Monday, July 16, 2007

Sos una puta

"La puta de Babilonia"

UN LUJO DE PIROTECNIA VERBAL
El escritor colombiano Fernando Vallejo tiene el gran mérito de dar al insulto, a la denuncia, al adjetivo calificativo, una nueva cota de intensidad en la narrativa universal. Hay pocos escritores tan iracundos como Vallejo, cuyas novelas constituyen despiadados y feroces retratos de una sociedad en disolución, amenazada por la carcoma, la ruina y la furia desatada. A él se le ajusta perfecto el adjetivo de apocalíptico. Las doce plagas de Egipto son poco, casi nada, al lado de la tragedia que se abate sobre Medellín y Colombia en novelas como La Virgen de los sicarios o El desbarrancadero. Vallejo cultiva, además, el estilo y el lenguaje con un cuidado poco habitual en las letras contemporáneas, cuestión que siempre hay que agradecer. Así, el despliegue de su narrativa –torrencial, para seguir con los tópicos– es una continua fiesta verbal, plena de hallazgos, siempre sugerente, con una cadencia atrapante que a veces apabulla por la riqueza y variedad de recursos.Todo ello está también en La puta de Babilonia, un ensayo, se diría, pero muy a la manera de Vallejo. Un ensayo que es también una interminable imprecación en el estricto sentido del diccionario, proferir palabras con que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra mal o daño, fundada en el mal y daño que ese alguien –la Iglesia Católica– ha causado a lo largo de los siglos; un magnífico repertorio de insultos, un lujo de pirotecnia verbal; un ensayo en el sentido clásico, desde luego, escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito; y una apasionada defensa de los animales, otro tópico esta vez personal y recurrente de Fernando Vallejo. Sin notas a pie de página ni bibliografía, el escritor colombiano funda la eficacia de su requisitoria en el poder del lenguaje y extrema sus recursos hasta límites que pueden ser difíciles de tolerar para lectores no advertidos, pero no por ello renuncia a la exposición de hechos. Más allá de la denuncia iracunda que alimenta estas páginas, Vallejo da prueba, una vez más, de su extraordinaria capacidad de uso del lenguaje, a contracorriente de las tendencias que buscan complacer al lector con productos previamente digeridos.

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