DIARIO DE LECTURA
Lenguas de formón
Roberto Merino
La cotidiana actividad del pelambre es equivalente a un ajuste inconsciente de la personalidad en su enfrentamiento con el mundo: hablar mal de los otros es una forma de establecer cómo uno no es o cómo uno no quiere ser. De este modo, los peladores más paradójicos son aquellos que señalan en los demás defectos que a primera vista son evidentes en ellos mismos.El pelambre es casi siempre oral, la fugacidad del habla común lo soporta con naturalidad. Por escrito la situación es distinta: podemos reírnos, al escribir, de las características grotescas de un individuo ficticio, o bien revelar las pequeñas manías de un hombre famoso para asegurarnos la comicidad y el patetismo de nuestras palabras, pero escribir mal de alguien porque sí - por pura inquina, por simple desprecio- suena estruendosamente en el texto. Una crueldad personal soltada entre amigos puede ser graciosa, puesta en la página es ensordecedora.Cuando hace un par de meses estuve leyendo Borges, de Bioy Casares, fui progresivamente cayendo en un estado de incomodidad y desconsuelo. No porque el libro fuera aburrido, todo lo contrario, sólo la entretención extrema podría justificar el consumo rápido de casi dos mil páginas. El problema era que, mientras no podía parar de leer, sentía una resistencia a enterarme de las pequeñas imbecilidades de los escritores que Borges y Bioy veían a diario por imposición de la vida social, literaria o académica, y que después descueraban a la hora de comida. Borges mismo aparece en el libro aquejado de la obsesión de Flaubert por la tontera, como si el revelado de la idiotez ajena le hubiera comunicado algo fundamental de la vida. Pero estoy hablando de una resistencia provisoria, que puede extinguirse en cualquier momento.Con estos diarios de cuarenta años, Bioy no pretendió hacer un libro realista, sino uno fidedigno. Quiero decir, no se preocupó de adornarle el día a día a nadie. En términos retóricos, las anotaciones que constituyen sus diarios están en el extremo opuesto de los discursos, fúnebres o vivaces. Leemos el libro y sabemos que la vida es aproximadamente así: con maledicencia, con sorna, con humor, con latas portentosas y sin mayores lirismos. Si alguien se hubiese dado el trabajo de registrar nuestras conversaciones de varias décadas, encontraríamos un precipitado similar de descalificaciones, si bien menos ingenioso.Se ha comparado Borges con la Vida del doctor Johnson. Es posible que la obra de Boswell haya estado en el modelo inicial de Bioy. El modo de introducir los diálogos es similar en uno y otro libro. Pero en el caso de Boswell los siglos atemperan cualquier efecto de excesiva crudeza. La gente del siglo XVIII, para nosotros, pertenece a un tinglado medio irreal, desde el momento en que usaban pelucas y confiaban tanto en la razón.
Saturday, May 12, 2007
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