Thursday, March 20, 2008

Juan Cristóbal Guarello
Jueves 13 de Marzo de 2008
El poema de Erick


Me dice Francisco Mouat que Erick Polhammer ha escrito un poema en homenaje a Jesús Trepiana. Apenas pude leer la primera frase -"Yo vi jugar a Trepiana"- y luego se desliza otra inquietante: "El fabuloso Jesús Trepiana". Las excentricidades de Polhammer son conocidas, así como sus inasibles opiniones sobre fútbol. Cuando el poeta escribe o habla de literatura es un crack. Recuerdo una columna en el fenecido diario "El Metropolitano", donde fundamentaba el Premio Nacional para Raúl Zurita en desmedro de Enrique Lafourcade. Brillante e irrebatible. Creo que ni Lafourcade pudo contrarrestar ese elocuente texto.

¿Y la pelota? Es ahí donde mi amigo Polhammer (buen jugador en su época universitaria) se remonta a los más etéreos universos del extravío. Desde ese balón invisible nace la poesía. Una oda a Trepiana, tan inesperada como Juan Carlos Peralta en la final de la Copa Libertadores en 1991 o Pascual de Gregorio jugando en la Primera División de Italia. Llamo a mi amigo Lucho Urrutia O'Nell y le pido detalles sobre Trepiana. No tiene piedad, los adjetivos se suceden: gordito, no era alto, un arquero común, banca de Francisco Nitsche en Unión Española, banca de Leopoldo Vallejos y Adán Godoy en la Católica. Lo despacha con un lapidario "como mucho, se puede decir que alternó en Unión y la Católica. Nunca fue titular indiscutido".

¿Cuántos Trepiana hubo en nuestro fútbol? ¿Cuántos hay revoloteando en el universo infinito del balompié? Como los dioses de los hindúes, cada uno propio, único, pequeño y leve. Mouat defiende el derecho de los comunes para ser endiosados, como Nicanor Parra convierte en poemas a los individuos sin nombre. Los dioses verdaderos ya tienen muchos vates, Alberti le escribe a Zamora, Vinicius a Pelé, a los Trepiana nadie nunca los resucitó en palabras superiores.

A Erick Polhammer alguna vez le dieron el Premio Don Balón (la revista española) de poesía deportiva. Recuerdo que el texto no era demasiado brillante, pero su voluntad iconoclasta, el desparpajo coloquial y el artificio de la antipoesía (que en Barcelona todavía es vanguardia y en Santiago pasó de moda hace 20 años) lo hicieron ganar. Y no eran pocos dólares. Por esos días, Juan Carlos Villalta, enojado por una crítica de Polhammer en el diario "La Época", donde menoscababa las capacidades de comunicador del Caco a la vez que ensalzaba al Sapo Livingstone, en el programa "Círculo Central" espetó una dolorida queja. "A propósito, señor Polhammer, bien malo su poema".

Pero, volviendo al meollo, ¿merece Jesús Trepiana un poema? Esto es: ¿Merece que el poeta rememore con asombro las improbables hazañas de un arquero que fue cualquiera? Seguro. Como de la misma manera leeremos algún día el panegírico de Jaime Tejeda, un acróstico con Teodoro Gantz, un canto sobre Alexander Prado, un haiku de José Letelier, una fábula de Sergio Bratti, un octosílabo de Simón Kuzmanic, un soneto de Alfredo Petinelli, una octava real de Antonio Muñoz, una décima de Enrique Berríos, un terceto de Rafael Grillo, una redondilla de Gerhard Reiher, un romance de Cristián Trejos y un rap sobre el destino trágico y nunca aclarado de Ángel Gorichón.

¿Cuántos Trepiana hubo en nuestro fútbol? ¿Cuántos hay revoloteando en el universo infinito del balompié?

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