar esencialmente americano.
P. En Acción de
Gracias
Frank tiene 55 años y pasa, en su particular catalogación de las fases de la vida adulta, del Periodo Permanente al Siguiente Nivel. ¿En qué periodo está usted?
R. Espero que en el Siguiente Nivel. Espero que en el Nivel de la Aceptación [se ríe]. Y después no sé lo que hay. Yo, al igual que Frank, he tenido un pequeño coqueteo con la muerte este año.
P. ¿De veras?
R. Tuve una enorme operación quirúrgica en el cuello.
P. ¿Un accidente?
R. No, pensaron que tenía linfoma. Pero no lo tenía. Y tuvieron que abrirme para averiguarlo [se pasa el pulgar de lado a lado del cuello]. Me hizo prestar atención. Me hizo preguntarme: ¿me está gustando la vida lo suficiente? Porque puede que se vaya. Es lo que Frank aprende en la vida también: el hecho de que la vida es valiosa.
P. La muerte está bastante presente en
Acción de Gracias.
No sólo en la enfermedad de Frank o en el frecuente recuerdo de su hijo muerto, también hay un accidente, un entierro, una bomba, maridos muertos, disparos, un asesinato...
R. Y está el espectro del 11 de septiembre que sucederá 11 meses después. No es un símbolo de nada, es lo que hay. Es sólo el hecho de que América es una sociedad muy violenta. Cuando empecé a escribir sobre la Nueva Jersey del año 2000, cada vez que imaginaba una escena y pensaba cuál sería el sonido ambiente, siempre había un coche de policía. Es parte de la vida americana, estamos entumecidos por nuestra violencia, y por la violencia que estamos infligiendo a otros países. Así que no era yo intentando señalar algo. Era sólo el paisaje. Era yo intentando que el paisaje de Acción de Gracias pareciera lo que es.
P. Escribió la novela después del 11-S, pero decidió situar la acción 10 meses antes. ¿Demasiado pronto para afrontarlo?
R. Sí, lo era. Sólo este invierno he sido capaz de escribir de cosas que tienen que ver con el 11-S. Pretendo escribir un libro de relatos políticos. Pero cuando empecé Acción de Gracias, que debió de ser en 2002, estaba demasiado fresco el tema. Esos grandes sucesos necesitan asentarse, alejarse de la escena pública, para que una pieza de arte sobre ellos pueda resultar útil. Así que decidí situarlo antes del 11-S, pero de alguna manera su sombra está presente en el libro. Y esto es algo que captan los europeos, los americanos no. Los americanos son los seres menos políticos del mundo.
P. De alguna manera, los europeos nos acercamos a la sociedad americana, tratamos de entenderla, a través de la ficción americana que consumimos. ¿Es consciente de eso? ¿Tiene en cuenta esa, digamos, responsabilidad?
R. Sí. Soy consciente de ello porque es la forma en que yo aprendí sobre la sociedad europea. Leyendo a escritores europeos. De modo que soy consciente de esa responsabilidad. Pero también lo soy de que nadie en América va a leer mis libros en esos términos. La política, para la mayoría de los americanos, no existe en el arte imaginativo. Para los europeos, sí. Siempre han buscado en la literatura de ficción reflexiones sobre la sociedad.
P. Usted, como Frank, es demócrata.
R. Lo era. Ya no lo soy. Aunque voté por Obama. Pero no voy a ser más un demócrata. El Partido Demócrata ni siquiera es un partido, está resquebrajado.
P. ¿Se abstendrá en noviembre?
R. No, no, no. Votaré. Votaré a quien quiera que nominen los demócratas. Pero no quiero que me consideren uno de su partido. Porque si hubiera un tercer candidato que pensara que es bueno, incluso si hubiera un candidato republicano que yo creyera que es realmente bueno, algo altamente improbable, le votaría. Pero no volveré a ser un demócrata nunca jamás en la vida. Son un puñado de mentirosos, un puñado de narcisistas, están desorganizados, derrochan el dinero, son irresponsables y poco de fiar. No. Se acabó.
P. ¿Y aun así votará?
R. Votaré porque soy un ciudadano. Un ciudadano patriota.
P. Dicen que siempre va a todas partes con un cuaderno.
R. ¿Quiere que se lo enseñe? [saca un pequeño cuaderno del bolsillo de su abrigo].
P. Acumula apuntes en sus cuadernos que luego constituyen la materia prima de sus historias. ¿Qué tipo de cosas apunta estos días?
R. Pues estoy escribiendo cuentos que tienen lugar en... Odio decir esto porque en realidad no es exacto.
P. ¿Se refiere a la Nueva Orleans de después del Katrina, donde transcurre un relato suyo,
Leaving for Kenosha,
que se publicó en el
The New Yorker
en marzo?
R. Sí. Y luego he escrito otro que transcurre también en Nueva Orleans. Me interesan los efectos del desastre en las vidas de los seres humanos. Cómo los grandes desastres, como el huracán Katrina o el 11-S, finalmente se las arreglan para atravesar las vidas de los individuos, en maneras que no son las evidentes. No estoy hablando de estrés postraumático. Hablo de las pequeñas o diminutas cosas a las que sólo el arte puede llegar. Eso es lo que hace la ficción, intelectualmente. Es lo que hizo Chéjov, es lo que hace Saramago. Te enseñan las consecuencias inesperadas de las cosas. Y eso es lo que intento hacer yo.
P. Las notas de sus cuadernos, ¿cuándo se convierten en una novela y cuándo en un cuento?
R. Lo decido desde el primer momento. Supongo que está relacionado con cuánta paciencia o cuánta energía tengo. Y cuánto deseo atarme a algo.
P. En su introducción al segundo tomo de su antología del cuento americano (The new Granta book of American short story,
Granta Books, 2007) dice que el carácter fundamental de los cuentos es la audacia. ¿En qué sentido lo dice?
R. Hablo de la audacia de decir al lector: "Deja lo que estás haciendo y participa de lo que yo he hecho. Aunque no sea más que un relato breve, deja lo que estás haciendo y lee esto porque encontrarás algo que será valioso para ti el resto de tu vida". Eso es la audacia.
P. Tomó la decisión de convertirse en escritor un día de enero de 1968, el mismo día en que decidió casarse con su mujer.
R. Exactamente. Yo estudiaba Derecho en Saint Louis y Kristina estaba en Nueva York. Fue una decisión en la que intervinieron la suerte y el amor. Me robaron del coche todos mis libros de Derecho unos días antes de los exámenes. Estaba hundido. Ni se me había pasado por la cabeza abandonar la carrera de Derecho. Había trabajado duro para estar ahí. Pero me robaron todos los libros. Y entonces me pregunté si de verdad quería hacer lo que estaba haciendo. Es como si el destino me brindara una segunda oportunidad para decidir. ¿Qué otra cosa podría estar haciendo?, me pregunté. Y pensé: podría casarme con Kristina, mudarme a Nueva York, pasarlo bien e intentar ser un escritor. Fue un puñado de estrellas que se alinearon, algunas oscuras y otras brillantes. Y elegí la dirección de la estrella brillante, que era Kristina. Cuando decidimos casarnos fue como si la pista estuviera despejada para nosotros. Era algo irresistible, un momento liberador.
P. Usted es hijo único. ¿Leía mucho de niño?
R. No. No leí prácticamente nada hasta los 18 años. Soy disléxico. Así que no era un gran lector. La dislexia es una condición que causa que la transferencia de la página al cerebro y del cerebro a la página se vea, en cierta forma, interrumpida o ralentizada. Y yo tengo eso. Del cerebro a la página todavía cometo errores ortográficos, invierto letras y ese tipo de cosas, pero no tiene nada que ver con mi capacidad de razonar ni de desarrollar lógicas. Incluso creo que me ayuda a la hora de escribir. Me hace ser más cuidadoso. Pero la dislexia me afecta en que me hace ser un lector lento. Leo mucho. Leo todo el tiempo, pero soy lento. Y sé que voy a llegar al final de mi vida sin haber leído los libros que debía haber leído.
P. ¿Cómo fue su niñez en Misisipi?
R. Fue maravillosa.
P. Pero su padre murió cuando usted tenía 16 años.
R. Así es. Murió en mis brazos.
P. ¿De verdad?
R. Sí. Tuvo un ataque al corazón en su cama. Le oí jadear violentamente, buscando aire. Era de noche y me despertó. Fui corriendo a su habitación.
P. ¿Su madre no estaba allí?
R. Estaba. Pero no dormían en la misma habitación. Mi padre era un tío grande, corpulento, veinte kilos más pesado que yo. Ella fue a la habitación de mi padre, y estaba aterrorizada. Entré en la habitación y ella estaba gritando el nombre de mi padre, gritando su nombre, gritando su nombre. Y él no respondía. Sólo jadeaba, buscando aire desesperadamente. Así que me subí a su cama, apoyado en mis manos y mis rodillas. Me abalancé sobre él, puse mis labios en los suyos y traté de respirar en su boca. No sé por qué hice eso, me pareció lo adecuado. Pero él expiró mientras estaba en mis brazos. Hasta entonces, la mía había sido una niñez maravillosa. Me querían, yo les quería, nadie abandonó a nadie, nadie se emborrachaba, nadie abusaba de nadie.
P. Y cuando murió su padre usted se fue vivir con sus abuelos. El primero de su escalada de cambios de domicilio.
R. Así es. Cuando mi padre murió, mi madre cogió un empleo. Y necesitaba alguien que cuidara de mí porque me estaba convirtiendo en un chaval problemático.
P. ¿En qué sentido?
R. Robaba coches, me peleaba, hacía carreras. Robábamos coches para hacer carreras con ellos. La policía ya me había pillado alguna vez antes de morir mi padre. Ya había estado ante el juez infantil, y me habían encerrado.
P. ¿Estuvo en la cárcel?
R. Bueno, durante el tiempo que tardó mi madre en venir a buscarme. Mi madre se dio cuenta de que yo no iba a ser capaz de controlarme solo. Así que me mandó a Little Rock con sus padres, mis abuelos. Lo cual fue genial, porque eran muy permisivos. Tenían un hotel, un gran hotel como éste en el que estamos. Yo era un adolescente viviendo en un hotel. Piense en lo que es eso.
P. ¿Siguió metiéndose en líos?
R. No. Me empecé a concentrar en otras cosas [se ríe]. Las chicas empezaron a convertirse en algo mucho más interesante para mí que robar coches y hacer carreras. Había muchas chicas en el hotel. Hice muchas travesuras.
P. ¿Cuánto tiempo pasó allí?
R. Desde los 16. Y cuando fui a la universidad, en 1962, mi madre también se había ido a vivir con sus padres y ese hotel se convirtió en el único hogar de mi familia durante otros cinco años.
P. ¿El haber tenido un hotel como hogar puede tener que ver con el hecho de que ahora reparta su vida entre tantas casas? Tiene residencias en Maine, en Nueva York, en Nueva Orleans y en Montana.
R. En Montana ya no. Pero en el resto, sí. Aunque paso la mayor parte del tiempo en la costa de Maine. La casa en Nueva York es una locura. Es demasiado cara, me está haciendo pobre. Antes de que termine el año quiero venderla.
P. ¿En qué lugar en el que no haya vivido fantasea con vivir?
R. Lo pondré así: en lo que se ha convertido mi fantasía es en que, si los republicanos ganan las elecciones, nos vamos.
P. ¿En serio?
R. Ya lo creo.
P. No parece descartable que ganen.
R. Da miedo, porque los demócratas se están desmembrando. Veremos lo que pasa. Quedan siete mes. Entonces sabremos cuál es el destino de la nación.
P. ¿Le da mucho miedo que McCain sea presidente?
R. Me da más que miedo. Sería un desastre. No sólo para América. Sería un desastre para América en relación con el resto del mundo, ésa es la parte que me aterra más. Nuestra relación con aquellos países con los que tenemos todos los motivos para llevarnos bien. Y nuestra relación con el mundo musulmán. Hemos quemado nuestros puentes allí, y eso me aterra. No personalmente, no temo por mi vida. Me aterra de un modo espiritual. Las cosas que creo que mi país representa o debería representar en el espíritu humano, las está abandonando. Mi país se ha convertido en un país seudodemocrático e imperialista. Hacemos cinco enemigos por cada amigo.
P. ¿Cómo es un día normal en su vida?
R. Es una pregunta interesante, porque no pienso en mí mismo como alguien que tiene días normales. Cuando escribo un libro me aseguro de tener el trabajo hecho en primer lugar. Todo lo demás es secundario. Me siento a trabajar a las ocho de la mañana y trabajo hasta el mediodía. Y me vuelvo a sentar de dos a cinco. Eso es todo. Nunca trabajo de noche. Nunca trabajo si he bebido una copa. Esto dura unas seis semanas, y después se me acaba la gasolina y lo dejo durante un tiempo. Así que realmente no tengo una vida normal. Alterno periodos de intensidad con periodos de, digamos, sorpresa. Pero me gusta trabajar. Me encanta levantarme por la mañana, sentarme en mi escritorio y trabajar. Es la cosa más placentera del mundo. Nunca pensé que llegaría a decir esto, pero a medida que me hago mayor, ahora tengo 64 años, hay un montón de cosas que antes me distraían que ya no me distraen.
P. ¿Tiene hobbies?
R. No. Aunque practico deportes, siempre lo he hecho. Juego al squash y levanto pesas en el gimnasio. Pero no tengo hobbies. Tengo una moto, y la conduzco. Pero no es realmente un hobby, es algo que poseo y hago. Me gusta ir a cazar aves en otoño. Supongo que debería incluir eso.
P. ¿En un autor como usted pesan más sus lectores en Estados Unidos o en Europa?
R. Para ser sincero, mis lectores europeos son más importantes para mí. Siento que es un privilegio ser leído por europeos y por suramericanos, porque creo que son mejores lectores en general. Entienden el valor del arte en un escenario cultural complejo. Yo soy un americano, así que supongo que escribo para un lector americano. Pero, partiendo de lo que siento, creo que cumplo más mi objetivo con el público europeo. -
mayo, 1968 POR MARISOL GARCÍA
Los vínculos entre el rock y el movimiento estudiantil que dio pie al famoso Mayo del 68 quedaron tan magistralmente sujetos en el ensayo Lipstick traces, que es poco lo que se puede agregar a estas alturas, por mucho cuadragésimo aniversario de la revuelta francesa que se nos venga encima. El famoso libro de Greil Marcus hace un recorrido por los más minoritarios grupos de vanguardia del siglo XX, y establece, como ningún estudio lo había hecho antes, una ligazón firme entre el punk y el Situacionismo, el fugaz y brillante invento intelectual de Guy Debord que, se supone, tanto conmovió años más tarde a Malcolm McLaren.
Nuestro querido Diego A. Manrique da una nueva vuelta al activismo rockero de la época, con una estupenda nota publicada hoy en El País: Los Stones eclipsaron a los Beatles. Allí, el cronista español recuerda que, al menos hasta fines de los años '60, Mick Jagger se ocupó mucho más activamente de las protestas juveniles que Lennon o McCartney, e incluso que el propio Dylan. Con saña, la nota deja abierta la posibilidad de que haya sido puro onderismo bien calculado por el cantante, pero le concede el mérito debido a quien, justo en esa época, escribió una canción tan adecuada a la agitación callejera como "Street-fighting man". No habrá sido Joe Strummer, pero no hace mal recordar que la frivolidad extrema de los Stones siempre ha sido una caricaturización injusta.
Recomiendo de verdad el especial de Mayo del 68 en Babelia, www.elpais.com/suple/babelia/ con seguimientos similares (y no sólo en París) al cine, letras, plástica y, cómo no, política que impulsó tan inspiradora revuelta europea. Recuerdos emocionantes de parte de protagonistas y testigos de aquel (frustrado) atisbo de esperanza en torno a un nuevo orden social: "No cambies la vida, tan sólo sus instrucciones de uso".
Los vínculos entre el rock y el movimiento estudiantil que dio pie al famoso Mayo del 68 quedaron tan magistralmente sujetos en el ensayo Lipstick traces, que es poco lo que se puede agregar a estas alturas, por mucho cuadragésimo aniversario de la revuelta francesa que se nos venga encima. El famoso libro de Greil Marcus hace un recorrido por los más minoritarios grupos de vanguardia del siglo XX, y establece, como ningún estudio lo había hecho antes, una ligazón firme entre el punk y el Situacionismo, el fugaz y brillante invento intelectual de Guy Debord que, se supone, tanto conmovió años más tarde a Malcolm McLaren.
Nuestro querido Diego A. Manrique da una nueva vuelta al activismo rockero de la época, con una estupenda nota publicada hoy en El País: Los Stones eclipsaron a los Beatles. Allí, el cronista español recuerda que, al menos hasta fines de los años '60, Mick Jagger se ocupó mucho más activamente de las protestas juveniles que Lennon o McCartney, e incluso que el propio Dylan. Con saña, la nota deja abierta la posibilidad de que haya sido puro onderismo bien calculado por el cantante, pero le concede el mérito debido a quien, justo en esa época, escribió una canción tan adecuada a la agitación callejera como "Street-fighting man". No habrá sido Joe Strummer, pero no hace mal recordar que la frivolidad extrema de los Stones siempre ha sido una caricaturización injusta.
Recomiendo de verdad el especial de Mayo del 68 en Babelia, www.elpais.com/suple/babelia/ con seguimientos similares (y no sólo en París) al cine, letras, plástica y, cómo no, política que impulsó tan inspiradora revuelta europea. Recuerdos emocionantes de parte de protagonistas y testigos de aquel (frustrado) atisbo de esperanza en torno a un nuevo orden social: "No cambies la vida, tan sólo sus instrucciones de uso".
Conversiones entre las distintas unidades de almacenamiento utilizadas en computadoras, discos duros, memorias, etc.
Nombre Cantidad de bytes Equivalente
kilobyte (KB) 1024 1024 bytes
megabyte (MB) 1048576 1024 KB
gigabyte (GB) 1073741824 1024 MB
terabyte (TB) 1099511627776 1024 GB
petabyte (PB) 1125899906842624 1024 TB
exabyte (EB) 1152921504606846976 1024 PB
zettabyte (ZB) 1180591620717411303424 1024 EB
yottabyte (YB) 1208925819614629174706176 1024 ZB
Esta tabla está basada en el Sistema Internacional de unidades. Actualmente se ha propuesto otra forma de designar a las diferentes medidas por la confusión que trae aparejado este sistema.
Por ejemplo, kilobyte hace referencia "kilo", lo cual significa 1000. Por lo tanto "kilobyte" deberían ser 1000 bytes, pero en realidad 1 kilobyte son 1024 bytes. La nueva forma de designar 1024 bytes en el nuevo sistema "kibi" es kibibyte o KiB. En este caso "kibi" significa 1024. Esta nueva forma aún no está extendida.
(MB, mbyte) Unidad que sirve para medir cantidad datos informáticos.
Sirve para medir tamaño de archivos, capacidad de almacenamiento, velocidad de transferencia de datos (al agregarle una unidad de tiempo, generalmente segundos), etc.
(definición tradicional)
Un megabyte equivale exactamente a 1024 KB (kilobytes) o a 1.048.576 bytes.
1024 (MB) megabytes equivalen a 1 GB.
Para redondear se suele decir que un megabyte equivale a un millón de bytes.
Nombre Cantidad de bytes Equivalente
kilobyte (KB) 1024 1024 bytes
megabyte (MB) 1048576 1024 KB
gigabyte (GB) 1073741824 1024 MB
terabyte (TB) 1099511627776 1024 GB
petabyte (PB) 1125899906842624 1024 TB
exabyte (EB) 1152921504606846976 1024 PB
zettabyte (ZB) 1180591620717411303424 1024 EB
yottabyte (YB) 1208925819614629174706176 1024 ZB
Esta tabla está basada en el Sistema Internacional de unidades. Actualmente se ha propuesto otra forma de designar a las diferentes medidas por la confusión que trae aparejado este sistema.
Por ejemplo, kilobyte hace referencia "kilo", lo cual significa 1000. Por lo tanto "kilobyte" deberían ser 1000 bytes, pero en realidad 1 kilobyte son 1024 bytes. La nueva forma de designar 1024 bytes en el nuevo sistema "kibi" es kibibyte o KiB. En este caso "kibi" significa 1024. Esta nueva forma aún no está extendida.
(MB, mbyte) Unidad que sirve para medir cantidad datos informáticos.
Sirve para medir tamaño de archivos, capacidad de almacenamiento, velocidad de transferencia de datos (al agregarle una unidad de tiempo, generalmente segundos), etc.
(definición tradicional)
Un megabyte equivale exactamente a 1024 KB (kilobytes) o a 1.048.576 bytes.
1024 (MB) megabytes equivalen a 1 GB.
Para redondear se suele decir que un megabyte equivale a un millón de bytes.
Saturday, April 26, 2008
El Big Bang
El suceso más antiguo que puede datarse en el universo que conocemos se remonta a unos 14 mil millones de años. En este primer instante, toda la energía (y todo el espacio) del universo se encontraba concentrada en un punto, origen de una gran explosión (el Big Bang).
Durante los primeros segundos, la temperatura era de más de un billón de grados y toda la energía se hallaba en forma de radiación. Durante los primeros 10 segundos se formaron las partículas elementales y al cabo de 15 minutos se formaron núcleos de hidrógeno y helio, en proporción de cuatro a uno. Unos 10 mil años después, la temperatura había descendido a unos 100 mil grados y se formaron los primeros átomos de hidrógeno. Al cabo de unos 400 mil años, el hidrógeno empezó a condensarse en nubes (las futuras estrellas), las cuales a su vez se agrupaban en cúmulos mayores (las futuras galaxias).
Hace 11 mil millones de años, la temperatura del universo era de unos 3 mil grados, y se formaron las primeras estrellas: la gravedad hizo que los núcleos de muchas nubes de hidrógeno alcanzasen temperaturas elevadas, del orden de 15 millones de grados, lo que permitió la fusión del hidrógeno en helio, proceso que origina la emisión luminosa de las estrellas.
Cuando las estrellas agotan el hidrógeno del núcleo, son capaces de seguir generando energía fundiendo a su vez el helio en materiales más pesados. De este modo, en los núcleos de las primeras estrellas se formaron todos los elementos químicos que hoy existen en la Tierra. En las estrellas más grandes, este proceso genera cada vez más energía, hasta que llega un momento en que la gravedad no es capaz de contenerla y la estrella explota lanzando al espacio gran parte de su materia. Esto sucede a una edad diferente según la masa de cada estrella.
Las explosiones de estrellas llenaron el espacio de nuevas nubes de gas (esta vez relativamente rico en toda la gama de elementos químicos), a partir del cual se formaron nuevas estrellas, las llamadas estrellas de segunda generación, entre las cuales se encuentra el Sol.
En el universo todo se mueve. La Luna gira en torno a la Tierra; esta, alrededor del Sol. El Sol gira con la Vía Láctea. Y esta se aleja de otras galaxias en el proceso de “expansión del universo”.
El suceso más antiguo que puede datarse en el universo que conocemos se remonta a unos 14 mil millones de años. En este primer instante, toda la energía (y todo el espacio) del universo se encontraba concentrada en un punto, origen de una gran explosión (el Big Bang).
Durante los primeros segundos, la temperatura era de más de un billón de grados y toda la energía se hallaba en forma de radiación. Durante los primeros 10 segundos se formaron las partículas elementales y al cabo de 15 minutos se formaron núcleos de hidrógeno y helio, en proporción de cuatro a uno. Unos 10 mil años después, la temperatura había descendido a unos 100 mil grados y se formaron los primeros átomos de hidrógeno. Al cabo de unos 400 mil años, el hidrógeno empezó a condensarse en nubes (las futuras estrellas), las cuales a su vez se agrupaban en cúmulos mayores (las futuras galaxias).
Hace 11 mil millones de años, la temperatura del universo era de unos 3 mil grados, y se formaron las primeras estrellas: la gravedad hizo que los núcleos de muchas nubes de hidrógeno alcanzasen temperaturas elevadas, del orden de 15 millones de grados, lo que permitió la fusión del hidrógeno en helio, proceso que origina la emisión luminosa de las estrellas.
Cuando las estrellas agotan el hidrógeno del núcleo, son capaces de seguir generando energía fundiendo a su vez el helio en materiales más pesados. De este modo, en los núcleos de las primeras estrellas se formaron todos los elementos químicos que hoy existen en la Tierra. En las estrellas más grandes, este proceso genera cada vez más energía, hasta que llega un momento en que la gravedad no es capaz de contenerla y la estrella explota lanzando al espacio gran parte de su materia. Esto sucede a una edad diferente según la masa de cada estrella.
Las explosiones de estrellas llenaron el espacio de nuevas nubes de gas (esta vez relativamente rico en toda la gama de elementos químicos), a partir del cual se formaron nuevas estrellas, las llamadas estrellas de segunda generación, entre las cuales se encuentra el Sol.
En el universo todo se mueve. La Luna gira en torno a la Tierra; esta, alrededor del Sol. El Sol gira con la Vía Láctea. Y esta se aleja de otras galaxias en el proceso de “expansión del universo”.
André Malraux
1901-1976. Novelista y político francés
El verdadero combate empieza cuando uno debe luchar contra una parte de sí mismo. Pero uno sólo se convierte en un hombre cuando supera estos combates.
La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida.
La juventud es una religión a la que uno siempre acaba convirtiéndose.
La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida.
Todo hombre se parece a su dolor.
Si de veras llegásemos a poder comprender, ya no podríamos juzgar.
He aprendido que una vida no vale nada, pero también que nada vale una vida.
La tradición no se hereda se conquista.
No tarda nueve meses sino sesenta años en formarse un hombre.
1901-1976. Novelista y político francés
El verdadero combate empieza cuando uno debe luchar contra una parte de sí mismo. Pero uno sólo se convierte en un hombre cuando supera estos combates.
La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida.
La juventud es una religión a la que uno siempre acaba convirtiéndose.
La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida.
Todo hombre se parece a su dolor.
Si de veras llegásemos a poder comprender, ya no podríamos juzgar.
He aprendido que una vida no vale nada, pero también que nada vale una vida.
La tradición no se hereda se conquista.
No tarda nueve meses sino sesenta años en formarse un hombre.
SECRETOS DE CINE
“Lecciones de cine” del francés Laurent Tirard, una compilación de entrevistas que hizo, entre los años 2001 y 2002, a veintiún directores de cine de diferentes nacionalidades.
Tirard es francés, estudió cine en la Universidad de Nueva York, es crítico de cine para la revista de cine Studio.
Wong Kar Wai: “La cámara no es más que un instrumento que se utiliza para traducir lo que están viendo los ojos. Cuando llego al plató para rodar una escena determinada, siempre empiezo por el encuadre, porque tengo que conocer el espacio donde va a evolucionar la escena(…). Por regla general no ruedo demasiado material desde distintos ángulos; aunque por supuesto depende de la escena. Muy a menudo, sólo hay una manera de rodarla”.
Woody Allen: “Cuando llego al plató, no tengo ni la más mínima idea de cómo voy a rodar lo que tengo que rodar, ni tampoco he intentado a pensarlo. me gusta llegar sin ideas preconcebidas. Nunca ensayo, nunca visito el plató antes de ponerme a rodar. Llego por la mañana y, en función de cómo me sienta esa mañana y cómo me pongo en ese momento, decido lo que voy a hacer”.
David Lynch: “Todo director tiene unos cuantos trucos técnicos particulares. Por ejemplo, a mi me gusta jugar con los contrastes; me gusta utilizar objetivos que den una mayor profundidad de campo; y me gustan los primerísimos planos, como el famoso plano de la cerilla en Corazón Salvaje; pero nada de todo esto es sistemático. Sin embargo, tengo una manera particular de poner en marcha la dolly. Se consigue cargando la dolly con sacos de arena hasta que se vuelve tan pesada que parece que no va a poder moverse, se necesitan varios hombres para empujarla, y una vez que empieza, es lenta como una vieja locomotora. Sin embargo, un rato después gana tanta velocidad que los hombres que la empujaban tienen que empezar a tirar para retenerla. Resulta agotador, pero el resultado en la película es increíblemente fluido y elegante”.
Jean Luc Godard: “Encontrar dónde situar la cámara en una escena determinada es tarea difícil, en realidad no hay reglas, no hay principios en los que te puedas basar. Sin embargo, una cosa de la que me he dado cuenta es que si realmente no sé donde poner la cámara, eso significa que algo va mal: la escena no es buena, la posición de los actores no es buena, el diálogo no funciona… Actúa como una especie de alarma, un mecanismo de advertencia”.
Bernardo Bertolucci: “la cámara está muy presente en mis películas; de hecho, en ocasiones está demasiado presente, pero no puedo controlarlo. Estoy verdaderamente obsesionado por el cuerpo y, sobre todo, por el ojo de la cámara. Es lo que gobierna mi dirección, en el sentido de que se está moviendo todo el rato. La cámara entra y sale de la escena como un personaje invisible de la trama. Creo que esto se explica por un deseo de entablar una relación sensual con los personajes, con la esperanza de que esto se transforme después en una relación sensual entre los personajes”.
“Lecciones de cine” del francés Laurent Tirard, una compilación de entrevistas que hizo, entre los años 2001 y 2002, a veintiún directores de cine de diferentes nacionalidades.
Tirard es francés, estudió cine en la Universidad de Nueva York, es crítico de cine para la revista de cine Studio.
Wong Kar Wai: “La cámara no es más que un instrumento que se utiliza para traducir lo que están viendo los ojos. Cuando llego al plató para rodar una escena determinada, siempre empiezo por el encuadre, porque tengo que conocer el espacio donde va a evolucionar la escena(…). Por regla general no ruedo demasiado material desde distintos ángulos; aunque por supuesto depende de la escena. Muy a menudo, sólo hay una manera de rodarla”.
Woody Allen: “Cuando llego al plató, no tengo ni la más mínima idea de cómo voy a rodar lo que tengo que rodar, ni tampoco he intentado a pensarlo. me gusta llegar sin ideas preconcebidas. Nunca ensayo, nunca visito el plató antes de ponerme a rodar. Llego por la mañana y, en función de cómo me sienta esa mañana y cómo me pongo en ese momento, decido lo que voy a hacer”.
David Lynch: “Todo director tiene unos cuantos trucos técnicos particulares. Por ejemplo, a mi me gusta jugar con los contrastes; me gusta utilizar objetivos que den una mayor profundidad de campo; y me gustan los primerísimos planos, como el famoso plano de la cerilla en Corazón Salvaje; pero nada de todo esto es sistemático. Sin embargo, tengo una manera particular de poner en marcha la dolly. Se consigue cargando la dolly con sacos de arena hasta que se vuelve tan pesada que parece que no va a poder moverse, se necesitan varios hombres para empujarla, y una vez que empieza, es lenta como una vieja locomotora. Sin embargo, un rato después gana tanta velocidad que los hombres que la empujaban tienen que empezar a tirar para retenerla. Resulta agotador, pero el resultado en la película es increíblemente fluido y elegante”.
Jean Luc Godard: “Encontrar dónde situar la cámara en una escena determinada es tarea difícil, en realidad no hay reglas, no hay principios en los que te puedas basar. Sin embargo, una cosa de la que me he dado cuenta es que si realmente no sé donde poner la cámara, eso significa que algo va mal: la escena no es buena, la posición de los actores no es buena, el diálogo no funciona… Actúa como una especie de alarma, un mecanismo de advertencia”.
Bernardo Bertolucci: “la cámara está muy presente en mis películas; de hecho, en ocasiones está demasiado presente, pero no puedo controlarlo. Estoy verdaderamente obsesionado por el cuerpo y, sobre todo, por el ojo de la cámara. Es lo que gobierna mi dirección, en el sentido de que se está moviendo todo el rato. La cámara entra y sale de la escena como un personaje invisible de la trama. Creo que esto se explica por un deseo de entablar una relación sensual con los personajes, con la esperanza de que esto se transforme después en una relación sensual entre los personajes”.
Keep’it rolling Los 60’s gringos no sólo fueron excesos sicotrópicos, lucha por los derechos civiles y mucho rock & roll. También vieron nacer a la revista Rolling Stone, y con ella, una nueva forma de hacer periodismo: el periodismo gonzo.
Por Daniela Herrera www.zona.cl
Pánico y locura.
Lo que hay que saber del padre del periodismo "gonzo"
Piedras rodantes
Pocas publicaciones pueden jactarse de ser un semillero de talentos. Rolling Stonees una de ellas. Una revista que nació del under, y que en el paso a transformarse en lo que es ahora, acogió a reporteros que inventaron nuevas formas de hacer periodismo.
En un tiempo en que todo parecía ser rockero, Rolling Stone fue el barómetro. En su primera editorial, Jann Wenner, su creador, determinó que R.S no solo se preocuparía de la música, que temas sociales y políticos también cabrían dentro sus páginas: así nacieron artículos sobre los efectos del LSD y la izquierda juvenil o el destape de las fallas de seguridad en plantas nucleares, todo escrito como con un riff de guitarra eléctrica.
A pesar de apadrinar corrientes periodísticas que nacieron dentro de su propia redacción, y que se expandieron hacia el resto del mundo, con el tiempo R.S vio decaer su antes incuestionable influencia musical. Ahora sus entrevistados preferían llegar a MTV y aparecer en la portada de la R.S ya no era tan complicado: durante los 90’s, hasta las Spice Girls lo lograron. La evolución musical de la revista se podría comparar con sus casi tocayos The Rolling Stones;ayer chicos lindos y rebeldes, hoy viejos con onda que son nombrados Sir por la reina de Inglaterra. Lo que sí los ha mantenido por sobre el resto de las revistas musicales, es la calidad de sus reportajes políticos.
Hace una semana salió la Rolling Stone versión criolla, por segunda vez: se supone que ahora sí que sí tendra mucho contenido nacional y no el de la Rolling versión argentina que ocupaban antes.
En esta edición llevan en portada a los Chancho en Piedra, y reportajes sobre embarazo adolescente y calentamiento global. Acá, revisamos a cuatro representantes de ese pasado glorioso que parece estar perdido, versión gringa.
Bang, Bang, Bang.
“Uno de los primeros errores de los artistas es pretender que esto es en serio”, Lester Bangs.
A las pocas semanas de dar su última entrevista,Lester Bangs fue encontrado muerto en su departamento. El último afortunado que estuvo con él fue un tipo de 17 años llamado Jim DeRogatis, un fan del rock, pero por sobre todo, fan de Bangs. Todo partió como el típico ensayo para la clase de periodismo en alguna high school gringa y terminó como un libro llamado Let it Blurt (2000), que cuenta la vida y obra del critico de rock más grande del mundo.
Nacido en California e hijo de una testigo de Jehová, Lester Bangs llegó a Rolling Stone mediante un aviso y comenzó su carrera haciendo una crítica negativa de la banda MC5,precursores del punk en Estados Unidos, y su disco Kick out the Jams (1969). Hasta que a causa de su pluma corrosiva, fue despedido por faltarle el respeto a los músicos. Pero siempre estaban Creem,Penthouse, New Musical Expressy The Village Voicepara recibir sus textos llenos de referencias personales que lo hicieron merecedor del título de un gurú musical. Uno que como vemos en Almost Famous, da consejos útiles para la vida, habla a garabatos, es más honesto que un borracho y se tira frases para el bronce tipo “el estilo es originalidad; la moda, fascismo. Las dos serán eternamente opuestas”
Durante el tiempo en que la Rolling Stone aun era considerada underground, Lester Bangs hizo la mayor parte de su trabajo, y hasta se daba el lujo de inventar entrevistas para bandas que él consideraba muy aburridas y que según él, no tenían nada que decir. Los lectores lo idolatraban, los chicos querían ser como él, las bandas querían ser sus amigos, y las chicas querían una cita.
El culto a Bangs se descifra por un elemento ineludible; él estaba ahí. Según muchos críticos contempóraneos, Bangs era uno de los pocos que te hacía tener ganas de correr a escuchar el disco o la tocata que reseñaba. Veía a las bandas, las escuchaba, las conocía, la sentía. Un bonzo, un gonzo, como sea que se llame. Eso era Bangs. Un tipo que hizo del rock su mayor pasión y escribía desde la tocata misma. Uno que en sus críticas traspasaba el sudor, el ruido y la adrenalina de escuchar rock and roll sintiendo el bajo y la batería retumbar en el pecho.
El cazador oculto
“Nunca nada es lo suficientemente raro para mí”, Hunter S. Thompson.
En las escuelas de periodismo se utilizan variados clichés. Uno de ellos reza que no hay nada peor que el periodista dentro de la noticia. Claramente, Hunter S. Thompsonse reiría de aquello, y con hechos, demostraría que para contar bien una historia a veces es necesario ponerse dentro del relato.
Thompson era una bandera roja de alarma, la úlcera en la sociedad, una advertencia ruidosa. Buscó el sueño americano, y mientras más retorcido este se volvió, mas retorcidos se fueron haciendo sus relatos. “América, una nación de doscientos millones de vendedores de autos usados sin asco a matar a cualquier extranjero que los haga sentir incómodos”, escribió.
El llamado padre del periodismo Gonzo- palabra que viene del italiano gonzagas: absurdo-, forma totalmente subjetiva de escribir una historia, comenzó su carrera en pequeñas publicaciones. De las grandes fue despedido por destruir el auto de su editor e insultar a un auspiciador, después de pasar por el ejército, una revista sobre bowling en Puerto Rico y una adolescencia llena de arrestos y mala conducta. Y eso fue claramente lo que distinguió a Hunter de los periodistas que cubrían historias desde el campo de batalla, eso fue lo que terminó convirtiéndolo en un héroe viviente: debatirse siempre entre ser periodista y personaje.
El escritor Tom Wolfe,quien utilizó mucho del material de Thompson para su libro The Electric Kool-Aid Acid Test (67), resumió sus pocos encuentros como grandes eventos: “uno no almorzaba ni cenaba con Hunter. Con él, uno asistía a un evento a la hora de comer”, dijo después de que Thompson hiciera sonar una estruendosa bocina de barco en medio de un restaurante, para así poder vaciarlo de gente.
Una de sus historias más conocidas, la que lo puso en la palestra, fue publicada en 1966. The Hell’s Angels, a strange and horrible saga, la historia de un grupo de motoristas californianos que fueron contratados por la banda de Mick Jagger como guardaespaldas, y que terminaron matando con tacos de pool a un fan en un festival. Thompson vivió con ellos durante un año hasta que los motoristas consideraron que los estaba usando y le quebraron la nariz por traidor.
En la revista Rolling Stone, donde comenzó a gestarse la historia de “Pánico y Locura en Las Vegas” (que dio vida a la película homónima de 1998, donde Johnny Depp interpretaba a Hunter), Thompson escribió sobre política y deportes. Y siguió entregando sus textos en el límite de tiempo, costumbre que dio vida al periodismo gonzo durante sus primeros años: Hunter faxeaba sus notas en servilletas y hojas sueltas a la redacción, lo que hacía imposible el trabajo de editores, quienes finalmente terminaban publicando sus historias tal como venían. Cero censura, pura adrenalina en palabras. Con Hunter Thompson, no se aplica el “tendrías que haber estado ahí para sentirlo”, se siente apenas se lee.
El fan
Cameron Crowe siempre se define como un fan. En cada entrevista, película o texto, su condición de fan sale a relucir por sobre todo. Tal como en Casi Famosos, su película autobiográfica, donde William, un chico de 15 años, sigue los pasos de Stillwater, una banda ficticia que comienza su carrera. La verdad del asunto no fue tan distinta; la experiencia en que Crowe basó la película fue la propia: cuando con sólo 16 años, siguió a Led Zepellin en 1975 y escribió un artículo de portada para la Rolling Stone. Su historia es la de un chico un poco perno que logró infiltrarse en las grandes ligas de la gente cool, pero solo para mirar y escribir sobre ellos. Jamás para pertenecer.
Eventualmente Crowe se convirtió en editor de R.S. Con el tiempo se volvió hacia el cine y logró lo que unos pocos afortunados logran; mezclar pasiones y obsesiones y que te paguen por eso. Música y cine en un solo lugar. Nadie podría decir que las cintas de Crowe tienen una banda sonora poco pensada. De hecho es lo mejor de su última película, Elizabethtown, y sin la memorable escena de un bus completo cantando Tiny Dancer de Elton John, Casi Famosos perdería gran parte de su espíritu.
Para Crowe, una de las cosas más importantes de la vida es seguir siendo fan igual como se es en la adolescencia. Tal como dice uno de los personajes en Casi Famosos, “pocos saben lo que es realmente amar una pieza de música de tal manera que llega a doler”. Crowe apunta a un sentimiento que él llama felicidad triste o tristeza feliz, que es lo que ocurre cuando nos sentimos plenamente identificados con algo. Una sensación de querer apoderarse de las letras de una canción, de ver tanto una película que se transforma en una parte indivisible de nuestras vidas.
La chica sin flickr
Annie Leibovitznació en 1949 y a los 31 años se hizo mundialmente conocida por fotografiar a John Lennon solo horas antes de que Mark Chapman lo asesinara afuera de su departamento en 1980. Años más tarde haría noticia por dar a luz a los 52 años y ser pareja por años de Susan Sontag, una de las intelectuales más brillantes del mundo.
Pero lo de Leibovitz, quien comenzó su carrera en las primeras ediciones de la revista Rolling Stone, venía de mucho antes. Una mujer que se hizo durante el camino, una de las fotógrafas más respetadas no solo dentro del mundo de la música sino que en el ámbito de la política y la cultura estadounidense.
Conocida por tomar más de 200 fotografías en una sola pose de sus retratados, casi siempre personajes famosísimos, Leibovitz, presentó su book de trabajos a Jann Wenner en 1970 y al poco tiempo se convirtió en editora fotográfica de RS, donde se fue de gira con los Rolling Stones por varios meses. Su talento para sacar características a veces ocultas de sus retratados y descontextualizarlos le valió ser la unica mujer en exponer en el prestigioso National Portrait Gallery of Smithsonian Institute.
Sus retratos se convierten en recuerdos inmediatos: Whoopie Goldberg sumergida en una tina llena de leche, David Byrne con una chaqueta completamente hecha de hojas, Demi Moore demasiado embarazada o Hillary Clinton desde el balcón de la Casa Blanca, luciendo más inteligente que Bill. Todas imágenes que hemos visto en algún lado y se han quedado pegadas en nuestro inconsciente.
Por Daniela Herrera www.zona.cl
Pánico y locura.
Lo que hay que saber del padre del periodismo "gonzo"
Piedras rodantes
Pocas publicaciones pueden jactarse de ser un semillero de talentos. Rolling Stonees una de ellas. Una revista que nació del under, y que en el paso a transformarse en lo que es ahora, acogió a reporteros que inventaron nuevas formas de hacer periodismo.
En un tiempo en que todo parecía ser rockero, Rolling Stone fue el barómetro. En su primera editorial, Jann Wenner, su creador, determinó que R.S no solo se preocuparía de la música, que temas sociales y políticos también cabrían dentro sus páginas: así nacieron artículos sobre los efectos del LSD y la izquierda juvenil o el destape de las fallas de seguridad en plantas nucleares, todo escrito como con un riff de guitarra eléctrica.
A pesar de apadrinar corrientes periodísticas que nacieron dentro de su propia redacción, y que se expandieron hacia el resto del mundo, con el tiempo R.S vio decaer su antes incuestionable influencia musical. Ahora sus entrevistados preferían llegar a MTV y aparecer en la portada de la R.S ya no era tan complicado: durante los 90’s, hasta las Spice Girls lo lograron. La evolución musical de la revista se podría comparar con sus casi tocayos The Rolling Stones;ayer chicos lindos y rebeldes, hoy viejos con onda que son nombrados Sir por la reina de Inglaterra. Lo que sí los ha mantenido por sobre el resto de las revistas musicales, es la calidad de sus reportajes políticos.
Hace una semana salió la Rolling Stone versión criolla, por segunda vez: se supone que ahora sí que sí tendra mucho contenido nacional y no el de la Rolling versión argentina que ocupaban antes.
En esta edición llevan en portada a los Chancho en Piedra, y reportajes sobre embarazo adolescente y calentamiento global. Acá, revisamos a cuatro representantes de ese pasado glorioso que parece estar perdido, versión gringa.
Bang, Bang, Bang.
“Uno de los primeros errores de los artistas es pretender que esto es en serio”, Lester Bangs.
A las pocas semanas de dar su última entrevista,Lester Bangs fue encontrado muerto en su departamento. El último afortunado que estuvo con él fue un tipo de 17 años llamado Jim DeRogatis, un fan del rock, pero por sobre todo, fan de Bangs. Todo partió como el típico ensayo para la clase de periodismo en alguna high school gringa y terminó como un libro llamado Let it Blurt (2000), que cuenta la vida y obra del critico de rock más grande del mundo.
Nacido en California e hijo de una testigo de Jehová, Lester Bangs llegó a Rolling Stone mediante un aviso y comenzó su carrera haciendo una crítica negativa de la banda MC5,precursores del punk en Estados Unidos, y su disco Kick out the Jams (1969). Hasta que a causa de su pluma corrosiva, fue despedido por faltarle el respeto a los músicos. Pero siempre estaban Creem,Penthouse, New Musical Expressy The Village Voicepara recibir sus textos llenos de referencias personales que lo hicieron merecedor del título de un gurú musical. Uno que como vemos en Almost Famous, da consejos útiles para la vida, habla a garabatos, es más honesto que un borracho y se tira frases para el bronce tipo “el estilo es originalidad; la moda, fascismo. Las dos serán eternamente opuestas”
Durante el tiempo en que la Rolling Stone aun era considerada underground, Lester Bangs hizo la mayor parte de su trabajo, y hasta se daba el lujo de inventar entrevistas para bandas que él consideraba muy aburridas y que según él, no tenían nada que decir. Los lectores lo idolatraban, los chicos querían ser como él, las bandas querían ser sus amigos, y las chicas querían una cita.
El culto a Bangs se descifra por un elemento ineludible; él estaba ahí. Según muchos críticos contempóraneos, Bangs era uno de los pocos que te hacía tener ganas de correr a escuchar el disco o la tocata que reseñaba. Veía a las bandas, las escuchaba, las conocía, la sentía. Un bonzo, un gonzo, como sea que se llame. Eso era Bangs. Un tipo que hizo del rock su mayor pasión y escribía desde la tocata misma. Uno que en sus críticas traspasaba el sudor, el ruido y la adrenalina de escuchar rock and roll sintiendo el bajo y la batería retumbar en el pecho.
El cazador oculto
“Nunca nada es lo suficientemente raro para mí”, Hunter S. Thompson.
En las escuelas de periodismo se utilizan variados clichés. Uno de ellos reza que no hay nada peor que el periodista dentro de la noticia. Claramente, Hunter S. Thompsonse reiría de aquello, y con hechos, demostraría que para contar bien una historia a veces es necesario ponerse dentro del relato.
Thompson era una bandera roja de alarma, la úlcera en la sociedad, una advertencia ruidosa. Buscó el sueño americano, y mientras más retorcido este se volvió, mas retorcidos se fueron haciendo sus relatos. “América, una nación de doscientos millones de vendedores de autos usados sin asco a matar a cualquier extranjero que los haga sentir incómodos”, escribió.
El llamado padre del periodismo Gonzo- palabra que viene del italiano gonzagas: absurdo-, forma totalmente subjetiva de escribir una historia, comenzó su carrera en pequeñas publicaciones. De las grandes fue despedido por destruir el auto de su editor e insultar a un auspiciador, después de pasar por el ejército, una revista sobre bowling en Puerto Rico y una adolescencia llena de arrestos y mala conducta. Y eso fue claramente lo que distinguió a Hunter de los periodistas que cubrían historias desde el campo de batalla, eso fue lo que terminó convirtiéndolo en un héroe viviente: debatirse siempre entre ser periodista y personaje.
El escritor Tom Wolfe,quien utilizó mucho del material de Thompson para su libro The Electric Kool-Aid Acid Test (67), resumió sus pocos encuentros como grandes eventos: “uno no almorzaba ni cenaba con Hunter. Con él, uno asistía a un evento a la hora de comer”, dijo después de que Thompson hiciera sonar una estruendosa bocina de barco en medio de un restaurante, para así poder vaciarlo de gente.
Una de sus historias más conocidas, la que lo puso en la palestra, fue publicada en 1966. The Hell’s Angels, a strange and horrible saga, la historia de un grupo de motoristas californianos que fueron contratados por la banda de Mick Jagger como guardaespaldas, y que terminaron matando con tacos de pool a un fan en un festival. Thompson vivió con ellos durante un año hasta que los motoristas consideraron que los estaba usando y le quebraron la nariz por traidor.
En la revista Rolling Stone, donde comenzó a gestarse la historia de “Pánico y Locura en Las Vegas” (que dio vida a la película homónima de 1998, donde Johnny Depp interpretaba a Hunter), Thompson escribió sobre política y deportes. Y siguió entregando sus textos en el límite de tiempo, costumbre que dio vida al periodismo gonzo durante sus primeros años: Hunter faxeaba sus notas en servilletas y hojas sueltas a la redacción, lo que hacía imposible el trabajo de editores, quienes finalmente terminaban publicando sus historias tal como venían. Cero censura, pura adrenalina en palabras. Con Hunter Thompson, no se aplica el “tendrías que haber estado ahí para sentirlo”, se siente apenas se lee.
El fan
Cameron Crowe siempre se define como un fan. En cada entrevista, película o texto, su condición de fan sale a relucir por sobre todo. Tal como en Casi Famosos, su película autobiográfica, donde William, un chico de 15 años, sigue los pasos de Stillwater, una banda ficticia que comienza su carrera. La verdad del asunto no fue tan distinta; la experiencia en que Crowe basó la película fue la propia: cuando con sólo 16 años, siguió a Led Zepellin en 1975 y escribió un artículo de portada para la Rolling Stone. Su historia es la de un chico un poco perno que logró infiltrarse en las grandes ligas de la gente cool, pero solo para mirar y escribir sobre ellos. Jamás para pertenecer.
Eventualmente Crowe se convirtió en editor de R.S. Con el tiempo se volvió hacia el cine y logró lo que unos pocos afortunados logran; mezclar pasiones y obsesiones y que te paguen por eso. Música y cine en un solo lugar. Nadie podría decir que las cintas de Crowe tienen una banda sonora poco pensada. De hecho es lo mejor de su última película, Elizabethtown, y sin la memorable escena de un bus completo cantando Tiny Dancer de Elton John, Casi Famosos perdería gran parte de su espíritu.
Para Crowe, una de las cosas más importantes de la vida es seguir siendo fan igual como se es en la adolescencia. Tal como dice uno de los personajes en Casi Famosos, “pocos saben lo que es realmente amar una pieza de música de tal manera que llega a doler”. Crowe apunta a un sentimiento que él llama felicidad triste o tristeza feliz, que es lo que ocurre cuando nos sentimos plenamente identificados con algo. Una sensación de querer apoderarse de las letras de una canción, de ver tanto una película que se transforma en una parte indivisible de nuestras vidas.
La chica sin flickr
Annie Leibovitznació en 1949 y a los 31 años se hizo mundialmente conocida por fotografiar a John Lennon solo horas antes de que Mark Chapman lo asesinara afuera de su departamento en 1980. Años más tarde haría noticia por dar a luz a los 52 años y ser pareja por años de Susan Sontag, una de las intelectuales más brillantes del mundo.
Pero lo de Leibovitz, quien comenzó su carrera en las primeras ediciones de la revista Rolling Stone, venía de mucho antes. Una mujer que se hizo durante el camino, una de las fotógrafas más respetadas no solo dentro del mundo de la música sino que en el ámbito de la política y la cultura estadounidense.
Conocida por tomar más de 200 fotografías en una sola pose de sus retratados, casi siempre personajes famosísimos, Leibovitz, presentó su book de trabajos a Jann Wenner en 1970 y al poco tiempo se convirtió en editora fotográfica de RS, donde se fue de gira con los Rolling Stones por varios meses. Su talento para sacar características a veces ocultas de sus retratados y descontextualizarlos le valió ser la unica mujer en exponer en el prestigioso National Portrait Gallery of Smithsonian Institute.
Sus retratos se convierten en recuerdos inmediatos: Whoopie Goldberg sumergida en una tina llena de leche, David Byrne con una chaqueta completamente hecha de hojas, Demi Moore demasiado embarazada o Hillary Clinton desde el balcón de la Casa Blanca, luciendo más inteligente que Bill. Todas imágenes que hemos visto en algún lado y se han quedado pegadas en nuestro inconsciente.
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