Saturday, August 04, 2007

Longevos
Por Francisco Mouat /


franciscomouat@gmail.com

Colecciono hace tiempo noticias de periódicos sobre los viejos más viejos del mundo. Me divierto leyéndolas. Se trata de viejos que aparecen con su nombre completo cuando se mueren y son desplazados del Libro de los Récord Guinness por el anciano o anciana que les sigue en edad. Las clásicas curiosidades o rarezas que tanto gustan al periodismo.La semana pasada se murió uno de 141 años. Al menos eso es lo que dice la agencia Efe. Se supone que era el más viejo de todos, pero no hay registro fiable de esos tiempos remotos. Abdel Wali Numan, de Yemen, nació en 1860. Su apodo era extraordinario: lo llamaban "El Historiador", porque había sido testigo directo de la ocupación turca, la monarquía, la revolución de 1962. Imagino al cronista de la agencia local haciéndose un festín con la historia después de escuchar las indicaciones de su editor: "Se murió un viejo de casi 150 años. Ponle color. Que no falte la receta para vivir tanto".Las muertes de estos viejos son curiosidades exentas de tragedia, fenómenos sorprendentes de la naturaleza, récords mundiales. En el caso de Abdel, uno de sus sobrinos, que debe tener ochenta o noventa años por lo bajo, aseguró que su tío caminaba uno o dos kilómetros al día, comía bastante miel y carne, y su bebida predilecta era la leche de camello.Casi siempre es así: estos longevos extremos cultivan hábitos curiosos, que uno no saca nada con imitar si quiere prolongar sus años de vida, porque se trata casi siempre de fórmulas bastante contradictorias entre sí. Si uno come carne, el otro es vegetariano. Si uno toma leche de camello, el de más allá le hace a la cerveza o al vino o a los puros. Compay Segundo, el cubano de voz ronca del Buena Vista Club Social, fumó habanos hasta pocos días antes de morir, a los 95 años, cuando una insuficiencia renal –y no respiratoria– lo mandó a la tumba.En el caso del alemán Hermann Dornemann, que figura ahora con 114 años y se supone es el hombre más viejo del planeta, las crónicas dicen que toma una cerveza diaria y que la receta de su éxito (¿puede llamarse éxito vivir 114 años?) es no hacer absolutamente nada fuera de comer y tomar lo mínimo. No gastar un músculo, no hacer trabajar las neuronas que le queden, no darle una orden al cerebro. Simplemente vegetar. Su vida no es precisamente entretenida y dinámica, aunque debe ser gracioso estar al lado suyo investigando su rutina, si es que aún conserva una rutina. ¿Pensará, o su mente ya está vacía como una pelota de tenis?Una de las crónicas más jugosas que leí sobre viejos célebres hablaba del norteamericano Fred Hale, que vivió hasta los 113 años en New Sharon. El hombre esperó 86 años a que su equipo de béisbol, los Red Sox de Boston, ganaran un título, y lo consiguió poco antes de morir. Manejó su auto hasta los 107 años, y según el cronista que contó su historia, tocaba la bocina cuando los autos que iban delante suyo no apretaban lo suficiente el acelerador. A esa misma edad, 107, una vez un equipo de televisión lo sorprendió quitando con una pala la nieve de la puerta de su casa. A Hale le gustaban las manzanas cocidas, comer langostas, salir de pesca y ver todos los partidos de los Red Sox. Mientras la salud lo acompañó, cada vez que alguien le recordaba que su nombre figuraba en el Libro Guinness, él se indignaba y él le arrojaba lo que tuviera por delante al insolente: "Si creen que me van a enterrar pronto, están jodidos".Más que fijar una cantidad de años, lo que me interesa de la vejez, si llego a ella, es que sea decorosa, como la de Hale, y ojalá con un título de la U en la despedida. Digna, hasta donde se pueda. Con la vista fija y no perdida, con manos que escriban, pies que caminen y un espíritu dispuesto aún a leer y escuchar en vez de dar la lata.
Francisco Mouat.

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