El castellano
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wordreference
etéreo, a
adj. quím. Del éter o relativo a él:
sustancia etérea.
No concreto, poco determinado, vago:
nos dio una respuesta etérea.
poét. Del cielo o perteneciente a él:
color etéreo.
asechar
1. tr. Intentar engañar, poner asechanzas.
♦ No confundir con acechar.
asenso
1. m. Asentimiento, corroboración de lo que antes se ha expuesto como cierto o adecuado:
se llegó a un acuerdo tras el asenso de todos los presentes.
HAS verbo haber No me gusta para nada lo que has hecho.
HAZ verbo hacer Haz lo que quieras, me tienes aburrido.
Álgido: Muy frío...Se aplica al momento del proceso o de la evolución de una cosa que es el más importante o de máximo interés: la empresa alcanzó su punto álgido en los años sesenta.
Entrever
Inoperante: Ineficaz: método inoperante
Sí o sí---Para sí
Fue-dio
Prevén
Prevé
Pezuña
Desee
Deseé
exuberante: adj. Extraordinariamente abundante:
la vegetación de la selva es exuberante.
Acrónimo: Palabra formada por las iniciales, y a veces por más letras, de otras palabras: "RENFE" es el acrónimo de Red Nacional de Ferrocarriles Españoles.
La escritura 'sicología' es válida, aunque la forma recomendada es psicología,1 dado que no se trata de un problema ortográfico, sino de esencia, pues Psico, de psyché, significa "alma" ("mente", "conciencia") y, por ello da nombre a la psicología como ciencia de estos fenómenos relacionados entre sí, siendo por tanto la ciencia que estudia, no sólo el comportamiento humano, sino el funcionamiento de la mente y su desarrollo.
Chovinismo
Se llama chovinismo, o también chauvinismo, (tomando el nombre del patriota francés Nicolas Chauvin), o patrioterismo a la creencia narcisista próxima a la paranoia y la mitomanía de que lo propio del país, o región, al que uno pertenece es lo mejor en cualquier aspecto. El nombre proviene de la comedia La cocarde tricolore de los hermanos Cogniard, en donde un actor, con el nombre de Chauvin, personifica un patriotismo exagerado. Hannah Arendt lo describe así:
El chovinismo es un producto casi natural del concepto de Nación en la medida en que proviene directamente de la vieja idea de la "misión nacional"... La misión nacional podría ser interpretada con precisión como la traída de luz a otros pueblos menos afortunados que, por cualquier razón, milagrosamente han sido abandonados por la historia sin una misión nacional. Mientras este concepto de chauvinismo no se desarrolló en la ideología y permaneció en el reino bastante vago del orgullo nacional o incluso nacionalista, con frecuencia causó un alto sentido de responsabilidad por el bienestar de los pueblos atrasados.
"Imperialism, Nationalism, Chauvinism", en The Review of Politics 7.4, (Octubre de 1945), p. 457
El chovinismo resulta un razonamiento falso o paralógico, una falacia de tipo etnocéntrico o de ídola fori. En retórica, pues, constituye uno de los argumentos falsos llamados ad hominem que sirven para persuadir con sentimientos en vez de con razones a quienes se convencen más con aquéllos que con éstas, y como tal se utilizó frecuentemente por parte de los políticos para persuadir a las masas. Nació fundamentalmente con la creencia del romanticismo en los "caracteres nacionales" o volkgeist, si bien los griegos ya se burlaban de quienes pretendían que la luna de Atenas era mejor que la de Éfeso; psicológicamente, sin embargo, se trata de un sistema delirante que esconde un sentimiento neurótico de inferioridad en forma paranoica (en su manifestación de delirio de grandeza) muy asentado en la naturaleza humana. Suele considerarse como una señal de nacionalismo y como tal suele acompañarse de la manía persecutoria de echar la culpa siempre a los otros de los males que se encuentran en uno mismo. Erich Fromm, León Poliakov y Jon Juaristi han estudiado las manifestaciones más perversas y peligrosas del chovinismo, que pueden estar asociadas a ideologías totalitarias, xenófobas, racistas y sexistas.
El adverbio sic (del latín sic, así) se utiliza en los textos escritos en español, normalmente entre paréntesis, para indicar que la palabra o frase que lo precede es literal, aunque sea o pueda parecer incorrecta.
Se usa cuando se reproducen errores, tipográficos o de otra clase, o inconveniencias al citar textos, para informar al lector que el uso indebido se encuentra en la fuente original y no es obra del que cita.
Ejemplos: «me llenastes [sic] un barril», «me robaste la amoto [sic]», «hago unas cloquetas [sic] de arrechupete [sic]».
También puede usarse cuando aparecen palabras poco comunes cuya grafía es similar a la de otras muy conocidas, y se quiere evitar que el lector las interprete como errores. Por ejemplo: «La venencia (sic) no es Venecia» o «la adsorción (sic) se realiza con carbón activado».
Además, tiene un uso común en las entrevistas, ya sea de carácter médico o legal, para citar al entrevistado; ejemplo de esto: "Siento como si se me saliera el corazón del pecho" (sic).
latamente
Sinónimos
adverbio
1) extensamente: extensamente, ampliamente, largamente, dilatadamente, prolongadamente, extendidamente
2) aburridamente: aburridamente, prolijamente
Antónimos
adverbio
brevemente: brevemente, ligeramente
diantre
m. fam.Eufemismo por diablo.
Exuberante: adj. Extraordinariamente abundante:
la vegetación de la selva es exuberante.
Exorbitante: adj. Excesivo, fuera de la medida normal:
precio exorbitante.
Osase: intr. Atreverse. También tr.:
¿cómo osas venir tan tarde?
Pretensión: f. Aspiración,deseo o propósito:
mi película tiene la pretensión de entretener.
Ambición pretenciosa o desmedida:
se comporta con demasiadas pretensiones.
Derecho que alguien juzga tener sobre algo:
tiene pretensiones a la presidencia.
Inoperante: adj. Ineficaz:
método inoperante.
Inaudito: adj. Nunca oído, sorprendente, asombroso:
novedad inaudita. Insoportable, intolerable:
tu actitud es inaudita, discúlpate ahora mismo.
Iconoclasta: Etimológicamente, el término se refiere a quien destroza iconos, es decir, pinturas o esculturas sagradas. Un ejemplo de iconoclastas fue la tradición bizantina, especialmente León III, que ordenó la destrucción de todas las representaciones de Jesús, la Virgen María y, especialmente, todos los Santos.
En lenguaje coloquial, se utiliza también para referirse a aquella persona que va a contracorriente y cuyo comportamiento es contrario a los ideales, normas o modelos de la sociedad actual o a la autoridad de maestros dentro de ésta, sin que implique una connotación negativa de su figura.
Resarcir: Indemnizar,reparar un daño,perjuicio o agravio:
debes resarcirle de las molestias que le has ocasionado.
Sesgo: En estadística y epidemiología, un sesgo es un error que aparece en los resultados de un estudio debido a factores que dependen de la recolección, análisis, interpretación, publicación o revisión de los datos que pueden conducir a conclusiones que son sistemáticamente diferentes de la verdad o incorrectas acerca de los objetivos de una investigación. Este error puede ser sistemático o no, y es diferente al error aleatorio.
Sedición: es un término legal para referirse a conductas que puedan ser estimadas por la autoridad legal como motivo de insurrección en contra del orden constitucional establecido, ya sea la exposición de discursos, el desarrollo de organizaciones, la escritura y distribución de textos u otras acciones. La sedición con frecuencia incluye la subversión de la Constitución y la incitación de descontento o resistencia a la autoridad legal. La sedición incluye cualquier conmoción y generalmente se presenta asistida por violencia directa en contra de la ley.
Superó con creces
Abocar, aboqué
Excúseme
Escurridizo
Recavar
Guiñapo pusilánime cohibido
Pezuña
Azuzar
Herbívoros
Delineé
Alud
Paya, payador
Impenitente: Terco, Obstinado, persistente:
adj. Incorregible, que se obstina en una costumbre o una actitud:
es un mujeriego impenitente.
optimizar
1. tr. Buscar la mejor manera de realizar una actividad;
optimar:
optimizar el rendimiento.
Saturday, January 31, 2009
El valor de los otros Por Francisco Mouat
Da lo mismo si Kapuscinski escribió novelas de no ficción, crónicas, libros de memorias o simplemente "textos", como le gustaba llamar a sus escritos. Lo de Kapuscinski fue un ejercicio literario sobresaliente y también un testimonio de humanidad. No siempre ambas cosas van de la mano. Sus textos cuentan y conmueven, no sé qué más pueda pedírsele a un autor. Quien quiera entender un poco mejor al siglo que pasó y a sus habitantes más desvalidos, que lea a Kapuscinski. Quien quiera entender los bemoles del poder, que pase por las historias que narra en sus libros.
Reportero en África, Asia, Europa del Este y América Latina, fue capaz de convertir el trabajo de un periodista inquieto y curioso en literatura pura y dura. Los personajes de su obra son aquellos seres humanos que padecen el poder y con los cuales se encontró a lo largo de su vida en distintas latitudes: los hondureños y salvadoreños que vivieron la guerra del fútbol en 1969, los chilenos barrocos que arrendaban departamentos amoblados repletos de chucherías absurdas a sus ojos, los africanos que lucharon por liberarse de las colonias y de todas formas no fueron libres. Ellos, los otros, los mineros de Siberia o los vecinos polacos que sufrieron como él hambre y frío en la Segunda Guerra Mundial, terminaron siendo la razón de ser de su oficio, y tratar de acercarse a sus vidas, el último objetivo de sus afanes. Kapuscinski es la antítesis del narrador ombliguista. Los otros, los de más allá, gracias a sus libros se acercan a nosotros, sus lectores, para concluir junto a sus textos que no sabemos nada o apenas un atisbo de lo que le ocurre al hombre: "Hoy el mundo es inmenso e infinito, se ensancha día a día y pasará un camello por el ojo de una aguja antes que nosotros podamos conocer, sentir y comprender todo aquello que configura nuestra existencia, la existencia de varios miles de millones de personas".
Reportero en África, Asia, Europa del Este y América Latina, fue capaz de convertir el trabajo de un periodista inquieto y curioso en literatura pura y dura. Los personajes de su obra son aquellos seres humanos que padecen el poder y con los cuales se encontró a lo largo de su vida en distintas latitudes: los hondureños y salvadoreños que vivieron la guerra del fútbol en 1969, los chilenos barrocos que arrendaban departamentos amoblados repletos de chucherías absurdas a sus ojos, los africanos que lucharon por liberarse de las colonias y de todas formas no fueron libres. Ellos, los otros, los mineros de Siberia o los vecinos polacos que sufrieron como él hambre y frío en la Segunda Guerra Mundial, terminaron siendo la razón de ser de su oficio, y tratar de acercarse a sus vidas, el último objetivo de sus afanes. Kapuscinski es la antítesis del narrador ombliguista. Los otros, los de más allá, gracias a sus libros se acercan a nosotros, sus lectores, para concluir junto a sus textos que no sabemos nada o apenas un atisbo de lo que le ocurre al hombre: "Hoy el mundo es inmenso e infinito, se ensancha día a día y pasará un camello por el ojo de una aguja antes que nosotros podamos conocer, sentir y comprender todo aquello que configura nuestra existencia, la existencia de varios miles de millones de personas".
Ciudad de uno Por Francisco Mouat
El escritor Alejandro Rossi, autor entre otros libros del Manual del distraído, nació en Florencia, y repartió su infancia y adolescencia entre Italia, algunas vacaciones en Caracas y Buenos Aires. Hijo de italiano y venezolana, no tenía un lugar fijo donde quedarse a vivir cuando terminó la secundaria. Quiso estudiar Filosofía y Letras, y no sabía muy bien dónde hacerlo. Sólo sabía que debía ser en lengua hispana. Alguien le sugirió México, y hasta allá fue "como un estudiante solitario, un adolescente en busca de un idioma". La decisión de elegir México para estudiar lo marcó sin vuelta atrás.
Llevaba poco tiempo en Mascarones, como se llamaba a la Facultad de Filosofía y Letras, tenía dieciocho años, y frecuentaba como muchos otros estudiantes "una cafetería de moda entre periodistas y gente del espectáculo, un poco vulgarona, pero animada". Un día estaba en la barra y al lado suyo se sentó un joven algo estridente, que le metió conversación y entre otras cosas que Rossi nunca preguntó, le contó que trabajaba en un periódico. Al poco rato, mientras Rossi "comía una lechuga sombría", el muchacho le dijo con voz fuerte: "Mire usted, si me dieran a elegir entre escribir las Rimas de Bécquer y unas buenas nalgas, yo me quedaba con las nalgas".
Rossi se dejó atrapar por Ciudad de México desde el comienzo. Salía de la facultad y se encontraba con "puestos mal alumbrados de carnitas, ostionerías ruidosas, perros husmeantes y famélicos y, más adelante, las librerías de viejo, cuevas de la imaginación". Alguna vez explicó de un modo entrañable por qué le gustaba tanto esta ciudad: "Porque era, aún lo es, una Ciudad muy generosa, poco jerárquica, comprensiva con el abandonado. Una Ciudad que sabe aceptar a las almas perdidas".
Yo quisiera decir algo parecido de Santiago, y no sé si pueda hacerlo. Quiero rastrear mi ciudad en busca de espacios donde se respire lo que Rossi agradece de su México querido. Repito con él: una ciudad que sabe aceptar a las almas perdidas. No son "alabanzas bobas" las de Rossi: el Distrito Federal le pertenece aun cuando él es capaz de reconocer que "algunas de sus calles son las más feas del mundo". Pocas veces leí un texto más justo sobre la manera en que te puede atrapar una ciudad, a pesar de todas sus imperfecciones.
Santiago no fue la ciudad en la que yo escogí vivir mis primeros veinte años. Llegado el momento en que pude cambiar de territorio si lo hubiera querido, no lo hice. No seré yo quien diga que ésta es una ciudad objetivamente hermosa, fragante, transversal y luminosa. Tiene sus cosas, un poco subterráneas, menos a la vista que la cordillera, que pueden atraerte íntimamente hacia ella. Le falta el mar con una buena costanera donde ir a tomar el aire y el fresco, donde perderse en un horizonte en el que puedas ver barcos y también la nada misma. Pero es la ciudad donde ha transcurrido mi historia personal, y la de tantos otros que no fatalizan su andar porque al fin y al cabo igual hemos tenido suerte. Rossi lo dice de México, yo lo digo de Santiago: "Aquí estudié, aquí me casé, aquí tuve hijos, aquí trabajé, aquí se formaron las amistades duraderas".
No sé nada del futuro. Pudiera ser que acabara mis días lejos de Santiago, con vista al mar. Si así fuera, me gustaría que ocurriera sin estridencias de ninguna especie, sin tener que sacrificar la esencial tranquilidad de vivir en paz. Tengo ciertos derechos adquiridos en la materia, porque ya llevo casi medio siglo en este cuento. Rossi lo dice elegantemente, como es su costumbre: "Tal vez la vejez sea una progresiva distracción del mundo".
¿Saben ustedes lo que más le agradaba a Rossi de Ciudad de México cuando tenía 57 años de edad?: "Cierto color del aire en los meses invernales, el sonido nocturno de los inútiles vigilantes, el llamado de los afiladores, las bandas musicales que a veces recorren mi barrio, la algarabía de mis hijos y el cuchicheo de mis amigos". "¿No es suficiente?", pregunta él, pregunto yo.
Llevaba poco tiempo en Mascarones, como se llamaba a la Facultad de Filosofía y Letras, tenía dieciocho años, y frecuentaba como muchos otros estudiantes "una cafetería de moda entre periodistas y gente del espectáculo, un poco vulgarona, pero animada". Un día estaba en la barra y al lado suyo se sentó un joven algo estridente, que le metió conversación y entre otras cosas que Rossi nunca preguntó, le contó que trabajaba en un periódico. Al poco rato, mientras Rossi "comía una lechuga sombría", el muchacho le dijo con voz fuerte: "Mire usted, si me dieran a elegir entre escribir las Rimas de Bécquer y unas buenas nalgas, yo me quedaba con las nalgas".
Rossi se dejó atrapar por Ciudad de México desde el comienzo. Salía de la facultad y se encontraba con "puestos mal alumbrados de carnitas, ostionerías ruidosas, perros husmeantes y famélicos y, más adelante, las librerías de viejo, cuevas de la imaginación". Alguna vez explicó de un modo entrañable por qué le gustaba tanto esta ciudad: "Porque era, aún lo es, una Ciudad muy generosa, poco jerárquica, comprensiva con el abandonado. Una Ciudad que sabe aceptar a las almas perdidas".
Yo quisiera decir algo parecido de Santiago, y no sé si pueda hacerlo. Quiero rastrear mi ciudad en busca de espacios donde se respire lo que Rossi agradece de su México querido. Repito con él: una ciudad que sabe aceptar a las almas perdidas. No son "alabanzas bobas" las de Rossi: el Distrito Federal le pertenece aun cuando él es capaz de reconocer que "algunas de sus calles son las más feas del mundo". Pocas veces leí un texto más justo sobre la manera en que te puede atrapar una ciudad, a pesar de todas sus imperfecciones.
Santiago no fue la ciudad en la que yo escogí vivir mis primeros veinte años. Llegado el momento en que pude cambiar de territorio si lo hubiera querido, no lo hice. No seré yo quien diga que ésta es una ciudad objetivamente hermosa, fragante, transversal y luminosa. Tiene sus cosas, un poco subterráneas, menos a la vista que la cordillera, que pueden atraerte íntimamente hacia ella. Le falta el mar con una buena costanera donde ir a tomar el aire y el fresco, donde perderse en un horizonte en el que puedas ver barcos y también la nada misma. Pero es la ciudad donde ha transcurrido mi historia personal, y la de tantos otros que no fatalizan su andar porque al fin y al cabo igual hemos tenido suerte. Rossi lo dice de México, yo lo digo de Santiago: "Aquí estudié, aquí me casé, aquí tuve hijos, aquí trabajé, aquí se formaron las amistades duraderas".
No sé nada del futuro. Pudiera ser que acabara mis días lejos de Santiago, con vista al mar. Si así fuera, me gustaría que ocurriera sin estridencias de ninguna especie, sin tener que sacrificar la esencial tranquilidad de vivir en paz. Tengo ciertos derechos adquiridos en la materia, porque ya llevo casi medio siglo en este cuento. Rossi lo dice elegantemente, como es su costumbre: "Tal vez la vejez sea una progresiva distracción del mundo".
¿Saben ustedes lo que más le agradaba a Rossi de Ciudad de México cuando tenía 57 años de edad?: "Cierto color del aire en los meses invernales, el sonido nocturno de los inútiles vigilantes, el llamado de los afiladores, las bandas musicales que a veces recorren mi barrio, la algarabía de mis hijos y el cuchicheo de mis amigos". "¿No es suficiente?", pregunta él, pregunto yo.
El periodismo puede ser una forma de literatura. Si acometes el trabajo con rigor, con pasión naturalmente. La diferencia capital entre un género de periodistas y un género de escritores estriba justamente en una cuestión de mayor libertad. En general, el escritor se autocensura porque quiere, y el periodista porque no puede hacer otra cosa.
Patricio Manns
Patricio Manns
Tuesday, January 27, 2009
Friday, January 23, 2009
“Una tragedia disfrazada de comedia. Eso son todas las buenas comedias”.
"Un filósofo: es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos le golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos y rayos; acaso él mismo sea una tormenta que camina grávida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo: ay, un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia tiene miedo de sí, pero que es demasiado curioso para no «volver a sí» una y otra vez..."
NIETZSCHE, Más Allá Del Bien y Del Mal, 292
Buena definición para hablar de un buen director de cine, de un autor de sus películas:
Cuando de verdad hay un autor detrás de la cámara es cuando te olvidas de él, porque lo que te está contando está muy entretenido, es inteligente y te conmueve y emociona.
"Un filósofo: es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos le golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos y rayos; acaso él mismo sea una tormenta que camina grávida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo: ay, un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia tiene miedo de sí, pero que es demasiado curioso para no «volver a sí» una y otra vez..."
NIETZSCHE, Más Allá Del Bien y Del Mal, 292
Buena definición para hablar de un buen director de cine, de un autor de sus películas:
Cuando de verdad hay un autor detrás de la cámara es cuando te olvidas de él, porque lo que te está contando está muy entretenido, es inteligente y te conmueve y emociona.
LA BUENA MANIPULACION Por Francisco Ortega
Había escuchado decir que El curioso caso de Benjamín Button equivalía a la carrera de David Fincher lo que El gran pez a la de Tim Burton. Un oasis necesario, un viaje interior, una explosión de emoción y colores, agreguen el adjetivo que quieran. Como aun no la he visto me quedé con la idea. Y en la idea parece ser una buena película, o mejor dicho una película buena, que es parecido pero no lo mismo.
–¡Pamplinas!– se exaltó un amigo, crítico cinematográfico, cuando le hice la comparación. –Vi la película el otro día y es raquítica, debilucha, nada nuevo, solo bonita y con demasiada crema dulce. Tramposa como pocas, charquicán para las masas, gringa como letra de country. Pero a ti te va a gustar porque a ti te gustó El gran pez.
¬–¿Es malo que me haya gustado?
¬–No, pero es inflar algo que no es ni la mitad de bueno de lo que la gente cree.
–No es inflar, es reconocer un valor en una obra más allá de los criterios estéticos. Además el country no es malo, deberías ver Nashville de Robert Altman, entenderías muchas cosas.
Y es verdad, me gustó El gran pez. De hecho me gustó mucho, y por lo mismo estoy conciente de que no es una gran película, está lejos de serlo, pero vaya que tiene momentos perfectos y puñaladas emotivas, pequeños instantes que te arrugan la guata y que en el fondo marcan la diferencia entre una buena película y una película buena, buena de bondadosa. Billy Wilder decía que no existían las películas excelentes, que el cine tenía demasiadas fallas para ser perfecto en 90 minutos, sino los grandes instantes cinematográficos: cada vez estoy más de acuerdo con el viejo. También que el cine (y las artes narrativas en general) debía partir emocionando, no queriendo cambiar al mundo: amén.
–Tal vez El gran pez no sea esa gran obra– continué –pero tiene sentimientos, logra identificarse con su público y eso, en las restas, es una virtud artística más relevante que la calidad narrativa, argumental, vanguardista o lo que quieras.
Tampoco soy ciego, es obvio que cintas como Garden State, On the wild o Juno, están hechas con caramelo, con un oportunismo que en el análisis profundo (grave e insoportable) puede parecer vergonzoso pero que a la larga resulta tan mágico como un beso quinceañero. Pensemos en Pequeña miss sunshine, noventa minutos de lugares comunes del cine indie americano: personajes creados para simpatizar, humor hecho a la medida de Sundance, instantes de calculadora, una banda sonora que te hace latir el corazón en el momento justo y epifanías armadas con moral de autoayuda onda El secreto, por algo a todo el mundo le gustó, porque en su supuesta visión de autor no había más que galletas con leche, o sea papel picado de buenas intenciones, algo que todos necesitamos y que todos queremos oír de vez en cuando.
Hay dos películas que me gustan mucho, Blade Runner y Say Anything, sé que la primera es mejor película, pero si tuviera que elegir una de ellas para llevarme a una isla desierta prefiero lejos la de Cameron Crowe, porque es como irse acompañado de una buena persona. Y un buen tipo es siempre mejor companía que alguien odiosamente inteligente, es cosa de aritmética básica, como la certeza de que una hamburguesa con papas fritas siempre será más rica que el plato más premiado del mejor restaurante de Santiago. Quizás por eso a medida que crecimos cambian tanto nuestros gustos y nos damos cuenta que Darren Aranovski no era tan bueno como pensabamos y que hay más placer en repetirse Breakfast club que Los buenos muchachos o El señor de los anillos. ¿Estoy tan errado? No lo creo, por algo todo Chile lloró con la escena de la sopa en Los 80 y en esos treinta segundos se olvidaron de ese otro fenómeno televisivo del año pasado llamado El señor de la Querencia. Por algo la mejor película de David Lynch no es Terciopelo Azul ni Mullholand Drive sino Una historia sencilla.
–El gran pez, El curioso caso… –bramó mi amigo –y todas las de Cameron Crowe son pura mentira, engaños supuestamente autorales, cuando no son más que acuarelas de naturaleza muerta.
–¿En tu casa no habían de esas acuarelas?
–Si.
–Bueno, ahí tienes tu respuesta.
–Pura manipulación emocional.
–Buena manipulación, que es otro cuento.
Había escuchado decir que El curioso caso de Benjamín Button equivalía a la carrera de David Fincher lo que El gran pez a la de Tim Burton. Un oasis necesario, un viaje interior, una explosión de emoción y colores, agreguen el adjetivo que quieran. Como aun no la he visto me quedé con la idea. Y en la idea parece ser una buena película, o mejor dicho una película buena, que es parecido pero no lo mismo.
–¡Pamplinas!– se exaltó un amigo, crítico cinematográfico, cuando le hice la comparación. –Vi la película el otro día y es raquítica, debilucha, nada nuevo, solo bonita y con demasiada crema dulce. Tramposa como pocas, charquicán para las masas, gringa como letra de country. Pero a ti te va a gustar porque a ti te gustó El gran pez.
¬–¿Es malo que me haya gustado?
¬–No, pero es inflar algo que no es ni la mitad de bueno de lo que la gente cree.
–No es inflar, es reconocer un valor en una obra más allá de los criterios estéticos. Además el country no es malo, deberías ver Nashville de Robert Altman, entenderías muchas cosas.
Y es verdad, me gustó El gran pez. De hecho me gustó mucho, y por lo mismo estoy conciente de que no es una gran película, está lejos de serlo, pero vaya que tiene momentos perfectos y puñaladas emotivas, pequeños instantes que te arrugan la guata y que en el fondo marcan la diferencia entre una buena película y una película buena, buena de bondadosa. Billy Wilder decía que no existían las películas excelentes, que el cine tenía demasiadas fallas para ser perfecto en 90 minutos, sino los grandes instantes cinematográficos: cada vez estoy más de acuerdo con el viejo. También que el cine (y las artes narrativas en general) debía partir emocionando, no queriendo cambiar al mundo: amén.
–Tal vez El gran pez no sea esa gran obra– continué –pero tiene sentimientos, logra identificarse con su público y eso, en las restas, es una virtud artística más relevante que la calidad narrativa, argumental, vanguardista o lo que quieras.
Tampoco soy ciego, es obvio que cintas como Garden State, On the wild o Juno, están hechas con caramelo, con un oportunismo que en el análisis profundo (grave e insoportable) puede parecer vergonzoso pero que a la larga resulta tan mágico como un beso quinceañero. Pensemos en Pequeña miss sunshine, noventa minutos de lugares comunes del cine indie americano: personajes creados para simpatizar, humor hecho a la medida de Sundance, instantes de calculadora, una banda sonora que te hace latir el corazón en el momento justo y epifanías armadas con moral de autoayuda onda El secreto, por algo a todo el mundo le gustó, porque en su supuesta visión de autor no había más que galletas con leche, o sea papel picado de buenas intenciones, algo que todos necesitamos y que todos queremos oír de vez en cuando.
Hay dos películas que me gustan mucho, Blade Runner y Say Anything, sé que la primera es mejor película, pero si tuviera que elegir una de ellas para llevarme a una isla desierta prefiero lejos la de Cameron Crowe, porque es como irse acompañado de una buena persona. Y un buen tipo es siempre mejor companía que alguien odiosamente inteligente, es cosa de aritmética básica, como la certeza de que una hamburguesa con papas fritas siempre será más rica que el plato más premiado del mejor restaurante de Santiago. Quizás por eso a medida que crecimos cambian tanto nuestros gustos y nos damos cuenta que Darren Aranovski no era tan bueno como pensabamos y que hay más placer en repetirse Breakfast club que Los buenos muchachos o El señor de los anillos. ¿Estoy tan errado? No lo creo, por algo todo Chile lloró con la escena de la sopa en Los 80 y en esos treinta segundos se olvidaron de ese otro fenómeno televisivo del año pasado llamado El señor de la Querencia. Por algo la mejor película de David Lynch no es Terciopelo Azul ni Mullholand Drive sino Una historia sencilla.
–El gran pez, El curioso caso… –bramó mi amigo –y todas las de Cameron Crowe son pura mentira, engaños supuestamente autorales, cuando no son más que acuarelas de naturaleza muerta.
–¿En tu casa no habían de esas acuarelas?
–Si.
–Bueno, ahí tienes tu respuesta.
–Pura manipulación emocional.
–Buena manipulación, que es otro cuento.
El curioso caso de Brad Pitt
El cuento de Fitzgerald, en realidad, fue inspirado por una observación de Mark Twain al que le parecía una pena que la mejor parte de la vida pasara al comienzo, cuando no se sabe apreciarla, y que al final, cuando llega la sabiduría, tenga que ir acompañada por el deterioro físico. Y dice Pitt que esa paradoja lo atrajo al proyecto.
El resto de la historia, muy poética por cierto, lo hace atravesar un par de guerras y navegar por el mundo, aunque sólo sea su cabeza la que asome en las escenas. Por una tecnología que mezcla efectos de computación y fotografía, su cara avejentada fue imprimiéndose en las cabezas de actores niños y adolescentes. "Fincher se las ingenió para tomar algo que parecía potencialmente imposible y convertirlo en algo fantástico", elogia Blanchett.
En cuanto a Brad, que carga sobre sí el estigma de ser considerado uno de los hombres más sexies del mundo, trata de llevar con hidalguía un corte de pelo y unos bigotes que todo el mundo le critica pero que debe preservar porque forman parte de un personaje que está filmando en Alemania bajo las órdenes de Quentin Tarantino. Nada lo deformará más que los efectos especiales en esta película. "Mis hijos venían todo el tiempo al set y me veían disfrazado de viejo, pero nunca se asombraron. Para ellos yo seguía siendo papá", comenta. Y debe reconocer que Shiloh, la beba rubia y angelical que tuvo con Angelina, forma parte de la película como se rumoreaba. "Es una escena en la que reemplazó a una beba a la que le agarró un cólico", explica con cierta resistencia a exponer a su familia.
Y aunque se fueron de la fiesta de los Globos de Oro con las manos vacías cuando ambos estaban nominados para mejor actor y actriz (él por "Benjamin..." y ella por "Changeling"), Brad y Angelina tendrán otra posibilidad el 8 de febrero cuando se entreguen los prestigiosos premios británicos BAFTA, donde ambos mantienen las mismas nominaciones. Y, con un poco de suerte, quizás tengan otra chance más el 22 de febrero durante la entrega del Oscar. Pero todo eso parece banal cuando Brad se encuentra inmerso en inquietudes existenciales. "La película te hace pensar en que la gente se va y te deja, en que eso es inevitable. Y que a veces es necesario perder cosas para valorarlas. El film explora esa idea de que nosotros somos responsables de nuestras vidas y que no hay nadie más a quien culpar", filosofa el actor de moda, casi arquitecto, súper papá.
Wikén
El resto de la historia, muy poética por cierto, lo hace atravesar un par de guerras y navegar por el mundo, aunque sólo sea su cabeza la que asome en las escenas. Por una tecnología que mezcla efectos de computación y fotografía, su cara avejentada fue imprimiéndose en las cabezas de actores niños y adolescentes. "Fincher se las ingenió para tomar algo que parecía potencialmente imposible y convertirlo en algo fantástico", elogia Blanchett.
En cuanto a Brad, que carga sobre sí el estigma de ser considerado uno de los hombres más sexies del mundo, trata de llevar con hidalguía un corte de pelo y unos bigotes que todo el mundo le critica pero que debe preservar porque forman parte de un personaje que está filmando en Alemania bajo las órdenes de Quentin Tarantino. Nada lo deformará más que los efectos especiales en esta película. "Mis hijos venían todo el tiempo al set y me veían disfrazado de viejo, pero nunca se asombraron. Para ellos yo seguía siendo papá", comenta. Y debe reconocer que Shiloh, la beba rubia y angelical que tuvo con Angelina, forma parte de la película como se rumoreaba. "Es una escena en la que reemplazó a una beba a la que le agarró un cólico", explica con cierta resistencia a exponer a su familia.
Y aunque se fueron de la fiesta de los Globos de Oro con las manos vacías cuando ambos estaban nominados para mejor actor y actriz (él por "Benjamin..." y ella por "Changeling"), Brad y Angelina tendrán otra posibilidad el 8 de febrero cuando se entreguen los prestigiosos premios británicos BAFTA, donde ambos mantienen las mismas nominaciones. Y, con un poco de suerte, quizás tengan otra chance más el 22 de febrero durante la entrega del Oscar. Pero todo eso parece banal cuando Brad se encuentra inmerso en inquietudes existenciales. "La película te hace pensar en que la gente se va y te deja, en que eso es inevitable. Y que a veces es necesario perder cosas para valorarlas. El film explora esa idea de que nosotros somos responsables de nuestras vidas y que no hay nadie más a quien culpar", filosofa el actor de moda, casi arquitecto, súper papá.
Wikén
Thursday, January 22, 2009
Cristián Warnken
Jueves 22 de Enero de 2009
O Captain! My Captain!
Todavía resuenan en el aire las palabras del recién asumido Obama, y no puedo dejar de sentir muy cerca la voz, el ritmo embriagador y convocante de Walt Whitman, el más grande poeta norteamericano del siglo XIX. Estamos ya en el siglo XXI, mucha agua y sangre ha corrido bajo el puente desde entonces y toda esperanza parece haber sido condenada a ser sólo una ilusión, y muchos piensan que ya no tenemos derecho a la ilusión y estamos condenados al cinismo. Y por eso es notable que el estilo de Obama rime con la palabra fundacional del poeta de las hojas de hierba. ¿Se equivocó el nuevo Presidente de Estados Unidos de siglo?
¿O ya nada nuevo se puede decir que no sea un "revival"?
¿O la esperanza del hombre ha sido siempre la misma?
Bagdad -la cuna de nuestra civilización- está en ruinas por errores de cálculo; la Franja de Gaza -el lugar donde comenzó la historia de Dios- huele a ceniza y dolor; Nueva York tiene una cicatriz en su centro (las altas torres que ya no están) y nos aprestamos para entrar a un largo "invierno" económico (la metáfora es de G. Washington y la usó Obama en su discurso-poema). Tampoco sabemos si este planeta va a sobrevivir a su autodestrucción. Nunca el hombre ha estado tan en ascuas, parado sobre el abismo de una historia cuyo guión quisiéramos cambiar, como personajes de un drama de Shakespeare que en la penúltima escena balbucean "esto parece la historia contada por un idiota...".
Pero ahí está Obama, como si fuera un sueño del que vamos a despertar, hablándoles a sus compatriotas de "humildad" y fe, invitando al altruismo, convocando otra vez a todos, a los hijos de una misma patria universal común: judíos, musulmanes, cristianos, hindúes, como cuando Whitman lo hacía, en tiempos de la inocencia y la fundación. Todo se cae a pedazos, y Obama no discursea, canta, como si fuera el bardo de un tiempo nuevo que va a nacer bajo nuestros ojos sin que lo hayamos ni siquiera presentido. ¿Será sólo una efusión lírica propia de un cambio de mando, y después vendrá la prosa, la cruda realidad? ¿Too late? ¿Es tarde para invitar al mundo a una cruzada más, si todas las cruzadas del siglo que pasó nos llevaron al despeñadero? ¿Podemos creer en Obama o debemos mirarlo como uno más de los entusiastas políticos de siempre que nos alimentan de retórica y esconden detrás de las mágicas palabras "cambio" y "sueños" la misma y atávica sed de poder?
Quiero creer en ese hombre que acaba de leer su discurso a este mundo cansado, perplejo y lleno de miedo. Quiero creer en esas palabras aladas que salen de su boca y de su sangre ancestral africana. Quiero volver a creer en la grandeza de un líder, quiero sumarme a una muchedumbre que desde Chicago a Kabul, de Nueva York a Bombay comience a caminar con la mirada puesta en un nuevo horizonte. Pero ¿podemos volver a creer?
Obama acaba de hacer una invitación a un pueblo que se olvidó hace mucho de sus orígenes y fuentes, que mastica chicle, engorda y devora todo lo que le dice la televisión. ¿Lo seguirá ese pueblo "elegido" o lo abandonará en medio de la tempestad? Porque habrá que cruzar tempestades impensadas en los próximos meses. Whitman, cuando murió Lincoln (el inspirador de Obama), escribió una elegía fúnebre al gran estadista. Veo la sonrisa serena y pura de Obama, escucho sus palabras casi dichas en trance, desde el corazón, y no puedo dejar de repetir conmigo esos versos de Whitman:
"Oh, capitán, mi capitán/ nuestro terrible viaje ha terminado/el buque ha vencido todos los escollos/ el puerto está cercano/ escucho las campanas/ todo el mundo se entusiasma/(...) pero ¡oh, corazón, corazón, corazón! ¡Oh, las rojas gotas de sangre/ mientras sobre el puente yace mi capitán/ caído, frío y muerto!".
¿Podrá este nuevo capitán llevar este barco cargado de malos presagios a puerto, para que en un futuro que todavía no vemos alguien reescriba esta canción?
Jueves 22 de Enero de 2009
O Captain! My Captain!
Todavía resuenan en el aire las palabras del recién asumido Obama, y no puedo dejar de sentir muy cerca la voz, el ritmo embriagador y convocante de Walt Whitman, el más grande poeta norteamericano del siglo XIX. Estamos ya en el siglo XXI, mucha agua y sangre ha corrido bajo el puente desde entonces y toda esperanza parece haber sido condenada a ser sólo una ilusión, y muchos piensan que ya no tenemos derecho a la ilusión y estamos condenados al cinismo. Y por eso es notable que el estilo de Obama rime con la palabra fundacional del poeta de las hojas de hierba. ¿Se equivocó el nuevo Presidente de Estados Unidos de siglo?
¿O ya nada nuevo se puede decir que no sea un "revival"?
¿O la esperanza del hombre ha sido siempre la misma?
Bagdad -la cuna de nuestra civilización- está en ruinas por errores de cálculo; la Franja de Gaza -el lugar donde comenzó la historia de Dios- huele a ceniza y dolor; Nueva York tiene una cicatriz en su centro (las altas torres que ya no están) y nos aprestamos para entrar a un largo "invierno" económico (la metáfora es de G. Washington y la usó Obama en su discurso-poema). Tampoco sabemos si este planeta va a sobrevivir a su autodestrucción. Nunca el hombre ha estado tan en ascuas, parado sobre el abismo de una historia cuyo guión quisiéramos cambiar, como personajes de un drama de Shakespeare que en la penúltima escena balbucean "esto parece la historia contada por un idiota...".
Pero ahí está Obama, como si fuera un sueño del que vamos a despertar, hablándoles a sus compatriotas de "humildad" y fe, invitando al altruismo, convocando otra vez a todos, a los hijos de una misma patria universal común: judíos, musulmanes, cristianos, hindúes, como cuando Whitman lo hacía, en tiempos de la inocencia y la fundación. Todo se cae a pedazos, y Obama no discursea, canta, como si fuera el bardo de un tiempo nuevo que va a nacer bajo nuestros ojos sin que lo hayamos ni siquiera presentido. ¿Será sólo una efusión lírica propia de un cambio de mando, y después vendrá la prosa, la cruda realidad? ¿Too late? ¿Es tarde para invitar al mundo a una cruzada más, si todas las cruzadas del siglo que pasó nos llevaron al despeñadero? ¿Podemos creer en Obama o debemos mirarlo como uno más de los entusiastas políticos de siempre que nos alimentan de retórica y esconden detrás de las mágicas palabras "cambio" y "sueños" la misma y atávica sed de poder?
Quiero creer en ese hombre que acaba de leer su discurso a este mundo cansado, perplejo y lleno de miedo. Quiero creer en esas palabras aladas que salen de su boca y de su sangre ancestral africana. Quiero volver a creer en la grandeza de un líder, quiero sumarme a una muchedumbre que desde Chicago a Kabul, de Nueva York a Bombay comience a caminar con la mirada puesta en un nuevo horizonte. Pero ¿podemos volver a creer?
Obama acaba de hacer una invitación a un pueblo que se olvidó hace mucho de sus orígenes y fuentes, que mastica chicle, engorda y devora todo lo que le dice la televisión. ¿Lo seguirá ese pueblo "elegido" o lo abandonará en medio de la tempestad? Porque habrá que cruzar tempestades impensadas en los próximos meses. Whitman, cuando murió Lincoln (el inspirador de Obama), escribió una elegía fúnebre al gran estadista. Veo la sonrisa serena y pura de Obama, escucho sus palabras casi dichas en trance, desde el corazón, y no puedo dejar de repetir conmigo esos versos de Whitman:
"Oh, capitán, mi capitán/ nuestro terrible viaje ha terminado/el buque ha vencido todos los escollos/ el puerto está cercano/ escucho las campanas/ todo el mundo se entusiasma/(...) pero ¡oh, corazón, corazón, corazón! ¡Oh, las rojas gotas de sangre/ mientras sobre el puente yace mi capitán/ caído, frío y muerto!".
¿Podrá este nuevo capitán llevar este barco cargado de malos presagios a puerto, para que en un futuro que todavía no vemos alguien reescriba esta canción?
Monday, January 19, 2009
Roger Ebert
Roger Joseph Ebert nació el 18 de junio de 1942 en Urbana, Illinois, Estados Unidos. Es uno de los críticos cinematográficos más reconocidos a nivel mundial. En 1975 se convirtió en el primer crítico de cine en ganar el premio Pulitzer, que es otorgado por la Universidad de Columbia. Desde 1967 sus comentarios semanales son publicados por el Chicago Sun-Times, y gracias a que su columna está sindicada puede ser leído en más de doscientos periódicos estadounidenses.
Una de sus primeras críticas de cine apareció publicada en 1961 y fue sobre la cinta dirigida por Federico Fellini “La dolce vitta”, en la que actuó además Marcello Mastroianni e Yvonne Furneaux.
En 1976, Ebert se une a Gene Siskel, quien escribía para el Chicago Tribune y comenzaron la que seria una larga sociedad co-animando un segmento de crítica cinematográfica que se llamó Siskel & Ebert, en donde daban pulgares en alto para las cintas que debían ser vistas y pulgares para abajo para las que mejor era olvidar. Esta sociedad se mantuvo hasta el fallecimiento de Siskel en 1999. En septiembre de 2000, luego de haber trabajado con varios co-animadores invitados, Ebert se unió a su compañero columnista en el Chicago Sun-Times Richard Roeper para presentar At the Movies with Ebert & Roeper. En la actualidad, no participa en el programa. Ha dicho que su película favorita es Ciudadano Kane.
Roger Joseph Ebert nació el 18 de junio de 1942 en Urbana, Illinois, Estados Unidos. Es uno de los críticos cinematográficos más reconocidos a nivel mundial. En 1975 se convirtió en el primer crítico de cine en ganar el premio Pulitzer, que es otorgado por la Universidad de Columbia. Desde 1967 sus comentarios semanales son publicados por el Chicago Sun-Times, y gracias a que su columna está sindicada puede ser leído en más de doscientos periódicos estadounidenses.
Una de sus primeras críticas de cine apareció publicada en 1961 y fue sobre la cinta dirigida por Federico Fellini “La dolce vitta”, en la que actuó además Marcello Mastroianni e Yvonne Furneaux.
En 1976, Ebert se une a Gene Siskel, quien escribía para el Chicago Tribune y comenzaron la que seria una larga sociedad co-animando un segmento de crítica cinematográfica que se llamó Siskel & Ebert, en donde daban pulgares en alto para las cintas que debían ser vistas y pulgares para abajo para las que mejor era olvidar. Esta sociedad se mantuvo hasta el fallecimiento de Siskel en 1999. En septiembre de 2000, luego de haber trabajado con varios co-animadores invitados, Ebert se unió a su compañero columnista en el Chicago Sun-Times Richard Roeper para presentar At the Movies with Ebert & Roeper. En la actualidad, no participa en el programa. Ha dicho que su película favorita es Ciudadano Kane.
Ella es cuica. Cuiquísima, pero claro, lo desconoce. Es como una señora aunque es muy joven. Tiene ese desprecio tan clásico de la cuica chilena. Pero de la cuica de verdad. Onda la Josefina Correa de Lider bien podría ser su nana, o algo así. Presume y desprecia como quien cuenta una tierna anécdota. El resentimiento del cuico. Tiene exigencia tras exigencia y está absolutamente loca. Básicamente.
¿Qué hace una mina proveniente de La Dehesa y Vitacura caminando por las calles del norte?
¿Qué hace una mina proveniente de La Dehesa y Vitacura caminando por las calles del norte?
Achicarse Por FRANCISCO MOUAT
A cabo de dormir una breve siesta matinal, antes de sentarme a escribir estas líneas. No sé si fue la lectura a tempranas horas de Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro lo que me llevó a la cama, o es que simplemente estoy cansado. Hay días en que cuesta más hacer pie, en que la posición vertical me incomoda, me obliga a acciones no deseadas, a un estado de alerta impostado que no se compadece con mi ánimo verdadero, que es estar tirado.
No sé si me animo a recomendarle la lectura del peruano Ribeyro a cualquiera. No faltan en este mundo sujetos a los cuales un autor como Ribeyro les debe parecer un perdedor oscuro demasiado ocupado de las impurezas del alma humana. Qué importa. Prosas apátridas se cuenta, a mi modo de ver, entre los libros más lúcidos que he leído en mi vida. Son fragmentos de pensamiento, ideas sueltas, digresiones, imágenes descritas y después cargadas de contenido, declaraciones de principios y de finales que contienen un fondo de verdad sobre la condición humana que abisma. Uno abre los ojos primero para después entender tantas cosas de sus propias vacilaciones y de las del mundo que nos ocupa. Lean ésta, sobre los amigos del poder: "Embajadores que han perdido su cargo caminan por la calle con un aire de picapedreros, ministros destituidos parecen la foto amarillenta de su antigua efigie. Hay hombres así que, abandonado el puesto, recaen en la insignificancia. Ello se debe a que no tenían otra manera de ser que su función". Cuántos millones de sujetos son apenas el cargo que ocupan, la función que cumplen.
Un amigo peruano viajó hace poco a Lima y me trajo los diarios de Ribeyro, La tentación del fracaso, y una antología personal hecha por Ribeyro de sus propios libros: sus mejores cuentos, fragmentos de sus diarios, su intento de autobiografía y una selección de Prosas apátridas. Conseguir para mí La tentación del fracaso fue un hecho sencillamente excepcional: he buscado ese libro hace años, desde que se lo arrebaté a un amigo que lo tenía y empecé a leerlo con la disciplina con que los creyentes leen la Biblia. Lo tuve un largo tiempo en mi poder, prestado un poco a la fuerza por este amigo, hasta que debí devolvérselo, sin que en todo ese tiempo apareciera un ejemplar perdido en alguna librería. El libro fue editado en España a comienzos de 2003, un libro gordote, de casi setecientas páginas, y se agotó en el camino. Lo encargué a México, España y Argentina, después de verificar que en Chile no estaba en ningún sitio, y no pasó nada. Cada seis meses me llegaban reportes de las librerías extranjeras diciendo que aún no se volvía a editar, que ya me avisarían de cualquier novedad. Hasta que mi amigo peruano lo encontró en Lima y me lo compró.
La tentación del fracaso es uno de los mejores títulos posibles para el diario de un escritor genuino y comprometido con las palabras, que finalmente no consigue mucho más que escribir en la vida. Pero escribe tan bien, y con tanta lucidez, que en algún sentido abruma. Cuando leo a Ribeyro, y lo hago a menudo, cobra fuerza un verbo que vengo escuchando en el último tiempo, y que estoy seguro se va a poner de moda a propósito de la crisis económica mundial: achicarse. Hay que achicarse, me dijo una amiga el otro día, una amiga a la que no veía hacía muchos años y que acaba de perder su trabajo. Me desprenderé de muchas de mis cosas, contó ella, me iré a un departamento pequeñito; si es preciso vender el auto, lo haré, revisaré mis deudas. Ella lo decía en un sentido económico, pero creí adivinar en sus palabras que también lo decía en un plano más sicológico y espiritual. Algo así como esperar menos respuestas de los demás, del mundo exterior, y partir en busca de lo más propio en un territorio de ambiciones cortas y nada grandilocuentes. Lograr ponerse a resguardo de cualquier batalla donde en el centro estén el dinero y el poder, los dioses más adorados en estos tiempos. Yo me atrevería a recomendarle a mi amiga que leyera a Ribeyro. Yo me atrevería a decir que con las Prosas apátridas metabolizadas podrá enfrentar la crisis y no sé si ganarle, pero sí darle batalla como un león, remar contra la corriente y finalmente dar un respiro de satisfacción. Total, como dice el propio Ribeyro, "en el curso de la humanidad somos un resplandor, ni siquiera eso, un sobresalto, menos aún, un reflejo, un soplo, una arenilla, nada que salga del número o la indiferencia".
A cabo de dormir una breve siesta matinal, antes de sentarme a escribir estas líneas. No sé si fue la lectura a tempranas horas de Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro lo que me llevó a la cama, o es que simplemente estoy cansado. Hay días en que cuesta más hacer pie, en que la posición vertical me incomoda, me obliga a acciones no deseadas, a un estado de alerta impostado que no se compadece con mi ánimo verdadero, que es estar tirado.
No sé si me animo a recomendarle la lectura del peruano Ribeyro a cualquiera. No faltan en este mundo sujetos a los cuales un autor como Ribeyro les debe parecer un perdedor oscuro demasiado ocupado de las impurezas del alma humana. Qué importa. Prosas apátridas se cuenta, a mi modo de ver, entre los libros más lúcidos que he leído en mi vida. Son fragmentos de pensamiento, ideas sueltas, digresiones, imágenes descritas y después cargadas de contenido, declaraciones de principios y de finales que contienen un fondo de verdad sobre la condición humana que abisma. Uno abre los ojos primero para después entender tantas cosas de sus propias vacilaciones y de las del mundo que nos ocupa. Lean ésta, sobre los amigos del poder: "Embajadores que han perdido su cargo caminan por la calle con un aire de picapedreros, ministros destituidos parecen la foto amarillenta de su antigua efigie. Hay hombres así que, abandonado el puesto, recaen en la insignificancia. Ello se debe a que no tenían otra manera de ser que su función". Cuántos millones de sujetos son apenas el cargo que ocupan, la función que cumplen.
Un amigo peruano viajó hace poco a Lima y me trajo los diarios de Ribeyro, La tentación del fracaso, y una antología personal hecha por Ribeyro de sus propios libros: sus mejores cuentos, fragmentos de sus diarios, su intento de autobiografía y una selección de Prosas apátridas. Conseguir para mí La tentación del fracaso fue un hecho sencillamente excepcional: he buscado ese libro hace años, desde que se lo arrebaté a un amigo que lo tenía y empecé a leerlo con la disciplina con que los creyentes leen la Biblia. Lo tuve un largo tiempo en mi poder, prestado un poco a la fuerza por este amigo, hasta que debí devolvérselo, sin que en todo ese tiempo apareciera un ejemplar perdido en alguna librería. El libro fue editado en España a comienzos de 2003, un libro gordote, de casi setecientas páginas, y se agotó en el camino. Lo encargué a México, España y Argentina, después de verificar que en Chile no estaba en ningún sitio, y no pasó nada. Cada seis meses me llegaban reportes de las librerías extranjeras diciendo que aún no se volvía a editar, que ya me avisarían de cualquier novedad. Hasta que mi amigo peruano lo encontró en Lima y me lo compró.
La tentación del fracaso es uno de los mejores títulos posibles para el diario de un escritor genuino y comprometido con las palabras, que finalmente no consigue mucho más que escribir en la vida. Pero escribe tan bien, y con tanta lucidez, que en algún sentido abruma. Cuando leo a Ribeyro, y lo hago a menudo, cobra fuerza un verbo que vengo escuchando en el último tiempo, y que estoy seguro se va a poner de moda a propósito de la crisis económica mundial: achicarse. Hay que achicarse, me dijo una amiga el otro día, una amiga a la que no veía hacía muchos años y que acaba de perder su trabajo. Me desprenderé de muchas de mis cosas, contó ella, me iré a un departamento pequeñito; si es preciso vender el auto, lo haré, revisaré mis deudas. Ella lo decía en un sentido económico, pero creí adivinar en sus palabras que también lo decía en un plano más sicológico y espiritual. Algo así como esperar menos respuestas de los demás, del mundo exterior, y partir en busca de lo más propio en un territorio de ambiciones cortas y nada grandilocuentes. Lograr ponerse a resguardo de cualquier batalla donde en el centro estén el dinero y el poder, los dioses más adorados en estos tiempos. Yo me atrevería a recomendarle a mi amiga que leyera a Ribeyro. Yo me atrevería a decir que con las Prosas apátridas metabolizadas podrá enfrentar la crisis y no sé si ganarle, pero sí darle batalla como un león, remar contra la corriente y finalmente dar un respiro de satisfacción. Total, como dice el propio Ribeyro, "en el curso de la humanidad somos un resplandor, ni siquiera eso, un sobresalto, menos aún, un reflejo, un soplo, una arenilla, nada que salga del número o la indiferencia".
Sunday, January 18, 2009
Saturday, January 17, 2009
Escondidos en Brujas
Escondidos
ASCANIO CAVALLO
Una tragedia disfrazada de comedia. Como la mayor parte del gran cine británico, esta película se juega en el understatement, en lo que no se dice pero se entiende, en lo que se desliza entre líneas (y aquí, entre planos y secuencias), en lo que simplemente no puede ser explícito porque: a) es muy ridículo, b) es muy tremendo o c) es ambas cosas a la vez. Escondidos se mueve en las fronteras lábiles de la farsa y la desgracia.
Y se mueve muy bien. Su director, Martin McDonagh, un respetado autor de teatro inglés, ya había mostrado este talento en el extraordinario corto Six shooter (2004), acerca de un hombre viudo que comparte sus dolores con varios desconocidos en un tren. Como aquellos, los protagonistas de Escondidos son irlandeses y proceden de la clase trabajadora.
Sólo que aquí el trabajo es singular: el veterano Ken (Brendan Gleeson, siempre extraordinario) y el joven Ray (Colin Farrell) son asesinos a sueldo que trabajan para el poderoso Harry Waters (Ralph Fiennes). El relato comienza in media res, cuando ya todo está en curso, con el tipo de voz en off que usaba con atmosférica precisión el cine negro clásico y que resume el clima moral en un par de líneas: "Después de matarlos tiré las armas en el Támesis, me lavé las manos en el baño de un Burger King y me fui a casa caminando a esperar instrucciones…".
La orden es ocultarse en Brujas, "la ciudad medieval mejor conservada de Bélgica", según descubre con entusiasmo Ken, dispuesto a dedicarse al turismo. Para el imberbe e hiperkinético Ray, en cambio, este lugar es un "maldito hoyo" en el que no desea gastar más de unos días. El caso es que están allí por su culpa: en el curso del asesinato de un sacerdote, Ray ha matado por accidente a un niño, algo que está fuera de los límites del oficio.
Esa es sólo la premisa de Escondidos. El desarrollo depara una sorpresa tras otra, mientras agrega personajes y referencias (Don't look now, de Nicholas Roeg; Sombras del mal, de Welles; El juicio final y El jardín de las delicias, de El Bosco), que incrementan no sólo la ambigüedad de la historia, sino especialmente la densidad de las disyuntivas éticas en que se hunden los protagonistas. Mientras cada nuevo detalle adquiere su sentido, el relato se va desplegando como una poderosa fábula moral.
No es frecuente que una película avance con tanta soltura por un clima y unas situaciones en que el espectador no sabe si despreciar a los personajes o reírse de ellos. McDonagh, sin embargo, parece tenerlo siempre claro: él los quiere, y se muestra dispuesto a enseñarnos a quererlos. Aunque estén metidos en una de las formas del infierno que con tanta fuerza evocan las pinturas flamencas. O, más bien, precisamente por eso.
In Bruges.
DIRECCIÓN: Martin McDonagh.
ASCANIO CAVALLO
Una tragedia disfrazada de comedia. Como la mayor parte del gran cine británico, esta película se juega en el understatement, en lo que no se dice pero se entiende, en lo que se desliza entre líneas (y aquí, entre planos y secuencias), en lo que simplemente no puede ser explícito porque: a) es muy ridículo, b) es muy tremendo o c) es ambas cosas a la vez. Escondidos se mueve en las fronteras lábiles de la farsa y la desgracia.
Y se mueve muy bien. Su director, Martin McDonagh, un respetado autor de teatro inglés, ya había mostrado este talento en el extraordinario corto Six shooter (2004), acerca de un hombre viudo que comparte sus dolores con varios desconocidos en un tren. Como aquellos, los protagonistas de Escondidos son irlandeses y proceden de la clase trabajadora.
Sólo que aquí el trabajo es singular: el veterano Ken (Brendan Gleeson, siempre extraordinario) y el joven Ray (Colin Farrell) son asesinos a sueldo que trabajan para el poderoso Harry Waters (Ralph Fiennes). El relato comienza in media res, cuando ya todo está en curso, con el tipo de voz en off que usaba con atmosférica precisión el cine negro clásico y que resume el clima moral en un par de líneas: "Después de matarlos tiré las armas en el Támesis, me lavé las manos en el baño de un Burger King y me fui a casa caminando a esperar instrucciones…".
La orden es ocultarse en Brujas, "la ciudad medieval mejor conservada de Bélgica", según descubre con entusiasmo Ken, dispuesto a dedicarse al turismo. Para el imberbe e hiperkinético Ray, en cambio, este lugar es un "maldito hoyo" en el que no desea gastar más de unos días. El caso es que están allí por su culpa: en el curso del asesinato de un sacerdote, Ray ha matado por accidente a un niño, algo que está fuera de los límites del oficio.
Esa es sólo la premisa de Escondidos. El desarrollo depara una sorpresa tras otra, mientras agrega personajes y referencias (Don't look now, de Nicholas Roeg; Sombras del mal, de Welles; El juicio final y El jardín de las delicias, de El Bosco), que incrementan no sólo la ambigüedad de la historia, sino especialmente la densidad de las disyuntivas éticas en que se hunden los protagonistas. Mientras cada nuevo detalle adquiere su sentido, el relato se va desplegando como una poderosa fábula moral.
No es frecuente que una película avance con tanta soltura por un clima y unas situaciones en que el espectador no sabe si despreciar a los personajes o reírse de ellos. McDonagh, sin embargo, parece tenerlo siempre claro: él los quiere, y se muestra dispuesto a enseñarnos a quererlos. Aunque estén metidos en una de las formas del infierno que con tanta fuerza evocan las pinturas flamencas. O, más bien, precisamente por eso.
In Bruges.
DIRECCIÓN: Martin McDonagh.
Roberto Merino
Domingo 04 de Enero de 2009
Dos o tres consejos
Muchos de los 99 consejos para escritores, de Chéjov, pueden ser todavía útiles, a pesar de los cambios que han venido de su tiempo hasta hoy. Son consejos, en todo caso, que Chéjov dirigió por carta a personas específicas sobre casos narrativos específicos. No los pensó como colección ni como parte de un manual.
A veces creo que este libro sería una lectura ideal para los jóvenes que empiezan a escribir, pero me equivoco. Los jóvenes son inflexibles en sus búsquedas y no ven nada en el mundo que no se hayan propuesto ver previamente. “Cuando el discípulo esté preparado, aparecerá el maestro”, dice un enigma budista.
Si reviso mi tránsito por la vida me doy cuenta de que con los años he perdido en ímpetu lo que he ganado en tolerancia y visión general. A los 17 años no estaba en condiciones de resistir la imagen de mi ignorancia. Escuchar una conversación sobre escritores que desconocía no suscitaba mi curiosidad, sino más bien una sensación de derrota. Una vez fallé en público con un dato —la época en que habría vivido el Cid Campeador— y le di la oportunidad a un cura sin votos ni sotana de restregarme el error en la cara.
Debo decir que aún en el recuerdo odio el conjunto de la cara de ese individuo —su calva incipiente, sus anteojos pasados de moda, su boca de escualo— y el tono de suficiencia que usó para decirme: “No estás tan mal, viejo, te equivocaste como con cinco siglos, pero no estás tan mal”. Días después lo vi llevando la voz cantante de una procesión en el centro y lo seguí entre el gentío con la delectación de un psicópata. Consideraba que la ridiculez de su atuendo —una especie de mantel bordado sobre los hombros— era para mí una reparación.
Pero me voy del tema. Entre las observaciones literarias de Chéjov hay una que parece especialmente apropiada para nuestros tiempos. Chéjov dice que un psicólogo (esto es, un escritor, un conocedor de la estofa humana) no debe tratar de explicar lo que no entiende, y que, sobre todo, no debe dar la impresión de que entiende lo que los demás no entienden. La atención a esta simple sugerencia nos hubiera librado de medio siglo de pesadez por escrito, de conceptos equívocos sobre el poder, de cambuchos filosóficos con moraleja y del tonto aspaviento de las falsas seguridades.
Creo que Borges, que aconseja escribir como si no se tuviera total conocimiento del tema, hubiera estado de acuerdo con la afirmación de Chéjov. Los materiales más duros —el énfasis, la suficiencia— son los que primero se trizan con el paso del tiempo. Ese factor es lo que vuelve insoportables a los manifiestos literarios, que no pueden ser disfrutados más que por lectores predispuestos, pero que el común de las personas sólo percibe como una carga de ruido en una batalla exenta de interés.
Lytton Strachey, otro notable sintetizador de la escritura, expresó lo mismo con otra fórmula: iluminar antes que explicar.
Domingo 04 de Enero de 2009
Dos o tres consejos
Muchos de los 99 consejos para escritores, de Chéjov, pueden ser todavía útiles, a pesar de los cambios que han venido de su tiempo hasta hoy. Son consejos, en todo caso, que Chéjov dirigió por carta a personas específicas sobre casos narrativos específicos. No los pensó como colección ni como parte de un manual.
A veces creo que este libro sería una lectura ideal para los jóvenes que empiezan a escribir, pero me equivoco. Los jóvenes son inflexibles en sus búsquedas y no ven nada en el mundo que no se hayan propuesto ver previamente. “Cuando el discípulo esté preparado, aparecerá el maestro”, dice un enigma budista.
Si reviso mi tránsito por la vida me doy cuenta de que con los años he perdido en ímpetu lo que he ganado en tolerancia y visión general. A los 17 años no estaba en condiciones de resistir la imagen de mi ignorancia. Escuchar una conversación sobre escritores que desconocía no suscitaba mi curiosidad, sino más bien una sensación de derrota. Una vez fallé en público con un dato —la época en que habría vivido el Cid Campeador— y le di la oportunidad a un cura sin votos ni sotana de restregarme el error en la cara.
Debo decir que aún en el recuerdo odio el conjunto de la cara de ese individuo —su calva incipiente, sus anteojos pasados de moda, su boca de escualo— y el tono de suficiencia que usó para decirme: “No estás tan mal, viejo, te equivocaste como con cinco siglos, pero no estás tan mal”. Días después lo vi llevando la voz cantante de una procesión en el centro y lo seguí entre el gentío con la delectación de un psicópata. Consideraba que la ridiculez de su atuendo —una especie de mantel bordado sobre los hombros— era para mí una reparación.
Pero me voy del tema. Entre las observaciones literarias de Chéjov hay una que parece especialmente apropiada para nuestros tiempos. Chéjov dice que un psicólogo (esto es, un escritor, un conocedor de la estofa humana) no debe tratar de explicar lo que no entiende, y que, sobre todo, no debe dar la impresión de que entiende lo que los demás no entienden. La atención a esta simple sugerencia nos hubiera librado de medio siglo de pesadez por escrito, de conceptos equívocos sobre el poder, de cambuchos filosóficos con moraleja y del tonto aspaviento de las falsas seguridades.
Creo que Borges, que aconseja escribir como si no se tuviera total conocimiento del tema, hubiera estado de acuerdo con la afirmación de Chéjov. Los materiales más duros —el énfasis, la suficiencia— son los que primero se trizan con el paso del tiempo. Ese factor es lo que vuelve insoportables a los manifiestos literarios, que no pueden ser disfrutados más que por lectores predispuestos, pero que el común de las personas sólo percibe como una carga de ruido en una batalla exenta de interés.
Lytton Strachey, otro notable sintetizador de la escritura, expresó lo mismo con otra fórmula: iluminar antes que explicar.
Woody Allen y la felicidad de la no-felicidad
Vicky Cristina Barcelona cierra el festival Wikén: Cine Bajo las Estrellas. No sé cuando se estrene, espero que pronto. En un viaje la pude ver y me gustó bastante. A pesar que tiene algo de placement (en este caso, Barclona pagó el rodaje y Barcelona se luce), la verdad es que la historia funciona de una manera deliciosa. El guión es impresionantemente económico, con una extraña y certera narración en off en tercera persona. Allen, de nuevo, está nominado a mejor guión por el sindicato de guionistas.
VCB no es quizás gran arte pero es una gran comedia, liviana, veraniega, perfecta. Es mucho mejor de lo que parece: una cinta menor que igual toca temas. Penelope Cruz sorprende pero, la verdad, es que la sorpresa es la preciosamente atractiva e inteligente Rebecca Hall que tb está, en un rol bastante menos importante, en Frost/Nixon.
En el último Wikén, Paula Escobar entrevistó a Woody Allen y lo hizo hablar más de la vida que el cine. Aquí van algunas de sus visiones acerca de uno de sus grandes temas: la búsqueda de la felicidad.
La pasión según Woody
POR PAULA ESCOBAR CHAVARRÍA
–El amor romántico y su búsqueda es uno de los temas de sus películas y, por cierto, de ésta. ¿Como diría que ha ido evolucionando en usted esta idea?
“Bueno, cuando era más joven tenía un sentimiento más idealista en este sentido: pensaba (que el amor romántico) era posible… Luego, por un tiempo, pensé que no era tan posible. Y después empecé a darme cuenta de que la misma cosa que lo hace romántico es la que no es posible’.
–¿Cómo?
“Cuando dos personas tienen éxito en su relación y se casan, entonces ya deja de ser romántico, empieza a ser otra cosa. Desarrollan una relación diferente, que es agradable: tienen hijos, un hogar adorable, tienen una vida juntos, pero eso no es romántico. No es lo mismo que cuando un hombre está persiguiendo a una mujer y hay dificultades’.
–Comparando esta cinta con otros personajes femeninos suyos, como los de “Annie Hall” y “Hannah y sus hermanas”, estas mujeres parecen más libres, pero más aburridas o solas…
Bueno, es que es una historia triste, en ese sentido. Scarlett (Cristina) está buscando algo que nunca va a encontrar…Y Rebecca (Vicky) está demasiado asustada para hacer algo, excepto vivir una vida segura y agradable, convencional y aburrida. Los personajes de Penélope y Javier no pueden vivir el uno sin el otro, pero tampoco juntos… y en la película nadie es realmente feliz. Todos están perdidos’.
–Es una mirada pesimista a las relaciones de pareja, ¿no?
“No, yo la encuentro realista. Las relaciones son difíciles. Y ciertamente no hacen por ti lo que fantaseas que harán, o lo que esperarías, como cambiar tu vida mágicamente. Pero (los vínculos) tienen mucho valor, sin duda. Probablemente el valor de la cinta está en Vicky. Ella se casará, tendrá hijos. No será lo más excitante del mundo, no hará las cosas locas que hacen Penélope y Scarlett, pero será estable…’.
–¿Cuál personaje le gusta más: Vicky, Cristina o Penélope?
“Desde afuera, como outsider, me siento atraído por los personajes de Scarlett y Penélope. Desde afuera. Pero como persona me identifico más con Rebecca’.
–¿Por qué?
“Porque soy así: clase media, con miedo a gastar…más racional. Siempre me sentí más cómodo con el personaje de Rebecca, porque las otras dos mujeres son más excitantes, pero me asustan.
–Usted dice que la felicidad es imposible, y que lo único a lo que podemos aspirar es a la distracción, ¿es así?
“Sí, yo lo siento de esa manera, y puede pensarse que es pesimista, pero yo lo pienso como realista. Vivimos en una situación terrible, en la que las personas no saben por qué están vivas, tienen vidas cortas y difíciles, llenas de dolor, pena y, si tienen suerte y no tienen tanto dolor o miseria, su vida igual terminará y la de la gente que quieren, también. Siempre es perder. Es como estar en Las Vegas y apostar contra la casa: puedes tener un par de buenos momentos, pero finalmente vas a perder tu dinero si te quedas el suficiente tiempo. Entonces, creo que la condición humana es de mucha infelicidad. Pero hay momentos en que estás distraído de eso. Cuando tu esposa tiene un hijo, estás muy contento, o algo sucede y tienes momentos placenteros, pero eso pasa, y vuelves al monótono trajín diario, que es muy duro y miserable para la mayoría de las personas…’.
Vicky Cristina Barcelona cierra el festival Wikén: Cine Bajo las Estrellas. No sé cuando se estrene, espero que pronto. En un viaje la pude ver y me gustó bastante. A pesar que tiene algo de placement (en este caso, Barclona pagó el rodaje y Barcelona se luce), la verdad es que la historia funciona de una manera deliciosa. El guión es impresionantemente económico, con una extraña y certera narración en off en tercera persona. Allen, de nuevo, está nominado a mejor guión por el sindicato de guionistas.
VCB no es quizás gran arte pero es una gran comedia, liviana, veraniega, perfecta. Es mucho mejor de lo que parece: una cinta menor que igual toca temas. Penelope Cruz sorprende pero, la verdad, es que la sorpresa es la preciosamente atractiva e inteligente Rebecca Hall que tb está, en un rol bastante menos importante, en Frost/Nixon.
En el último Wikén, Paula Escobar entrevistó a Woody Allen y lo hizo hablar más de la vida que el cine. Aquí van algunas de sus visiones acerca de uno de sus grandes temas: la búsqueda de la felicidad.
La pasión según Woody
POR PAULA ESCOBAR CHAVARRÍA
–El amor romántico y su búsqueda es uno de los temas de sus películas y, por cierto, de ésta. ¿Como diría que ha ido evolucionando en usted esta idea?
“Bueno, cuando era más joven tenía un sentimiento más idealista en este sentido: pensaba (que el amor romántico) era posible… Luego, por un tiempo, pensé que no era tan posible. Y después empecé a darme cuenta de que la misma cosa que lo hace romántico es la que no es posible’.
–¿Cómo?
“Cuando dos personas tienen éxito en su relación y se casan, entonces ya deja de ser romántico, empieza a ser otra cosa. Desarrollan una relación diferente, que es agradable: tienen hijos, un hogar adorable, tienen una vida juntos, pero eso no es romántico. No es lo mismo que cuando un hombre está persiguiendo a una mujer y hay dificultades’.
–Comparando esta cinta con otros personajes femeninos suyos, como los de “Annie Hall” y “Hannah y sus hermanas”, estas mujeres parecen más libres, pero más aburridas o solas…
Bueno, es que es una historia triste, en ese sentido. Scarlett (Cristina) está buscando algo que nunca va a encontrar…Y Rebecca (Vicky) está demasiado asustada para hacer algo, excepto vivir una vida segura y agradable, convencional y aburrida. Los personajes de Penélope y Javier no pueden vivir el uno sin el otro, pero tampoco juntos… y en la película nadie es realmente feliz. Todos están perdidos’.
–Es una mirada pesimista a las relaciones de pareja, ¿no?
“No, yo la encuentro realista. Las relaciones son difíciles. Y ciertamente no hacen por ti lo que fantaseas que harán, o lo que esperarías, como cambiar tu vida mágicamente. Pero (los vínculos) tienen mucho valor, sin duda. Probablemente el valor de la cinta está en Vicky. Ella se casará, tendrá hijos. No será lo más excitante del mundo, no hará las cosas locas que hacen Penélope y Scarlett, pero será estable…’.
–¿Cuál personaje le gusta más: Vicky, Cristina o Penélope?
“Desde afuera, como outsider, me siento atraído por los personajes de Scarlett y Penélope. Desde afuera. Pero como persona me identifico más con Rebecca’.
–¿Por qué?
“Porque soy así: clase media, con miedo a gastar…más racional. Siempre me sentí más cómodo con el personaje de Rebecca, porque las otras dos mujeres son más excitantes, pero me asustan.
–Usted dice que la felicidad es imposible, y que lo único a lo que podemos aspirar es a la distracción, ¿es así?
“Sí, yo lo siento de esa manera, y puede pensarse que es pesimista, pero yo lo pienso como realista. Vivimos en una situación terrible, en la que las personas no saben por qué están vivas, tienen vidas cortas y difíciles, llenas de dolor, pena y, si tienen suerte y no tienen tanto dolor o miseria, su vida igual terminará y la de la gente que quieren, también. Siempre es perder. Es como estar en Las Vegas y apostar contra la casa: puedes tener un par de buenos momentos, pero finalmente vas a perder tu dinero si te quedas el suficiente tiempo. Entonces, creo que la condición humana es de mucha infelicidad. Pero hay momentos en que estás distraído de eso. Cuando tu esposa tiene un hijo, estás muy contento, o algo sucede y tienes momentos placenteros, pero eso pasa, y vuelves al monótono trajín diario, que es muy duro y miserable para la mayoría de las personas…’.
Gran Torino
En su libro sobre el western, el autor Quim Casas realizaba la siguiente semblanza de John Ford: "Ford es al western lo que Van Gogh a la pintura, Stevenson a la literatura, Mozart a la música clásica, Charlie Parker al jazz, Man Ray a la fotografía, Tod Browning al cine fantástico, Alex Raymond al comic, Velvet Underground al rock, es decir, un poeta y un innovador, un clásico y un revolucionario, un formalista y un experimentador". Leercine.com.ar
EL ARBOL DEL CONOCIMIENTO
Francisco Varela
Humberto Maturana
Nos encontramos frente a la reedición de un clásico del pensamiento contemporáneo.
La vida humana transcurre en un universo de significados (perceptuales). Es nuestro sino, nuestra condición existencial. Interactuar socialmente en dominios de significados mutuamente complementarios es comunicarse; inversamente, interactuar en base a significados incompatibles entre sí trae consigo la incomunicación.
Lo esencial, sin embargo, que debe tenerse siempre presente, es la unicidad de la naturaleza humana. Lo que nos hermana a todos los hombres de todos los tiempos es la manera como hacemos surgir en nosotros nuestros significados existenciales, la manera en que éstos son creados, generados, estabilizados, transformados. Es precisamente el conocimiento de este proceso de aprendizaje social (cómo conocemos o, en otras palabras, cómo surge en nosotros el mundo que vivimos, nuestra particular autoconciencia) el fundamento para la comprensión universal del hombre por el hombre.
La naturaleza del conocimiento humano nunca se ha negado como fruta prohibida; por el contrario, el conocimiento es lo constitutivo del ser viviente, lo propio del ser hombre, y el conocimiento de sí mismo, su semilla más profunda.
Esta edición -de formato apaisado- incluye ilustraciones y diagramas que acompañan y hacen más comprensibles las temáticas abordadas.
Francisco Varela
Humberto Maturana
Nos encontramos frente a la reedición de un clásico del pensamiento contemporáneo.
La vida humana transcurre en un universo de significados (perceptuales). Es nuestro sino, nuestra condición existencial. Interactuar socialmente en dominios de significados mutuamente complementarios es comunicarse; inversamente, interactuar en base a significados incompatibles entre sí trae consigo la incomunicación.
Lo esencial, sin embargo, que debe tenerse siempre presente, es la unicidad de la naturaleza humana. Lo que nos hermana a todos los hombres de todos los tiempos es la manera como hacemos surgir en nosotros nuestros significados existenciales, la manera en que éstos son creados, generados, estabilizados, transformados. Es precisamente el conocimiento de este proceso de aprendizaje social (cómo conocemos o, en otras palabras, cómo surge en nosotros el mundo que vivimos, nuestra particular autoconciencia) el fundamento para la comprensión universal del hombre por el hombre.
La naturaleza del conocimiento humano nunca se ha negado como fruta prohibida; por el contrario, el conocimiento es lo constitutivo del ser viviente, lo propio del ser hombre, y el conocimiento de sí mismo, su semilla más profunda.
Esta edición -de formato apaisado- incluye ilustraciones y diagramas que acompañan y hacen más comprensibles las temáticas abordadas.
Thursday, January 15, 2009
Los Hermanos Coen
Desdramatizar la violencia y hacerla más arbitraria y casual. El sinsentido cómico de todo. Lo perdido que estamos como especie en un especial de lujo de Los Hermanos Coen de Mabuse
Wednesday, January 14, 2009
Me tumbas cargante
“Me tumbas con tu erudición. Estás lleno de citas. Ahora me aplastas con tus latines”. Cualquier otro le habría podido decir: eres cargante, Cabrera Infante. Camilo Marks
Tuesday, January 13, 2009
La gente no entiende que Eliseo Salazar es un millonario que se da gustos. Eso es todo. La gente idiota se burla de que llega último siempre o choca, como si eso le importara a Eliseo Salazar. Es como so nos burláramos de Farkas porque usa ese corte de pelo. Muchachos... la risa y las burlas están de su parte. Ellos se ríen de todos nosotros.
Friday, January 09, 2009
Suicidémonos de mentira
Primero lo obvio, ¿Por qué el nombre del disco?
—Se llama así por una noticia que una vez vi en Internet sobre una señora de 77 años que asaltó un banco con una pistola de plástico. No me acuerdo dónde fue, pero cuando la vi como que pegué un salto y dije: “¡Cómo una pistola de plástico puede ser tan poderosa!”, jaja. ¡Más encima una señora de 77 años! Entonces después me puse a investigar sobre las pistolas de plástico, y han pasado ene asaltos con esas pistolas, porque si tú las ves, son iguales que las verdaderas. Entonces nuestro disco se llama así, porque es como súper al estilo de eso. Empezó siendo súper denso, violento y casi como depresivo, con esta cosa como de suicidarte, pero terminó siendo todo lo contrario. Porque al ser doble, tiene un disco medio depre, pero el otro disco es todo lo contrario, súper energético y muy rápido. Al revés del primer disco. Entonces está la idea de “suicidémonos, pero de mentira”. Además, en la segunda parte empezaron a aparecer letras como riéndose de la primera parte. Algo como: “¡Pero cómo tanto! ¡Nunca tan depresivos! Suicidémonos, pero con una pistola de plástico, jaja. Así como hueviando.
Colombina Parra de Los Ex! respecto a su nuevo disco “Pistola de plástico” wn www.paniko.cl
—Se llama así por una noticia que una vez vi en Internet sobre una señora de 77 años que asaltó un banco con una pistola de plástico. No me acuerdo dónde fue, pero cuando la vi como que pegué un salto y dije: “¡Cómo una pistola de plástico puede ser tan poderosa!”, jaja. ¡Más encima una señora de 77 años! Entonces después me puse a investigar sobre las pistolas de plástico, y han pasado ene asaltos con esas pistolas, porque si tú las ves, son iguales que las verdaderas. Entonces nuestro disco se llama así, porque es como súper al estilo de eso. Empezó siendo súper denso, violento y casi como depresivo, con esta cosa como de suicidarte, pero terminó siendo todo lo contrario. Porque al ser doble, tiene un disco medio depre, pero el otro disco es todo lo contrario, súper energético y muy rápido. Al revés del primer disco. Entonces está la idea de “suicidémonos, pero de mentira”. Además, en la segunda parte empezaron a aparecer letras como riéndose de la primera parte. Algo como: “¡Pero cómo tanto! ¡Nunca tan depresivos! Suicidémonos, pero con una pistola de plástico, jaja. Así como hueviando.
Colombina Parra de Los Ex! respecto a su nuevo disco “Pistola de plástico” wn www.paniko.cl
Thursday, January 08, 2009
Los apolíticos
Me da risa esa gente que dice que es apolítica. Lo dice como si fuera algo importante o digno de ser elogiado, podrían decir apartidista, pero no, dicen apolitico, cuando no se dan cuenta que significa decir: "Soy un sumiso de mierda y tengo caca en la cabeza.Tengo cerebro, pero no lo uso. No importa quién esté como autoridad donde vivo, puede estar un payaso, un asesino, un mono o un niño chico y me igual. Puede estar un dictador, es más ojalá estuviera un dictador."
A mi no me gusta la gente apolítica. No confío en ellos.
La gente apolítica es peor que los politicos. Uno sabe relativamente quienes son y cómo funcionan, pero los apoliticos son peores, porque no le interesa su entorno y con esos hueones hay que tener cuidado.
Wikipedia
A mi no me gusta la gente apolítica. No confío en ellos.
La gente apolítica es peor que los politicos. Uno sabe relativamente quienes son y cómo funcionan, pero los apoliticos son peores, porque no le interesa su entorno y con esos hueones hay que tener cuidado.
Wikipedia
El cine del 2008 según Daniel Villalobos
Especial 2008: Mejores estrenos directo a DVD
Por Daniel Villalobos
El título estrenado directamente en DVD en la Zona 4 que más me gustó fue Pura Suerte, de Curtis Hanson. Es una pequeña joya sobre la adicción a perder y la fascinación que algunos seres humanos tienen por el azar. Es la mejor actuación de Eric Bana desde Chopper y tiene una secuencia inicial que ya se la quisiera David Mamet.
Y cualquier película que use Lucky Town, de Bruce Springsteen, tiene mi voto.
Otros estrenos valiosos del formato este 2008 fueron Demonlover, de Assayas, Lo que Perdimos en el Camino, de Susanne Bier, La Canción Más Triste del Mundo, de Guy Madden y la esperada edición Zona 4 del clásico Monty Python en Vivo desde el Hollywood Bowl.
Pura Suerte, de Curtis Hanson.
Especial 2008: los latazos del año
Enero 5th, 2009
Los que tenían buenas intenciones, directores talentosos e incluso buenas historias, pero que fracasaron de la peor manera: poniéndonos a dormir. Desde los que pusieron a prueba nuestra paciencia hasta los que pensaron que podrían meternos el dedo en la boca un año más, aquí están los latazos.
Alicia en el País: La niña recorrió decenas de kilómetros. Ya entendimos.
Arráncame la Vida: Ay, mi cuate. Pos no me haga sufrir y búsquese una historia más novedosa, mi rey.
Cashback: El tipo detenía el tiempo. Se notó.
La Otra Chica Bolena: Se veía como miniserie. Estaba filmada como una miniserie. Y en mi recuerdo duraba como una miniserie.
Crímenes de Oxford: La primera víctima de la guerra contra el cliché fue la verosimilitud.
El Clavel Negro: El diplomático protagonista fue un héroe digno de alabanza. ¿Y era esta la mejor manera de homenajearlo?
X-Files 2 - Quiero Creer: La verdad estaba allá afuera y era que la jubilación convirtió a Mulder y a Scully en un par de lateros. Sí, yo también quise creer. Que la película importaba, pero no.
Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian: Okey, los chicos cruzan de nuestro mundo a Narnia y tienen aventuras y luego vuelven. Y luego van. Y luego vuelven. Van. Vuelven. Ya entendimos.
La Batalla de Plaza Italia: Tal vez a este documental le perjudicó el hecho de que su historia (el memorial de Guzmán en la Plaza Italia) no tuvo clímax. Sólo se resolvió y apagó por sí solo. El problema es que se nota.
Apaga y vámonos: Ilustrativo. En el peor sentido.
Latazo del año:
Shine a Light. Scorsese filmando a los Rolling Stones debería ser algo digno de verse, pero resulta nefasto. Los Stones lucen esa alegría idiota de las batucadas de matinal, el público se ve aburrido y Scorsese no tiene ideas nuevas ni empuje ni garra. Fue un suplicio verla de corrido en cine, sobre todo sabiendo que en casa me esperaba el dvd de El Ultimo Vals, el documental rock que Scorsese filmó cuando todavía no se le echaban los caballos.
Especial 2008: Los mamarrachos del año
Enero 5th, 2009
El muro de la vergüenza. Aquellas que me hicieron desear que jamás se hubiera inventado la cámara de cine. Las que me hicieron añorar la época en que las películas estaban hechas en celuloide y siempre existía la posibilidad de convertirlas en peinetas.
Estas son las mugres que me hicieron perder el tiempo. Enlistadas en rápido orden, porque la paciencia no es tanta.
El Fin de los Tiempos, 88 Minutos, Caos, El Juego del Miedo 5, Max Payne, El Sueño de Cassandra, El Brindis, Wanted, Tripulación Dave, Star Wars: Guerras Clónicas, El Sótano, Reservation Road.
Mamarracho mayor:
Sex and the City, la película. Por ser empalagosa, eterna y cínica en partes iguales. Por ser descaradamente misógina. Y por vender sin asco la idea de que cualquier mujer -no importa cuán inteligente o cosmopolita sea- al final del día sólo quiere un MACHO que la consienta y la trate como si tuviera cinco años de edad.
Especial 2008: Las mejores películas del año
Enero 5th, 2009
Como el editor de este sitio ve muchas películas y tiene un ego descomunal, aquí va su primer post resumen del Especial 2008, donde enumera las mejores del año.
Nota aparte: la mejor película que vi este 2008 no la vi en cines. La mejor película que vi este 2008 (como ya mencioné en un post hace algún tiempo) fue la sueca Let the Right One In, una cinta de vampiros que deja a Crepúsculo como un spot anti-sexo producido por el Servicio Nacional de Salud. Varios la han mencionado favorablemente, lo que aumenta la chance de que llegue a cines algún día.
Hecho ese apunte, paso a enumerar -sin orden particular- los diez mejores estrenos de cine del 2008 en Chile.
-Promesas del Este
-4 Meses, 3 Semanas y 2 Días
-Wall-E
-La Buena Vida
-Batman: El Caballero de la Noche
-Lejos de Ella
-El Cielo, la Tierra y la Lluvia
-Mirageman
-La Conspiración (In the Valley of Elah)
-Desapareció una Noche
Especial 2008 (final): Las decepciones
Se nos quedaba en el tintero esta lista. Ahora, una decepción no es lo mismo que un mal rato. Para que algo te decepcione, debes haber tenido expectativas creadas. Las cuales no se cumplieron, o sólo fueron satisfechas a medias.
Para clarificar el sentido de esta lista: creo que El Sótano es un horror y una mugre de película. Pero no me decepcionó, porque mis expectativas de ella eran bajas o casi nulas antes de entrar a verla.
En cambio, sí me decepcionó Petróleo Sangriento. Lo cual no quita que -en el gran orden de las cosas- me parezca que, incluso como tropiezo artístico, sea INFINITAMENTE más interesante, atractiva y valiosa que El Sótano.
Sin orden aparente, las grandes decepciones del año 2008 en cine fueron:
-Hellboy II: El Ejército Dorado: ¿Puede la libertad creativa dañar la perspectiva de un director? En el caso de Del Toro, parece que sí. Todo el ritmo e ingenio de la primera Hellboy aquí se difumina dando paso a una imaginería hermosa pero a la larga inútil, que termina aburriendo y que luciría mejor en un coffee-book que en la pantalla de un cine.
-El Sabor de la Noche (My Blueberry Nights): Uno de los patinazos de la década. El mejor director hongkonés activo emigra a Estados Unidos para filmar su peor película, un esperpento dulzón, vacuo y mentiroso, que apenas se salva por la presencia de Strathairn y la Portman.
-Quantum of Solace: No despinta al lado de la saga Bourne y desde luego está por encima del promedio del cine de acción que consumimos semana a semana. ¿Pero para esto fue que se tomaron la molestia de reinventar el personaje con esa maravilla que fue Casino Royale? No entiendo nada.
-Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal: Demoré un tiempo en darme cuenta de por qué me había aburrido tanto una película tan vistosa y ágil, hasta que entendí que el desgano que me transmitió no era casual. Era el desgano de un Spielberg post-Inteligencia Artificial, post-Munich, post-Lista de Schindler, intentando revivir su primera infancia sin darse cuenta que la vida y el cine no son como una película de Spielberg.
-Petróleo Sangriento: Impacto sensorial, espléndida dirección de arte y actores sobreactuando como si les pagaran extra por cada mueca NO COMPENSAN los extensos forados lógicos del relato, su ritmo irregular y la peor de las sensaciones cinéfilas: que aquí tenemos un director talentoso y capaz, golpeando la mesa para desplegar Grandes Temas sobre los cuales al final no tiene nada que decir.
-Santos: Contrario a muchos cinéfilos que conozco, a mí me importa un rábano la figura pública de López, su buen o mal manejo de sus relaciones públicas y cuán relevantes son sus contactos. Lo que sí me importa es que Promedio Rojo era una muy buena película (más oscura y torcida de lo que indicaban su publicidad y su afiche, por ejemplo) y Santos es un pobre segundo paso.
-31 Minutos: Sí, la serie era estupenda. Despeinada, irreverente, creativa, tres adjetivos que yo no podría aplicarle a esta película, que es buena entretención familiar y punto. Que está hecha con cariño, cuidado y esfuerzo, pero que nunca toca el delirio que algunos de sus creadores tocan tan fácilmente -por ejemplo- en proyectos paralelos como Chancho Cero o Canal 76. ¿Son injustas las comparaciones? A lo mejor. Mala suerte.
-Cloverfield: No la he visto en DVD, pero se me ocurre que en pantalla chica -lejos de las virtudes ensordecedoras del Dolby- debe ser aún más obvio lo endeble de su historia y la torpeza de su desenlace. Pocas veces una cinta tan tontorrona tuvo un marketing viral tan astuto y es una lástima.
Por Daniel Villalobos
El título estrenado directamente en DVD en la Zona 4 que más me gustó fue Pura Suerte, de Curtis Hanson. Es una pequeña joya sobre la adicción a perder y la fascinación que algunos seres humanos tienen por el azar. Es la mejor actuación de Eric Bana desde Chopper y tiene una secuencia inicial que ya se la quisiera David Mamet.
Y cualquier película que use Lucky Town, de Bruce Springsteen, tiene mi voto.
Otros estrenos valiosos del formato este 2008 fueron Demonlover, de Assayas, Lo que Perdimos en el Camino, de Susanne Bier, La Canción Más Triste del Mundo, de Guy Madden y la esperada edición Zona 4 del clásico Monty Python en Vivo desde el Hollywood Bowl.
Pura Suerte, de Curtis Hanson.
Especial 2008: los latazos del año
Enero 5th, 2009
Los que tenían buenas intenciones, directores talentosos e incluso buenas historias, pero que fracasaron de la peor manera: poniéndonos a dormir. Desde los que pusieron a prueba nuestra paciencia hasta los que pensaron que podrían meternos el dedo en la boca un año más, aquí están los latazos.
Alicia en el País: La niña recorrió decenas de kilómetros. Ya entendimos.
Arráncame la Vida: Ay, mi cuate. Pos no me haga sufrir y búsquese una historia más novedosa, mi rey.
Cashback: El tipo detenía el tiempo. Se notó.
La Otra Chica Bolena: Se veía como miniserie. Estaba filmada como una miniserie. Y en mi recuerdo duraba como una miniserie.
Crímenes de Oxford: La primera víctima de la guerra contra el cliché fue la verosimilitud.
El Clavel Negro: El diplomático protagonista fue un héroe digno de alabanza. ¿Y era esta la mejor manera de homenajearlo?
X-Files 2 - Quiero Creer: La verdad estaba allá afuera y era que la jubilación convirtió a Mulder y a Scully en un par de lateros. Sí, yo también quise creer. Que la película importaba, pero no.
Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian: Okey, los chicos cruzan de nuestro mundo a Narnia y tienen aventuras y luego vuelven. Y luego van. Y luego vuelven. Van. Vuelven. Ya entendimos.
La Batalla de Plaza Italia: Tal vez a este documental le perjudicó el hecho de que su historia (el memorial de Guzmán en la Plaza Italia) no tuvo clímax. Sólo se resolvió y apagó por sí solo. El problema es que se nota.
Apaga y vámonos: Ilustrativo. En el peor sentido.
Latazo del año:
Shine a Light. Scorsese filmando a los Rolling Stones debería ser algo digno de verse, pero resulta nefasto. Los Stones lucen esa alegría idiota de las batucadas de matinal, el público se ve aburrido y Scorsese no tiene ideas nuevas ni empuje ni garra. Fue un suplicio verla de corrido en cine, sobre todo sabiendo que en casa me esperaba el dvd de El Ultimo Vals, el documental rock que Scorsese filmó cuando todavía no se le echaban los caballos.
Especial 2008: Los mamarrachos del año
Enero 5th, 2009
El muro de la vergüenza. Aquellas que me hicieron desear que jamás se hubiera inventado la cámara de cine. Las que me hicieron añorar la época en que las películas estaban hechas en celuloide y siempre existía la posibilidad de convertirlas en peinetas.
Estas son las mugres que me hicieron perder el tiempo. Enlistadas en rápido orden, porque la paciencia no es tanta.
El Fin de los Tiempos, 88 Minutos, Caos, El Juego del Miedo 5, Max Payne, El Sueño de Cassandra, El Brindis, Wanted, Tripulación Dave, Star Wars: Guerras Clónicas, El Sótano, Reservation Road.
Mamarracho mayor:
Sex and the City, la película. Por ser empalagosa, eterna y cínica en partes iguales. Por ser descaradamente misógina. Y por vender sin asco la idea de que cualquier mujer -no importa cuán inteligente o cosmopolita sea- al final del día sólo quiere un MACHO que la consienta y la trate como si tuviera cinco años de edad.
Especial 2008: Las mejores películas del año
Enero 5th, 2009
Como el editor de este sitio ve muchas películas y tiene un ego descomunal, aquí va su primer post resumen del Especial 2008, donde enumera las mejores del año.
Nota aparte: la mejor película que vi este 2008 no la vi en cines. La mejor película que vi este 2008 (como ya mencioné en un post hace algún tiempo) fue la sueca Let the Right One In, una cinta de vampiros que deja a Crepúsculo como un spot anti-sexo producido por el Servicio Nacional de Salud. Varios la han mencionado favorablemente, lo que aumenta la chance de que llegue a cines algún día.
Hecho ese apunte, paso a enumerar -sin orden particular- los diez mejores estrenos de cine del 2008 en Chile.
-Promesas del Este
-4 Meses, 3 Semanas y 2 Días
-Wall-E
-La Buena Vida
-Batman: El Caballero de la Noche
-Lejos de Ella
-El Cielo, la Tierra y la Lluvia
-Mirageman
-La Conspiración (In the Valley of Elah)
-Desapareció una Noche
Especial 2008 (final): Las decepciones
Se nos quedaba en el tintero esta lista. Ahora, una decepción no es lo mismo que un mal rato. Para que algo te decepcione, debes haber tenido expectativas creadas. Las cuales no se cumplieron, o sólo fueron satisfechas a medias.
Para clarificar el sentido de esta lista: creo que El Sótano es un horror y una mugre de película. Pero no me decepcionó, porque mis expectativas de ella eran bajas o casi nulas antes de entrar a verla.
En cambio, sí me decepcionó Petróleo Sangriento. Lo cual no quita que -en el gran orden de las cosas- me parezca que, incluso como tropiezo artístico, sea INFINITAMENTE más interesante, atractiva y valiosa que El Sótano.
Sin orden aparente, las grandes decepciones del año 2008 en cine fueron:
-Hellboy II: El Ejército Dorado: ¿Puede la libertad creativa dañar la perspectiva de un director? En el caso de Del Toro, parece que sí. Todo el ritmo e ingenio de la primera Hellboy aquí se difumina dando paso a una imaginería hermosa pero a la larga inútil, que termina aburriendo y que luciría mejor en un coffee-book que en la pantalla de un cine.
-El Sabor de la Noche (My Blueberry Nights): Uno de los patinazos de la década. El mejor director hongkonés activo emigra a Estados Unidos para filmar su peor película, un esperpento dulzón, vacuo y mentiroso, que apenas se salva por la presencia de Strathairn y la Portman.
-Quantum of Solace: No despinta al lado de la saga Bourne y desde luego está por encima del promedio del cine de acción que consumimos semana a semana. ¿Pero para esto fue que se tomaron la molestia de reinventar el personaje con esa maravilla que fue Casino Royale? No entiendo nada.
-Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal: Demoré un tiempo en darme cuenta de por qué me había aburrido tanto una película tan vistosa y ágil, hasta que entendí que el desgano que me transmitió no era casual. Era el desgano de un Spielberg post-Inteligencia Artificial, post-Munich, post-Lista de Schindler, intentando revivir su primera infancia sin darse cuenta que la vida y el cine no son como una película de Spielberg.
-Petróleo Sangriento: Impacto sensorial, espléndida dirección de arte y actores sobreactuando como si les pagaran extra por cada mueca NO COMPENSAN los extensos forados lógicos del relato, su ritmo irregular y la peor de las sensaciones cinéfilas: que aquí tenemos un director talentoso y capaz, golpeando la mesa para desplegar Grandes Temas sobre los cuales al final no tiene nada que decir.
-Santos: Contrario a muchos cinéfilos que conozco, a mí me importa un rábano la figura pública de López, su buen o mal manejo de sus relaciones públicas y cuán relevantes son sus contactos. Lo que sí me importa es que Promedio Rojo era una muy buena película (más oscura y torcida de lo que indicaban su publicidad y su afiche, por ejemplo) y Santos es un pobre segundo paso.
-31 Minutos: Sí, la serie era estupenda. Despeinada, irreverente, creativa, tres adjetivos que yo no podría aplicarle a esta película, que es buena entretención familiar y punto. Que está hecha con cariño, cuidado y esfuerzo, pero que nunca toca el delirio que algunos de sus creadores tocan tan fácilmente -por ejemplo- en proyectos paralelos como Chancho Cero o Canal 76. ¿Son injustas las comparaciones? A lo mejor. Mala suerte.
-Cloverfield: No la he visto en DVD, pero se me ocurre que en pantalla chica -lejos de las virtudes ensordecedoras del Dolby- debe ser aún más obvio lo endeble de su historia y la torpeza de su desenlace. Pocas veces una cinta tan tontorrona tuvo un marketing viral tan astuto y es una lástima.
Tuesday, January 06, 2009
Monday, January 05, 2009
Sunday, January 04, 2009
Creer para ver- Razón VS Fe - ReligiónVS Ciencia
Redes: Dime en qué crees y te diré qué haces y eres
Saramago: "La felicidad consiste en dar pasos hacia uno mismo"
Fuente :EFE
El Premio Nobel de Literatura portugués José Saramago aseguró hoy “estar siempre atento a la realidad del mundo, tanto a las cosas buenas, como a las malas” con la pretensión última “de alcanzar la felicidad”, una cualidad que ha definido como “dar pasos hacia uno mismo y mirar lo que se es”.
Con aspecto frágil pero recuperado de sus problemas respiratorios del año pasado, el escritor apeló a diferenciar entre felicidad y riqueza y afirmó sentirse satisfecho no sólo por el reconocimiento a su labor literaria, sino también por “la intensa labor” promovida desde la Fundación que lleva su nombre.
El autor de obras como “Ensayo sobre la ceguera”, “El Evangelio según Jesucristo” o “La caverna”, participó hoy en la localidad granadina de Castril en la presentación de programas y proyectos de la fundación.
El escritor defendió la creación de productos diferenciados y arremetió contra la “política homogeneizadora” de las empresas multinacionales.
En este sentido, entre los objetivos de la Fundación José Saramago destacan el de promocionar la creación artística del vidrio del citado municipio, así como impulsar todo tipo de actividades literarias y culturales en la zona, de la que es oriunda su esposa, Pilar del Río.
Fuente :EFE
El Premio Nobel de Literatura portugués José Saramago aseguró hoy “estar siempre atento a la realidad del mundo, tanto a las cosas buenas, como a las malas” con la pretensión última “de alcanzar la felicidad”, una cualidad que ha definido como “dar pasos hacia uno mismo y mirar lo que se es”.
Con aspecto frágil pero recuperado de sus problemas respiratorios del año pasado, el escritor apeló a diferenciar entre felicidad y riqueza y afirmó sentirse satisfecho no sólo por el reconocimiento a su labor literaria, sino también por “la intensa labor” promovida desde la Fundación que lleva su nombre.
El autor de obras como “Ensayo sobre la ceguera”, “El Evangelio según Jesucristo” o “La caverna”, participó hoy en la localidad granadina de Castril en la presentación de programas y proyectos de la fundación.
El escritor defendió la creación de productos diferenciados y arremetió contra la “política homogeneizadora” de las empresas multinacionales.
En este sentido, entre los objetivos de la Fundación José Saramago destacan el de promocionar la creación artística del vidrio del citado municipio, así como impulsar todo tipo de actividades literarias y culturales en la zona, de la que es oriunda su esposa, Pilar del Río.
Las mejores series chilenas del año
Según Yo:
"La ofis" fue en su primera temporada una grata sorpresa. Humor negro, negrísimo como no se ve mucho por estos lares. "Gen Mishima" fue un aire fresco para los nerds. Ambiciosa y fallida, pero puta que es adicitiva. "Los 80" fue puro amor. En cada escena de esa serie se respira una nostalgia entrañanble que nada tiene que ver con las fiestas de los ochenta o todo esa mierda. Boris Quercia tiene que hacer series mejor, porque como ya sabemos,su cine deja mucho que desear y cuando llega a la tele mejora su mano.
La ofis
Gen Mishima
Los 80
"La ofis" fue en su primera temporada una grata sorpresa. Humor negro, negrísimo como no se ve mucho por estos lares. "Gen Mishima" fue un aire fresco para los nerds. Ambiciosa y fallida, pero puta que es adicitiva. "Los 80" fue puro amor. En cada escena de esa serie se respira una nostalgia entrañanble que nada tiene que ver con las fiestas de los ochenta o todo esa mierda. Boris Quercia tiene que hacer series mejor, porque como ya sabemos,su cine deja mucho que desear y cuando llega a la tele mejora su mano.
La ofis
Gen Mishima
Los 80
series del 2008 según Francisco Ortega
LOS 80: Lo que nunca pensé, un serie chilena en el top 1 de mi ranking anual, pero se lo merece. La escena de la sopa deben ser los 3 minutos mas logrados en ficcion audiovisual chilena. Nada que decir, nació como clásico.
MAD MEN: Cínica, jugada, con onda, personajes de esos que se quedan y una reconstrucción de época perfecta. Pero lo mejor va por su pillería de hablar de los EE UU de hoy a través de la metáfora de los años 50/60.
TRUE BLOOD: Anna Paquin y vampiros sucios, persversos. Serie HOT con mayúsculas. Y con una mitología de fondo que ya se la quisiera Marvel. Sumémosle la mejor secuencia de créditos del año y todos felices.
BATTLESTAR GALACTICA: La última temporada debe ser lo más políticamente incorrecto en al historia de la televisión norteamericana. Las naves espaciales a veces son mas útiles que CNN para explicar los dilemas de la cultura occidental contemporánea y sus particulares defensores. ¿Quieren entender que onda esto de la crisis del 2009, pues vean Galactica?
FRINGE: Aun no la entiendo de todo, pero putah que tiene onda y agarra desde el primer segund.
THE BIG BANG THEORY: La coreografia 2001 vale por todo.
THE OFFICE (USA): Soy incondional, mi mujer me transformó. Simplemente creo que es el mejor sitcom gringo desde Friends.
LOST: O como reconciliarse con los fans con un temporada de la puta madre. Lost es Lost, es un clásico, no hay que darle más vueltas.
DAMAGE: Simplemente la mejor serie del 2008 que nadie vio. 24 y Lost, con abogados y una estructura dramática de la puta madre.
ALGO HABRAN HECHO: Serie documental argentina acerca de la historia de ese país. Una estructura impecable, para un programa que feliz me hubiese gustado hacer. Razón por la cual acepte la freak propuesta de participar como "periodista/historiador" en 1812.
MAD MEN: Cínica, jugada, con onda, personajes de esos que se quedan y una reconstrucción de época perfecta. Pero lo mejor va por su pillería de hablar de los EE UU de hoy a través de la metáfora de los años 50/60.
TRUE BLOOD: Anna Paquin y vampiros sucios, persversos. Serie HOT con mayúsculas. Y con una mitología de fondo que ya se la quisiera Marvel. Sumémosle la mejor secuencia de créditos del año y todos felices.
BATTLESTAR GALACTICA: La última temporada debe ser lo más políticamente incorrecto en al historia de la televisión norteamericana. Las naves espaciales a veces son mas útiles que CNN para explicar los dilemas de la cultura occidental contemporánea y sus particulares defensores. ¿Quieren entender que onda esto de la crisis del 2009, pues vean Galactica?
FRINGE: Aun no la entiendo de todo, pero putah que tiene onda y agarra desde el primer segund.
THE BIG BANG THEORY: La coreografia 2001 vale por todo.
THE OFFICE (USA): Soy incondional, mi mujer me transformó. Simplemente creo que es el mejor sitcom gringo desde Friends.
LOST: O como reconciliarse con los fans con un temporada de la puta madre. Lost es Lost, es un clásico, no hay que darle más vueltas.
DAMAGE: Simplemente la mejor serie del 2008 que nadie vio. 24 y Lost, con abogados y una estructura dramática de la puta madre.
ALGO HABRAN HECHO: Serie documental argentina acerca de la historia de ese país. Una estructura impecable, para un programa que feliz me hubiese gustado hacer. Razón por la cual acepte la freak propuesta de participar como "periodista/historiador" en 1812.
Saturday, January 03, 2009
Creo y no creo
Creo en las mujeres que manejan solas, creo que en las que le miran el poto a las otras mujeres. Creo en una mujer que saca fotos.
No creo en las periodistas de Canal 13. No creo en la religiones ni ideologías. No creo ni en Dios ni en el Diablo.
No creo en las periodistas de Canal 13. No creo en la religiones ni ideologías. No creo ni en Dios ni en el Diablo.
Año Nuevo Por Francisco Mouat
Una amiga jovencita me escribe desde Villa Alemana en vísperas de Navidad. Pregunta si alguna vez he sentido que pienso demasiado. A veces me hago la misma pregunta. El doctor Kin asegura que pensar más de la cuenta es tonto, y que ayuda a fabricar enfermedades. A ratos le encuentro razón al chino, especialmente cuando el exceso de cabeza le resta espacio a los sentidos. Pero no sé si me gustaría pensar demasiado menos. A veces no puedo evitarlo, especialmente aquellos días en que nos damos cuenta de que pensamos y reflexionamos justamente para no sucumbir al caos de la existencia.
Mi amiga se lamenta a ratos de pensar demasiado: "La sensación no me agrada, me desplomo", dice. "A veces me gustaría simplemente dejar de pensar por un rato. Hasta en los sueños el pensamiento desconcierta y atormenta. Es increíble. Lo vital de pensar también puede llegar a fastidiar. No imagino la vida de un budista. ¿Tendrá estos decaimientos?".
Sin ponerse de acuerdo, otro amigo me escribe el mismo día para recordarme una conversación telefónica de meses atrás, cuando le dije que leyera Santiago de memoria, de Roberto Merino. Dice que consiguió el libro, lo acaba de leer, y que me envía de regalo el párrafo final: "Los copistas de la Edad Media -sabiamente- anotaban en los textos transcritos los momentos en que los vencía el cansancio. Lo mismo quiere hacer el autor de estas páginas. Detener por el momento el flujo de las ideas y partir, quizás por San Pablo hacia el poniente, en busca de las cuestas silenciosas, de los paisajes abiertos y de las luces dispersas de los campos".
Tomo nota de lo vivido en los últimos días para ejemplificar la friolera de datos que uno llega a retener. Fui a Montevideo. Caminé la rambla, comí unos ravioles rellenos con verdura y aderezados con salsa de tomate que todavía puedo saborear, tomamos medio y medio con la Solcita (mitad vino blanco, mitad champaña), festejamos con los amigos canallas de Rosario Central en el pasto del estadio Centenario, el mismo estadio donde se jugó el primer mundial de fútbol de la historia. En una buena librería en Pocitos, dateada por mi amigo Daniel Charlone, encontré una edición magnífica de La novela luminosa de Mario Levrero. Anduve en avión, transpiré como caballo de carrera con la humedad y el calor, pensé en un par de libros que algún día quizás escriba. Volvería a Montevideo una y otra vez. Me interesa mucho más que conocer India. Cristián Leighton escribió sobre esto mismo: "No sueño con un lugar que no conozco. Sí me gusta la idea de regresar a lugares de los que tengo buenos recuerdos. Muchas veces, cuando viajo, soy consciente de que es más que probable que no regrese al lugar donde estoy, que no vuelva a ver a la persona que está frente a mí. Es vivir la muerte, pero en paz y con nostalgia".
Entre las otras cosas que hice en estos últimos días, y que se marcarán en el calendario, fui al cementerio a enterrar a uno de mis amigos del alma, abracé a sus tres hijos, abracé a su mamá, a su mujer, a sus dos hermanos, acompañé el canto emocionado de todos ellos en el cinerario del Parque del Recuerdo. Ese mismo martes fui con mi hijo José a la ceremonia de clausura de su año escolar, volví a leer el cuento de Borges Delia Elena San Marco, que me gusta mucho, y se lo regalé a otra amiga jovencita que tengo, que aún va al colegio, y con la que me gusta sentarme a conversar y a contemplar su risa magnífica, ancha, espontánea, vital. Recibí inesperadamente algunos regalos de Navidad: un trébol de cuatro hojas que deberé cuidar, dos paquetes de un té indio aromático y original, un par de botellas de buen vino tinto, una libreta de notas con un mensaje amoroso, un marcalibros con un texto de Julio Ramón Ribeyro que cito en cada inicio de taller literario: "La vida, nuestra vida, es la única, la más grande aventura". Cada vez que leo esta frase, tropiezo nuevamente con esta otra magnífica frase de Augusto D'Halmar: "No me pasó nada, sólo la vida".
Mi amiga se lamenta a ratos de pensar demasiado: "La sensación no me agrada, me desplomo", dice. "A veces me gustaría simplemente dejar de pensar por un rato. Hasta en los sueños el pensamiento desconcierta y atormenta. Es increíble. Lo vital de pensar también puede llegar a fastidiar. No imagino la vida de un budista. ¿Tendrá estos decaimientos?".
Sin ponerse de acuerdo, otro amigo me escribe el mismo día para recordarme una conversación telefónica de meses atrás, cuando le dije que leyera Santiago de memoria, de Roberto Merino. Dice que consiguió el libro, lo acaba de leer, y que me envía de regalo el párrafo final: "Los copistas de la Edad Media -sabiamente- anotaban en los textos transcritos los momentos en que los vencía el cansancio. Lo mismo quiere hacer el autor de estas páginas. Detener por el momento el flujo de las ideas y partir, quizás por San Pablo hacia el poniente, en busca de las cuestas silenciosas, de los paisajes abiertos y de las luces dispersas de los campos".
Tomo nota de lo vivido en los últimos días para ejemplificar la friolera de datos que uno llega a retener. Fui a Montevideo. Caminé la rambla, comí unos ravioles rellenos con verdura y aderezados con salsa de tomate que todavía puedo saborear, tomamos medio y medio con la Solcita (mitad vino blanco, mitad champaña), festejamos con los amigos canallas de Rosario Central en el pasto del estadio Centenario, el mismo estadio donde se jugó el primer mundial de fútbol de la historia. En una buena librería en Pocitos, dateada por mi amigo Daniel Charlone, encontré una edición magnífica de La novela luminosa de Mario Levrero. Anduve en avión, transpiré como caballo de carrera con la humedad y el calor, pensé en un par de libros que algún día quizás escriba. Volvería a Montevideo una y otra vez. Me interesa mucho más que conocer India. Cristián Leighton escribió sobre esto mismo: "No sueño con un lugar que no conozco. Sí me gusta la idea de regresar a lugares de los que tengo buenos recuerdos. Muchas veces, cuando viajo, soy consciente de que es más que probable que no regrese al lugar donde estoy, que no vuelva a ver a la persona que está frente a mí. Es vivir la muerte, pero en paz y con nostalgia".
Entre las otras cosas que hice en estos últimos días, y que se marcarán en el calendario, fui al cementerio a enterrar a uno de mis amigos del alma, abracé a sus tres hijos, abracé a su mamá, a su mujer, a sus dos hermanos, acompañé el canto emocionado de todos ellos en el cinerario del Parque del Recuerdo. Ese mismo martes fui con mi hijo José a la ceremonia de clausura de su año escolar, volví a leer el cuento de Borges Delia Elena San Marco, que me gusta mucho, y se lo regalé a otra amiga jovencita que tengo, que aún va al colegio, y con la que me gusta sentarme a conversar y a contemplar su risa magnífica, ancha, espontánea, vital. Recibí inesperadamente algunos regalos de Navidad: un trébol de cuatro hojas que deberé cuidar, dos paquetes de un té indio aromático y original, un par de botellas de buen vino tinto, una libreta de notas con un mensaje amoroso, un marcalibros con un texto de Julio Ramón Ribeyro que cito en cada inicio de taller literario: "La vida, nuestra vida, es la única, la más grande aventura". Cada vez que leo esta frase, tropiezo nuevamente con esta otra magnífica frase de Augusto D'Halmar: "No me pasó nada, sólo la vida".
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