Monday, November 17, 2008

Preferiría no hacerlo

Por FRANCISCO MOUAT

Algún día entenderé mejor qué hacía yo cubriendo la Cumbre de Países No Alineados en Kuala Lumpur, la capital de Malasia, los últimos días del verano de 2003. Chancho en misa. Lo de cubrir la Cumbre, en todo caso, era un eufemismo, puesto que el diario sólo me había pedido un artículo de viajes sobre Kuala Lumpur y una crónica general de la economía malaya para el suplemento especializado del domingo.

Estuve más de dos semanas en Malasia, y apenas había en el hotel una persona que hablaba español: una simpática periodista venezolana llamada Wendy, fanática de Chávez, que vivía con más intensidad que yo al menos las venturas y desventuras de los países del llamado Tercer Mundo. Charlar con Wendy y escuchar sus conchalevale era un respiro en medio de conferencias de prensa traducidas todas al inglés, un idioma que, lo confieso, me exige un grado superlativo de estrés para entender de qué se está hablando.

No había razón alguna para seguir con atención los aburridos debates de la Cumbre. Desayunaba copiosamente en los comedores del hotel donde alojábamos, jugaba pimpón con un periodista chino acreditado, recorría la ciudad con ojos de genuino asombro, a veces despertaba por las noches a escuchar las sonoras invitaciones a rezar en las mezquitas, recorría a pie el barrio chino y, por supuesto, dormía siesta escondido en mi dormitorio mientras los representantes de los Países No Alineados jugaban a cambiar el mundo.

Pero nada es perfecto, y un buen día fui conminado por la organización para asistir a una reunión desayuno con el Primer Ministro de Malasia en el Palacio de Gobierno, una mole impresionante. Nos llevaron en bus, nos hicieron pasar al salón, y ya pronto estuvimos todos sentados en una mesa larga presidida por Mahathir Bin Mohamad, el Primer Ministro que entonces llevaba más de veinte años en el poder, lo que lo empezaba a convertir en un pequeño dictador aunque él dijera que lo elegían democráticamente cada tantos años.

Yo estaba feliz degustando unas galletas bien buenas cuando entendí en mi precario inglés que la secretaria de prensa de Mahathir nos decía que cada periodista iría en orden, de izquierda a derecha, formulándole una pregunta, en inglés por supuesto, al Primer Ministro. Quise salir arrancando, y no podía. Me puse a sudar tinta. ¿Qué le preguntaba, si a duras penas entendía de qué hablaba Mahathir con los otros periodistas? Jamás en mi vida había formulado una pregunta en una rueda de prensa, hasta hoy, y creo que ya nunca lo haré. Con suerte he ido a tres ruedas de prensa en los últimos veinticinco años, siempre en la última fila, y resulta que ahora había que hacerse el lindo en otro idioma con un sujeto al que además debías tratar con guante blanco, porque eras su invitado. La secuencia de preguntas fue avanzando inexorablemente en mi dirección. Creo que me subió la presión y me vino taquicardia. Wendy le consultó algo sobre la relación de Malasia con América Latina, y yo en ese momento pensé en ser Bartleby, aquel personaje de la novela de Melville que dice, cada vez que le dan una orden en su oficina, "preferiría no hacerlo". El problema era que no sabía bien cómo decirlo en inglés, además de ser el único periodista de una larga mesa de profesionales de todo el mundo que reconocía no tener nada que preguntarle a un gobernante. Iba a quedar en evidencia, pero qué importaba, si yo nunca más volvería a estar en una Cumbre de Países No Alineados. La campana me salvó de decirle a Mahathir en mal inglés "preferiría no hacerlo": un periodista no respetó el orden asignado y contrapreguntó desde otro sitio de la mesa al Primer Ministro, la rueda se desordenó, y yo zafé de imitar a viva voz a Bartleby, uno de mis héroes literarios, aquel hombre elegante que sabe situarse en otro sitio, que desobedece pacíficamente, que se niega sin estridencias. Admiro a Bartleby y me gustaría poder decir siempre con él, cada vez que me empujan a algo que no quiero, preferiría no hacerlo.

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