Saturday, March 01, 2008

Petróleo sangriento Por Ascanio Cavallo


Hace más de siete décadas, en los fugaces años en que Estados Unidos fue izquierdista, Upton Sinclair era un escritor y agitador social de importancia. El cine lo recuerda como el hombre que puso todos sus esfuerzos para que Sergei Eisenstein rodara en México. Su novela ¡Petróleo!, como casi todos sus textos, era una vigorosa denuncia acerca de la codicia capitalista a partir de la explotación de una materia prima que bruscamente se volvía esencial.

La adaptación del cineasta Paul Thomas Anderson sustituye este énfasis sociopolítico por un cierto aliento testamentario, o quizás habría que decir teológico. El panorama lo domina ampliamente el feroz Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis), que de buscador de plata se convierte en magnate petrolero. Los primeros 20 minutos lo muestran excavando a solas, en un desierto miserable, como anticipando que de ese esfuerzo inclemente sólo puede emerger un hombre duro y despiadado.

Plainview está dispuesto a todo para lograr el objetivo de tener fortuna; incluso a adoptar a un niño, H.W. (Dillon Freasier), sólo para que simpaticen con él las familias a quienes quiere comprar sus tierras.

La presencia de este niño misterioso, y del adolescente Eli (Paul Dano), un precoz fanático religioso, confrontan a Plainview con unas nociones del pecado y el castigo que lo molestan en su implacable decisión. No es tan raro: alguien que confiesa que "odio a casi toda la gente" no puede sino considerar que la redención es una molesta patraña. Y, a pesar de esa obviedad, el cineasta Anderson parece más atraído por esa parte de la historia que por la pequeña epopeya capitalista de Plainview.

Esa pretensión ahoga la película, y quizás también explica por qué un metraje tan largo (la síntesis no es el fuerte de Anderson), presta tan poca atención a los personajes y los conflictos secundarios, lo que justamente estaba entre las mejores virtudes de Boogie nights y Magnolia.

¿Y el Oscar para Day-Lewis? OK, aunque cuando te hacen una película para que estés 158 minutos en pantalla, es difícil que los votantes de la Academia no se entusiasmen. Pero entre el excesivo Plainview de Petróleo sangriento y el excesivo "Carnicero" Cutting de Pandillas de Nueva York, el de Scorsese tenía al menos la consistencia del verdadero infierno.

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