Thursday, March 27, 2008

Música para pistoleros* POR MARISOL GARCÍA
Grazie mille.
Javier Bardem, Penélope Cruz, Sophia Loren, Catherine Deneuve han pisado la alfombra roja de los premios Óscar obligados a practicar un inglés que, en su caso, no por adoptado ha dejado de ser impecable. Cuando a Ennio Morricone le entregaron hace un año un Óscar Honorífico, el actor Clint Eastwood –quien había conocido al romano sólo dos días antes– debió disculparlo ante la audiencia: "El maestro hará su discurso de agradecimiento en italiano", explicó, y entonces se largó el compositor a saludar a "mia moglie e mio figli".

Pocos captaron el simbolismo de ese quieto desprecio a la cultura estadounidense. Lo que Morricone articulaba con su discurso era, más que un agradecimiento –era el Óscar el que recibía a Morricone, y no al revés–, la prueba de que incluso una industria tan hegemónica como la del cine sigue dejando espacios para que los grandes talentos hagan las cosas a su manera. Al margen de Hollywood y su imperio angloparlante, el compositor italiano ha ido levantando bandas sonoras sin las que el cine no podría entenderse en los términos actuales. Si el spaguetti-western es un género elegante y a estas alturas los pistoleros nos parecen sujetos sofisticados ha sido, en parte importante, gracias al modo en el que el músico italiano arregló las cuerdas, tambores y silbidos de películas como El bueno, el malo y el feo o Por un puñado de dólares. Un compositor tan alabado como John Williams entiende la música incidental como el servicio complementario a una obra visual casi concluida. Morricone, en cambio, define por completo las películas en las que se involucra, otorgándoles un caracter insospechado antes por el director.

Los melómanos más ortodoxos deben estar mordiéndose la lengua ante la publicitada primera visita del compositor italiano a Chile. No es ningún secreto que Morricone ha cosechado histórico recelo entre quienes eligen verlo apenas como "un musicalizador", y ese ninguneo del mundo docto europeo explica, según el propio músico, su falta de interés en la promoción personal y las entrevistas. El italiano sigue trabajando con lápiz y partituras, genera la admiración de una creciente comunidad de rockeros y DJs, y rara vez sale de Europa. Recién en febrero del 2007 ofreció su primer concierto en Estados Unidos, cuarenta y seis años después de su primera banda sonora. Quien se apresta a visitar Santiago es una figura poco amiga de la pompa y circunstancia que suele envolver a la música orquestada, tal como Bob Dylan probó, esta semana, no estar dispuesto a satisfacer las expectativas de los nostálgicos que querían corear "Blowin' in the wind" con el sweater sobre los hombros y el encendedor en alto. Habrá quienes esperan que todos los artistas mayores se comporten con gentileza. A nosotros nos parece que no hay nada más estimulante que un anciano artísticamente provocador.

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