Monday, October 08, 2007

¿Es usted un líder?

Dividir el mundo entre líderes y seguidores es un absurdo, igual que lo es pensar en el liderazgo como algo gratificante y cercano a la gloria.


Por Juan Carlos Eichholz

Llenando los papeles para postular a un postgrado en una universidad extranjera, María se sintió confundida al tener que responder la pregunta "¿Es usted un líder?". Siendo consciente y honesta, decidió responder "No", y envió los antecedentes, segura de que la iban a rechazar. Para su sorpresa, la carta que recibió de la universidad decía: "Estimada candidata: un estudio sobre las solicitudes de admisión de este año revela que nuestra universidad tendrá 1.452 nuevos líderes. Estamos aceptando su solicitud, ya que creemos imperativo que tengan por lo menos un seguidor".

Moraleja: hacer la pregunta acerca de si una persona es líder resulta un absurdo, y hasta una trampa. Si fuera líder, ¿lo será siempre, en toda circunstancia? Y si no lo fuera, ¿está esa persona condenada a seguir siempre a otros? Obviamente que la respuesta a ambas preguntas es no. Por lo tanto, más que hablar de ser o no líderes, deberíamos hablar acerca de si ejercemos o no liderazgo, y, en esa lógica, la pregunta clave es: "¿Ejercemos liderazgo cuando se nos presenta el desafío de hacerlo?".

Por ejemplo, ¿ejercemos liderazgo cuando nuestra relación conyugal o familiar no es buena?, ¿ejercemos liderazgo cuando, viendo una oportunidad de negocio, nos topamos con la negativa de nuestro jefe para abordarla?, ¿ejercemos liderazgo cuando, como ciudadanos, no nos gustan ciertas cosas que pasan en el país?, ¿ejercemos liderazgo cuando, como autoridades, sabemos que es necesario cambiar la forma en que se vienen haciendo las cosas?

Cada vez que percibimos que algo no está bien o cada vez que vemos una oportunidad para mejorar el estado actual de las cosas, enfrentamos el desafío de hacernos responsables por ello y ejercer liderazgo, para lo cual resulta indispensable movilizar a otras personas a que también asuman su parte de responsabilidad y cambien. Sólo que esto no es fácil y, de hecho, puede resultar hasta peligroso.

"Estoy solo. Bien solo esta vez, entre los demás. Nadie me comprende. Los mejores amigos han manifestado su oposición. Se me han puesto frente a frente. Todos los planes están en peligro. Todo se ve oscuro". Esta frase, aunque le resulte difícil creerlo, la escribió el Padre Hurtado, pocos años antes de su muerte. Y claro, estamos hablando del mismo personaje que se atrevió a preguntar, sin tapujos, si Chile era un país católico, sintiéndose responsable por ello e intentando que otros también lo hiciesen. Ejercer liderazgo supone enfrentar a las personas con lo que no quieren enfrentar, hacer las preguntas que no quieren hacerse, decir las cosas que no quieren escuchar.

En estas páginas aparecen 100 jóvenes, con historias e intereses muy diferentes, cuyo común denominador es haberse atrevido, al menos incipientemente, a ejercer liderazgo, es decir, a tomar riesgos y movilizar a otros. ¿Significa eso que son líderes? Da lo mismo esa pregunta, porque –nuevamente– lo que importa es que han ejercido liderazgo; Tampoco podemos estar seguros de que lo seguirán ejerciendo, pero es muy probable que lo hagan, porque son jóvenes que no se conforman con lo que ven a su alrededor y porque son valientes. De lo que sí podemos estar seguros es de que en más de una ocasión fracasarán, porque éste es un arte difícil de dominar. De hecho, ¿cuántos gerentes generales experimentados no logran movilizar a sus personas para abordar los cambios que la empresa requiere? ¿O cuántos movimientos ciudadanos se desvanecen por no ser capaces de movilizar a las autoridades? ¿O cuántos programas gubernamentales –reforma educacional, Transantiago, tribunales de familia, AUGE– sucumben o no alcanzan los resultados esperados, pese a ser impulsados por los propios Presidentes de la República?

Es que ejercer liderazgo, más que inspiración, es transpiración; más que agradar a otros, es desacomodar a otros; más que aplausos, son pifias; más que órdenes y decretos, son cambios de mentalidad y de conducta; más que estructura, es cultura. Si hacemos las cosas bien, es probable que lleguemos a ver la luz al final del túnel y seamos reconocidos por ello, pero mientras eso no suceda, habrá incertidumbre e incomprensión. Y puede que, al salir del túnel, ya no estemos ahí para recibir las flores, y sean otros los que se beneficien.

Por esto es que los griegos tenían tanta razón cuando decían que, para ejercer liderazgo, había que atreverse y estar preparados para morir. Por lo tanto, más que preguntarle si usted es un líder, le pregunto, derechamente, si está dispuesto a ejercer liderazgo.

*ABOGADO, DIRECTOR DEL CENTRO DE LIDERAZGO ESTRATÉGICO DE LA UNIVERSIDAD ADOLFO IBÁÑEZ

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