Monday, June 18, 2007

2046 Wong Kar Wai

Por Juan Pablo Vilches

Después de cinco años del éxito de Con ánimo de amar, el hongkonés Wong Kar Wai presenta la extraña, auto referente e hiperglamorizada 2046. Éstos, que podrían ser considerados como defectos en cualquier otro director, son parte de un sello de fábrica que ha probado ser efectivamente hipnótico a lo largo de sus años de trayectoria fílmica. El estilo de Wong, imitado sin ninguna mala conciencia por iconos como Almodóvar, encuentra aquí una cumbre y algo parecido a un cierre que deja puesta la pregunta: ¿y ahora qué?
Las películas de Wong Kar-Wai no necesitan explicación. Si el espectador está razonablemente atento y receptivo a lo que ocurrirá ante su vista, podrá comprender claramente lo que pasa en pantalla: quiénes son esos personajes que hablan solos porque no tienen con quien hacerlo, la colorida extrañeza del espacio en que habitan y la dimensión “no natural” en que los personajes se comunican y, algunos de ellos, encuentran, conocen y pierden el amor. A diferencia del cine romántico estadounidense, donde predomina la idea de que el amor correspondido –y consumado– es la rentabilidad de una inversión cuyos avatares vimos pacientemente en pantalla, el romance en este cineasta es un milagro fruto de la coincidencia, pero también una silenciosa catástrofe que daña para siempre. Las películas de Wong suelen tratar sobre la trayectoria afectiva de personajes que de una u otra manera convergen sin saberlo a un punto en el que se podrán conectar con otros como ellos, de trayectorias distintas pero complementarias. El amor es un estado ánimo cuya complejidad Wong Kar Wai quiere retratar como el resultado de una historia vital dada que en algún momento empieza a ser parte de la historia de alguien más. Visto de esa manera, Wong Kar-Wai es ostensiblemente un contador de historias, y trataremos de fundamentar porqué es uno de los buenos, de los mejores. 2046 es su última cinta, tardó cinco años en hacerla y aunque el cineasta hongkonés sostenga que no es una continuación de su película anterior Con ánimo de amar, 2046 prolonga muchas de sus preocupaciones y apariencias, así como las de su segunda película Days of Being Wild; y No sólo las prolonga sino que en cierto sentido las amarra y las cierra, como el punto de convergencia donde las vidas de sus personajes se encuentran y se unen. Tal vez 2046 sea para Wong Kar-Wai más que una película y eso sí necesita de una explicación. Las líneas que vienen son el intento de encontrarla.
Todo empieza en la imaginación, en una de las pocas veces en que la interioridad de un personaje es expresada en imágenes –y no en monólogos– por parte del director. Es una ciudad futurista, luminosa como en Happy Together pero ostensiblemente digital, un cgi bien hecho pero deliberadamente no realista. Igual de falso es el tren (en Wong suele haber trenes) que atraviesa la ciudad hacia 2046, un lugar donde las personas van a buscar sus recuerdos perdidos; es decir su tiempo perdido, y por lógica, la felicidad que por torpeza e infortunio se les diluyó entre las manos. El narrador habla en japonés sobre sus razones para ser el único en abandonar 2046. Entendemos que lo que vemos es una ficción literaria, el espejo irreal dentro de la ficción de una realidad distinta pero también ficticia, donde vive el Sr. Chow (Tony Leung), el escritor de esa ficción y protagonista de nuestra historia. Hay quienes dicen que la primera vez que el Sr. Chow aparece en una película de Wong Kar-Wai es en la inexplicable escena final Days of Being Wild, donde este personaje se acicala y se prepara para salir de noche. Ya en Con ánimo de amar, el Sr. Chow es un hombre casado pero sigue estando solo y en ese estado se enamora de su vecina de pensión (Maggie Cheung), con quien sostiene el frustrado y frustrante romance que terminará con el pobre Chow confesando su dolor en un agujero inerte del palacio de Angkor. Este señor Chow es el mismo de 2046, pero a la vez es distinto. El último arrastra el daño del primero, daño que explica todo su comportamiento en la cinta, daño que lo vuelve un hombre más cínicamente alegre, cuyo desapego al mundo lo hace aparecer casi irreal.
Desde ese particular estado de gracia somos testigos a través de sus ojos de una serie de romances, flirteos, amores frustrados, en los que se involucra con una variopinta gama de mujeres con las que conoce una no menos variopinta de formas de amor. Una de ellas es Mimi, una mujer trastornada sin remedio por la muerte de su gran amor, cuya historia se cuenta en Days of Being Wild; otra es Bai Ling (Zhang Ziyi), quien se enamora perdidamente de Chow a sabiendas de que éste no quiere ni puede corresponderle a cabalidad; también está el recuerdo de Su li Zhen (Gong Li), una ominosa figura comparable en todo sentido con La dama de picas, con quien Chow apostó sin fortuna su amor a las cartas; finalmente está Wang Jing Wen, la hija del dueño donde se aloja Chow, con quien mantiene un platónico romance mediado por la escritura y la solidaridad, pues la joven está enamorada de un muchacho japonés (Takuya Kimura, el mismo actor que al principio viaja en el tren) pese a la oposición de su padre. Cada uno de estos romances está armado en torno a los mismos elementos que Wong ha usado en toda su trayectoria como cineasta: la configuración del espacio del romance en torno a la habitación convertida en altar, la música como leit motiv de ciertos personajes que se repite tántricamente y la particular composición de cada plano, con el plano partido por la mitad y los personajes en una de esas mitades.
Respecto del primer punto hay que decir que 2046 también es el nombre de la habitación que elige el Sr. Chow para vivir, porque 2046 era el número de la habitación en que Chow y su amante no consumaban su amor en Con ánimo de amar. Lo que ya se vislumbraba en Days of Being Wild, se desarrolló en Chunking Express y Fallen Angels y tomó su forma total en la cinta de 2000: la idea de la habitación como un altar de mutua adoración, como un espacio de intimidad total donde se construye una relación particular, retratada por la música y los colores apropiados. En Chunking Express esta adoración se expresaba por la intrusión de una mujer en la habitación del hombre que amaba (y sí, varios años antes de Amélie), mientras que en Fallen Angels tenía un cariz similar, sólo que se trataba de una mujer que arreglaba las habitaciones donde su socio pasaría la noche antes y después de cometer sus asesinatos por encargo. En Con ánimo de amar, la habitación es el único espacio donde esta pareja de atormentados adúlteros pueden estar solos y sentirse una pareja, pese a que no consuman sexualmente el romance. Incluso en medio del suntuoso rojo de la habitación número 2046. Wong Kar Wai se las arregla para que esos lugares en particular tengan una carga, una carga pesada y poderosa que puede ser fácilmente evocada con signos menores, con señales. Así como el área de Norma (leit motiv de la muchacha enamorada del japonés) llama al romanticismo más inocente, el número 2046 evoca en la cinta homónima todo aquello que pasó en la cinta anterior y que no se puede decir, y que, para desgracia del Sr. Chow, tampoco se puede repetir aunque lo intente. En las películas de Wong los personajes hablan cada vez menos porque la música y los encuadres hablan por ellos.
En oposición a la intimidad compartida de la habitación está la soledad de los trenes. Frente el presente eterno y concreto de quienes comparten el amor en una pieza, está la vida que pasa fugazmente ante nuestros ojos, como si fuera el paisaje que se ve por la ventana del tren. Como lo dijimos, suele haber trenes en Wong Kar Wai, y suele haber un hombre solo que mira al mundo desde ese lugar. Ya sea la azulada selva filipina en Days of Being Wild, ya sea la colorida y luminosa noche hongkonesa en Happy Together, ya sea el frío futuro visto desde el tren hacia 2046, fruto de la pluma del Sr. Wong. No es casualidad que la habitación del protagonista de Fallen Angels esté al frente de una línea de tren. Precisamente por esos atributos (rapidez/lentitud) que Wong le otorga a esos momentos y situaciones en particular, es que el uso de los tiempos acelerados y retardados tiene semejante capacidad de evocación en su cine. La cámara lenta, como anticipo y promesa de la satisfacción del deseo (o recuerdo de su consumación), suele irrumpir en la realidad como una intromisión en la vida profana de la dimensión íntima que tiene lugar en la habitación. La cámara acelerada suele llamar inconfundiblemente a la soledad. No es que uno sea un tiempo sagrado mientras que el otro sea profano, más bien ambos son el presente, el futuro y el pasado de la potente y marcadora experiencia del amor; dos formas que parecen contrapuestas, pero que en rigor son complementarias y en cierto sentido equivalentes como señales evocadoras de aquello que sólo se puede contar a un inerte agujero en un árbol.
En 2046 se cierran las historias abiertas en Days of Being Wild y en Con ánimo de amar; se terminan de conocer los destinos de sus personajes, y en particular el de Chow también parece estar definido y se asemeja a una condenación. Al haber escogido el tren futurista como espejo literario de su vida afectiva, el protagonista hace evidente la relación entre la historiada habitación en que escribe y el tren en que sufre la soledad y el daño permanente de recordar la felicidad perdida en Con ánimo de amar. La decisión del personaje de Chow de no ir a 2046, es el anticipo de lo que hará el mismo Chow: cerrar todo, tratar de olvidar incluso aquellos recuerdos que quedaron marcados en el cuerpo y empezar completamente de cero. A su vez, esta decisión de Chow se da en un contexto de radicalización de los rasgos estilísticos de Wong: cada vez menos diálogos, los colores son cada vez más vivos, la música es más y más importante; hay más historias y personajes. El cineasta hongkonés parece haber hecho confluir casi todo su cine hacia esta película, como si quisiera amarrar todo y dejarlo resuelto para empezar de nuevo, como Chow. Por eso dijimos al principio que para el cineasta esto puede ser más que una película, puede ser un punto de inflexión hacia algo nuevo, algo desconocido, y tal vez por eso el futuro aparece en este película no tanto como un espacio de esperanza, sino de melancolía. Pero bueno, esto es especulación; la única forma de saberlo es ver el estreno de su próxima obra. Ojalá esta vez no haya que esperar tanto.

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