Nick Carter
Rodrigo Pinto
(Se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo) es el largo subtítulo de este divertimento de Levrero, cuya obra completa se está editando gracias a que una obra póstuma, La novela luminosa, lo llevó tardíamente a la fama. Ahora es el turno de Nick Carter, novela que, en un primer momento, hace pensar más en otro de los oficios del autor-la escritura de guiones para cómics - que en el resto de su obra, por la delirante vena que recorre el relato, una reducción al absurdo de la novela negra y sus tópicos. Pero pronto se advierte que Levrero es fiel a su naturaleza y, en medio de las aventuras de Carter, asoma una mirada cuya ironía muestra que, tras el juego del absurdo, hay un autor que sabe hacia dónde va y qué quiere decirle al lector, incluso desde la interpelación: "A ti también te han clavado un cuchillo en la espalda el día mismo en que naciste. Pero en tu ceguera le llamas a eso vida, a eso que arrastras, como tantos lectores, infectando el mundo".
Nick Carter desenvuelve una trama absurda y fuera de quicio, que confunde las fronteras entre el mundo onírico y el real sin dejar de apelar a elementos de la novela negra: el detective solterón y mujeriego, el caso ejemplar a resolver, las mujeres guapas, los enemigo jurados. Imágenes especulares, que realizan orgías o actos atroces y se burlan de quienes las contemplan, monstruos marinos indescriptibles, mujeres poderosas que arrastran un amarguísimo despecho abren paso a otra línea, igual de delirante, que se burla de otro tópico de los tiempos: la literatura psicoanalítica. Carter descubre que quienes lo rodean, como la secretaria ninfómana que a diario lo arrastra sobre algún mueble y su ayudante, que cabe en un maletín, están ligados a él de una manera más cercana de lo que pensaba. La acción transcurre en Inglaterra, entre salones de la nobleza y tétricos castillos, un escenario ideal para situar al detective más atípico (y más convencional, por otra parte) de la literatura. Con sus aventuras, Levrero da una clase de cómo se puede subvertir un género hasta el límite, sin perder el paso y con una descomunal cuota de humor; pero, también, sin ceder en su identidad como escritor, con la marca del distanciado pesimismo y el sentido de la fugacidad de las cosas que alienta en toda su obra.
Mario Levrero. Mondadori, Buenos Aires, 2009. 156 páginas.
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