Por Sergio Paz Wikén
Ahora que está de moda hacer listas - los cincuenta mejores, los cien peores- resulta inevitable estar o no de acuerdo con las elecciones. Me pasa, por ejemplo, con el bueno de John McClane, el ultra patriota protagonista de la serie "Duro de matar" (interpretado, claro, por Bruce Willis) quien acaba de ocupar un modesto lugar número 46 en la lista de los grandes personajes del cine de todos los tiempos.¿Broma? ¿46? ¿Por qué 46? ¡A quién diablos se le ocurrió ponerlo ahí! Okay, hay algunos antes que McClane, pero no tantos tampoco. De más está decir que John McClane, antes de ser John McClane - el duro inmune a las balas, el derrumbe de gigantescos ventanales y aspas de helicóptero, exceso de polvo y dinamita- es ciertamente el bueno de Bruce Willis; o sea el indolente detrás de "El último boy–scout", el hombre–fantasma con buen corazón de "El protegido" (¿metáfora del hombre ausente, del que siempre se quejan las mujeres?), el freak de "Sin city", el excéntrico de "El quinto elemento", el sacrificado de "Armagedón", el incansable de "12 monos", etcétera, en fin: el John Wayne de fin de siglo. ¿Una exageración? No lo creo. De verdad que no lo creo. Aún más, el propio Bruce Willis no sólo es Bruce Willis. Bruce Willis, déjenme decirlo de una vez, es el último hombre. Y si no, al menos, el último cowboy, el último cínico, el último en irse del bar, no sin antes exigir al barman que, por favor, le sirva una copa porque ya no soporta a su mujer y, más encima, al otro día debe levantarse muy temprano para salvar al mundo de la III Guerra Mundial. O, al menos, salvarse a sí mismo de la autodestrucción.No sé qué pensarán ustedes pero cuando Bruce Willis se separó de Demi Moore, el que en realidad se estaba separando era John McClane. Y, obvio, uno decía: pucha, qué lata, tremenda mujer Demi Moore, pero era inevitable. Qué pena. Pero a él le tenía que pasar. Lo mismo cuando ofreció (y después se retractó) dinero por la cabeza de algún líder de Al Qaeda. O, no sé, cuando se subió al USS John Kennedy, junto a su hija, y entonces se puso a repartir galletitas entre los marines. Cierto: John McClane nunca debió haber estado en "Duro de matar" I y II con ese payaso de Al Power; claro, al Llanero Solitario le sobraba tener de acompañante a un clown y, quizás, también gritar de tanto en tanto yippee–ki–yay, motherf..., yippee–ki–yay. Ajá. Las cosas como son: a un lado están Rambo, Terminator y Steven Segal. Solo, en la otra esquina, John McClane: el duro–blando, siempre hechizado por la luna, un perdedor iluminado al que nunca le llega una misión más importante que salvar su propio pellejo. Por eso, supongo, siempre está mal afeitado.Supongo, aparte (y esto es lo mejor) que nadie creerá que es inmortal. El anti Harry Potter, de hecho, fuma y toma demasiado y su matrimonio, sino acabado, está en constante crisis, siempre a punto de acabar. Si es que no está acabado ya. Allá el mundo ordenado, pero a punto de explotar, acá el antihéroe que, pese a su cero sentido de la autoridad y sorprendente capacidad para trabajar bajo presión, como una cucaracha adicta a la nicotina, está listo para que las cosas sigan como si aquí no hubiera pasado nada. Aunque, obvio, en cualquier minuto terminará reventado, acribillado, quizás asesinado con un rouge con demasiado filo. Basta, por cierto, enterarse de la trama de la última entrega de la saga: "Duro de matar 4.0". ¿Qué pasa? Un terrorista asola los sistemas de seguridad del mundo. John debe salvar a un hacker que conoce algunos secretos imperdibles. ¿Se muere John? No creo. Pero a nadie le debería sorprender demasiado si eso ocurre en el capítulo V o VI.¿John McClane en el número 46? Qué injusticia. ¿En qué número lo pondrías tú?
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