Saturday, September 26, 2009

Dawson, Isla 10

Ascanio Cavallo
Miguel Littin es uno de los cuatro directores chilenos -con Raúl Ruiz, Patricio Guzmán y Pedro Chaskel- que han estado haciendo películas por más de 40 años. Este solo dato le garantiza un estatuto singular dentro del cine nacional. También es uno de los pocos que vivió desde dentro el proceso de la Unidad Popular y la caída de Salvador Allende. Su visión de esa tragedia está redondamente planteada en Los náufragos (1994), la primera cinta que hizo en Chile después del exilio.
En Los náufragos, una familia rural constituye la metáfora del golpe de Estado de 1973, y su figura central es la del "gran padre generoso", el modo en que Littin conceptualiza al Presidente Allende.
Quince años más tarde, en Dawson, Isla 10, Allende es todavía el padre simbólico de los ministros y dirigentes de izquierda recluidos en el gélido paralelo. Pero es también algo más extraño, más mitológico y acaso más esotérico, una presencia fantasmal que cruza no sólo la historia narrada, sino la película misma, su textura y su visualidad.
El momento más extraño se produce cuando el capitán Salazar (Alejandro Goic) anuncia a los prisioneros que serán llevados a Puerto Williams y, antes de retirarse, pregunta quién es "A", la firma que acompaña a unas consignas enigmáticamente rayadas en los muros de latón de las barracas. Los prisioneros responden que no saben, y entonces Littin corta y muestra a un Allende (siempre borroso, casi como una imagen mental) que cae liquidado en La Moneda, seguido de unas botas que entran al Salón Independencia.
Varias cosas están implicadas en este raro montaje. La primera, desde luego, es la afirmación de que Allende no se suicidó, sino que fue asesinado, algo que está presente en una escena anterior, donde el ex ministro José Tohá (Pablo Krögh) se niega a firmar una declaración que sostiene el suicidio. La segunda es la incrustación de la escena en la historia de un grupo de hombres que, con pocas excepciones, no estuvo en La Moneda en el último instante del Presidente. La tercera es la presencia de esta misteriosa "A" (¿Allende?) que lleva sus mensajes (¿post-mortem?) a una remota isla patagónica.
Es sólo un instante, un par de minutos, en una película de casi dos horas. En el resto, Littin adapta el entrañable libro de Sergio Bitar "Isla 10", un texto quieto, reflexivo, autocrítico, que describe lo que "no fue la experiencia más heroica de nuestras vidas", y que tal vez por ello no encaja del todo con el instinto mítico y épico del cineasta.
¿Explica esto la incrustación de las escenas seudodocumentales de Allende en La Moneda, y en especial ese extraño interludio del asesinato, que es seguido por el plano más bello, aquel en que Osvaldo Puccio (Matías Vega) corre inútilmente tras el camión que lleva a su padre? ¿Es este momento mínimo la explicación de fondo del proyecto, o es sólo un accidente en una historia difícil de contar? Esta es una de las gracias involuntarias del cine de Littin: cada vez que da respuestas tajantes, abre unas dudas más anchas.
Dawson, Isla 10
Dirección: Miguel Littin. Con: Benjamín Vicuña, Cristián de la Fuente, Luis Dubó, Pablo Krögh, Sergio Hernández. duración: 100 minutos.
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