Thursday, August 16, 2007

Astronautas

Lo que faltaba, la guinda del postre: un informe sobre el estado de salud de los astronautas de la Nasa comprobó que, a lo menos en un par de ocasiones en el último tiempo, hubo algunos de ellos que se embarcaron al espacio curados como tagua. No es chiste. Los astronautas investigados, que tienen que encerrarse por reglamento tres días antes de volar en el Centro Espacial Kennedy, aprovechaban el retiro para bajarse sin piedad unas cuantas botellas, quedando en evidente estado de ebriedad, como habría rezado el parte policial si los hubieran detenido manejando en la vía pública. La norma dice que los astronautas no pueden beber alcohol durante las doce horas previas a cualquier viaje, pero en ambos casos los muñecos fueron descubiertos con la lengua traposa, bastante borrachos, y en esa condición igual se los autorizó finalmente a volar.Uno sabía de estos comportamientos en personas que les tienen miedo a los aviones, hombres y mujeres angustiados que antes de embarcarse se anestesian con sendas dosis de whisky, ron, vodka o gin para pasar las horas de vuelo del modo más inconsciente posible, ojalá durmiendo y si se puede con pastillas, mejor aún. ¡Pero astronautas de la Nasa!No se sabe qué tomaron, y si lo hicieron de aburridos o porque a ellos también los ataca el miedo antes de viajar al espacio. Sería extraño, pero no imposible. No hay que descartar que el estrambótico oficio de salir a sondear el espacio te convierta en un bicho raro, en algún sentido irresponsable o simplemente en un sujeto que está todo el rato jugando en el límite.A veces me acuerdo de un amigo de mi papá que viajaba con frecuencia a congresos internacionales y le tenía pánico a subirse a cualquier avión. Su estrategia era conocida por todos sus compañeros de viaje: llegar puesto al aeropuerto, chequearse, ir por un nuevo whisky al bar y después embarcar. Yo era chico y cuando iba a dejar a mi papá a Pudahuel, me cruzaba con este señor simpático, chispeante, risueño, hablantín. Sumergirse en alcohol era su manera de esquivar al abismo.A veces la ingesta alcohólica se produce por razones menos precisas, más existenciales. Siempre me impresionó la manera cómo se relacionaba Jorge Teillier con el trago. "Prefiero no estar lúcido", dijo una vez. Le daba miedo el miedo de la gente. No le interesaban los viajes espaciales. Prefería soñar y anotar algunos de sus sueños. Lo vi muy pocas veces en mi vida. Una vez llegó tarde a una conferencia que debía dar en la universidad. Venía con trago. Igual se dio maña para encantar a la audiencia con su voz suave, apenas audible. El otro día leí un texto de Rafael Gumucio en donde decía algo parecido de Teillier. Lo había visto una sola vez. Teillier estaba bastante curado, pero se las arreglaba para hablarle al oído a los que habían ido a escucharlo, y en su intemperancia no perdía un gramo de simpatía y lucidez. Al contrario: parecía navegar como pez en el agua, siguiendo eso sí siempre su propio ritmo, no el que quisieran imponerle los demás.Poco después de que saliera elegido Allende, en septiembre de 1970, Teillier escribió una crónica en el diario Puro Chile en donde fijaba su posición: "No soy ningún moralista, y mi tejado en el aspecto alcohol es de vidrio puro. Si le hago caso al Servicio Nacional de Salud, estaría por lo menos dentro del millón de chilenos bebedores excesivos". No había caso con Teillier: buscaba al vino como una necesidad vital, aunque al final ese vino terminara anticipando su muerte. No era una maniobra calculada, ni siquiera respetada por él. Simplemente no podía, no sabía vivir de otro modo: "Es mejor morir de vino que de tedio/ sin pensar que pueda haber nuevas cosechas./ Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano/ cuando se gastan los codos en todos los mesones".
Francisco Mouat.

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