Tuesday, March 25, 2008

DR. HOUSE: CON ESA BOQUITA DICE MAMÁ www.zona.cl

No son los ojos azules, las zapatillas carreteadas y la adicción al Vicodin lo que hace a Dr. House un antihéroe perfecto. Es esa boca, la más ofensiva y con menos inteligencia emocional de la televisión. Aire fresco para una pantalla cada vez más “políticamente correcta”.

Por Isabel Plant



En la fantástica televisión la gente es más linda, más brillante, y sobre todo, más rápida. Siempre saben exactamente qué responder y cuándo. En la vida real uno se queda con las palabras en la boca. O se le ocurre una manera súper ingeniosa de devolver la mala onda o contestar el piropo, pero horas después que la oportunidad pasó.

Bueno, en House M.D. a los personajes secundarios les pasa eso todo el rato por culpa de Gregory House, un doctor extraordinario experto en diagnosticar las más raras enfermedades. House odia a la gente y su mantra es que “todo el mundo miente”. No cree nada de lo que le dicen los pacientes, eso, cuando se digna a hablarles él mismo en vez de mandar a sus tres ayudantes.

Pero es mejor que House no le hable directamente a los enfermos, porque cuando lo hace suele apuntar su lengua y disparar: “¿Tiene ocho años y se tragó un imán del refrigerador? Darwin dice: dejémoslo morir”; o “Lo siento, ya llegué a mi topé de hacer exámenes inútiles para idiotas obstinados” o “qué bueno que no te resultaron los intentos para quedar embarazada. Apestas como mamá” (este último comentario a una de sus amigas, Cuddy, la directora del hospital).



House, gracias a su genialidad médica, vive en una isla en donde no existe el miedo a verbalizar los pensamientos, donde no hay temor a las leyes de acoso sexual en la oficina, al racismo y la homofobia. House se perdió, o simplemente encontró que era una estupidez, la última década en donde lo “políticamente correcto” pasó a ser una imposición.

Claro que si todos fuéramos tan deslenguados como Greg House pasarían dos cosas: la vida sería más divertida, la gente más brillante y el cielo más azul, pero también quedaría el caos. House funciona porque es un oasis dentro de los cada vez más rígidos parámetros sociales de convivencia, y porque uno se vuelve adicto al “¿¡Escuchaste lo que acaba de decir!?”

De hecho cuando en la vida real las personas son tan ofensivas como nuestro doctor, se quedan sin trabajo, como le pasó a Isaiah Washigton más conocido como el perfeccionista Dr. Burke en Grey’s Anatomy, quien no volverá a la próxima temporada de la serie por usar la palabra con F. (No, no “fuck”. Esa ya es casi legal, gracias a Tony Soprano).



Un resumen: Patrick Dempsey (Mc. Dreamy) se peleó con Washington, presumiblemente porque le habría dicho faggot (el sinónimo de “maricón”) a T.R. Knight (George en la serie). Knight entonces sale del clóset, se queja, los demás compañeros y todo tipo de asociaciones de derechos de homosexuales también. Washington no para de pedir perdón, claro que después de los Globos de Oro le preguntan: “¿Es verdad que le dijo comentarios homofóbicos a su compañero” y él contesta: “No, no le dije maricón”. Ehh, ¡para de decir la palabra prohibida!: no se “puede” usar ni siquiera para decir que no se está diciendo.

Vinieron meses de quejas, de perdones, de bla bla. Resultado final: no le renovaron contrato.

Tampoco es que Isaiah Washington sea un House en potencia, porque nadie es como House. Y porque tiene harto menos tacto. Trabajaba en un programa en donde se enorgullecen de la tolerancia multiracial y de su “blind casting” (los papeles no están pensados para alguien de una raza determinado, sino que se le asignan a actores sin tomar en cuenta el color de piel). Resultado: antes de echarlo los gringos lo mandaron a una rehabilitación de “tolerancia”. Sí, hay rehabilitación para todo en esta vida.



House viene saliendo de rehabilitación, en la serie, pero porque es adicto al Vicodin, una medicina para el dolor. House usa un bastón porque es cojo. Su pierna le da un dolor constante, todos los días, todo el día. He ahí la genialidad de los escritores para salirse con la suya verbalmente hablando: House es un lisiado, aunque él mismo encuentre que es una estupidez refugiarse en esa condición. Pero gracias a eso puede atacar sin frenos. Muchos están obligados a no responderle.

Cuando Dr. House nació, la idea de los productores era que fuera un CSI médico, “en donde los malos fueran los gérmenes”. Pusieron como protagonista a un tipo huraño que odia a la gente que, cual Sherlock Holmes, va deduciendo el origen del misterio junto a sus Watsons.



Aunque en una primera temporada no le fue tan bien, ya en la segunda y tercera House agarró vuelo y entró al top 10 de lo más visto en EE.UU (lo que se traduce en estar arriba de los 15 millones de espectadores). A Hugh Laurie, el actor británico encargado de hacer al odioso doctor, le llegaron dos Golden Globes. Ya en su tercera temporada House es adorada. Y la atención se pasó de los casos médicos a la lengua del protagonista.

El bastón de House es entonces su amuleto. En una pantalla en donde todos somos iguales y vivimos en armonía, el ser discapacitado y genial, le permite ser insoportable. Y para nosotros, que sólo miramos, es una suerte.

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