Tuesday, November 20, 2007

En búsqueda de sentido
La viga maestra

columna revista El Sábado 18 de junio 2005

Patricia May


En un tiempo como el nuestro, en que la aceleración de los procesos internos y externos nos sobrepasan, donde todo está continuamente cambiando, desde las tecnologías a los conceptos en que hemos cimentado la vida, frecuentemente tenemos la impresión de que todo está tambaleando, de que la estabilidad laboral, familiar, económica, afectiva es una quimera, de que no hay nada seguro: el futuro es un campo incierto, y el presente, un estado de alerta en que sabemos que no podemos planificar, pues todo puede variar en cualquier momento. Anhelamos encontrar la estabilidad, sentir que se ha terminado el proceso y que ya hemos conseguido el trabajo perfecto, la pareja ideal, los hijos sin problemas, la salud perfecta. Nos pasamos gran parte de la vida tratando de llegar al día en que al fin lograremos descansar de nuestros problemas y desajustes diarios, en que lograremos escapar de aquello que nos perturba, duele o desagrada. Quizás más de una vez hemos tenido la sensación de haber llegado a puerto en algún tema de la vida, pero inevitablemente el bote volverá a zarpar y nuevamente volveremos a altamar; lo único seguro es que todo es incierto. En intercomunicación mundial somos conscientes de los eventos que ocurren en todo el planeta. El tiempo parece haberse acelerado, nos damos cuenta como nunca de que todo es un movimiento de nacimiento y muerte, de comienzo y fin, de transformación permanente, y, curiosamente, una de las conductas más recurrentes es escapar de esta certeza de fugacidad acelerando nuestro quehacer al máximo para no ver, llenándonos de artificios para no conectar con el hecho de que no tenemos nada controlado, que no sabemos qué será de nuestras vidas ni la de nuestros seres queridos. Corremos de una cosa a otra en una vida de hacer y hacer sin detenerse, consumir saciando deseo tras deseo, anhelar esto y lo otro y dar la vida y la sangre por ello, ir de una relación a otra, de una experiencia a otra. Se trata de opciones sustitutorias para no ver nuestra propia precariedad ante los grandes temas de la vida, del sentido, de la muerte. Así evadimos el conectarnos con la fragilidad e impermanencia de casi todos los aspectos en que cimentamos nuestra existencia. Mientras más conscientes somos, mientras más despiertos vivimos la vida, más nos damos cuenta de esto y mayor es la angustia, mayor la intensidad de la búsqueda de fundamento, de raíz.

Nos damos vuelta una vida entera , sin darnos cuenta de que la respuesta estuvo siempre ahí, donde menos lo esperábamos, en lo más cercano y evidente, en nosotros mismos.

En el centro de nuestra psiquis, en el fondo de la mente, cuando nos vaciamos de ruido y de rollo mental y emocional, nos encontramos con un ámbito de paz, templanza, fuerza, sabiduría, amor, natural alegría que está siempre allí, que no es trastrocada por las circunstancias, que es el centro de nuestra individualidad. Allí encontramos el eje permanente, lo que no nace ni muere, lo que siempre ha sido y siempre será, donde podemos cimentar una vida con bases sólidas.

Después de todo quizás comprendamos que la vida es un juego, donde nos disfrazamos y adoptamos roles y posturas, pero que hay algo esencial en nosotros que está más allá de las circunstancias, eso que permanece, que mora en el interior de cada ser, la Viga Maestra, la Roca donde cimentar una vida que ningún viento podrá derribar.

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