Wednesday, April 18, 2007

La pesadilla Juan Andrés Guzmán

Hay un libro notable que recuerdo mucho en estos días en que algunos han decidido perseguir a los que fuman marihuana y otros juegan a esconderle la píldora del día después a las mujeres. Es el “El Lector” del alemán Bernhard Schlink. La obra gira en torno a la decisión que tiene que tomar un joven: ¿debe contar un secreto que puede salvar a una mujer de ir a la cárcel? El problema, que parece simple, tiene una gran complicación: la mujer no quiere que el secreto sea revelado. Para ella la verdad es tan humillante que prefiere irse presa.Tras conversar con su padre, el personaje de Schlink logra poner las cosas en perspectiva. Lo que está en juego en su decisión, no es la libertad física o la felicidad de la mujer, sino su dignidad como ser humano. Actuar en contra de lo que ella ha decidido es negarle su cualidad de persona. “Si una persona sabe lo que le conviene a otro, debe intentar abrirle los ojos. El otro siempre tendrá la última palabra, pero hay que hablar con él. Insisto, con él. No con otra persona a sus espaldas”, recomienda el padre.A casi dos décadas del fin de la dictadura un razonamiento tan básico para nuestra convivencia social parece exiliado de la discusión pública. Con total desparpajo, fanáticos de todo tipo intervienen a nuestras espaldas para decidir lo que es bueno para nosotros, según sus convicciones. A través de lobbys, de duras leyes pensadas en los matinales de televisión, de enriquecedoras conversaciones con los confesores y de reflexiones hechas con un cilicio en la pierna, han decidido que la píldora no se reparte, que en Chile no se discute de aborto, que la marihuna no la puede fumar nadie. No entienden, o no les importa, que las personas sean tales en la medida que tienen libertad para decidir.Hoy 36 diputados de derecha, no contentos con haber impedido la repartición de la píldora del día después, quieren que se prohiban los cócteles de pastillas que logran el mismo efecto. Al mismo tiempo, en Coyhaique un equipo de fiscales y policías ha llevado adelante una investigación con allanamiento y todo, para detener a una mujer que es consumidora de marihuana. Su nombre es Verónica Venegas y el relato que hace de su experiencia en este número de The Clinic, es escalofriante. Una llamada anónima y cuatro pitos la tienen, hasta el cierre de esta edición, en prisión preventiva. Nada impide a la Iglesia, a la derecha y a todos los vigilantes de nuestra vida privada que persuadan a las mayorías. Tienen el dinero y los medios para hacerlo. Tienen colegios, revistas, empresas, que en estos temas actúan como cruzados en plan de liberar Jerusalén. Y tienen la democracia para poner el discurso que quieran. Pero para convencer se necesita considerar al otro un igual, no entrar de patada en la puerta u operar en un tribunal que, como no es electo, no está ni ahí con lo que la gente puede querer para su propia vida.Lo que le cayó encima a Verónica fue fascismo puro y duro. Y lo que opera en la campaña anti píldora es un conservadurismo denso, mecánico, sin criterio. En ambos actos está presente una misma lógica cuyo más condenable aspecto es que no nos considera personas.Con todo el respeto del mundo me pregunto: ¿por qué no se van un poquito a la mierda?

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