Monday, August 11, 2008

Gente que habla de "Garden State"

La vida de Andrew Largeman (Zach Braff) transcurrió en una especie de coma a base de litio, hasta que la muerte de su madre lo animó a dejar las pastillas. "Large" trabaja en Los Ángeles. Es un actor de televisión con cierto éxito que lleva nueve años sin volver a su casa, al "Estado Jardín" (Nueva Jersey). Pero a pesar de los 5.000 Km que los separan, es incapaz de liberarse de un padre dominante, Gideon (Ian Holm), y del efecto aniquilador que ha ejercido hasta ahora sobre su hijo. Al volver a su ciudad natal después de tanto tiempo, Large se siente desconcertado. Se encuentra con viejos conocidos en cada esquina, gente que lleva vidas realmente peculiares trabajando como sepultureros (Peter Sarsgaard), paladines de la comida rápida o captadores para empresas de venta piramidal. En casa, intenta eludir una confrontación con su padre, algo que parece inevitable. Por un giro del destino, Large conoce a Sam (Natalie Portman), una chica completamente opuesta a él. Sam es como un soplo de aire fresco y esperanza que se cuela en la vida de Large y se convierte en una compañera que no está dispuesta a seguirle la corriente. Su calidez y su valentía dan a Large el coraje necesario para abrir su corazón a las alegrías y las miserias de ese abismo infinito que es la vida. LA BUTACA.COM


"Garden State" fue un gran éxito de crítica del cine independiente americano que descubre (internacionalmente) a un nuevo talento: un (supuestamente intencionado) soso Zach Braff (extrovertido actor en su teleserie "Scrubs"), aquí ejerciendo de protagonista, director y guionista. Las hemerotecas confirman que encandiló a muchos. Pero uno sospecha que la escasa "cosecha" de nuevos creadores en los últimos años del cine USA tenga algo que ver en este aclamado y sobrevalorado bautizo, pues en el fondo el film no es sino una simpática anécdota, simplona y correcta, de ritmo tranquilo y pretensiones trascendentales. Braff ha hilvanado unas cuantas historietas excéntricas llenas de humor "judío" (que Woody Allen y Seinfeld me perdonen) enmarcadas en un par de ideas globales (la vuelta al hogar, el descubrimiento del amor) totalmente carentes de emociones, y con la desacoplada banda sonora de las canciones preferidas del joven autor. Eso sí: la Portman despliega tanta espontaneidad que la chica no dejó nada para sus "Star Wars". (Pablo Kurt: FILMAFFINITY)
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"Es una divertida y sincera oda a la angustia de los veintitantos. Braff es en sí mismo un talento" (Peter Travers: Rolling Stone)
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"Aunque no es probable que tenga la cualidad que hace perdurable a "El graduado", presiento que será un film fundamental para la generación actual." (Claudia Puig: USA Today)
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"No es una película perfecta, deambula sin rumbo fijo (...) pero es inteligente y poco convencional, con una notable visión para los pequeños detalles (...) Puntuación: *** (sobre 4)." (Roger Ebert: Chicago Sun-Times)
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"Excelente (...) Melancólica, excéntrica, tierna, cómica y, al mismo tiempo, terrible película sobre el regreso al hogar (...) conmueve, divierte y sorprende" (Javier Ocaña: Diario El País)
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"Cine que habla de 'la vida' cuyo único defecto está en abundar en esa línea terapéutica que tanto cultiva el cine americano de vocación surrealista. (...) Puntuación: **** (sobre 5)." (Antonio Weinrichter: Diario ABC)
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Cada cierto tiempo surge una de esas películas que pueden no ser redondas, pero que sin duda consiguen dejarte un buen poso y una sensación más que agradable al salir del cine. Garden State, es una de esas películas.
El protagonista de la historia es Andrew (Zach Braff), un joven actor afincado en Los Ángeles y que trabaja como camarero en el típico restaurante exótico de moda, que se ve obligado a volver a su New Jersey natal cuando su padre le comunica que su madre ha muerto. Andrew lleva años fuera de casa y sometido a una fuerte medicación debido a un pasado que iremos conociendo a lo largo de la película y que ha convertido en inexistente la relación con su padre. Su regreso a New Jersey le hará reencontrarse con viejos amigos y lo que es más importante, le hará conocer a Sam (Natalie Portman), una peculiar chica con la que no tardará en congeniar.
Zach Braff escribe, dirige y protagoniza esta película que, a pesar de las diferencias, a más de uno le recordará a la genial Beautyful Girls con la que tiene muchos puntos en común (Natalie Portman incluida). La historia a fin de cuentas trata del reencuentro con las raíces de uno mismo y lo extraño que resulta llegar a un lugar que era tu hogar y ahora te resulta extraño porque ni tú eres el mismo ni tampoco la gente que ha permanecido ahí.
También es una historia sobre temas tan habituales como el amor, hacer frente al pasado, encontrar tu lugar en la vida y las decisiones que uno debe tomar por su cuenta. Suena muy trascendental pero a pesar de un comienzo que podía augurar una culturetada de gran calibre al final lo que tenemos es una comedia con algún toque dramático (nada trágico) muy similar a la de Ted Demme aunque retratando a una generación más joven que aquella. Ese extraño comienzo, en el que uno no sabe muy bien lo que pasa, tiene su lógica, ya que Andrew es un tipo ultramedicado que no se entera ni de la mitad de lo que ocurre en su entorno, hasta que viaja a New Jersey sin sus arsenal de pastillas.

El guión de Braff está muy bien compensado, engancha y emociona sin ñoñerías (salvo quizás al final) y con escenas de humor que sin llegar al gag consiguen hacer reír. Alguna frikada si que nos encontramos, pero nada demasiado extravagante. También su trabajo como director es muy eficaz porque se deja las florituras excepto para las escenas que así lo requieren, como la fiesta en casa de unos amigos o ese comienzo donde el protagonista ni siquiera sabe qué pasa a su alrededor.
En cuanto a la actuación pocas pegas se pueden poner. Braff, que es el protagonista, cumple bien con su papel aunque en algún momento se nota que es el que menos experiencia tiene en ese campo. Natalie Portman está genial y su personaje es de esos que se ganan al público desde el primer momento. Peter Sarsgaard, a pesar de tener un papel más secundario, vuelve a demostrar que es un actor excelente e imagino que es cuestión de tiempo que termine por darse a conocer al gran público y obtenga un merecido papel protagonista.

Como colofón tenemos una banda sonora compuesta por distintos temas de grupos como Coldplay, Simon & Garfunkel, Thievery Corporation y otros grupos menos conocidos pero que se ajustan estupendamente al tipo de película y situaciones que se nos presentan.
La película puede que no pase a la historia pero seguro que se gana sus incondicionales, entre ellos, yo. Es agradable ir al cine y ver una película que toca temas mil veces tratados de una forma original. La verdad es que los buenos comentarios que la precedían eran más que merecidos. LASHORASPERDIDAS.COM

Mamá ha muerto. Es hora de dejar el litio, de enfrentar el dilema sin medicamentos. Es hora de enterrar más de una cosa, de hablar con papá, de madurar. Es hora de volver a casa.
Zach Braff tiene un don, y no es sólo el hecho de que escribió y dirigió su opera prima rompiendo el molde de un actor conocido por sus roles en TV (Scrubs): su don es que lo hizo bien. Tremenda y maravillosamente bien. Mejor, mucho mejor que lo que algunos más experimentados han tratado de lograr, sin éxito. Garden State es un regalo a los ojos, un regalo al alma, una oportunidad de recuperar una buena parte de nosotros mismos.
La base narrativa de Garden Satte es cercana a un Donnie Darko, en una dinámica aparentemente más light, una clasemediera mediocridad del estado del sueño americano, con familias disfuncionales, imaginación cuestionada, jóvenes alienados y un contexto personal complejo. Litio y drogas para evitar recordar (un mundo de drogas aún más doloroso que el descrito con sus amigos), para hacer más llevadera la vida real, la que duele, en la que la armadura no protege y no importa si eres policía, te acuestas con la mamá de tus amigos o te drogas hasta perder el conocimiento: todo duele igual. Y mucho.
Un regreso no pedido: el joven que dejó su hogar hace 10 años (por una causa que conoceremos en algún momento de este viaje personal) tiene que enterrar a su madre y re-conocer a sus amigos, viajar de regreso, en cámara lenta, evitando un encuentro con su padre, ese padre/psicólogo que tal vez prefiere que el niño siga siendo niño, que el secreto guardado les permita vivir sin más. Andrew (Braff) está de vuelta.
Una larga ausencia, un mundo distinto donde Hollywood y la continuación del sueño americano del actor de televisión (un guiño a la vida real del director) se enfrentan a opuestos y a juegos de palabras: un sepulturero adicto a drogas, con madre adicta también, en un mundo donde las pirámides y los esquemas de dinero rápido se baten a duelo con los caballeros de la mesa... del restaurante de comida rápida.
Una tumba, un agujero, una herida abierta, y una enfermedad que se mantiene: la cabeza no está bien, pero el dilema no es necesariamente médico. El dolor no es nada comparado con el de abrir tu corazón, y la vida se presenta como un abismo, como un sitio de infinito fondo donde sólo queda gritar, donde sólo resta amar sin miedo, con protección ante aquello que puede lastimarte, pero asido fuertemente, no yendo en el coche de al lado sino yendo juntos, sujetos, con risas y realidades dolorosas, sin mentir.
Qué difícil: no mentir, y menos si lo tienes por costumbre. Menos cuando, sin mentiras, el sueño siempre existe y se quiere a la musa, a la mujer redentora, al sueño real que logra sanar heridas, a quien te ama de regreso y te ama en tu justa dimensión, a quien te conoce y te sigue amando aún sabiendo quién eres, y quizá justo por eso. Natalie Portman llena la pantalla con un rol que enamora, y con una sonrisa que inunda cada toma, cobayas de por medio.
Una pareja. No, mejor; una cómplice, una aventura, una posibilidad. Una mujer que patina, un abrazo inmerecido, un amor maternal, en medio de un contraste completo con el mundo fuera de ella. Perdonen el tono masculino (y hasta hormonal) de la siguiente observación, pero no puedo evitarlo. Una advertencia a quienes no han visto la cinta y son seguidores de la Portman: Créanme, si están ya enamorados de ella, tras verla en esta cinta perderán la cordura de amor. Punto.
Vaya historia, vaya fábula, y vaya score: un juego perfecto de emociones, respaldado por cámaras viajeras, tomas elevadas con grúa (ese ojo omnisciente, ese alejamiento de la realidad), y encuadres creativos (la camisa de tela de pared es una joya), poderosos; todo en medio de melodías de apoyo y de ensueño. En el resto del elenco, Peter Sarsgaard se lleva las palmas en otro rol magistral, mientras que un sobrio Ian Holm es un gancho más de este genial cartel.
Premios en todos lados donde se presentó, un debut tras las cámaras inmejorable, con un reparto ideal de tono independiente delicioso. Obligada para quienes gusten del buen cine, para quienes puedan tolerar la realidad, y puedan reír entre lágrimas al recordar su propia vida. Faltan adjetivos ante tal experiencia al terminar la proyección.
Una sensible y poderosa obra maestra, una perfecta fábula, una agridulce historia de amor, un canto a la madurez como necesidad, al amor como motor y necesidad, y a la definición de lo que somos, con plena conciencia.
CINENGANOS..COM

“Garden State” (o Tiempo de volver) es una de esas películas que mezclan correctamente lo independiente (empezando por la historia: jóvenes comunes y corrientes viviendo unas vidas comunes y corrientes; los escenarios y las situaciones, hasta llegar al ‘soundtrack’) con eso que todos conocemos como el guión típicamente comercial estadounidense (sólo que en este caso digerible, incluso con su desastroso y apresurado final), cuya naturaleza permite la satisfacción de la compañía que soltó los millones para el rodaje.

Es una película de esas que saben a familiar, de las que uno se imagina concursando en cuanto festival alternativo ocurra.

Pero hay algo más. Tal vez sea en esa combinación en la que uno puede reconocer –¿o sería mejor decir descubrir?– a un director (Zach Braff, el estúpido protagonista de “Scrubs”, la serie cómica que pasan por Sony) con ambición no sólo artística, sino también comercial. Un director, digamos, astuto, que conoce cómo está hecho el mercado norteamericano y adónde debe uno apuntar para lograr salir del anonimato.

Y con “Garden State” cumplió, a mi parecer, su cometido. Todo (salvo el estúpido final, vuelvo y repito, que sin embargo y por lo corto terminará por borrarse de mi memoria cuando publique esto) en esta película parte de una sola cabeza: la de Braff (una cabeza ingeniosa, algo cuadriculada pero sobre todo desmedida y muy honesta). Y de allí, viene el resto CINESIFILIS.BLOGSPOT.COM

Un desorientado joven (Zach Braff) que intenta abrirse paso como actor en Los Angeles regresa a su pueblo natal para asistir al entierro de su madre. Allí debe enfrentarse a los fantasmas de su pasado -la difícil relación con su padre (Ian Holm), los amigos (entre ellos, el ascendente Peter Sarsgaard) atrapados por la chatura de la vida pueblerina- y conoce a una chica (Natalie Portman) que puede ayudarle a romper el bloqueo afectivo que fatiga su existencia.
Comedia dramática "indie" que cumple con todas las reglas del género: tufillo a espíritu adolescente tardío, bajo presupuesto, algunos actores de renombre (Portman, Holm), un humor con toques de negrura, absurdo y psicologismo, una narración sencilla, canciones pop de culto (The Shins, Nick Drake, Coldplay) y un hombre orquesta, Braff (director, guionista, protagonista y productor ejecutivo de la banda de sonido), que debuta en el largometraje con esta obra.
El argumento clásico del retorno del hijo pródigo, de gran presencia en el cine estadounidense independiente, relaciona aesta película con antecedentes como Padre soltero (Kevin Smith, 2004) y, especialmente Chicas lindas (Ted Demme, 1996), film en el cual también trabajó Portman.
www.pantalla.info

Tiempo de volver
Adolescente desapego
mayo de 2005
Ernesto Ayala
Revista Wikén, El Mercurio
La mirada afecta lo que mira. El que esta película se mire como una película independiente, desenchufada, de bajo presupuesto, la favorece y la arruina. La favorece porque buena parte de estas películas, cuando llegan a nuestros cines, es porque han pasado diversas barreras de prejuicios y distribución, por lo que suelen ser películas de buena fractura, interesantes por sobre el promedio. La arruina porque estas mismas expectativas la someten a exigencias que, quizás, no están a la altura de sus pretensiones. Me explico. Si alguien espera que Tiempo de volver sea la última joya que salió del mundo independiente norteamericano quizás se lleve una decepción. Es una estupenda película, lograda en muchos sentidos, pero dista de ser perfecta, menos de ser original. ¿Quiso serlo? Lo dudo. Mi apuesta es que Zach Braff, director, escritor y protagonista de Tiempo de volver, buscó hacer una cinta sentida, franca, algo cómica, algo triste, en un estilo independiente y, con todos sus errores, alguno perfectamente atribuibles a sus 27 años de edad (ya nadie es Welles), eso fue lo que logró. Tiempo de volver cuenta la historia de Andrew Largeman (Braff), un actor de poca monta que debe volver a su pequeño pueblo de New Jersey después saber que su madre ha muerto. Han pasado nueve años, muchas cosas siguen igual y Andrew, que vive desapegado, casi catatónico bajo los efectos “estabilizadores” del litio y otros medicamentos, comienza a enfrentarse a sí mismo y a que quizás también posee aquello que se conoce como sentimientos.
¿Qué es lo familiar de esta cinta y que podrá irritar a los más cinéfilos? La idea de que un tipo que vuelva a su pueblo natal y enfrente sus demonios; el tono extraño, bizarro de la realidad más cotidiana de la Norteamérica pueblerina, lo Harold & Maude, que cada uno a su manera después reprodujeron John Waters, Jarmusch, los hermanos Coen, Lynch o Wes Anderson; y el protagonista sin sentimientos, adormecido, indiferente como el antihéroe de El graduado. Estamos de acuerdo en Braff piratea bastante, pero en mi modesta opinión piratea bien: la mirada desapegada del protagonista se siente a través de los planos y la composición del montaje, los pequeños chistes absurdos funcionan y, más importante que todo, Braff logra crear personajes verosímiles, creíbles –el frío padre de Andrew (Ian Holm), su volado amigo Mark (Peter Sarsgaard) o la adorable Sam (una adorable Natalie Portman)- entre los cuales Andrew va encontrando un camino hacia sí mismo. Sin descubrir la pólvora, el debutante director arma una película que hace del despertar, del volver a sentir una aventura que sorprende y se disfruta.
Más peligroso que la falta de originalidad me parece que Braff revele su corta edad al llenar la cinta de canciones exquisitas es cierto, pero excesivas en su protagonismo, muy semejantes entre sí en su selección. Al mismo tiempo demuestra poca certeza y claridad en la resolución de algunos conflictos y deja correr un cierre que casi clasifica como infantil. En una cinta adolescente tradicional quizás no lo hubiéramos notado. En una cinta como ésta resulta una torpeza que, aunque evidente, sólo se deja pasar gracias a lo alto que nos mantuvo la película hasta ese momento.

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