Monday, December 03, 2007

Bolaño antes de Bolaño
por Antonio Díaz Oliva

Te mostramos el diario del poeta Jaime Quezada sobre los años que pasó en casa de Bolaño en México. 1971-72 en este review.

Entonces el joven Roberto Bolaño sale disparado de la cocina de su casa ubicada en la colonia Guadalupe Tepeyac, Ciudad de México. Llega al living y le sube el volumen al máximo de su equipo Telefunken. Suena The Who con Pictures of Lily y la imagen que sigue es Bolaño moviéndose, haciendo air gitar y tarareando. La canción termina y le pregunta Jaime Quezada, amigo de los padres de Bolaño y que estaba leyendo en el living, si conoce a los Who. Quezada dice que no, que sólo a los Beatles y los Rolling Stones con suerte. Ahí Bolaño, algo excitado, le cuenta de qué va la letra:

“Esta canción es como mi retrato, su letra, su historia que cuenta. Fíjate que se trata de un muchacho que se pasa casi toda la noche sin poder dormir, y en un momento le dice a su padre: Papá, no puedo dormirme. El papá se acuerda de una vieja fotografía guardada en su escritorio. Busca la fotografía y se la pasa. La fotografía representa la imagen porno de una mujer desnuda. El muchacho mira varias veces la sugerente fotografía. Se excita. Se masturba. Y luego se duerme felicísimo. Al día siguiente le dice al papá: Papá preséntame a la muchacha esa de la fotografía. Y el papá le responde: ¡Fíjate que se murió hace como cuarenta años! Y ahí termina la historia de este rock. ¡Bonita historia de canción, y verdadera!”.



Bolaño antes de Bolaño: diario de una residencia en México, corresponde a los dos años que el poeta chileno Jaime Quezada vivió en la casa de los Bolaño-Ávalos. 1971 y 72, época clave en la formación del joven escritor: ya había abandonado el colegio y, al pie de su dieta literaria, se encerraba a leer hasta que le dolieran los ojos. “… (De Kafka a Elliot, de Proust a Joyce, de Borges a Paz, de Cortázar a García Márquez), y fumando y fumando, enojado siempre contra sí mismo o contra el otro o contra el mundo (…), que no salía de su habitación-sala-comedor sino para ir al retrete o comentar en voz alta, tirándose los pelos de su amplia cabellera, algún pasaje del libro que estaba leyendo”, se apunta en la solapa trasera del libro.

Bolaño antes de Bolaño es un paso más para los lectores ya avecindados por las tierras bolañísticas y que desean complementar la imagen del escritor vagabundo que Bolaño construyó tanto en su obra como en entrevistas. Porque para muchos, a sólo cuatro años de su muerte, la imagen del escritor chileno-mexicano-español a estas alturas parece una animita o un mausoleo de peregrinación. Y sí, entonces este libro viene a ser una de las tantas velas o flores o placas conmemorativas que se le pone alrededor. Un libro que ayuda a confirmar o desmentir algunos mitos, ya que lo de Bolaño, como buen detective, siempre fue despistar al lector.

Bolaño antes de Bolaño es una invitación a la curiosidad, en donde lo rescatable son un puñado de escenas que tímidamente anuncian sobre los devenires del autor de 2666.

Escenas como las que siguen: Bolaño acompañando a Jaime Quezada a una conferencia de Octavio Paz, donde el joven escritor se dormirá en medio del acto (al igual que García Madero, el personaje de Los Detectives Salvajes, quien con los realistas viscerales cataloga a Paz como su gran enemigo). O la vez en que a pocos días de saber quién ganará el Nobel, todos juegan a adivinar qué escritor latinoamericano podría ganar el premio. Jaime Quezada, como buen artista chileno comprometido con las causas de izquierda, apuesta por Pablo Neruda. En tanto Bolaño, quien de político tenía más bien poco, le asegura que será J.L Borges.

Y, tal vez la mejor de todas las imágenes, una que ocurre en una plaza mexicana, donde unos niños juegan al paco y al ladrón. Ahí Bolaño le pregunta a Jaime Quezada sobre qué personaje prefiere:

-Y a ti, Jaime, ¿qué te gustaría ser: el paco o el ladrón?
-¿En el juego, o en la vida?, le respondo, a su vez.
-Y Roberto: ¡En este juego, pues, hombre!
-¡El ladrón!, le digo. ¡Y para arrancar del paco!
-Y Roberto: ¿Yo?, un detective… ¡para pillar al paco y al ladrón!

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