Wednesday, October 31, 2007

Fresán

Rodrigo Fresán (1963), escritor y periodista argentino. Autor, entre otros, de libros como "Mantra" y "Los jardines de Kensington". Actualmente reside en Barcelona.

Película

Piratas del Caribe 3, de Gore Verbinski

Muchos me acusarán de tarado absoluto pero soy fan confeso de Jack Sparrow y lo cierto es que el cierre de la trilogía no decepciona y tiene momentos verdaderamente asombrosos y apabullantes. Y, de acuerdo, tal vez no se entiende mucho el argumento y sean demasiadas las vueltas más de timón que de tuerca. Felizmente absurda, eufóricamente demencial, divertidamente divertida, tan rebosante de alianzas y de traiciones y con un gran beso sobre cubierta y hasta un interesante momento filosófico y existencialista en el que se reflexiona sobre si el premio absoluto de la inmortalidad no acabará resultando un castigo sin puerto a la vista. Tantas cosas que, al final, salí sin entender del todo quién había ganado y quién había perdido. Bueno, sí, ganaron los piratas, los buenos de la película. Lo que no me quedó claro es qué era lo que habían ganado. Pero no creo que nadie vaya a ver estos artefactos en busca de una lógica inapelable y una narración perfecta. Lo que aquí importa son los duelos, los cañonazos y -last but not least-los formidables one-liners de Johnny Depp (a destacar el demorado y tantas veces anunciado encuentro con Keith Richards, padre e inspirador de su personaje). Todo esto no quita que Orlando Bloom probablemente sea el peor actor del momento y que Keira Knightley continúe encontrándose imposibilitada de actuar sin tener la boca constantemente entreabierta. Pero son pequeños detalles a obviar en el fragor del abordaje. Ahora sí, que pase al frente la anunciada cuarta parte de Indiana Jones.


Libro

Tintín, por Hergé

Contrario a lo que se afirma, no es que uno esté regresando todo el tiempo a la infancia sino que es la infancia la que vuelve todo el tiempo sobre uno. La infancia como una de esas olas que parecen salir de la nada y que nos derriban y que -riendo y tragando agua- nos hacen pensar en el remolino de lo que fue y, de pronto, de lo que es otra vez. Todo esto para contar que, por motivos que no vienen al caso, una amiga (gracias, Florencia) acaba de regalarme (en realidad no es un regalo exactamente para mí, es un regalo para otro, un obsequio a futuro) la colección completa de Tintín. Digamos que más que el regalado vengo a ser algo así como el depositario del objeto, el administrador, el tutor que -como en esas novelas góticas- de inmediato procederá a aprovecharse del legado que no le pertenece. Decidí que lo mejor -lo verdaderamente decisivo- sería volver sobre mis títulos favoritos. Y ahí seguían, ahora regresaban: Los cigarros del faraón y su continuación en El loto azul (donde aparecen por primera vez los torpes policías Hernández y Fernández y/o Dumont o Dupont), El cetro de Ottokar, El cangrejo de las pinzas de oro (donde aparece por primera vez el capitán Archibaldo Haddock), La estrella misteriosa (con su muy criticado judío malhechor), el díptico que conforman El secreto del unicornio y El tesoro de Rackham El Rojo (donde aparece por primera vez el profesor Silvestre Tornasol con su péndulo) y (alguna vez vi una foto del Dalai Lama siguiendo fascinado esta aventura) el extrañísimo y casi zen Tintín en el Tíbet. Y magia, milagro, etc. y -parafraseando a la gran diva operística Bianca Castafiore- "El gozo me rebosa…" Todo estaba ahí, en su sitio, tal cual lo había dejado hace demasiados años y más allá y por encima de la celebración de centenarios, anuncios de adaptaciones al cine de Steven Spielberg & Peter Jackson y todo eso. Y yo -como entonces- sigo odiando con todas mis ganas a ese maldito fox-terrier blanco y parlante.

Televisión

Los Soprano

De acuerdo, ya sé, no me digan nada: recomendar a esta altura Los Soprano -con la serie emitiendo sus últimos capítulos en USA y multitudes de fans disponiéndose a vivir jornadas de luto itálico- es casi una falta de respeto. Pero juro que yo -por algún extraño motivo- no había visto ningún episodio hasta hace cosa de un mes cuando un amigo escritor, Javier Calvo, me regaló la caja con la primera temporada. De más está decir que la consumí velozmente -como suele comer Tony Soprano en el Vesubio- y que ya han pasado por mi DVD la segunda y la tercera y la cuarta temporada y ahora estoy en la quinta, poniéndome al día con los muertos de noche. ¿Qué más decir? Seguro que no tengo que convencerlos de nada: las aventuras de una familia muy normal, tan normales como los Addams pero de manera diferente. Queda en pie el enigma personal e íntimo de cómo fue que he demorado tanto en llegar a esa casa en la colina siendo un compulsivo degustador de todo lo que es HBO y confeso adicto, año tras año, de la familia funeraria de Six Feet Under. Misterio absoluto pero, aquí y ahora, mejor así y el placer de ver todo seguido, en sesiones maratonianas interrumpidas sólo por excursiones muy en plan Tony hasta la heladera para ver qué hay y con qué acompañar la visión del próximo asesinato o del próximo abrazo, da igual, es lo mismo, ¿no?

Blog Archive