(A Confederacy of Dunces, en inglés) es una novela de John Kennedy Toole publicada póstumamente y galardonada con el premio Pulitzer 1981.El título es una referencia a una cita de uno de los clásicos de la sátira, Jonathan Swift: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él".Escrita hacia 1962, mientras realizaba el servicio militar en Puerto Rico, narra las peripecias de Ignatius J. Reilly, un personaje excéntrico en busca de trabajo para pagar una deuda, a la vez que se embarca en una serie de estrambóticas aventuras con el objetivo de rivalizar con su amiga Myrna Minkoff en el terreno de la agitación social.
John Kennedy Toole jamás vio publicada su obra en vida. Al parecer, envió el original de la novela a varias editoriales, y todas la rechazaron. En una de ellas, la Simon and Schuster, parece que al principio se entusiasmaron por el libro, pero finalmente lo rehusaron aduciendo algo francamente ridículo: que era un libro que no trataba de nada en concreto. Poco tiempo después el autor decidió quitarse la vida.Su madre, al encontrar el manuscrito años después, lo llevó a distintas editoriales, las cuales también volvieron a rechazarla. Empeñada en su publicación, ya que pensaba que la novela tenía una calidad notable, se puso en contacto con el escritor Walker Percy (autor entre otras de la novela El cinéfilo, con la que había tenido un considerable éxito) para que leyera la novela y consiguiera su publicación. Percy, tal y como él mismo cuenta en el prólogo de La Conjura de los Necios, al principio receló de leer el texto que le ofrecía. Pero, cuando tras mucho insistir aceptó leerlo, quedó maravillado: no le parecía posible que la novela fuera tan buena. La novela recibió el premio Pulitzer, y fue un éxito editorial, apareciendo en las listas de libros más vendidos en muchos países, convirtiéndose así en uno de esos pocos casos en los que se aúnan calidad literaria y éxito comercial.
ArgumentoAdvertencia: Esta sección contiene detalles de la trama y el argumento. Por encima de todas las cosas, la novela es una genial y divertida sátira de la sociedad contemporánea. Se centra en retratar la sociedad del Nueva Orleans de los años sesenta, pero va mucho más allá, y consigue recrear un vívido fresco de nuestros tiempos, una enorme crítica constructiva de nuestro mundo, con todas sus ridículas y absurdas mezquindades.El personaje central, Ignatius J. Reilly, es un ser inadaptado, un anacronismo que sueña con que la forma de vida medieval, y su moral, vuelva a reinar en el mundo. Para ello, para ser escuchado en un mundo en el que es incomprendido, rellena de su puño y letra cientos de cuadernos Gran Jefe, en los que plasma su visión del mundo, y desperdiga esos textos por su habitación. Algún día los ordenará y reunirá creando su obra maestra. Mientras tanto la diosa Fortuna, contra su voluntad, lo catapulta al mundo capitalista, viéndose obligado a someterse a la nueva forma de esclavitud que para él es el trabajo. Él se resigna, como Boecio se resignó a su ejecución, y sale a buscar trabajo. Su actividad laboral y vital es el hilo que une y da sentido a toda la obra, y que nos permite conocer a otros personajes tan reconocibles, tan humanos, como memorables.Lejos de las meras e hilarantes anécdotas que el carácter entrañable y especial de Ignatius va generando alrededor de sí, la novela trasciende a ello para convertirse, en su trasfondo, en un despiadado retrato del género humano. Un retrato lleno de piedad y comprensión, a la vez que amargura y resignación. Tal y como Percy dice en el prólogo, a pesar de las carcajadas que le proporcionó la novela, también tras su lectura sintió cierta tristeza que no sabía muy bien de dónde provenía, si del trasfondo dramático de la novela, o por la tragedia del autor, que se suicidó con poco más de treinta años sin conseguir ver publicada su novela, y que con su muerte nos negó nuevos y geniales libros como podría haber sido el de la continuación de esta novela, puertas que dejó claramente abiertas con el sugestivo, melodioso, final que el libro depara.
Estilo y EstructuraLa estructura es lineal y como una buena melodía va creciendo poco a poco hacia su inevitable final, acompañando a su vez a los variados personajes que pueblan la obra. Está dividada en capítulos, los cuales a su vez se dividen en subcapítulos.La obra está narrada en su mayor parte en tercera persona. Está escrita en un estilo desenfadado, irónico, sarcástico, bufo. Alterna distintas escenas de distintos personajes que forman un todo común; las acciones de unos afectan de una manera u otra las vidas de los otros, y viceversa.La intención del autor era la de hacer reír en todo momento, con situaciones cómicas, descripciones bufas y diálogos tan brillantes como hilarantes. Destacan especialmente las frases del protagonista principal, Ignatius, nacidas de su erudición medieval, que chocan continuamente con las de los demás.A lo largo de la novela se intercalan algunos fragmentos escritos en primera persona por Ignatius, que cumplen a la perfección la función de completar el texto y la compresión tanto de la historia como la de los personajes. Estos escritos de Ignatius resultan, si caben, y como poco, tan brillantes y geniales que los escritos en tercera persona. Son los escritos que caligrafía Ignatius en sus cuadernos Gran Jefe, que desperdiga por su habitación, y con los que espera algún día componer una obra magna, inmortal, que logre empujar a la humanidad de vuelta al sistema medieval.Completan finalmente el libro la correspondencia que mantiene Ignatius con una peculiar amiga suya llamada Myrna Minkoff, la cual tiene una visión del mundo completamente distinta a la de Ignatius, pero que en cierta forma la complementa. Así, dispersas a lo largo de la novela en diversas epístolas se manifiesta una tensa relación de amor-odio.PersonajesIgnatius J. Reilly: Todos somos Ignatius J. Reilly, todos albergamos en nuestro interior ese egoísmo miserable, esa rastrera facilidad para la mentira, esa tremenda capacidad de sólo percibir aquello que nos conviene y como nos conviene. El enfrentamiento de Ignatius con el mundo sucede de una forma totalmente humana, porque Ignatius es mucho más humano de lo que a muchos lectores les gustaría reconocer. Al igual que le ocurre a él, todos nosotros sabemos la verdad y es el resto del mundo el que se equivoca; como le sucede a él, la culpa es siempre del otro, y el tiempo (que en realidad es el más hipócrita de nuestros compañeros de viaje) ya pondrá a cada uno en su lugar, ¿verdad Ignatius?.
CríticasSe ha comentado que la novela esconde una gran parte de la biografía de John Kennedy Toole, ya que refleja una parte de las vivencias del autor. Toole trabajó mientras estudiaba en una fábrica de ropa, conoció bien el barrio francés de Nueva Orleans, en el que alguna vez ayudó a un amigo a vender comida ambulante, y también vivió con su madre largo tiempo incluso después de haber acabado la universidad. Además, el protagonista, Ignatius, escribía sin parar con la esperanza de crear una obra maestra que cambiase la realidad (como evidentemente hacia el autor: escribir novelas). Por todo ello, no es difícil pensar que Ignatius J. Reilly era una caricatura del propio autor, con la que pretendía reírse tanto de sí mismo como del mundo, acaso para poder soportarlo.
Adaptaciones cinematográficasEn varias ocasiones se ha tratado de llevar a la gran pantalla esta novela, pero hasta el momento y por diferentes motivos estas intenciones han fracasado, como si pesara sobre la novela la misma misteriosa maldición que pesa sobre el Don Quijote (obra con la que muchos la han comparado), y que impide que llegue a crearse una adaptación cinematográfica fidedigna.
John Kennedy Toole La conjura de los necios (fragmento)
" Soy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que ésta bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, Ahí me di cuenta que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.”
Saturday, March 31, 2007
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