Monday, July 09, 2007

Edgar Allan Poe
El Pozo y el Péndulo (fragmento)

" Me hallaba agotado, mortalmente agotado por aquella agonía sin fin. Cuando, por último me desataron, y pude sentarme, noté que perdía el conocimiento. La sentencia, la espantosa sentencia de muerte fue la frase claramente articulada que llegó a mis oídos. Luego, el sonido de las voces de los inquisidores, me pareció que se apagaba en el zumbido indefinido de un sueño. Su ruido provocaba en mi ánimo cierta sensación de rotación, quizá debido a que lo identificaba con una rueda de molino. Sin embargo, aquello duró muy poco tiempo y ya no oí nada más. No obstante, durante cierto tiempo vi -¡y con qué horrible exageración!- los labios de los jueces vestidos de negro, eran blancos, más blancos que las hojas de papel en que estoy escribiendo estas palabras, adelgazados hasta lo grotesco, con la dura expresión de su resolución irrevocable y del riguroso desprecio por el dolor humano. Veía cómo los decretos de lo que para mí representaba el Destino, surgían aún de aquellos labios. Contemplé cómo se retorcían articulando una frase mortal, cómo pronunciaban las sílabas de mi nombre, y me estremecí al ver que el sonido no seguía al movimiento. Durante varios momentos de frenético espanto, percibí la blanda y casi imperceptible ondulación de las negras colgaduras que cubrían las paredes de la sala, y mi vista cayó entonces sobre los siete grandes cirios que había colocado sobre la mesa. Al principio fueron para mí la representación de la claridad, y los imaginé ángeles blancos y esbeltos que venían a salvarme. Pero inmediatamente unas náuseas mortales invadieron mi alma, y sentí que cada fibra de mi ser se estremecía como si se hubiera hallado en contacto con el cable de una batería galvánica. Las formas angélicas se convirtieron en espectros con cabeza de llama, y comprendí claramente que no debía esperar de ellos auxilio alguno. Entonces, como una especie de brillante nota musical se insinuó en mi alma la idea del reposo inefable que debe gozarse en la tumba. Legó de una forma suave y furtiva, y creo que precisé un largo espacio de tiempo para apreciarla por entero. Sin embargo, en el preciso momento en que mi alma empezó a sentir la idea con claridad, y a acariciarla, las figuras de los jueces se desvanecieron como por arte de magia, los grandes cirios, cuyas llamas se apagaron por completo, se redujeron a la nada, y sobrevino la negrura de las tinieblas. Todas mis sensaciones parecieron desaparecer como si el alma se hundiera en una zambullida loca y precipitada en lo más profundo del Hades. Y el Universo se convirtió en noche, silencio e inmovilidad. "

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