Wednesday, August 01, 2007

"LOS SIMPSON, LA PELÍCULA": Por el ojo del huracán
Juan Pablo Vilches

Desde hace tiempo que el eje de la serie se desplazó desde las travesuras de Bart hacia el nihilismo idiota de Homero Simpson, una versión grotesca del hombre unidimensional de Marcuse.
JUAN PABLO VILCHES

Con más de 400 capítulos y 18 temporadas, la serie Los Simpson hace un tiempo venía perdiendo la coherencia y el filo en sus tramas, contentándose con presentar una seguidilla de chistes que van desde el escarnio político hasta el pastiche a la cultura pop. Las muchísimas voces de gente "importante" que han dado vida a sus episodios revelan que el programa es una especie de "poder fáctico", que otorga a quien aparece en él el estatus de "ser alguien". Como Saturday night live, más o menos, con la irregularidad propia de lo que dura demasiado.Como otras tantas veces, el éxito lima las garras y los colmillos, pues es una ingratitud seguir mostrándose tan feroz con una sociedad que ha sido tan generosa con uno y que a su vez ha entendido el mensaje. Los diversos elementos de la ética Simpsons se han infiltrado en la cultura popular, ya sea por la influencia en otros programas y películas que acentúan la disfuncionalidad de las familias de clase media en EE.UU. y la progresiva estupidización y banalización de la esfera pública y mediática de ese país, como en Los reyes de la colina o Idiocracy, por ejemplo.En pleno proceso de ser superados por algunos de sus discípulos, los creadores de Los Simpsons se lanzaron a hacer una película no sólo por el enorme negocio que podría significar, sino que también por hacer algo más afín con el origen evidentemente subversivo de esta serie. Y con una muy buena excusa para ello.Visiones de KatrinaDesde hace tiempo que el eje de la serie se desplazó desde las travesuras de Bart hacia el nihilismo idiota de Homero Simpson, una versión grotesca del hombre unidimensional de Marcuse, capaz de dar risa y asco al mismo tiempo. En esta película, su irresponsabilidad como padre y como ciudadano llega a lo inaudito, al punto que Bart prefiere ser hijo del bueno de Flanders y la ciudad está al borde del colapso por causa de una de sus típicas e injustificables negligencias.Si bien la figura de Homero es criticable desde la teoría progresista de la enajenación y desde la teoría conservadora de las virtudes, la reacción del gobierno estadounidense ante la catástrofe producida por el patriarca de la familia es un eco muy potente del actual estado de las cosas en EE.UU., pero desde el lado demócrata, por cierto. La hilarante y veloz comedia llega súbitamente a un nivel de patetismo inusual para la serie cuando Springfield es abandonada por el gobierno (y encerrada por una cúpula fabricada casualmente por la empresa de un asesor estrella del presidente, ¿suena conocido?) para convertirse en una Nueva Orleans después del huracán Katrina, donde reina el estado de naturaleza porque el Estado es incapaz de hacer su trabajo.Como en muchos capítulos de la serie, la trama se trata del tardío arrepentimiento de Homero y su intento de comportarse alguna vez como buen padre y ciudadano, aun cuando en su ciudad hay muy pocos buenos padres y casi ningún buen ciudadano. Aunque, claro, la película no tiene dudas en afirmar que los peores ciudadanos de todos son los inquilinos republicanos de la Casa Blanca.Expandir el mitoAun cuando la estética de la serie fue absolutamente respetada, los realizadores (su creador Matt Groenning, James L. Brooks y el ejército de guionistas que escribió sus chistes) decidieron que la película tuviera una pantalla más ancha que favoreciera una exposición más completa del entorno, así como un formato más afín con las escenas de aventuras. Que no son pocas. También se permitieron mostrar lo que no se puede mostrar en televisión y, por supuesto, abrir la historia para que sus dimensiones pública y privada quedaran cabalmente expuestas y en equilibrio.Para personas acostumbradas a contar una buena historia en 30 minutos, el riesgo de que un relato más largo perdiera organicidad y ritmo era evidente. Nada de esto ocurre, y esto se debe precisamente a que la expansión de la historia en tiempo fue acompañada de una expansión en imágenes, temática y osadía, la que permite que la trama se sostenga en términos de interés y permita transiciones fluidas desde la comicidad casi omnipresente hacia los otros registros por los que la historia necesita transitar. El resultado es un episodio largo y expandido, a la altura de su mito como programa de TV, que extrema lo que la ha hecho tan particular e inimitable: la proverbial estupidez de Homero y lo que éste representa, y las catástrofes cívicas y ambientales -en curso y por venir- resultantes de su expresión política.Tal vez Marx exageraba cuando decía que "el último capitalista que ahorquemos será el que nos venda las sogas"; sin embargo, no deja de ser llamativo que la ultraconservadora cadena Fox provea los lápices con que su forma de pensar y de actuar son sistemáticamente ridiculizadas ante todo el mundo con tal de seguir ganando dinero. De seguro, saben lo que hacen.EN SÍNTESISUn largometraje de Los Simpson es como un capítulo largo, pero expandido en términos del ancho de la imagen (2:35 a 1 versus el 4 a 3 de la TV), de "licencias" cómicas y de alcance político. El resultado es una comedia muy eficaz y una dignísima extensión de la serie.

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