Tuesday, September 04, 2007

En DVD David Lynch: filmar y soñar
Por Christian Ramírez


Luis Buñuel solía decir que una de sus actividades preferidas era sentarse después de almuerzo en el rincón oscuro de un restaurante, sacar su cuaderno y comenzar a anotar ideas, pero no necesariamente con el objetivo de usarlas para armar una historia. Si ello ocurría, bienvenido. Lo que realmente esperaba era el momento en que paraba de escribir y se ponía a soñar despierto, a veces por horas.LynchDespués de mirar -por fin- Inland empire no me cabe duda de que David Lynch opera de una manera parecida. Francamente, no estoy seguro si se trata de una película en el sentido clásico del término. Lo es, en la medida en que se siga una de sus tantas líneas narrativas: tras aceptar un papel en el remake hollywoodense de un filme inacabado, una actriz (Laura Dern) experimenta diversos estados de conciencia, algunos relacionados con el desdoblamiento (ella se observa desde el pasado y desde el futuro), con la ubicuidad (está en California, en Polonia, en la película-dentro-de-la-película), con su sexualidad (tiene un romance con su coprotagonista, dentro y fuera de cámara) y con su propio sentido de la autopercepción. El realizador deja claro que ésta es la columna vertebral de su artefacto al subtitular a la cinta como "Una mujer en problemas" (A woman in trouble, tal como reza la carátula del DVD), pero conformarse con explorar sólo ese lado del asunto es perderse más de la mitad de la diversión, de la inquietud y el miedo que van incluidos en el paquete.Dirigida, escrita, montada, fotografiada en digital, diseñada y distribuida por David Lynch -quien, además, construyó gran parte de los muebles del decorado-, Inland empire ha sido descrita como un conjunto de cajas chinas, un retorno al radicalismo de Eraserhead (el debut de su director) y una suma de cortometrajes tenuemente ligados entre sí. Hasta cierto punto, todas esas nociones valen. Alguien, incluso, dijo por ahí que -considerando que su autor había hecho artesanalmente casi todo- bien podía ser el filme casero más complejo de todos los tiempos, la cumbre del "hágalo usted mismo". Y no se equivoca.Escribiendo en estas mismas páginas sobre los trabajos audiovisuales que el cineasta había ido depositando desde 2002 en su página www.davidlynch.com (porciones de Rabbits, uno de ellos, aparecen en la película), señalé que las preocupaciones de Lynch ya no podían medirse en los términos de lo visto en Mullholland Drive, que el tipo se había confirmado como un apasionado de las formas breves, un miniaturista a lo Anton von Webern, más interesado en el color, en el timbre y el ritmo de sus productos, que nunca antes. Varios de los temas que han acosado su imaginario por años aparecen con máxima concentración, oprimidos y casi a punto de explotar: el grado de abuso que en sociedad suele infligirse a la mujer (como género y como individuo), la idea de que toda conversación es un secreto, la observación -el mirar- en cuanto actividad sexual, la música como fuente primal del horror, y el que cada imagen sea un nuevo punto de partida y una posibilidad para entrar o salir de la historia en cualquier instante, de un modo similar a como nos ocurre cuando despertamos tras haber soñado.Nos queda la vaga idea de que el sueño se interrumpió, de que está incompleto. Pero, pese a ello, aún hace total sentido.EN SÍNTESISMás cerca de sus experimentos en la web que de sus últimos largometrajes, David Lynch consigue que los 176 minutos de Inland empire configuren un megafilme, uno que aloja decenas de historias en su interior.

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