Columna en revista El Sábado el 28 de agosto de 2004.Patricia MayHay dos pilares fundamentales para las personas que se internan en un camino de conciencia y evolución personal. Uno es vivir despiertos y, el otro, hacerse responsable de la conducción de su vida.
Vivir despiertos es ser consciente del movimiento mental-emocional, los lentes psíquicos a través de los cuales miramos el mundo. Par ello es preciso desarrollar la capacidad de observar nuestros pensamientos y emociones. Nos daríamos cuenta que somos sumamente repetitivos, que una y otra vez le damos vuelta a las mismas ideas y que ellas nos conducen a estados muchas veces no deseados.
Al ser conscientes de esto ya no podemos culpar a los demás de nuestras vivencias. Es común que las personas expliquemos nuestras reacciones, estados o circunstancias como el resultado de lo que otros han hecho. "Perdí el control porque ella me enfureció". "Estoy así porque mis padres no me quisieron".
No cabe duda, las circunstancias nos afectan, pero precisamente, constituyen una oportunidad para que nos trabajemos y las trascendamos. Una actitud básica en una persona consciente es responsabilizarse de sus estados; soy yo la que me enojo, la que temo, la que tengo rencor, soy yo la que puedo trabajarme, muchas veces con ayuda de otros, para liberarme de lo que me aprisiona.
¿Hasta cuando queremos seguir llevando la carga que llevamos? ¿Hasta cuándo culpar a las circunstancias, a los otros, a la vida para no hacernos cargo de nosotros mismos? Los otros han sido vehículos para que despiertan nuestras potencias de ira, miedos que yacían inactivos, pero vivos hasta que el otro nos las activa y nos hace el favor de que salgan, se expresen y podamos concientizar todas aquellas fuerzas que yacian ocultas en el inconsciente.
En este sentido las personas que nos hieren o nos irritan, o colman nuestra paciencia son maestros que nos permiten vernos. La irritación, la herida, la impaciencia son nuestras, aceptando esto puedo empezar a conocerme y trabajarme.
¿Por qué me duelo tanto con la crítica? ¿Qué me pasa que me importa tanto lo que los demás digan de mí? ¿Qué punto de mi vulnerabilidad tocan los otros con ciertas actitudes? Este es el tipo de preguntas que necesitamos hacernos en pos de un autoconocimiento que nos lleve a trascender nuestro estado actual. Los demás, las circunstancias son oportunidades, disfrazadas de hechos que tocan los puntos justos que necesitamos elaborar.
La vida es lo que yo hago de ella, las circunstancias no existen como algo neutro que es por sí, sino que yo las tiño de mi interpretación, de mi actitud para vivirlas. Un mismo hecho puede convertirse en algo que me hunda o en una oportunidad de probar mi fuerza y certidumbre interior.
Una enfermedad, una infancia difícil, una convivencia complicada, un trabajo aburrido pueden ser oportunidades para extremar nuestra comprensión, fuerza, manejo emocional, capacidad creativa. No hay nadie ajeno a nosotros mismos a quien culpar ni responsabilizar de nuestra calidad de vida.
La vida es bella y alentadora para quien sabe mirarla con ojos profundos, comprendiendo que en lo fácil y difícil, en la alegría y el dolor estamos ante la oportunidad de crecer en espíritu.
Saturday, March 31, 2007
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