Monday, February 25, 2008

Jorge Peña Hen

Por Francisco Mouat


Aprieto play en el pequeño equipo de música que hay en mi escritorio, y escucho la voz del gran maestro chileno Jorge Peña Hen, entrevistando a niños de su orquesta sinfónica infantil durante las giras que alcanzaron a hacer, en los años sesenta y comienzos de los setenta, a Lima, a Buenos Aires y a distintas ciudades del país. ¿Saben las generaciones de hoy quién fue Jorge Peña Hen? ¿Saben cuánto hizo por enseñar y difundir la música y por transmitirle pasión y entusiasmo a los pequeños músicos que fue reclutando aquí y allá? En la grabación que escucho, los niños le hablan a la grabadora artesanal que sostiene en sus manos Peña Hen: Omar Galleguillos, una niña llamada Isabel, uno de apellido Urquieta que a la vuelta de Perú hace votos para que los profesores que los han acompañado hayan quedado satisfechos y contentos con los conciertos que dieron. Finalmente el maestro Peña Hen les dirige unas palabras: no quiere perder la oportunidad de decirles que esta gira a Lima ha sido un éxito, que ellos están siendo pioneros de una nueva manera de cultivar la música en América Latina, que está feliz, lleno de satisfacción y orgullo, porque veinte años atrás, cuando llegó a instalarse en La Serena, no había músicos, no había instrumentos, no había dinero, y ahora las orquestas infantiles viajan esparciendo su música.

Esto sucedía, está dicho, hace cuarenta años, a fines de los sesenta, comienzos de los setenta. Lo más conmovedor de escuchar la voz alegre de Peña Hen, de percibir en su tono el encanto por la música que les transmite a sus discípulos, de reparar en su aproximación ingenua y cariñosa cuando les dice que cada uno de ellos está cumpliendo una función dentro de la música, cuando los alienta a seguir avanzando, cuando les marca que tal vez inconscientemente ya están sintiendo dentro de sí que son músicos o que van a serlo en el futuro, es saber, como sabemos, que poco tiempo después, cuando sobreviene el golpe militar de septiembre de 1973, Jorge Peña Hen es primero detenido y luego fusilado el 16 de octubre en el regimiento Arica de La Serena por la maldita Caravana de la Muerte.

Demasiada impotencia. Jorge Peña Hen debió seguir celebrando su cumpleaños cada 16 de enero, para consagrarse al arte y la música, que eran sus máximas pasiones. Me une a Peña Hen el cariño que siento por su hija María Fedora y haber nacido el mismo día que él, pero 34 años después. Él tendría hoy apenas un año más que mi padre, quien vive y goza de buena salud. Yo ya tengo 46 y a él lo acribillaron a balazos, totalmente indefenso, cuando tenía 45. Yo ya soy más viejo que lo que él alcanzó a vivir. ¿Por qué le arrancaron la vida de un modo vil y cobarde?

En otro momento de la grabación que escucho, está de gira en Buenos Aires con su orquesta. Peña Hen va nombrando, mientras esperan el subte para ir a Palermo, a algunos de sus dirigidos: el "Guatón" Carvajal, Yerko, la "Porota" Núñez, Valencia, la Soledad, el Pato Rojas, la Cecilia Arriagada, la Silvana, quien debutó –nos enteramos– con un hermoso concertino de Weber en Argentina. Pienso en esos nombres, y me pongo en su pellejo. No mucho tiempo después de viajar con Jorge Peña Hen, se enteraron, siendo niños o adolescentes, que a su maestro, el mismo que los dirigía con su batuta y les tarareaba la música y las entonaciones, lo había tumbado una ráfaga de balas en un regimiento militar levantado en la ciudad a donde había ido a radicarse en los años cincuenta.

Solo y extrañado mientras estuvo detenido, en sus últimas semanas siempre esperó que lo soltaran pronto. Y alcanzó a escribir, porque eso era su vida, una partitura musical con palos quemados de fósforos. La mañana del 16 de octubre de 1973, lo arrancaron violentamente de su celda y pocas horas después lo mataron junto a otros catorce chilenos. Jorge Peña Hen era socialista, y lo acusaban de adquirir y distribuir armas. Qué ironía. Qué vergüenza.

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