Tuesday, July 24, 2007

Fútbol argentino (aunque duela)
Juan Cristóbal Guarello

Algunos días después, supongo que los ánimos están quietos para lanzar una reflexión molesta: el problema que tenemos con el fútbol argentino es muy sencillo: se llama “complejo de inferioridad”. En palabras más simples: los envidiamos. ¿Qué les envidiamos? Respuesta: todo. Ni detenernos en los títulos, copas, mundiales, olímpicos, libertadores, intercontinentales, Sub 20 y resto del menú. Hay como 600 años luz de distancia. Y como nosotros miramos los trofeos dentro de la vitrina cerrada con llave, los odiamos. Y nos jode que jueguen mejor que nosotros desde la época en que en vez de pelota se usaba una vejiga de vaca. Y que vengan jugadores con los zapatos envueltos en papel de diario (Spedaletti) o de Tercera División (Fabbiani) o reservas de reservas (Almada) y acá sean estrellas y goleadores de los campeonatos. Allá mandamos a los figurines como Rozental, Neira, Vega o el titular de la selección chilena Cristián Álvarez, y se doblan de tanto hacer banco. Sólo tres monstruos y en su mejor momento —Iván Mayo, Sergio Livingstone y Marcelo Salas— pudieron triunfar en Argentina.Nos molesta que sus clubes sean más grandes, que sus estadios se llenen todas las semanas, que sus hinchadas sean de verdad, tanto, que hasta les copiamos los cantos (y mal). No soportamos que a la hora de los vivos sean más vivos, a la hora de reclamar tengan mejor libreto, a la hora de simular se ganen todos los oscares (mientras que en Chile, con suerte un Apes) y a la hora de los qui’hubos, la de verdad, nosotros celebremos los empates y ellos los lamenten (¿o se olvidan del cero a cero con la Selección C de Argentina en Mendoza, que dejó a todos con el pecho inflado como pichón de competencia?). También envidiamos a sus periodistas. Pero no a Araujo, Niembro, Sacco o Liberman, ilustres empresarios disfrazados de comunicadores que hacen babear a los giles. Hablamos de Fabbri, Fucks, Cherquis Bialo, Juvenal y, por supuesto, ese maestro de la pluma y la ética que se llamó Dante Panzeri, cuyo libro “Burguesía y gangsterismo en el deporte” debería ser lectura obligatoria en las escuelas de periodismo.Yo también los envidio. Les envidio la cultura que genera el fútbol. Cuando leí “El penal más largo del mundo”, de Osvaldo Soriano, una tarde de 1986 en el fondo de la sala de clases, descubrí que la pelota y la literatura habían llegado al escalón más alto. Pero años más tarde cayó en mis manos “19 de diciembre de 1971”, de Roberto Fontanarrosa, simplemente una obra maestra. Curioso, el mismo día en que Chile jugó frente a Argentina moría Roberto Fontanarrosa. Reconozco que me molestaron las simulaciones de los albicelestes, que rabié contra el árbitro y que estaba bramando cuando terminó el partido. Pero también reconozco que ese partido lo vi mil veces y nosotros nunca aprendemos y nos seguimos comiendo todos los amagues y todas las simulaciones. Y que, desde el primer enfrentamiento en 1910, continúan viéndonos la cara de tontos año tras año (y mandándonos a llorar detrás del biombo).Finalmente, reconozco que sentí la muerte de Fontanarrosa. El “Negro” representaba, en forma exacta, todo lo que envidiamos del fútbol argentino. Esa pulpa de pelota que está tan cerca en kilómetros y tan lejos de nuestras capacidades.

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