Thursday, May 15, 2008

Fuera de foco:
Mayo del 68

por Alberto Fuguet leer blog

Cinematográficamente, ¿cómo recordaremos este mayo en, no sé, treinta años más? Mirar para atrás es más fácil que predecir. Hace cuarenta años exacto estalló eso que terminó llamándose simplemente Mayo del 68 (el aporte francés a un año que se vivió intensa y peligrosamente en todo el mundo, desde Chicago a Praga al De-Efe). A días que se inicie Cannes 2008, festival que al final se canceló por las protestas que tuvieron a Godard y a Truffaut a la cabeza, no puedo dejar de pensar en nuestro Mayo 2008, sobre todo después de leer un emocionante artículo de A. O. Scott, publicado en The New York Times titulado El espirítu del 68.


Según los historiadores, Mayo del 68 comenzó en febrero de ese año cuando el gobierno de De Gaulle removió de la cinemateca nacional a Henri Langlois y los cinéfilos reaccionaron como cuando el celuloide se quema en medio de una proyección: con rabia, ira y acción. En el fondo, dejaron de ser extras y se transformaron en protagonistas. La revolución no sólo fue transmitida sino filmada en 16mm. Dudo que eso pasara ahora en Chile. El día que expulsen al director de TVN o la Ministra de Cultura no creo que el país entre en jaque o se paralice. ¿O sí? ¿Habrá protestas lideradas por nuestros cineasta y críticos? Al revés, quizás habrá un sentido de justicia y de pronto un par de festejos en Nuñoa, el Forestal y Santiago Poniente.

Según Scott, “descubrir 40 años después algunos de los experimentos cinematográficos de 1968 impresiona sobretodo por lo crudo, lo urgente, lo alucinantemente vivas que son”. Y claro: si el cine logró de alguna manera encender la chispa de la revolución, lo mínimo es que también fueran revolucionarias en el verdadero sentido del término: que revolucionaran, que movieran, que electrocutaran.


Incluso aquellas que no tocaban el tema del cambio o de la ebullición ideológica eran capaces de captar la electricidad-ambiente. Besos robados, de Truffuat, es romántica, adolescente, simpática, pero también es torpe, desordenada y capta de manera indiscutible lo que implicaba (y lo que se sentía) tener veintitantos el año 68. “No sólo filmaron los tiempos; fueron partícipes y catalizadores”, escribe Scott.


La Chinoise, del 67, es uno de los aportes de Godard a la causa. La cinta está llena de epigramas, proverbios y carteles, pero uno es bastante claro y lúcido: cuando las ideas son vagas, necesitamos imágenes claras. Personalmente, no creo que ningún artista deba tener ninguna responsabilidad más allá de su propia historia, personajes, estética y ética. No creo que es necesario ni obligatorio tener que ayudar a una causa mayor o ajena ni hacerse cargo de temas actuales o urgentes. Pero por otra parte… sorprende tanta irresponsabilidad estética.

El cine es el cine, se haga en digital o con una cámara de fotos, se estrene en el Hoyts o en YouTube. Y sé que, se haga lo que haga, siempre se termina hablando de algunos temas, desde luego del país, e incluso el más ingenuo o pedestre creador nunca podrá alejarse de crear desde una ideología, sepa o no sepa lo que es una ideología.


Y aquí me pregunto si acaso no deberíamos tener acaso un poco más de conciencia. No política pero, al menos, estética. Porque una de las maravillas del cine es que hasta la peor de las películas termina siendo un documental de cierto interés y capaz de revelar cosas del autor, del país y del lado de la vereda desde donde se filmó. De nuevo: cómo recordaremos nuestro mayo del 2008. Este es el cine que queremos? Cómo se verá años más tarde? BancoEstado (que, claramente, ya no es “del Estado” sino representa, con una exactitud casi aterradora, el estado de las cosas) puede seguir apoyando esperpentos como El Che Kopete. ¿Eso es cine chileno o cine hecho por chilenos? Lo que me pregunto es si nosotros seguiremos apoyando este tipo de cine. ¿Es lo que queremos? ¿No nos merecemos algo más tipo La vida me mata? ¿Es así como queremos ser recordados? ¿O es mi ego elitista el que habla? No sé. Sólo sé que la idea que alguien escriba sobre mayo del 2008 en cuarenta años más me da un poco de miedo y, por qué no, un poco de pena también.

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