Thursday, December 13, 2007

"En el debate sobre el lucro hay prejuicios ideológicos"
Entrevista a Carlos Peña en THE CLINIC

Peña no le gusta nada a los conservadores chilenos. La última demostración la tuvo a raíz de la columna sobre el cardenal Ángelo Sondano que publicó en el Mercurio y que recibió una dura respuesta de monseñor Javier Errázuriz y de empresarios como Roberto Angelini, Guillermo Luksic, Eliodoro Matte. Le decían, en buenas cuentas, que con Sodano y la Iglesia no se metiera. Pero Peña se mete. Piensa que Chile está viviendo un gran cambio cultural y que su tarea como intelectual es meterse en esas zonas de poder. Aquí, ahonda en el “incidente Sondano” y en el reciente acuerdo educacional para lograr que la cuna no pese tanto en el destino de los jovenes pobres. “No sacamos nada con hacer rimbombantes declaraciones sino se pone el dinero que se necesita”, dice.



Tras la columna sobre Sodano el Cardenal Errázuriz le escribió una carta... No es frecuente eso...
-Bueno, eso habla bien del Cardenal... que haya perdido la paciencia y firmado una carta como la suya y se haya expuesto a la respuesta que le di...
También le escribió un grupo de empresarios... calculo que en esa carta había un porcentaje importante del PIB de Chile. ¿Cómo se lleva con los sectores conservadores?
-No tengo problemas personales con nadie. Discrepancias ideológicas severas tengo con mucha gente y las voy a seguir teniendo. Eso forma parte del trabajo intelectual y no pierdo el sueño por eso. Yo creo que en Chile estamos viviendo un momento de cambios culturales y el deber de los que hacen una tarea intelectual es contribuir a que esos cambios se produzcan. Ahora hubo algo que me sorprendió en el “incidente Sodano”: el tono de las cartas dan cuenta de un viejo rencor. No me escribían por la columna de Sodano. Esa columna, creo yo, fue la gota que colmó el vaso. Es decir, no entiendo porqué empresarios eficientes y exitosos (y algunos dependientes de esos empresarios), sienten que pueden trazar los límites del debate intelectual. Eso me provocó sorpresa y risa... La pretensión de que porque se es exitoso en los negocios se tiene autoridad para determinar qué puede ser discutido...
Bueno, eso siempre ha sido así. Lo extraño es que después de esa carta usted pueda seguir escribiendo en El Mercurio.
-Eso habla muy bien de El Mercurio y particularmente de su director, con quien no he tocado este incidente. Seguro habrá gente en El Mercurio que se sienta irritada con mis opiniones y no dejarse llevar por esas irritaciones es una muestra de respeto por las ideas que me parece encomiable. Creo que ese es el punto central en este tema. Yo no discuto el derecho de esos empresarios a firmar una carta. Lo que me pareció inaceptable es la pretensión de que hay personas y debates dotados de respetabilidad y otros que no lo están. Mire, es probable que en mi vida personal sea tan conservador como el que más. Pero me diferencio de ellos por el tipo de autonomía que estoy dispuesto a garantizarle a los demás.
Dice usted que estamos viviendo grandes cambios culturales. ¿Cuales son los más importantes para usted?
-El fenómeno más notable en las últimas dos décadas es el gigantesco cambio en las condiciones materiales en la vida de los chilenos. No sólo en materia de acceso a la educación y vivienda sino en consumo en general. Consumir se relaciona con la autoimagen de la gente, con su capacidad de diferenciarse o igualarse a otro, es decir, induce cambios en la esfera cultural. Pensemos en los que han salido de la extrema pobreza y que se han incorporado a las gigantescas mayorías aspiracionales que pueblan nuestro país. La experiencia más formidable que están viviendo es el surgimiento de la autonomía, es decir, la convicción de que la vida personal es una cuestión que está entregada a la decisión de quien la vieve. Que a la hora de usar mi cuerpo, de vivir la sexualidad, de escoger el Dios en quien voy a poner mis esperanzas o mis miedos, nuestra sociedad está transitando hacia el reconocimiento de que esas preguntas deben ser resueltas por cada individuo. El gran problema de nuestro país es que los sectores más tradicionales tienden a contener esa experiencia de autonomía de múltiples formas, desde temores apocalípticos a manipulaciones en la esfera de la cultura o en la esfera pública.
¿No le parece apocaliptico el caso “Buena Naty”?
-Para nada. Sexualidad juvenil ha habido siempre y estigmatizar a los jóvenes que tienen sexo como si fueran rarezas es un acto de hipocresía. No hay que ser especialista para saber que el deseo encabrita a los adolescentes. Esta idea de que el mundo se está viniendo abajo, que la podredumbre moral está siendo presa de él, no tiene ningún respaldo en la evidencia. Esta época es tan desordenada, deseosa, lujuriosa como cualquier otra. Y creo que la experiencia de la sexualidad, como la viven hoy los jóvenes, con más información, con más autonomía, sin la vergüenza del pecado, puede ser bastante más sana. Si el gran problema que tiene este tipo de conductas, -por lo menos como yo se los explico a mis hijos- es que el deseo sin contención, puede dejar de ser deseo.
Vaya, entonces la moral puede ser un acicate sexual...
-Bueno, Lacan enseña que el deseo se erige sobre la prohibición.

COMERCIANTES, ALCALDES Y CURAS

Para muchos concertacionistas el acuerdo que se consiguió para reformar la educación es insuficiente. Carlos Montes habló de “una reforma en la medida de lo posible”. ¿Qué le parece a usted?
-Creo que los cambios fundamentales que se necesitan, aún no se discuten. Estamos recién en el marco regulatorio que permita orientar el trabajo de algunos de los 10 mil centros educativos que hay en Chile. Pero tenemos pendiente, por ejemplo, el gran problema de la mala formación de profesores. También hay que discutir el monto de la subvención que entrega el Estado. No sacamos nada con hacer rimbombantes declaraciones sino se pone el dinero que se necesita. Subir 20 o 40 mil pesos por niño no cambia nada. Hay que dar un salto cualitativo. En la educación recién estamos mirando los aspectos más llamativos que no son siempre los más decisivos a la hora de distribuir igualdad de oportunidades.
¿Piensa que el sistema educacional actual es un fracaso?
-Aunque suene paradójico, no. Pienso que hemos conseguido un gigantesco logro al poner a todos los niños y los jóvenes en la escuela. Chile demoró casi 150 años en dar cobertura completa a los niños de básica. Y en 1973, que es el año de mayor expansión de las demandas populares, de cada diez jóvenes chilenos, seis no iban a la secundaria. Históricamente el sistema escolar ha perseguido un ideal democrático, incluyente, meritocrático, pero sólo ha logrado atender a una minoría. Recién ahora, después de casi dos décadas de gobiernos de la Concertación, podemos atender a todos los jóvenes del país. Y eso hay que mirarlo desde el punto de vista de los miles de padres que tienen escolaridad incompleta y cuyos hijos pueden terminar la secundaria y tener expectativas de ir a alguna institución de educación superiror. Prácticamente el 40 por ciento de los jóvenes entre 18 y 24 años están en la universidad o en algún instituto. Son casi 700 mil estudiantes y de ellos el 70 por ciento son hijos de padres que no alcanzaron ese nivel de educación. Eso es un salto extraordinario. Piense en lo que eso va a significar más adelante desde el punto de vista cultural, del surgimiento de audiencias lectoras, de personas que han visto que su vida puede cambiar en una generación y que por lo mismo van a ser poco dóciles para que se les teledirija desde las elites tradicionales. Esto es una verdaderea revolución.
Pero esas mayorías sienten que es un salto incompleto.
-Claro, pero las dificultades que tenemos hoy son fruto de haber logrado poner a todos los niños y jóvenes dentro de las salas de clases. Por ello la sala refleja con la fidelidad de un retratista los problemas de la sociedad chilena. En otros países de América Latina, en la sala se ven minorías urbanas, más menos burguesas, todas homogénas, bien portadas, uniformadas, compartiendo los mismos códigos sociolingüísticos. Por otra parte tener masas insatisfechas no es malo. Sólo se está insatisfecho cuando se tiene deseos y tener “masas deseantes” es muy importante para la democracia porque son un motor de progreso. Hace 50 años las masas no estaban frustradas: eran mayorías resignadas a que la vida cambiara en cuatro generaciones. Hoy en el curso de una generación se puede producir ese salto.
¿Qué le parece que los colegios puedan seleccionar sus alumnos a partir de séptimo básico?
-Hay dos tipos de selección operando hoy. Una considera la orientación religiosa de los padres y la otra, el rendimiento del alumno. La primera me parece profundamente lesiva de la dignidad de los niños. O sea, distribuir cupos escolares en atención al “record” de sacramentos paternos es inaceptable. Respecto de la selección por rendimiento, hay que considerar lo siguiente: cuando a un niño lo dejan entrar a un buen colegio le están diciendo que va a ser parte de la elite. Entonces el tema es cómo asignar los cupos que permiten dar el salto. La tentación es asignarlos a base del rendimiento escolar temprano. Pero sabemos que ese rendimiento está muy asociado al capital cultural de los padres y al origen socioeconómico de la familia. Luego, la conclusión evidente es que hay que alejar lo más posible cualquier selección por rendimiento de la cuna. Por eso creo que la posición gubernamental original de hacer la selección en primero medio, era razonable.
El otro debate que se mantiene es el lucro...
-Hoy el 23 por ciento de la oferta escolar la dan proveedores con fines de lucro. Si los sacamos, quedan sólo los proveedores municipales y aquellos animados por motivos religiosos o filantrópicos y es evidente que la oferta se empequeñece. Por otra parte, no soy de los que piensan que basta que algo tenga una finalidad religiosa para que eso sea bueno. Puede serlo, pero convengamos que en muchos casos no lo es, de la misma manera que hay proveedores comerciales que son verdaderos timadores. Entonces, lo que yo observo en ese debate son prejuicios ideológicos. O sea esto de suponerles a curas y alcaldes virtudes que los comerciantes no tendrían, me parece absurdo. ¿De dónde sale eso?

EL RELATO DE BACHELET

En muchos de sus artículos usted defiende la política como el mecanismo que tiene la sociedad para construir un sentido colectivo. ¿Cómo lo ha hecho Bachelet en ese aspecto?
-En la política hay una dimensión simbólica, que tiene que ver con el significado que somos capaces de asignarle a nuestra vida en común... Desgraciadamente, en esta dimensión, pareciera que la Presidenta no va a actuar ni está interesada tampoco en hacerlo. Hasta ahora ella no ha logrado cultivar esta dimensión más narrativa que tiene la política y que creo que es extremadamente importante y que era el gran activo del Presidente Lagos. Si uno juzga a Lagos por el desempeño en su gobierno, es probable que, sobre todo al comienzo, haya estado por debajo de Frei. Pero si se lo juzga por el sentido de orgullo que fue capaz de inocularle a la cultura, a las instituciones, por la dignidad que fue capaz de imprimirle a la esfera pública, Lagos no tiene parangón en el siglo XX.
¿Y qué de malo hay en que la Presidenta no construya un relato?
Las sociedades se hacen de símbolos, la vida social retoza sobre una especie de dimensión sacra. No puede ser todo profano en la vida. Usted puede no creer en Dios, pero tiene que tener solidaridades con otros, sentir que su individualidad trasciende en una comunidad. Una sociedad donde los indivíduos están entregados sólo a sí mismos, padece, incluso en medio de la mayor prosperidad, la experiencia de la mayor desolación. Piense en Chile: nunca habíamos tenido la prosperidad de hoy y, paradojicamente, nos sentimos desolados. Es una sensación feroz. Nos hace falta esa capacidad de tejer significados comunes para la vida colectiva. Es como el sexo adolescente. El sexo entregado al puro instinto se parece bastante a la desolación. Por eso en el caso de “Buena Naty”, si hay algo que preocupa es que hay algo de desolado. Y eso es porque no tiene ese significado que las cosas humanas requieren.
Lo curioso es que Bachelet ha promovido debates y reformas muy profundas, como las pensiones, el debate laboral en torno a la equidad y la misma reforma educacional. Todas ellas dan incluso para un relato épico.
-Claro. De todos los presidentes de la Concertación, ella ha tenido la agenda más radical. Ha sido en su gobierno que el modelo empezó a torcer el rumbo hacia un mayor estado de protección social. Pero no ha sido capaz de proveer un relato que haga que estas transformaciones sean significativas para las mayorías. Pienso que hay un problema personal. La política al final es un tema de personalidades. Así y todo no creo que vaya a hacer un mal gobierno. O sea si termina con una reforma educacional delineada, con una reforma previsional aplicándose, con un Plan Auge ampliado, habrá cambiado el destino de millones de chilenos. Es una lástima que teniendo la simpatía y el encanto que todos le reconocen, no tenga esa capacidad narrativa que la podría haber convertido en una gran política.

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