Monday, February 25, 2008



CHICAS LINDAS
Por Francisco Ortega

Es lugar común, pero vaya que es cierto eso de que las películas son como la vida. Más que por los premios, cifras de taquillas, actuaciones o guión, nos ganan por sus momentos, su sentido del humor, su capacidad de convertirse en mejores amigos que los verdaderos amigos. Personal pero válido: podría enumerar diez filmes que me han hecho sentir mejor que mucha gente que conozco. Tal vez por eso, hoy me siento mucho más cerca de Billy Wilder que de Hitchcock. O de Richard Linklater que de David Lynch. Y claro las películas también nos enamoran, pero por sobre sus epifanías, diálogos y canciones precisas, nos enamoran con algo tan simple como sus chicas lindas.
Señoritas como Ellen Page, Juno en Juno, tan normal, tan pequeña y tan perfectita que duele mirarla. Me explico, uno puede fantasear con la “Jessica” de turno (Alba/Biel/Simpson etc), pero nada más. No es igual que Anna Paquin en La Hora 25, por ejemplo.. Como me decía un buen amigo, las rubias de ojos azules son para reality, mientras que las chicas lindas de verdad, esas corren por un carril muy distinto. Y esa es la pista por la que acelera Ellen Page, maravilla canadiense de 20 años, feminista por elección, fanática de Pink Floyd por un ex novio, lectora de cómics de superhéroes, jugadora ocasional de soccer y dueña de la mirada más triste del nuevo cine independiente. Tres tomas que la definen aún mejor: transparente mutante en X-Men III, caperucita electrónica, perversa y castradora en Hard Candy, finalmente ácida adolescente en Juno. Sumar que es la nueva actriz con mejor futuro según la revista Entertainment Weekly es redundar. No es casual que una de las mejores escenas del Juno remita tan directo a ese pequeño clásico que es Chicas Lindas, de Ted Demme. Dos niñas/mujeres de nombre raro (Juno en una, Marty en la otra), coqueteando en el borde con un hombre maduro/inmaduro (Jason Bateman en una, Timothy Hutton en la otra, ambos músicos, ambos tremendos), un baile (en una pista de hielo uno, en un sótano el otro) interrumpido. ¿Qué pasa cuando tienes 40 años, tu vida más o menos armada y encuentras al amor de tu vida y esta tiene 13 o 14 años? Hay preguntas que es mejor no responder, para eso están las películas. Ellen Page ahora, Natalie Portman recién saliendo de la pubertad hace unos años.
¿Por qué es tan fácil enamorarse de una chica como Ellen Page? La razón es la misma por la que tantos nos pegamos con Winona Rider como adolescente gótica y frikiada en Beatlejuice. O con la ya mencionada Natalie Portman antes de Episodio I. O con Marion Cotillard en El Gran Pez, cuando nadie se percató de su existencia. O con Rose Byrne, en esa joya del cable que es Damage. Porque ninguna de ellas parece más linda que cualquier chica que uno puede encontrar en Providencia. Enojonas, divertidas, insoportables, queribles como un buen partido de fútbol o una canción triste de Bruce Springsteen. Tal vez Juno no sea la mejor película del mundo, pero escuchar a Ellen Page hablar de la diferencia entre un Gibson LesPaul y una Fender Stratocaster vale el precio de cualquier entrada. Y en esa secuencia final, cuando Ellen/Juno reconstruye su mundo con risa y llanto, uno entiende de golpe demasiadas cosas. Si estás solo, que necesitas urgente a una Ellen/Juno en tu vida. Si estás con alguien, que ese alguien se parece más a Ellen/Juno de lo que ella jamás pensó.
Las chicas lindas siempre nos gustan más que las rubias de reality y cuando las mujeres entiendan esta lógica masculina, muchas cosas se van a solucionar en sus locas cabezas. Porque las chicas lindas, las verdaderamente lindas, nunca son las más bellas del baile, pero vaya que nos vuelan el rostro y nos desarman los esquemas. Y en esa ecuación los pelos lisos, las piernas eternas y las bondades de la cirugía plástica tienen la partido perdido. Y por goleada.

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