Monday, July 23, 2007

Ojo con un cineasta de verdad

Secretos íntimos", ("Little children"):
Encerrados en el paraíso

Ernesto Ayala

Ernesto AyalaRonnie (Jackie Earle Haley) viene saliendo de la cárcel, donde pasó dos años por exponerse indecentemente frente a menores de edad. Esto tiene revuelta a la comunidad del suburbio de Massachusetts donde Ronnie vuelve a vivir con su anciana madre. Lo interesante es, sin embargo, que prácticamente todos en el suburbio están encerrados, atrapados. Sarah (Kate Winslet) vive presa de una casa que no le gusta y un matrimonio que la frustra. Brad (Patrick Wilson) se hace cargo de su hijo, mientras su mujer (Jennifer Connelly), una exitosa documentalista, muestra más sensibilidad hacia sus entrevistados que hacia él. A Brad ni una cosa ni la otra le importan tanto, pero es incapaz de estudiar el examen que ya ha reprobado dos veces y le permitiría trabajar como abogado; en el fondo, no quiere ser el adulto que ya es. El día que Sarah y Brad se conocen en un parque de niños y se dan un extraño beso, un beso que buscaba sorprender a las tiesas dueñas de casa presentes, pero que termina sorprendiéndolos a ellos, la represa que mantiene a cada uno en su lugar comienza a mostrar sus primeras filtraciones.En el segundo largometraje que dirige, Todd Field, un actor (el pianista de Ojos bien cerrados) que dejó a medio mundo helado con la notable En el dormitorio (2001), entra a los suburbios, donde bajo las quietas aguas todo está revuelto. El territorio, es cierto, tiene mucho de conocido. Las películas de suburbios son casi un género en sí, y muchas comparten el sarcasmo y la ironía con que se retratan estos paraísos burgueses, donde el espacio, la comodidad y la seguridad más que liberar parece constreñir; más que dar felicidad, enmascara el sufrimiento. Es una mirada heredada de novelistas como John Cheever, John Updike y Richard Yates, norteamericanos que en los cincuenta y sesenta dibujaron este mundo de una vez y para siempre. Secretos íntimos se hace parte de esta tradición y sus mayores debilidades están en no cuestionarla o matizarla lo suficiente, algo que el mismo Cheever sí hizo. Los suburbios, tal como el campo o la ciudad, debieran tener quizás una oportunidad, en la ficción al menos.Con todo, Field se las arregla para hacer volar sus películas sobre el lugar común de Desperate housewives. No sólo porque obtiene actuaciones notables de su elenco. Tampoco sólo porque logra conciliar la comedia negra -abiertamente cómica incluso en algunas secuencias- y el drama más desnudo, una opción que siempre es riesgosa. Y tampoco sólo porque logra dibujar simultáneamente una decena de personajes, al tiempo que no suelta la atención sobre Sarah, su protagonista, su sensible Ema Bovary. Quizás lo más interesante de Secretos íntimos esté en cómo incorpora al verano, al viento sobre los árboles, al agua, a los grillos de la noche, a las polillas en torno al farol en la calle. La película incluye sutil pero definitivamente la presencia de lo físico, de lo que está ahí y no siempre vemos porque resulta demasiado obvio. Sarah y Brad terminan por sucumbir a esta influencia -no en vano toda su relación se construye al aire libre- y de pronto sienten como nunca el encierro que significan sus bonitas casas suburbanas. De esta manera, con un oficio que pocos directores demuestran, Field logra que sus personajes se sientan libres de movimiento, desligados de los mecanismos de un guión o de lo que supuestamente se espera de ellos, impredecibles como la misma naturaleza de que son parte. Eso no significa que sean libres de su entorno, de su pasado o de sus demonios, pero sí que aspiran a serlo, lo intentan. En esta rebelión está la mayor belleza de esta película. En que no lo logren está la tragedia.Aunque quizás no alcanza las dimensiones bíblicas de En el dormitorio, la segunda película de Todd Field, Secretos íntimos, lo confirma como director agudo, notable, sensible a las fuerzas y contradicciones que todos llevamos dentro.

"Secretos íntimos"

En la formidable cinta "En el dormitorio" (2001), el director estadounidense Todd Field exploraba la paternidad y sus rincones más conflictivos con la historia de un matrimonio maduro que debe asumir la trágica muerte de su hijo. Algo de esa línea sigue en la igualmente formidable "Secretos íntimos", una nueva mirada de Field hacia la paternidad y sus responsabilidades. Pero esta vez su óptica crece por otras ramificaciones.Kate Winslet (nominada al Oscar por este rol) es una antropóloga que se halla incrustada donde menos quería y esperaba. Sentada en un parque con otras madres (tiene una pequeña de tres años), se dedica a hablar trivialidades y a encarnar el papel que justamente siempre rehusó para sí: el de una común y pedestre dueña de casa.Un neutral - y muy útil narrador- va recalcando estas disyuntivas y al cuadro se suma Brad (Patrick Wilson, "Hard candy"), un hombre sin trabajo, padre de un niño y aparentemente feliz esposo (de la siempre perfecta Jennifer Connelly). La relación entre Brad y Sarah comienza con un inesperado beso y, de amistad regular (van a la piscina con sus hijos, recorren el parque), la cosa pasa a infidelidad.Mientras, en el coro de fondo de este gran filme, un hombre que acaba de salir de prisión luego de ser condenado por acoso a un menor, causa pánico en el vecindario y un policía retirado acosa al presunto criminal en pos de la defensa de los niños del lugar.Con "Secretos íntimos", el director encara un cine poéticamente superior. En su segunda película como realizador, construye un mundo visual magnífico, dramáticamente armonioso y - de la mano del novelista Tom Perrotta, en cuyo libro se inspira- escribe un sólido guión sobre padres al cuidado de pequeños que, muchas veces, pueden ser tan niños como sus retoños. Una de las mejores películas en lo que va del año. ERNESTO GARRATT VIÑES.

Secretos íntimos

Ascanio Cavallo


Este es el segundo largometraje del cineasta Todd Field, y viene precedido por el memorable En el dormitorio (2001), esa singular exploración moral en el mundo de las clases medias-altas de Estados Unidos. Field tenía ya un considerable prestigio como actor y cortometrajista antes de debutar en grande, a pesar de que su estilo visual, ligeramente descentrado en sus encuadres y extraño en sus transiciones, delata un origen que no es del cine ni de la televisión, sino, más probablemente, de la plástica americana.Field se toma su tiempo en armar la historia, situada en un suburbio de Massachusetts. Un informativo anuncia que, tras dos años de prisión, un molestador de niños ha sido puesto en libertad. En un pequeño parque infantil, tres mujeres casadas admiran a un vecino, Brad Adamson (Patrick Wilson), que pasea con su hijo. Otra mujer, Sarah Pierce (Kate Winslet), las observa a ellas, en la posición de una antropóloga aficionada. En las noches, Brad va a admirar a los skaters adolescentes, o a jugar fútbol con sus ex compañeros policías. Y por encima de todos, un narrador flemático describe las frustraciones de este mundillo de gente próspera, que se mira, se admira y se vigila.Con ganas de provocar a las señoras, Sarah propone un pequeño juego erótico a Brad: apenas un abrazo. Por supuesto, este acto desata las incandescencias contenidas de ambos, y Brad comienza a preguntarse por qué Sarah le resulta más atractiva que su espléndida e inteligente esposa, Cathy (Jennifer Connelly), mientras Sarah confirma a través de Brad el naufragio de su matrimonio con el empresario Richard (Gregg Edelman).En el momento en que esta historia adquiere la densidad de la culpa dividida, se entrecruzan otras dos: la del ex convicto y molestador de menores, Ronald McGorvey (Jackie Earle Haley), que se presenta en la piscina comunitaria causando el pánico de las familias y una febril retirada de los niños del agua, en una de las escenas más perturbadoras de la cinta; y la del ex policía Larry (Noah Emmerich), que lidera la lucha para que el cuasi-pedófilo sea expulsado de la ciudad.Contra todo lo previsible, Ronald y Larry se convierten en los personajes más lúcidos y dolorosos de la película, y sus pesadillas de niños grandes, de adultos que no logran serlo, se conectan secretamente con las perturbaciones de esos otros no-adultos que son Brad y Sarah, y varios de quienes los rodean. El infantilismo parece manufacturar aquí, como En el dormitorio, la tiniebla de la clase media norteamericanaMucho de lo que ocurre en Secretos íntimos resulta sorprendente, pero no porque falte información, sino porque Todd Field se empeña en llevar a sus personajes hasta sus últimas consecuencias, sin prisa y muchas veces sin asomo de compasión. El relato que comienza con un tono irónico progresa hacia matices cada vez más sombríos y desesperados, donde ya no hay adultos ni niños, sino sólo náufragos. Una película tan difícil de tragar como de olvidar.

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