Saturday, September 29, 2007

El titan de titanes, Sergio Cancino habla y escribe como pocos, de la música y de la vida. Aquí resume su vida laboral y habla del pasado, presente y futuro de Radio Concierto. Nada es tan malo como parece. A mi casi me saca lágrimas. Cancino debería encerrarse y escribir la versión local de "Días de Radio". La sola imagen de un par de pendejos tocando Rush en una radio de provincia me saca lagrimas. Además la columna es una declaración de principios acerca de lo que en verdad es tener buen gusto para la música, crear ese lugar común donde perfectamente pueden convivir Travis, Beatles, Coldplay, Francisca Valenzuela, New Order y Genesis (con Phil Collins). Grande Cancino, por algo fue mi testigo de boda. Francisco Ortega

Hipopótamo anoréxico
Por Sergio Cancino


Una historia. Mi primer trabajo fue haciendo un programa llamado “El hipopótamo anoréxico” en radio AlfaOmega de Curicó. Iba el sábado y, pese a su nombre, era un show musical, inspirado en la estética de la Rock & Pop y, en particular, en “Placa sónica”, que por esos días animaba Alfredo Lewin en Concierto. Corría 1995, yo estaba en segundo año de periodismo, y conseguimos la oportunidad para tocar desde Metallica a Los Santos Dumont, pasando por Pavement y Def Leppard. En ese auténtico apostolado melómano gratuito me acompañó mi amigo Alejandro Lois. Aprender al aire es impagable. Aunque, siendo justos, recibimos unas botellas de sidra y un par de asados a cambio. Cada vez que voy a mi casa paterna, sintonizo AlfaOmega. Me conforta saber que sigue al aire y con buena salud, dando la pelea en tiempos de gigantes corporativos. Mi tío Juan es el programador y hace un gran trabajo, combinando de todo un poco y diseñando un mapa musical donde caben desde Gepe a Shakira. Después de la temporada inicial con Lois, seguí haciendo solo “El hipopótamo anoréxico” por dos temporadas más. Viajaba cada fin de semana a Curicó, ritmo que se hizo insostenible mientras más compromisos asumía en Santiago. Tuve que abandonar. Me concentré en terminar la universidad mientras escribía para la Zona de Contacto y luego para el Cuerpo de Reportajes de El Mercurio. Fue mi servicio militar en el periodismo político. Como mi rango era el de “ayudante periodístico” tenía que hacer de todo, desde rastrear fotos en Documentación (departamento entonces a cargo de un crítico de TV llamado Paulo Ramírez) hasta descasetear y tipear entrevistas. Después empecé a reportear historias cortas que aparecían bajo el título de “Cuenta que”. Cuando en 1998 Pinochet fue detenido en Londres, incluso firmé un par de artículos. El Año Nuevo del ´99 me pilló en el Jamboree Mundial de Picarquín, como infiltrado en el mundo scout enviado por la Zona. Desde ahí hice mi primer despacho para Rock & Pop, radio que me acababa de contratar. Debuté al aire contándole a Valeria Peña que no podía trabajar tranquilo con tanta mina rica alrededor. Estuve un año y tres meses en la 94.1. Fue Antes de Napster, cuando los sellos discográficos tenían presupuesto para derrochar, así es que me convertí en un periodista en gira. Así conocí Rio de Janeiro, Buenos Aires, Nueva York, Los Ángeles, Ciudad de México... y la Quinta Vergara. Conocí a un tal Javier Sanfeliú, flamante creativo de la radio; trabajé con Rolo Ramos haciendo “La galería nocturna” y con Pablo Aranzáes en “Sonidos comunes”.“Ultramán” Cancino era mi nombre de batalla y no, no me revolcaba con monstruos, sino que casi rapado mi cabeza parecía la máscara del héroe nipón. Salía cada vez más al aire, todo marchaba perfecto, hasta que me despidieron, junto a casi una veintena de trabajadores de Iberoamerican Radio Chile.

El primer despido siempre es devastador, porque es una cachetada a tu autoestima. Recuerdo una nota de LUN en que mi nombre salía junto al del Kiwi entre los exonerados. Cesante, quemado y con una vida sentimental volcánica, fue Valeria Peña, también despedida, quien me rescató. Ella logró motivarme para presentar un proyecto radial juntos en Zero y FM Tiempo. Debutamos en esta última con el matinal “Abre los ojos” a mediados de 2000. Era un gran espacio, pero duró poco: siete meses después la 95.9 entró en crisis y cancelaron todos los programas, excepto el de Bonvallet. En parte fue un alivio, porque yo había aceptado el cargo de editor del portal Loquesea.com en Chile y el fin de “Abre los ojos” me permitió dedicarme a una sola misión. Como el adicto a la radio que soy, me quedé como asesor creativo por otros dos meses, hasta que me di cuenta que nada tenía que ver con la idea de convertir a la Tiempo en un clon de FM Hit. La gente de Loquesea me tuvo trabajando un mes en Caracas. Gané harto, viví funky y conocí a la mujer de mi vida.

La burbuja online reventó y envió a la tumba al portal del “sexo, música y psicodelia a domicilio”. Mi jefa ahí fue la encantadora Claudia Larraguibel, quien escribió una novela llamada “Reír como ellos" que deberían rastrear. Volví a golpear la puerta de FM Tiempo, que en mi ausencia había mutado hacia una radio musical firmemente anclada en clásicos de los 80 y 90. Feliz me uní como creativo-editor del proyecto. Trabajamos duro para que el 95.9 fuese de nuevo una referencia de canciones pop con alma y bajo el eslogan de Algo Bueno Está Sonando funcionó. Volví al aire tomando la conducción de “Número Uno”, programa que transformé en “Fonosíntesis”, mi máximo orgullo radial.

Después de casi cinco años y casi 800 programas, nunca había permanecido tantos días en el mismo barco. Estaba inquieto, con ganas de algo nuevo y pasando un mal momento emocional. Me ofrecieron el puesto de editor de radio Concierto y acepté. Fue duro dar el salto, alejarme de un lugar donde me sentía querido y sepultar “Fonosíntesis”. Fue el precio. El mismo día que renuncié, tenía que ir a un recital de Catupecu Machu que debía reseñar para la revista Rolling Stone. Estaba solo en la Pista Atlética cuando recibí un mensaje de texto que decía “Sergio, gracias por aceptar”. Era de Sanfeliú. Jamás olvidaré ese gesto. Son las cosas que hacen la diferencia. La aventura en la Radio de Hoy fue intensa, pues había muchos programas que alimentar: “Noches Concierto”, “La maquinita”, “Concierto placer” (luego “Objetos encontrados”), “Dingo Domingo” y “Tres meses de vacaciones” (luego "Catálogo Concierto"). Hubo instantes de lujos psicotrónicos, el Catálogo mismo, las sinopsis fílmicas y la sección de los Niños Melones para “Sandía”. Hicimos el radioteatro “Los Cincos Sentidos” con Raúl Ruiz, uno de esos honores que uno se lleva a la tumba. Y también giga-especiales de Gabriela Mistral y Violeta Parra. Sin embargo, a diferencia de la primera mitad de esta década y a pesar del wasabi que le poníamos, Concierto ya no corría sola en el carril de la nostalgia y la modernidad. El mismo público ahora era disputado por varias ofertas. Y vino el cambio: de la Radio de Hoy a la actual Presente en tu Memoria. No me gusta definirla como ochentera, porque aunque el énfasis está puesto en esa década, también suenan canciones más viejas y más nuevas. Para mí el ochentismo carece del sentido del humor que buscamos en nuestra puesta al aire. Nunca clasifico demasiado, ni siquiera entre rock y pop. Menos voy a andar etiquetando canciones por su fecha de nacimiento. Es sólo música. Una cosa que aprendí de entrada es que para escuchar todas las cosas que me gustan tengo mi casa. Si es por gustos personales, mi radio ofrecería un panorama exótico y anticomercial con, digamos, “The Gates of Delirium” de Yes pegada con “Foggy Notion” de la Velvet Underground, pasando a “Method of Modern Love” de Hall & Oates y “Rent” de Pet Shop Boys, de “Miénteme” de Mikel Erentxun a “Me cuido” de María Perlita, cerrando con las variaciones Goldberg al piano de Glenn Gould y la banda sonora que hizo Toto para “Dune” de David Lynch. No se trata de andar levantando muros entre trabajo y placer, negocio y arte, sexo y amor, más bien es una cuestión de sentido común y de cómo manejamos nuestras disonancias cognitivas, las contradicciones entre actitudes y conductas, entre pensamientos y actos.

Al final, todos somos unas paradojas, algunas más flacas que otras. Es un asunto de equilibrios y adaptaciones. Las estructuras rígidas se quiebran con los terremotos, decía una frase de continuidad de la antigua Concierto. Yo no quiero fracturarme, con el esguince de mi tobillo derecho ya tengo suficiente. Y aunque a Sanfeliú también le picaron los pies y decidió moverse, leyendo lo escrito uno nunca sabe cuándo los personajes retornan a esta historia. Perspectiva y movimiento. Las palabras como medio de transporte, como afirma Paul Auster en su sombría novela “El país de las últimas cosas”. Claro, tienes todo el derecho a cambiar de dial porque ya no encuentras las canciones que te gustan, porque ahora encuentras otras músicas que por gusto, o por prejuicio, te cargan. Pero no menosprecies a quienes son diferentes y tienen otras inquietudes, por más ñoñas y conservadoras que parezcan. La arrogancia condenó a Luke Skywalker. Y es más interesante convertir a los infieles que dinamitarlos. Cada uno tiene sus métodos. Gracias totales a quienes nos acompañaron en La Radio de Hoy. Bienvenidos los tripulantes del Presente en tu Memoria. Lo mejor de ambos mundos está por venir. Gracias porvenir.

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