Thursday, September 17, 2009

Por Fernanda Donoso / La Nación
LOS PLACERES Y LOS LIBROS

El problema de ser Silvina Ocampo


Un día, un notable amigo de Borges (notable por lo pesado) iba bajando un ascensor con Jorge Luis y con Adolfo Bioy Casares, Adolfito para Borges, y ABC para su mujer Silvina Ocampo. Y dijo: -Han llegado a un lugar perfecto, el lugar que les corresponde, porque ustedes son escritores subterráneos, ¡a ustedes no los conoce nadie!

Los amigos se rieron, pero ella se puso a llorar. Después, su foto bajo un ombú -debe ser un ombú ese árbol interminable- con los zapatos de verano en el suelo, y defendida por esos lentes, es un acertijo. Silvina, la hermana de la directora de Sur, Victoria Ocampo (chicas acaudaladas y de Barrio Norte, ellas), vivió en un mundo de hombres interrumpido por unas pocas mujeres de cuya existencia han quedado, más que libros, esas fotos en blanco y negro de los ’50 cuando para ella, llegar al lugar perfecto, era una broma.

"Mi calidad literaria puede ser una ilusión", decía. Ahora es unánime la opinión de que la suya es una de las mejores plumas que dio Argentina. Cuando le preguntaron en relación con qué autores pensaba su propia obra, contestó: "En relación con Silvina Ocampo, o con Shakespeare o con Ronsard o con Kafka o con John Donne".

En sus cuentos siempre sucede algo muy raro. La realidad está corrida apenas un poco, y esa línea, ese borde, es el paso a otro mundo demasiado parecido a éste, pero otro. Sus personajes sueñan, y de los sueños traen objetos, restos oníricos tangibles. La muerte puede tener toda la pinta de Pola Negri (la más bella de un Hollywood remoto), por ejemplo. Y los niños tienen la maldad o el conocimiento y la incredulidad de los grandes. Pueden ser confundidos con enanos, y los enanos, con niños. Son sueños desapacibles, que se confunden con la realidad. Hay una pareja, por ejemplo: duermen tomados de la mano. Él sueña y ella no. Al fin, ella aprende a soñar, y también a traer cosas del otro lado. Cosas tan imperceptibles, que por eso precisamente son aterradoras.

En una de sus historias, el protagonista es ABC -literalmente. En algún punto, su celoso amor no se rinde. (Bioy Casares escribió mucho sobre ella, la inclasificable). En "La boda", una envidiada novia de provincia muere en el altar (muchos personajes suyos caen muertos en el momento más alto de su vida). Cae como una cortina blanca, mordida por una araña instalada en su peinado por una niña de ocho años. Una niña encantadora. En sus relatos la maldad es inocente, y toda inocencia imposible.

SILVINA OCAMPO, ANTOLOGÍA ESENCIAL
Emecé
Buenos Aires, Argentina, 2007
229 páginas

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