Tuesday, February 16, 2010

"El tiempo no tiene movimiento, sino que el movimiento está dentro del tiempo. Me costó aprenderlo" –Manoel de Oliveira

El arte torrencial de Thomas Bernhard
El autor austríaco escribió con la intención de remecer las conciencias de una sociedad que se olvidó muy rápido de su pasado nazi. Su vigencia la corroboran la llegada de sus Relatos autobiográficos y la obra Comida alemana, que puede verse ahora en el Festival Santiago a Mil.
por Juan Andrés Piña

Considerado como uno de los montajes más importantes estrenados el año pasado y de mayor éxito en la actual versión del Festival Santiago a Mil, Comida alemana es representativa del universo dramático del gran escritor austríaco Thomas Bernhard (1931-1989). Hasta hoy, Bernhard aún es calificado como un excéntrico, maldito y hasta underground: varios de sus dramas fueron prohibidos y sus novelas, requisadas.
Probablemente se debió a que en su amplia creación narrativa y teatral reiteró una obsesión medular: la persistencia de la ideología alemana nazi en la sociedad europea, a pesar de las décadas transcurridas desde su caída. Son textos particularmente dolorosos y vehementes en contra de su patria, que, a su juicio, se entregó inmoralmente al régimen alemán. En 1986, en una de las pocas entrevistas televisivas que se le conoce, Bernhard declaró que "Austria es insignificante. Se trata de un pequeño país de gentes simpáticas, pero malvadas y sin importancia, y católicas".
Bernhard fue poeta, novelista y dramaturgo. Nació en Holanda, pero residió casi siempre en Austria y Alemania. Tras vivir los últimos años de la Segunda Guerra Mundial en Salzburgo, pasó varios otros recluido en un sanatorio, a causa de la tuberculosis que contrae cuando se retira del colegio y entra a trabajar a un negocio de abarrotes, como cargador, según cuenta en El frío.
Entre 1952 y 1957 estudió música y arte dramático. Preferentemente, exploró el tema del absurdo en la vida y en los sentimientos humanos, así como las presiones que llevan a las personas al borde de la locura. Entre sus escritos destacan Helada, Trastorno, La calera, El sobrino de Wittgenstein y Corrección, el más celebrado. Su autobiografía, considerada como su obra más intensa e importante, está constituida por cinco tomos: El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño. Su teatro ha sido calificado como De la Nueva Subjetividad, del que Peter Handke es también uno de sus principales exponentes.
Para él, dos temas de la sociedad europea actual continúan con vigencia. El primero es de qué manera el nacionalsocialismo continúa siendo una culpa no resuelta y un estigma que traspasa a las nuevas generaciones. Lo segundo es que dicha ideología totalitaria es pariente cercana al catolicismo, afirmación que nace de sus años de infancia y adolescencia, cuando estudió en el internado Nacional-Socialista-Católico Johanneum. En uno de sus volúmenes autobiográficos, El origen, afirma que "tampoco el cuerpo de Cristo, sumido y consumido cada día y, por lo tanto, aproximadamente 300 veces al año, era nada distinto del llamado homenaje cotidiano a Adolf Hitler".
En las tablas chilenas
Todo este clima se aprecia en Comida alemana, una de las siete piezas denominadas por Bernhard como "dramolettes" (composiciones breves y satíricas), que sigue presentándose en Lastarria 90. La dirección del montaje corresponde a Cristián Plana, la dirección coral a Annie Murath y el elenco lo componen Grimanesa Giménez, Daniela Ropert, Valentina Jorquera, Amalia Kassai, Daniela Castillo, Gabriela Urzúa, Felipe Lagos y Leo Canales. Ahí, un sótano blanco y estrecho agrupa a seis jóvenes que ensayan composiciones de los lieder de Mahler y Schubert, bajo la dirección de una enfermera jefe. El espacio clausurado, opresor, y la fuerte tensión ambiente conducen a una relectura de las canciones: lo que aparece como la invitación a un mundo mejor, al contacto con la naturaleza y a las relaciones afectivas, corresponde, en realidad, a un tortuoso plan de agravios y vejaciones, un microcosmos representativo de casi toda su producción.
Como bien ha señalado Javier Marías, el efecto hipnótico de las historias de Bernhard, lo que le permite dar el salto y convertir la ira en arte, es su inconfundible estilo: "Todo este mundo está mostrado en él con un prosa cortante, seca y reiterativa como una suite de Bach; los diferentes temas de la obra van surgiendo una y otra vez como si se tratara de los de una melodía, alternándose, combinándose, dialogando, avasallándose, negándose mutuamente".
Comida alemana continúa presentándose desde el 26 al 31 de enero, en Lastarria 90.

Blog Archive