Friday, January 23, 2009

LA BUENA MANIPULACION Por Francisco Ortega


Había escuchado decir que El curioso caso de Benjamín Button equivalía a la carrera de David Fincher lo que El gran pez a la de Tim Burton. Un oasis necesario, un viaje interior, una explosión de emoción y colores, agreguen el adjetivo que quieran. Como aun no la he visto me quedé con la idea. Y en la idea parece ser una buena película, o mejor dicho una película buena, que es parecido pero no lo mismo.

–¡Pamplinas!– se exaltó un amigo, crítico cinematográfico, cuando le hice la comparación. –Vi la película el otro día y es raquítica, debilucha, nada nuevo, solo bonita y con demasiada crema dulce. Tramposa como pocas, charquicán para las masas, gringa como letra de country. Pero a ti te va a gustar porque a ti te gustó El gran pez.
¬–¿Es malo que me haya gustado?
¬–No, pero es inflar algo que no es ni la mitad de bueno de lo que la gente cree.
–No es inflar, es reconocer un valor en una obra más allá de los criterios estéticos. Además el country no es malo, deberías ver Nashville de Robert Altman, entenderías muchas cosas.
Y es verdad, me gustó El gran pez. De hecho me gustó mucho, y por lo mismo estoy conciente de que no es una gran película, está lejos de serlo, pero vaya que tiene momentos perfectos y puñaladas emotivas, pequeños instantes que te arrugan la guata y que en el fondo marcan la diferencia entre una buena película y una película buena, buena de bondadosa. Billy Wilder decía que no existían las películas excelentes, que el cine tenía demasiadas fallas para ser perfecto en 90 minutos, sino los grandes instantes cinematográficos: cada vez estoy más de acuerdo con el viejo. También que el cine (y las artes narrativas en general) debía partir emocionando, no queriendo cambiar al mundo: amén.
–Tal vez El gran pez no sea esa gran obra– continué –pero tiene sentimientos, logra identificarse con su público y eso, en las restas, es una virtud artística más relevante que la calidad narrativa, argumental, vanguardista o lo que quieras.
Tampoco soy ciego, es obvio que cintas como Garden State, On the wild o Juno, están hechas con caramelo, con un oportunismo que en el análisis profundo (grave e insoportable) puede parecer vergonzoso pero que a la larga resulta tan mágico como un beso quinceañero. Pensemos en Pequeña miss sunshine, noventa minutos de lugares comunes del cine indie americano: personajes creados para simpatizar, humor hecho a la medida de Sundance, instantes de calculadora, una banda sonora que te hace latir el corazón en el momento justo y epifanías armadas con moral de autoayuda onda El secreto, por algo a todo el mundo le gustó, porque en su supuesta visión de autor no había más que galletas con leche, o sea papel picado de buenas intenciones, algo que todos necesitamos y que todos queremos oír de vez en cuando.
Hay dos películas que me gustan mucho, Blade Runner y Say Anything, sé que la primera es mejor película, pero si tuviera que elegir una de ellas para llevarme a una isla desierta prefiero lejos la de Cameron Crowe, porque es como irse acompañado de una buena persona. Y un buen tipo es siempre mejor companía que alguien odiosamente inteligente, es cosa de aritmética básica, como la certeza de que una hamburguesa con papas fritas siempre será más rica que el plato más premiado del mejor restaurante de Santiago. Quizás por eso a medida que crecimos cambian tanto nuestros gustos y nos damos cuenta que Darren Aranovski no era tan bueno como pensabamos y que hay más placer en repetirse Breakfast club que Los buenos muchachos o El señor de los anillos. ¿Estoy tan errado? No lo creo, por algo todo Chile lloró con la escena de la sopa en Los 80 y en esos treinta segundos se olvidaron de ese otro fenómeno televisivo del año pasado llamado El señor de la Querencia. Por algo la mejor película de David Lynch no es Terciopelo Azul ni Mullholand Drive sino Una historia sencilla.
–El gran pez, El curioso caso… –bramó mi amigo –y todas las de Cameron Crowe son pura mentira, engaños supuestamente autorales, cuando no son más que acuarelas de naturaleza muerta.
–¿En tu casa no habían de esas acuarelas?
–Si.
–Bueno, ahí tienes tu respuesta.
–Pura manipulación emocional.
–Buena manipulación, que es otro cuento.

Blog Archive