Thursday, June 14, 2007

El placer de escribir


Mario León Rodríguez, escritor.

No, no tengo ni idea de por qué soy escritor. No, mi obra no tiene un significado especial que yo sepa. ¿Céline? Oh, claro. ¿Por qué no? ¿Si me gustan las mujeres? Bueno, a la mayoría prefiero follármelas que vivir con ellas. ¿Qué creo que es importante? El buen vino, la buena fontanería y poder dormir hasta tarde en las mañanas. ¿Qué si de verdad me molestáis? Claro que sí. ¿Esperáis que empiece a mentir a los 58 años? Invitadme a una copa. No, no fumo porros.
Shakespeare nunca lo hizo, Charles Bukowski.
En la obra de Bukowski no existe el anhelo de cambiar el medio circundante. El mundo exterior a la obra bukowskiana carece de importancia para el escritor Charles Bukowski: el escritor (darwiniano) se adapta al medio sin pretender siquiera que el medio ambiente se adapte a él. La suya es la más acabada expresión de individualismo, sin que por esto se le pueda apostrofar de anarquista… mucho menos de revolucionario. Su literatura es la más sencilla, y por esto mismo incendiaria expresión de libertad con impúdica prescindencia de los demás. Bukowski no escribe para sus prójimos, Bukowski se escribe a sí mismo en un heroico y anónimo esfuerzo por mantener su independencia. Publica y da recitales a cambio de dinero. La visión romántica del escritor torturado que muere de hambre en nombre de su arte no le interesa. Tampoco le interesan los "grandes", le aburre Miller y siente que Hemigway no sabía reírse. Se apasiona con Fante y Hansum y nunca pierde oportunidad de emborracharse ni de estar loco. No le exige a la sociedad lo que él no le da. Cuando es detenido por el FBI un psiquiatra le pregunta si quiere ir o no a la guerra, a lo que responde que le da igual ir o no ir como igual le da matar o que lo maten. El siquiatra le exonera del servicio militar aduciendo que es muy sensible: ¿un artista? Probablemente, si estuviera vivo, nos rompería la cara si le llamáramos artista. Y el FBI lo detiene porque cambió su domicilio postal sin dar aviso a la oficina de reclutamiento.No le interesa la política. No le interesa la obra escrita de sus contemporáneos. No le interesa el mundo.Roberto Bolaño, en su libro Entre paréntesis comete el error de exigirle a su obra lo que Bukowski nunca pretendió: Literatura con mayúscula.
… Bukowski, que fue un excelente poeta, un poeta borracho formado en la lectura de malas traducciones de Li Po, otro borracho legendario, ha caído en los últimos años en el descrédito total, algo que parece más bien injusto, pues si bien como novelista nunca brilló a gran altura, como cuentista, cuentista que va en la tradición que va de Twain a Ring Lardner, es autor de algunos textos notables. (Op. cit. Pág. 212-3)
No sé si Bukowski conoció la obra de Li Po, aunque fuera en malas traducciones. Y esto porque las referencias a la formación intelectual del Bukowski escritor son prácticamente nulas. Conocemos a Heinrich Karl Bukowski, nacido en Andernach, Alemania, el 16 de agosto de 1920. Hijo de un soldado estadounidense y una mujer alemana. Mismo que escribiría más de treinta libros, incluso una colección póstuma de poemas aparecida recientemente. En fin, que quizá la comparación (hasta cierto punto malintencionada de Bolaño) sea con base en que Li Po y Bukowski eran borrachos famosos. Al respecto hay una frase interesante de Federico Ludueña en la presentación que hace a El infierno es un lugar solitario, antología poética de Bukowski:
Como escritor, nunca obtuvo el juicio exacto acerca de su obra. La imagen del borracho que escribe oscureció al escritor que bebe. (Op. Cit. Pág. 8)
Aparte del consumo diario y constante de alcohol. Aparte de las apreciaciones meramente formales o "estéticas" de su obra, persiste en ella (a trece años de su muerte) un encanto, una seducción que va más allá de la simple dipsomanía del escritor. Y es que cuando leemos a escritores como Bukowski o Pedro Juan Gutiérrez, leemos historias de vida y, esto es más evidente en la obra de Bukowski: un placer en el acto de escribir. Literatura (no con mayúscula como la pretende Bolaño) sobre el placer de estar vivo y vivir escribiendo, escribiendo borracho, escribiendo eyaculando. Vivir para escribir. Escribir para vivir.Pedro Juan Gutiérrez, al menos en Trilogía sucia de La Habana, narra sus exquisitas y hasta escalofriantes hazañas para sobrevivir en La Habana contemporánea. Mientras que Bukowski mas que sobrevivir exprimía a la vida misma para lograr de ella inusitados resplandores. En este sentido, ambos comparten características comunes: son alquimistas batallando con sus plomizas vidas hasta lograr la sustancia áurea de la pasajera felicidad. Y qué más se le puede exigir a la vida, aparte de la buena borrachera en Los Ángeles o el buen polvo en La Habana. Otro de los que vivieron para escribir, y viceversa, fue François Villon. En un comentario que hace a su obra, Juan Victorio escribe:
…la obra de este singular personaje, a pesar de la distancia temporal, no permite que sea etiquetada de "ya pasada", pues aún puede conmover al lector actual.Y es así porque su poesía, aunque formalmente inserta en la moda de su tiempo, rezuma humanidad, sinceridad, es decir, esas cualidades que hacen que pueda haber simpatía a pesar del tiempo y del espacio, y que facilitan una identificación en la manera de concebir la vida. (Op. cit. pág. 13)
Vistos de cerca, tanto Bukowski, Gutiérrez y Villon no le pidieron permiso a nadie ni a ninguna instancia ajena a ellos mismos para vivir. Mucho menos para escribir. De ahí que un sector, muy intelectualizado… aséptico, vea con no muy buenos ojos su producción literaria. Sin embargo, sus obras se imponen a pesar del tiempo y esto porque los seres humanos no somos mera asepsia e intelectualidad.En todo caso, Bolaño que es quien regó la pólvora, señala estas minucias sobre Bukowski y, a la vez, en este mismo libro escribe con beneplácito sobre la obra de Jaime Bayli. No me malinterpreten, Bayli tiene una novela muy buena que es La noche es virgen, pero sus otras obras han perdido la brillantez narrativa de esta. Aún así, Animal tropical, de Pedro Juan Gutiérrez, está muy por encima de La noche es virgen, al menos es más ambiciosa. Así como Mujeres, de Bukowski, es, al menos, más comprensible que la críptica Amberes, de Roberto Bolaño.Bolaño es un escritor sólido con una obra que se sostiene por sí misma. El asunto es que Bolaño apuesta por la literatura que se vale por sí misma; en cambio, Bukowski y Pedro Juan anteponen lo vital a lo literario. Y sus obras son de excelente calidad siempre y cuando se asimilen desde esta óptica, sin que esto les desmerezca su nivel literario. Formas distintas de decir. Formas distintas de estar en el mundo.No es tan simple como pretende Francisco Umbral en su Diccionario de literatura, Bukowski no es literatura de supermercado. De hecho, las obras de Bukowski las ha publicado en español Anagrama, y hasta donde sé Anagrama es una editorial de mucho prestigio. Otra cosa, inobjetable: Bukowski es más conocido que el Señor Umbral. Existen ataques más virulentos, por ejemplo: Ricardo Garibay en Oficio de leer, dice lo siguiente:
Hay un escritorzuelo que se llama Charles Bukowski, de origen alemán y vida en Los Angeles, con lenguaje de mingitorio y alma fornicaria, y los lleva puntualmente a su literatura. Era borracho diario, y drogo, y me dicen que ya murió y que convenía hablar con él al aire libre y con viento de por medio, porque apestaba más que un cerdo. (Op. cit.)
En primer lugar, hay que aclarar que Bukowski nunca fue aficionado a las drogas. Era alcohólico, ni siquiera accedió al uso de la marihuana. En alguno de sus escritos recalca que lo suyo es el alcohol.En segundo lugar, su olor corporal no viene al caso.En tercer y último lugar, lo más importante. "Lenguaje de mingitorio", cualquier cosa que esto signifique… si es que significa algo. "Alma fornicaria", es difícil (por no decir imposible) tratar de explicar las razones de esta crítica cuando en realidad no es mas que una bravuconada lanzada al vacío. Y, para ser justos, la obra de Bukowski es más que una bravuconada.Hay en la obra de Bukowski una tácita exaltación de la colosal fuerza de las causas perdidas. Una constante pelea, mismas a las que Bukowski era aficionado, sin posibilidades de triunfo. Pelear hasta quedar noqueado, pero quedar inconsciente luego de haber dado la pelea. Sin heroísmos, mera esgrima para seguir vivo.No enfrenta al sistema, no le interesa. Su vida misma es la mayor ofensa al statu quo. Escritor desconfiado que ni siquiera se adhiere a la burla contracultural de la época, tan fácilmente asimilada por el sistema. Nunca beatnik, ni con Burroughs ni con Ginsberg; mucho menos con Miller. Dice de Kerouac que es un escritor torpe, un tipo con pinta de vaquero y mal escritor. Bukowski se mantiene al margen sin caer en el juego del reciclaje de la contracultura.
Al rechazar cualquier propuesta que no implique una transformación total de la conciencia y la cultura de la humanidad, los activistas de la contracultura suelen acabar agravando precisamente los problemas que pretendían solucionar. (Rebelarse vende, pág. 114)
No quiere un mundo mejor. No quiere revolucionar nada, ni a nadie. Quiere emborracharse, escribir y escuchar música clásica. Y, ¿por qué no?, rascarse los sobacos que es lo que más le gusta.
La rebeldía solo resulta perjudicial si se convierte en genuinamente antisocial. Y en este caso el individuo en cuestión no es un rebelde, sino un pelmazo. (Op. cit., pág. 183)
Ser rebelde no está en sus planes. Tampoco la fama. En sus últimos años recibe una buena suma de dinero por derechos de autor de la venta de sus libros en Europa, donde era más conocido y gustado que en Estados Unidos. Da un recital en 1978 en el Markthall de Hamburgo en Alemania:
Convoqué a 1.200 personas y el aforo del local era de sólo 800 localidades. Me dijeron que Günter Grass había leído allí y sólo había convocado a 300 personas. Lo cual, desde luego, no significa que yo fuera mejor escritor. Era un problema relacionado con las necesidades de las masas: Billy Graham. o Bob Hope habrían necesitado un campo de fútbol. (Shakespeare nunca lo hizo, pág. 50)
Bukowski no está pasado de moda, es tan eterno como la soledad, el dolor y el desamparo. Es de los pocos que se atrevieron a hacer de su vida una obra de arte.

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