Monday, May 28, 2007

Columna de viajes

París, París Por Sergio Paz

Año a año, Lonely Planet publica El libro de las ciudades del mundo; una lustrosa publicación en la que editores y lectores votan para elegir a las 200 mejores ciudades del mundo para turistear. Precios, seguridad, conectividad - y un largo etcétera- son las factores que influyen para que los votantes coronen a la mejor de las mejores, título que en la versión 2007 se acaba de llevar París. Santiago, en tanto, quedó en el lugar 60; sitial nada de malo para una ciudad que los extranjeros suelen apreciar mucho más que quienes vivimos en ella.París, París. ¿La mejor ciudad del mundo para viajar? Chuta. Quizás. Puede ser. ¿Por qué no? Borroso es mi recuerdo de París. Era invierno, y con mi novia viajamos hasta la Ciudad Luz (una cursilería, en realidad llegamos de día) porque, en verdad, lo que queríamos era conocer Eurodisney. Qué desastre. Hasta el ratón Mickey tenía nieve en las orejas. Aparte, el contagioso entusiasmo que caracteriza a los que trabajan en Disney Orlando es demasiado falso en Francia. Y eso, sumado a que un croissant jamás podrá reemplazar al dulce pop-corn de media tarde, casi terminan arruinando el viaje.Pero aún quedaba París. Bus. Metro. "¿Dónde vamos a dormir?", pregunta de pronto mi novia. "¿Dónde? Amor. ¿Qué importa? ¡Estamos en París!", le digo, mientras medito en lo idiota que soy: ¡estoy en la ciudad del amor y no sé a dónde ir! La cosa es que el tren seguía su veloz marcha, de pronto las puertas se cerraron y no pudimos bajar sino hasta que el metro se detuvo en Gare du Nord: la Estación Central parisina. Salimos, caminamos, preguntamos por aquí y por allá. Todo era impagable. Eso hasta que encontramos una pieza enana, con baño aún más liliputiense. Y, por cierto, a esas alturas había reventado el presupuesto. Tras un angustioso plan que excluía toda posibilidad de ir a algún club a bailar el hip-hop más ondero, apenas quedaban unos euros paran pagar algún museo: la elección fue el Louvre. Entonces empezaron las peleas serias. "¿La Mona Lisa? No me interesa ver la Mona Lisa", dijo mi mujer. "¿Cómo? ¿Estás en París y no vas a ver la Mona Lisa?", dije yo. "Olvídate, va a estar lleno de gente. Yo veré la exposición de Egipto. Tú haz lo que quieras", dijo ella. Fue entonces cuando nos separamos. Click, click, los flashes apenas dejaban ver a la muñeca. A ella no le fue mucho mejor con momias y jeroglifos. A 48 horas de haber llegado a París, no sólo no habíamos subido a la torre Eiffel sino que, además, estábamos agotados, hambrientos y el amor simplemente se había ido con el viento.Vale la pregunta: ¿existen ciudades mejores que otras? ¿Es mejor Londres que Nueva York? ¿Sydney que Bangkok? La verdad, no lo creo. Soy de los que piensan que la impresión que puedes tener de una ciudad, tal como suele suceder con las personas, siempre depende del momento, de las circunstancias. ¿Cómo se puede comparar? ¿Qué es mejor? ¿Santiago en invierno o Río en invierno? En verano ni hablar.En fin: ha pasado el tiempo y mi mujer aún tiene sobre su escritorio una Minnie Mouse de trapo que le regalé en París. Qué puedo decir: solemos reír cuando la miramos. Y aunque no nos decimos nada, seguramente los dos pensamos en besarnos, algún día, en un oscuro vericueto de la basílica del Sagrado Corazón. O, no sé, tomarnos de las manos mientras navegamos por el Sena. ¿Seguirá, a esas alturas, siendo París la mejor ciudad del mundo?nEn Internet: ¿Cuál cree usted que es la mejor ciudad del mundo para turistear?

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