(La deprimente perspectiva del futuro estreno de Sex and the City, la película, que seguramente será un engendro, basura bien vestida, discurso misógino envuelto en celofán y la clase de bazofia que apelará a quienes piensan que algo es irreverente o cool porque tiene diálogos sobre vibradores y anticonceptivos. Vi varios episodios de la serie en su tiempo y siempre leí el mismo mensaje: que no importa cuán inteligentes, sofisticadas, hermosas o cosmopolitas sean las mujeres, al final del día, todo lo que ellas quieren es un macho que las maltrate y humille.
Las minas de “Sex and the city” son una galería temible de viejas culiás (sospecho que siempre lo fueron) y Carrie Bradshaw parece un travesti cincuentón disfrazado de Carrie Bradshaw).DANIEL VILLALOBOS)
Sex and the city 2: Las niñas burbuja
por Daniel Villalobos
Nunca me interesó ni me hizo reír la serie original de Sex and the City, pero era capaz de reconocer la astucia de su fórmula: tomabas a mujeres en la flor de su vida útil y potencia sexual, las ponías en un entorno seudo-cosmopolita, las hacías comportarse como hombres (como ciertos hombres) y les dabas la madurez emocional de chicas de quince.
El cuarteto protagonista eran mujeres que ganaban cientos de miles de dólares al año, pero las cosas que les importaban eran dignas de una colegial.
Por eso el final de la serie tuvo una cierta coherencia con la lógica de los cuentos de hadas: después de todas sus tribulaciones y malos compromisos, Carrie Bradshaw se quedaba con Mr. Big (Chris Noth), dejando atrás, muy atrás, al buenazo de Aidan (John Corbett).
La que no ama, compra.
Un final que postulaba –una vez más- que entre un hombre que la cuide y otro que la trate con la punta del pie, una chica moderna seguirá escogiendo a este último.
El masoquismo siempre fue el motor oculto de la serie: estas damas absolutamente protegidas y mimadas por su entorno insistían en ponerse en situaciones donde las maltrataban o les rompían el corazón.
Eran personas de treinta y tantos comportándose como sus hermanas menores y ese, supongo, era el encanto de la serie.
Pero estamos en el 2010 y lo que pudo ser pintoresco en 1997, hoy día es apenas repugnante.
Sex and the City 2 no sólo es ofensiva para cualquier persona con un mínimo gusto por el cine. Además es insultante para el sentido común, el gusto estético y el orgullo de género.
De ambos géneros.
Moda primavera-verano para señoras.
La vergüenza ajena es una de las experiencias más complejas de la psicología humana. Es una mezcla de empatía, lástima, pudor y risa. A mitad de la función de prensa, creí que lo que sentía era tal. Pero no.
La vergüenza ajena desapareció de mi cabeza una vez que las chicas (las “chicas”) cruzan el mundo para irse de vacaciones a Abu Dhabi. Lo que la reemplazó fue una pena negra por mí y todos los seres humanos en la sala.
¿Comedia? Yo casi lloré.
Sex and the City 2 existe en una burbuja congelada y sin vida donde no hay pobres, clase media ni trabajadores, solamente lujo, lujo y lujo. Además, un lujo sospechosamente rastacuero y new rich, si me permiten fiarme de mi limitado olfato de hijo de vecino.
Algo me dice que en Chile estas mujeres fiestearían en el 140scl y no en las casonas de Caburgua.
Con astucia digna de Satanás, el director John Michael King y su equipo entendieron –y exacerbaron- otra parte esencial de la fórmula SATC: estas son fantasías de chicas en ascenso.
El novio que te invita a pasear en jet, el pretendiente que te pide matrimonio con un mega-departamento, las colecciones de zapatos. El viaje a Abu Dahbi con todo pagado, desde el galán otoñal que recorre el desierto montado en un jeep, hasta la pesadilla de ser expulsadas de un hotel por falta de dinero: esas no son las obsesiones de una supuesta mujer de mundo.
Una verdadera chica cosmopolita ¿no daría esos lujos por sentado?
Los límites de esa misma burbuja congelada son los que permiten cosas tan irreales como el hecho de que ninguna de estas mujeres parece trabajar demasiado, sin embargo jamás les falta el dinero.
A la fantasía económica, se suma otra más patética: la fantasía de la eterna juventud. Sex and the City 2 pretende ser una comedia ligera sobre un cuarteto de mujeres mayores que se apoyan unas a las otras contra viento y marea, pero funciona mejor como sátira. Como una parodia que se burla de cuatro viejas incapaces de lidiar con sus edades y con la vida que eligieron.
Advertencia: el bótox puede ser dañino para la salud mental.
Carrie se ofende porque su esposo –un tipo en la cincuentena- prefiere quedarse viendo tele antes que irse de fiesta una noche de día laboral. Sorpresa, bienvenida al matrimonio.
(Además, perdón, pero desde la primera vez que vi un episodio de la serie consideré que Carrie Bradshaw es una loca de patio, opinión que mantengo hasta hoy)
Charlotte colapsa en llanto porque tiene problemas con sus dos hijas, a pesar de contar con una niñera e ilimitados recursos económicos. O sea, la chica cocina vestida por Valentino, no nos engañemos.
Y Samantha se forra en cremas y pastillas para retrasar la menopausia, una actitud que tal vez sea la más lúcida entre las féminas que deambulan porla película. Ella duerme con tipos que podrían ser sus hijos y eso le ha enseñado lo que sus amigas desean ignorar: que los jóvenes son crueles con los viejos y que el mundo es cruel, carnívoro y nada de glamoroso una vez que pones un pie fuera de la burbuja.
Poco sexo y casi nada de la ciudad. La película no me gustó –lo que viene a ser bastante irrelevante a estas alturas- pero además me inspiró genuinos deseos de irme a la montaña a hacer la revolución. No voy a contar spoilers, pero algunas escenas del segmento en Abu Dahbi están entre lo más vergonzoso que haya visto en años.
El paternalismo e ignorancia que exhiben respecto a todo lo que está fuera de la burbuja (Medio Oriente, la clase trabajadora, la India, el resto del mundo, la humanidad toda) sólo se pueden comparar con el legendario “Que coman tortas”, de María Antonieta.
Los milagros del photoshop.
Seguro: Sex and the City 2 es sólo una película. La tiramos al basurero de la memoria junto con el cartón de las cabritas y la boleta de las entradas. Pero no me vengan con que “eres hombre y por eso no entiendes”.
La mugre es mugre. No importa quién la protagonice ni a qué “target” esté dirigido.
Dicho lo anterior, creo que de todas las viejas mal maquilladas y flacuchentas de esta secuela, la que estuvo más cerca de ganarse mis respetos fue Samantha. Quien, de hecho, siempre me ha parecido una especie de reflejo perverso de la “heroína” Bradshaw.
La tragedia de Carrie es la misma de Samantha: ambas quieren que un momento de increíble excitación e intensidad dure por siempre. Ninguna de las dos saben enfrentar el hecho de que lo que da peso e importancia a esos momentos es la certeza de que son fugaces, irrepetibles y pertenecen a una evolución que ninguna de ellas puede alcanzar.
Una evolución que, claro, termina con la muerte, aquel concepto que jamás se asoma por esta burbuja, porque Carrie y sus amigas viven congeladas en la promesa del eterno presente.
Eso es todo. Ahora, llévenme al hospital
Creo que es una buena idea comenzar un blog alabando una chica.
Mi relación con una serie llamada “Sex and the city”, se remite a un solo nombre: Carrie Bradshaw. Está columnista del primer mundo tan alejada de mí, tan perdida y loser como yo, pero que aparenta todo lo contrario, es sin duda uno de los personajes femeninos notables de las series de televisión. Debe ser la única mujer flaca, rubia y chica que alguna vez me llamó la atención. De alguna forma el mundo en que se mueve es asqueroso, superficial, exitista, pura máscara y capitalismo pop, pero precisamente siempre me gustaba cuando se alejaba de esa seguridad, de las certezas y se concentraba en los detalles y era vulnerable. Sí, eso es cierto. La autosuficiencia emocional es tema para otro texto. La serie es flojita y cuando uno la ve se da cuenta que lo que menos importa es el sexo. Ni siquiera la sacan partido a esa maldita/bendita ciudad que es Nueva York. Su target son las solteronas conservadoras, gays snob y adolescentes liberales y arribistas.
Para ser más preciso, a esta cronista platinada y sin complejos me gustaba cuando era loser y escribía sola en su computador y se hacía preguntas y más preguntas. Para cualquier mortal una mujer demasiado preguntona puede ser insufrible, pero ella sólo se preguntaba a sí misma constantemente.
La serie nunca me calentó mucho y a sus amigas siempre las consideré insoportables, pero ella salvaba. Y quizás no existen tantas razones de peso para destacarla, tal vez porque era la protagonista, no sé. Pero si las otras hubieran tenido más protagonismo, no me hubieran parecido tan interesantes sus formas de ser y personalidades, por así decirlo.
Pero si en cambio Carrie hubiera sido secundaria, también me hubiera interesado.Cuando se emparejaba con alguien me empelotaba y para que decir del imbécil de Big. Además no vale la pena hablar de tanto imbécil y hueón junto. Mezcla de envidia y de rabia. En cuanto a su afición a los zapatos... eeeemm..mejor no hablar de ciertas cosas.
Algunos me pueden llamar idiota, pero creo que existen algunos detalles que definen a esta mina. Ejemplos: Es zurda, como yo, y ya corre con ventaja. Me acuerdo de esa vez cuando se tira un peo en la cama de big. Notable. Me gustó aquella vez cuando le dice a big: ”Que dios te bendiga”, de una forma exquisita al despedirse de él, luego de verlo salir con su madre de una iglesia. O cuando la pilla su periodo por las calles de Manhattan y se ve tan bella y hace como si viera el atardecer y sigue caminando.(Puede ser poco higiénico si se quiere, pero hay que tener en cuenta que Carrie es una supuesta heroína de TV)
O cuando tiene que salir a fumar sola y se sienta en la vereda. La forma en que tira el humo cuando fuma. Cuando la policía la pilló fumando marihuana en la calle. Cuando uno de sus novios entra a ducharse con ella y Carrie dice: ”Perdón, ¿Te conozco?”. Cuando reflexionaba de forma lúcida sobre ciertos temas. Cuando, contra su voluntad, tiene que modelar en aquella pasarela y se cae.
La forma en que se vestía algunas veces y caminaba sola por las calles de Nueva York antes del 11 de septiembre del 2001.Si, en los detalles, ahí era grande esta chica de voz chillona. (La voz subtitulada al español eso sí, es grandiosa). Me hubiera gustado leer una de sus columnas, pero pensándolo bien. ¿Hubiera sido necesario? Creo que no.
Tuesday, October 10, 2006
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